"Hymns in Dissonance" de WHITECHAPEL, un regreso a sus raíces más brutales...

Un recordatorio de que la brutalidad bien hecha sigue teniendo valor, aunque echemos de menos la valentía que exhibieron en el personal “The Valley"

"The Last Will and Testament", OPETH firman una obra maestra

Los suecos siguen avanzando, labrando su propio nombre, gracias a un disco que aúna lo mejor de su carrera.

"Servitude" de THE BLACK DAHLIA MURDER

La banda supera su luto y regresa con un gran disco como es "Servitude", que sirve como punto de inflexión

"Opera" de FLESHGOD APOCALYPSE, fusionando el death metal con la lírica

El regreso de Paoli nos trae un álbum tan excesivo como delicioso por parte de italianos

"Schizophrenia" de CAVALERA

Los hermanos siguen emulando, con éxito, a Taylor Swift con sus "Cavalera's Version"

Concierto: Arctic Monkeys (Madrid) 28.01.2012

SETLIST: Don't Sit Down 'Cause I've Moved Your Chair/ Teddy Picker/ Crying Lightning/ The Hellcat Spangled Shalalala/ Black Treacle/ Brianstorm/ The View From The Afternoon/ I Bet You Look Good On The Dancefloor/ Library Pictures/ Evil Twin/ Brick by Brick/ This House Is A Circus/ Still Take You Home/ Pretty Visitors/ She's Thunderstorms/ Do Me A Favour/ When The Sun Goes Down/ Suck It and See/ Fluorescent Adolescent/ 505 (Con Miles)/

El auténtico problema de asistir a un concierto de Arctic Monkeys un viernes de Enero en un Madrid gélido y desangelado, el auténtico problema, es hacerlo después de haber asistido a una cita verdaderamente histórica con Mastodon el Lunes y, después de eso, queda ya todo dicho. La ilusión inicial al saber que el amiguete de Alex Turner, Miles Kane, abriría el concierto se tornaba en desilusión cuando, con George Harrison y su imponente canción "Wah-Wah", Miles y los suyos tomaban el escenario de un Palacio de Deportes que no les quedaba grande sino exagerado para unos músicos de su nivel con una propuesta tan aburrida y manida como la suya. Soy de los que disfrutaron a lo grande con el disco debut de The Last Shadow Puppets y pensaba que Miles era un gran compositor, que él y Turner formaban un tándem de lujo, después de verle hoy en Madrid debo decir que me equivocaba; Alex Turner tiene talento, Miles Kane es un fantoche. 

Pantalones de cuero, camisa de leopardo (increíble pero cierto) y una Telecaster azul claro con bigsby (lo único realmente sobresaliente de los cuarenta y cinco minutos en los que sólo provocó aburrimiento) fueron su uniforme de la noche, pretendía parecer auténtico pero, para entrar en el panteón del rock en mayúsculas, primero hay que madurar y saber comportarse en el escenario (no basta con agacharse a aporrear la guitarra como si fuese Keith Richards ni levantar constantemente los brazos como King África), después tiene que aprender a tocar la guitarra (tras escuchar a Brent Hinds en directo, que tampoco es un virtuoso como Petrucci, lo de Miles ha sido de traca), rodearse de músicos solventes y no niños que parece que vayan a romperse en cada tema y, por último y no menos importante, aprender a componer buenas canciones como hace Turner y no limitarse a copiar el sonido del grupo de su amigo (ha habido momentos realmente ridículos, como si lo que estuviésemos viendo fuese una mala copia de los Arctic Monkeys originales). Demos gracias que, después de la decepción que nos supuso el último de The Rascals, no comprásemos el disco de Miles y podamos haberle visto antes en directo para confirmar que es mejor invertir ese dinero en un mini de cerveza.

¿A qué hora empezaban los Arctic Monkeys? Bendita la idea y moda de no señalar la hora en las entradas, así el promotor se ahorra quebraderos de cabeza si el grupo decide salir una hora o dos tarde. A las diez y cuarto saltaban al escenario los "monos del ártico" vestidos de cuero, de moteros, en un intento de parecer rockabillys. Alex con chupa de cuero y pelo engominado. 

¡Qué diferencia de sonido respecto a Miles Kane! Los Arctic sonaban sólidos y ponían la directa con "Don't Sit Down 'Cause I've Moved Your Chair", buen comienzo, sí señor. "Teddy Picker" y todos los púberes allí presentes a saltar como si fuese "Tommy Gun" (que más quisieran...) y la genial "Crying Lightning" fueron las encargadas de dejar claro que el pésimo sonido con el que nos había "deleitado" Miles Kane no era un problema del recinto sino del músico, su banda y su equipo. 


"The Hellcat Spangled Shalalala" sonó cincuentona y bien representada por el look del grupo en esta gira, el single "Black Treacle", lleno de buenas guitarras, y la contundente "Brianstorm" allanaban el camino para una enorme "The View From The Afternoon", paulwelleriana llena de energía "I Bet You Look Good On The Dancefloor" y las más discretas en directo pero igualmente sólidas "Library Pictures" y "Evil Twin"

El público, mayoritariamente ignorante, poco exigente y fácil de convencer, se emocionó con "Brick by Brick" (que no sonó ni la mitad de potente que en el disco, una pena) y justo en este punto es cuando podemos decir que el repertorio, sin ser malo, da la sensación de perder fuelle con "This House Is A Circus" o la funesta "Pretty Visitors" en la que Alex Turner se libera de su preciosa Gibson para intentar levantar la canción él solo con su voz. Craso error, Turner es un buen compositor, tiene mucho talento pero no es un buen frontman y verle liarse con el cable del micro roza la vergüenza ajena. Recobran cuerpo con "She's Thunderstorms" pero, cuando el concierto encara y su recta final y es justo cuando deberían pisar el acelerador, entran en el más descorazonador de los letargos con "Do Me A Favour", "When The Sun Goes Down", una "Fluorescent Adolescent" cantada sin ganas y ya cuando sabotean su propia actuación con "505" y Miles de nuevo en el escenario es cuando decidimos abandonar el concierto y perdernos en la noche. 


Sin ser un mal concierto queda muy lejos de la brillantez que se le presupone a un grupo como ellos, en los que se han volcado tantas expectativas, y que presume de tomar el relevo a muchos de los grandes a los que, por suerte, todavía podemos ver sobre los escenarios con sus interminables giras. Las comparaciones son odiosas, no siempre la juventud es sinónimo de energía y frescura. Otra vez será...

© 2012 Fukk Wylde

Concierto: Mastodon (Madrid) 23.01.2012

SETLIST: Dry Bone Valley/ Black Tongue/ Crystal Skull/ I Am Ahab/ Capillarian Crest/ Colony of Birchmen/ Megalodon/ Thickening/ Blasteroid/ Sleeping Giant/ Ghost of Karelia/ All the Heavy Lifting/ Spectrelight/ Curl of the Burl/ Bedazzled Fingernails/ Circle of Cysquatch/ Aqua Dementia/ Crack the Skye/ Where Strides the Behemoth/ Iron Tusk/ March of the Fire Ants/ Blood and Thunder/ Creature Lives (con Red Fang)/


Mucho ha llovido desde que pude ver por primera vez a Mastodon en directo; la gira de un disco tan atípico en su discografía como "Blood Mountain" (2006) recalaba en España incluyéndoles como teloneros de TOOL. Nada que objetar al respecto sólo que aquel concierto, aquella primera toma de contacto con los de Dailor, fue en uno de los peores emplazamientos de la capital y todavía recuerdo con cierta desilusión como sonaron "This Mortal Soil", "The Wolf is Loose", "Crystal skull", "Capillarian crest" o "Colony of Birchmen". 


Entrada de Madrid
¡Vaya comienzo! Pero Mastodon tropezó con un sonido paupérrimo, lleno de ecos y acoples, un auténtico caos que no ayudó a que su música se asentará en un público cuya única religión era la de Maynard Keenan y es que cuando éste salió y se arrancó con "Stinkfist" hizo temblar a la mismísima "Hearts Alive" de Sanders. Todo esto ocurría en el 2006, hace seis años. Desde entonces, Mastodon ha vuelto a España en multitud de ocasiones pero siempre, siempre, como teloneros (de Metallica y su "Death Magnetic") o dentro de festivales (como es el caso de la pasada edición del Sonisphere) y muchos de sus seguidores aguardábamos la esperanza de poder verles en su propia gira, como estrellas principales, con su propio equipo y dentro de una sala en la que pudiesen desplegar toda su fuerza. Perdimos la oportunidad de escuchar íntegro su "Crack The Skye" (2009) y nos tuvimos que conformar con escuchar algunas de esas canciones antes de que Ulrich y Hetfield saltasen a escena.

Firmado por el grupo
Así que, cuando se anunció que la gira de "The Hunter" (2011) pasaría por España fue motivo de alegría. Hay que recordar que ésta estaba programada en salas sensiblemente más pequeñas y que, debido al éxito en la venta de entradas, el cambio de local era algo más que evidente. Por un lado, bien por ellos (me alegro de que empiecen a captar más público), por otro lado me hubiese encantado poder verles en una sala como el Joy Eslava, con más encanto que La Riviera madrileña y su mala disposición para las conciertos de rock (por no hablar de la insoportable palmera central que divide la pista en dos). 

Una larga cola a las puertas de la sala junto al típico camión "Beat The Street" y algunos vendedores de camisetas nos da la bienvenida, no hace demasiado frío para estar al lado de la riviera de un río y, mientras nos piden la entrada, podemos escuchar como retumba y vibra toda la sala con Red Fang, el telonero elegido es una mezcla de metal y stoner que engancha a la audiencia de Mastodon. Debo reconocer que la figura del "telonero" me parece tan insoportable como desagradecida para ellos mismos pero el grupo suena contundente y los temas tienen garra, su actuación pasa tan rápido que no nos damos ni cuenta y eso es porque la hemos disfrutado.

Detalle de la batería
Empiezan a retirar el equipo y a descubrir el de Mastodon; varias pantallas Marshall y Orange forman un muro tras la posición de Bill Kelliher. Descubren la batería y nos llevamos la primera sorpresa de la noche; Randy Rhoads preside el parche del bombo mientras el resto del set de Dailor es negro con topos blancos en honor al malogrado guitarrista. Es en esos momentos cuando uno siente que está en el sitio adecuado, que el grupo que va a ver va a convertirse en algo muy grande. Colocan el telón de fondo y aparece la portada de "The Hunter", debo reconocer que, al principio, y después de las grandes ilustraciones de Paul Romano, esta escultura de Fosik no me terminaba de encajar. Pasados los meses, habiéndole dado decenas de escuchas al disco no puedo llegar a imaginar una portada más icónica y propia de los de Atlanta para un disco como éste.

Como el arranque con la stoner "Dry Bone Valley" y un riff tan enorme y cavernoso, tan oscuro y metálico como es el de "Black Tongue" (¿Es posible imaginarse a toda una sala "cantando" las notas de una guitarra?). No hay pantallas ni grandes juegos de luces, únicamente Dailor, Hinds, Sanders y Kelliher dándole duro. No hace falta nada más. Las luces rojas tiñen todo el escenario hasta "I Am Ahab" de su jodidamente mágico "Leviathan" (2004) en el cual éstas se tornan azul claro como el hielo. La esquizofrénica "Capillarian Crest" activa y sacude a las primeras filas con un trabajo magnífico a la batería. Algo que siempre me sorprende es la aparente facilidad de Brann Dailor para golpear los parches con la fiereza con la que lo hace y hacerlo parecer tan sencillo; no suda, no le cuesta esfuerzo, está sonriente y concentrado, el gesto anda muy lejos de reflejar a un músico desencajado y, sin embargo, sus brazos no pararán en toda la noche y el parche de Randy Rhoads vibra como si fuera a romperse en cada canción.

La "poppie" "Blasteroid" es coreada por todos pero nada comparado a lo que ocurre en "Curl Of The Burl" en la cual cientos de chavales vuelven a cantar el riff de Hinds y su Flying V. Volvemos a "Leviathan" con "Acqua Dementia" y la maravillosa labor de Kelliher y Hinds mientras Sanders parece ya haberse hecho, de manera definitiva, con las tareas vocales del grupo. "Crack The Skye" irrumpe en la sala, una canción tan enorme y mágica que amenaza con convertirse en uno de los grandes himnos del grupo. De vuelta a los riffs más incendiarios con "March of the Fire Ants" y Dailor dándolo todo, el éxtasis colectivo con "Blood and Thunder", saludos de Kelliher y una despedida con "Creature Lives" y Red Fang sobre las tablas para ayudar a crear el momento de comunión perfecta y cerrar la noche tras dos horas de un sonido sólido como una roca, sin fisuras. Se escucha constantemente que Mastodon van a ser muy grandes, los próximos gigantes del metal, ¿acaso no lo son ya?

© 2012 Conde Draco

Crítica: Mastodon "Leviathan"

Siempre recordaré el verano del 2004 cuando descubrí al grupo de metal del que todas las publicaciones hablaban y elogiaban. Aquí, en España, no eran muy conocidos por aquel entonces pero la invasión de Mastodon ya empezaba a gestarse, hace ahora ocho años, en Estados Unidos, donde eran reverenciados con tan sólo dos discos en su haber "Remission" (2002) y este "Leviathan" (2004). El tiempo le ha dado la razón a todos aquellos críticos, al grupo y a los que les escuchamos desde hace tantos años ya que es una de las pocas bandas (como aquellas clásicas e inmortales de los setenta y primeros ochenta) que, hasta la fecha, poseen una discografía inmaculada, digna heredera de los verdaderamente grandes del rock. Cinco discos de estudio en los que se puede apreciar una evolución lógica y genuina, natural y auténtica, sin un traspiés.  El disco cuyo elemento es el agua (según Kelliher) surgió inspirado por la gran obra de 1851, "Moby Dick" de Herman Melville, en la cual, el capitán Ahab busca a la gran ballena blanca para vengarse, un libro magnífico, lleno de aventuras, mares embravecidos, arponazos, ira, dolor, orgullo y la necedad de un hombre que no dudará en sacrificar su vida y la de toda su tripulación con tal de saciar su sed y calmar su orgullo. Bran Dailor (batería del grupo) se sumergió en la novela y encontró todo un universo en el que basar el próximo disco de su grupo y con él, se podría decir sin ningún tipo de sonrojo, resumir las últimas cuatro décadas de rock y metal en poco más de cuarenta y cinco minutos.

El verano del 2004 fue abrasador, hacía tanto calor que las aceras se derretían y las noches se hacían asfixiantes, mientras intentaba dormir, en mis cascos sonaba el riff entrecortado de "Blood And Thunder" y una acelerada batería que traía una guitarra cargada con una distorsión gorda y llena de grano, tan épica que cortaba el aliento, como si el Pequod se adentrase en un mar inestable, lleno de corrientes y la sangre tiñese el agua contra el casco de madera de la nave. "White whale, holy grail!" y un solo de guitarra lleno énfasis, metálico y clásico pero tan moderno que se pegaba a tus oídos junto con el alterado ritmo de Dailor a la batería. ¿Qué es lo que hace grande a un grupo como Mastodon? No es death, no es stoner ni groove, tampoco progresivo, es una música tan grande que fusiona todos los estilos en uno.

"There's magic in the water that attracts all men, all men, all men" y uno casi se cae por la borda mientras las guturales voces te sacuden en un tema como "I Am Ahab" que acaba al revés de como ha empezado, una vez más Dailor nos demuestra que es uno de los grandes baterías del momento. "Seabest" y sus guitarras envolventes son perfectas para imaginarse a la gran ballena blanca nadando, eterna, suavemente por las negras profundidades del oceano, acechando a Ahab. Las guitarras comienza a hacerse más y más agresivas conforme pasan los segundos hasta la intro de "Island" y de ahí al torbellino en el que Dailor te empuja y Hinds y Sanders comparten labores vocales, compenetrando sus voces hasta casi hacer imposible la labor de saber quién es quién. Una de las grandes virtudes del grupo; los coros, la alternancia de voces, capaces de hacer sonar sus gargantas como una sola o mantener diálogos entre la nasalidad de Hinds y la guturalidad de Sanders.

"Iron Tusk", una de las grandes en directo, uno de los mejores riffs de la década. El trabajo de las guitarras es tan brillante que uno casi descuida el doble bombo de Dailor y los cambios de ritmo de éste. Capaces de cantar una letra tan marciana como "Shatter life, Physeter catodon, Culture vulture, Elephant graveyard, Culture vulture, Engage monster, Wreaking vengeance, Assault with all martial rage, Sail on" mientras la batería se enreda en mil y un redobles. Simplemente genial.

Las guitarras limpias de "Megalodon" dan un pequeño respiro hasta que vuelven a tensar la canción con un ritmo entrecortado y cambian de tercio con un punteo de otro mundo (y otro estilo) para adentrarse en una frenética persecución a doble bombo y dejarte a merced de los dientes de los tiburones y las sirenas de Fiji. "Naked Burn" te da la bienvenida, su guitarra promete emociones fuertes con Hinds aullando en una canción de estructura extraña que requiere tiempo para ser asimilada y descubrir la perfección en ella. "Acqua Dementia", ¡bienvenido al metal del siglo veintiuno! Las crujientes y afiladas guitarras sobre los alocados redobles de Dailor vuelven a hacer de las suyas hasta que todo el tema coge velocidad y devora millas y millas a su paso. Acaba tan saturada que uno siente la necesidad de repetir y volver a escucharla para intentar entender lo que acaba de pasar; han sacudido tu cabeza.

La tormenta llega mientras navegamos en el Pequod y el embrujo de Kelliher y Hinds llena nuestras velas, el olor a salitre se cuela por los poros del álbum en una  composición de casi catorce minutos, con tantos cambios y momentos inolvidables que parece aunar lo mejor de este "Leviathan", guitarras acústicas, llenas de distorsión, arpegios, punteos y solos a los que da cuerpo, una vez más, el gran Dailor. Que una canción de esta duración no llegue a aburrir en ningún momento y haga crecer la expectación conforme pasan los minutos es un logro sólo al alcance de los más grandes, conforme nos acercamos al final llega lo mejor, no podría ser de otra forma en Mastodon.

La instrumental "Joseph Merrick" da el cierre al disco. Acústica, mágica, irreal, de otro momento y lugar, inmortal e inquietante, inspirada en Merrick, "el hombre elefante". Dramática y llena de sentimientos, con un sólo evocador y repleto de efectos a cargo de Kelliher.


La banda parecía haber parido su gran obra maestra con su segundo disco cuando en realidad había llegado a la primera cima de su creatividad y talento. Todavía faltarían por llegar "Blood Mountain" (2006), el enorme "Crack The Skye" (2009) y "The Hunter" (2011). Tanta grandeza parece imposible en un grupo tan joven.

© 2012 Jim Tonic

Crítica: Eric Clapton "Me And Mr. Johnson"

Mientras  en 1911, en Mississippi, nacía un niño negro como el carbón llamado Robert Leroy Johnson, en 1945 nacía Eric Patrick Clapton en Surrey tan sólo siete años después de que Robert muriese a manos de un marido celoso que, en pleno despecho, envenenó el whiskey del que el bluesman bebió. Pero si somos fieles a la historia y respetamos las fuentes sabremos que aquella copa no fue lo que le mató sino que fue el mismísimo diablo el que, tras firmar el pacto de concederle a Robert la virtud y la gracia para ser el mejor intérprete de blues de la historia, se cobró su alma allá donde se encuentran la 61 con la 49, en un cruce de caminos ("Crossroads") que hace décadas es el auténtico punto de reunión de un constante peregrinaje de admiradores y músicos que buscan el alma de Johnson y, por qué no, pactar también ellos con el diablo. Pero, un pacto es un pacto y, hasta la fecha, no ha vuelto a aparecer ni un sólo músico que haga sombra al legendario guitarrista negro. Pero, como en toda gran historia, hay siempre una excepción y es que en 1967 Eric Clapton era Dios (o eso rezaba aquella pintada situada en la parada de Islington) y así era que aquel chico blanco se obsesionó con el blues y Robert Johnson se convirtió, junto con el gran Muddy Waters, en modelo para él y se dedicó a aprender todos y cada uno de los veintinueve blues que Robert dejó como testimonio de su talento.

¡Y vaya si aprendió todas las lecciones de Robert Johnson! Pocos artistas han sido tan mujeriegos como Clapton (a excepción de John Lee Hooker) pero éste tuvo la suerte de no morir a manos del diablo o de un marido resentido y en el 2004 se metió al estudio a grabar su nuevo disco. Las sesiones se les hacían cuesta arriba a Steve Gadd (a la batería), Jerry Portnoy (armónica), Nathan East (al bajo), Andy Fairweather,  Doyle Bramhall II y al gran Billy Preston, así que, cuando se aburrían, decidían arrancarse con uno de esos viejos blues del Delta y pronto pasaron a disfrutar tanto de aquellas canciones que terminaron por grabarlas y darse cuenta que estaban ante un disco en el que rendir un sentido homenaje a aquel por el que muchos de ellos habían decidido colgarse la guitarra. La idea residía en la cabeza del propio Clapton desde hacía muchos, muchísimos años pero nunca se había sentido con fuerzas ni aquellas canciones, que tanto había interpretado, habían brotado de sus dedos con tanta soltura y magia, queriendo salir del estudio en busca de aire.

"When You Got A Good Friend" inaugura la fiesta en la que este disco se convierte, un patrón clásico (como no puede ser de otra forma en el blues) nos lleva de paseo por toda la canción. La voz de Clapton ha cambiado, es más madura y posee más matices, su habitual manera desganada de cantar se ha convertido en un estilo en sí mismo y las palabras encajan entre sus guitarras y las de Doyle. "Little Queen Of Spades" llena de emoción desde el primer segundo con un órgano y una armónica dolientes son el contrapunto porque "They're Red Hot" es tan juguetona y desenfadada como se espera de un blues de mediados del siglo pasado. ¿Es capaz Clapton de capturar el dolor, la pena, la intensidad histórica de la segregación y la agonía de toda una raza junto con la precariedad llena de sabor de las grabaciones de Johnson? No, claro que no, decir lo contrario sería mentir tanto como estúpido por parte de un músico con la escuela de Clapton ya que éste sólo quiere disfrutar y tocar las canciones que tanto le gustan, por aquellas por las que siente verdadero amor desde que era un adolescente y así se traduce en las sentidas interpretaciones de la acústica "Me And The Devil Blues" y la maravilla de "Traveling Riverside Blues" con un slide magistral y un tono soberbio y pausado que no hacen más que darle más y más sabor.

"Last Fair Deal Gone Down" es la clara constatación de que Clapton no está muerto, de que no necesita meterse al estudio a componer nuevas canciones con las que demostrar aquello que ya no necesita demostrar una y otra vez, incendiaria. Hay que prestar especial atención a Billy Preston en este disco, "el quinto beatle" se sale del mapa con unos teclados de vértigo (hay que tener en cuenta que moriría tan sólo dos años después, todo un auténtico gigante de la música), "Stop Breakin Down Blues" y "Milkcow's Calf Blues" te harán viajar al Delta mientras que la interpretación de "Kind Hearted Woman Blues" es para quitarse el sombrero ante un Eric Clapton auténticamente colosal. "Come On In My Kitchen" vuelve al tono desenfadado y el slide hasta la archiconocida "If I Had Possession Over Judgement Day" y la versionadísima "Love In Vain".

"32-20 Blues" con las teclas como protagonistas  y la densísima "Hell Hound On My Trail" cierran un disco hecho con clase y calidad de sobra como para demostrar el cariño y la gran deuda de Clapton por Robert. Sin Johnson, la música actual no sería tal y como la conocemos, carecería de alma. Sin Clapton no habría Dios, sólo un pacto entre aquel chico negro y el diablo.

© 2012 Bob Harris

Crítica: Joe Bonamassa "Dust Bowl"

Criticar a Bonamassa es fácil porque es uno de los grandes, así de claro. Joe pertenece a los elegidos y hay que tenerlo en cuenta, sus manos han sido tocadas por la gracia, es capaz de interpretar los blues más abrasivos (como "Cradle Rock" del grandísimo Rory Gallagher) y también de llenar de feeling el escenario con el buen gusto de sus arreglos y solos pero no sólo le basta con eso sino que es tan versátil que sale airoso del hard rock con sus Black Country Communion, del country o de un disco con raíces tan norteamericanas como este "Dust Bowl" que nos ocupa. Piensa qué es lo que hace grande a un guitarrista y seguramente sea uno de los muchos ingredientes de Bonamassa.


Las famosas "Dust Bowl" (Tormentas de polvo) que asolaron toda norteamérica a comienzos del siglo XX y provocaron auténticos desastres que convirtieron el continente en una enorme nube de polvo, cubriendo por completo al Sol, y devastando toda la tierra yerma por las sequías le sirven a Joe para bautizar a uno de los discos más típicamente norteamericanos de su discografía. Bien es cierto que todos y cada uno de los elementos y recursos utilizados en éste son viejos amigos de Joe y de nosotros como oyentes sin que esto merme su capacidad interpretativa a las seis cuerdas, compositiva y de saber hacer a la hora de elegir las cuidadísimas versiones y los sorprendentes invitados de categoría que le acompañan en esta travesía bajo la producción del famoso Kevin Shirley.


"Slow Train" traquetea y cacharrea como un viejo tren que atraviesa el desierto y coge velocidad con la caja de la batería para terminar desbocado gracias al slide y los abrasivos punteos de Bonamassa. Acaba acelerada, como si a ese tren le obligasen a parar y suenan las primeras notas de "Dust Bowl" que irradia calor del desierto por los cuatro costados, un single perfecto, con mucho sabor yankee y unas guitarras bellísimas.


Primera versión con "Tennessee Plates" y John Hiatt, doblando el efecto vaquero de la anterior, sumergiéndote en un mundo de rodeos y zarzaparrillas. Y llega una de las grandes maravillas de este disco; "The Meaning Of Blues" de  Bobby Troup y Leah Worth que suena enorme, tremenda, gigantesca... ¡Llena de feeling, un sentimiento tan intenso que hace que su guitarra te desgarre cabalgando con rabia sobre una batería embravecida! Olvidamos el blues y volvemos al country y el desierto, "Black Lung Heartache" de Bonamassa, cae como una piedra con una batería monolítica y primitiva. Otro de los puntos álgidos, sin duda.


Blues y el espíritu de Rory Gallagher y Clapton se dan la mano en una canción como "You Better Watch Yourself" el clásico tema blues, con su resultona estructura y espacio para cada músico, que sirve de lucimiento a Joe y el resto de la banda. "The Last Matador Of Bayonne" con una trompeta herida acompañando la voz, una canción en la que el guitarrista demuestra que es capaz de salirse del camino andado por él mismo y se adentra en texturas mucho más nocturnas e íntimas. ¿Pero de verdad le hace falta a Bonamassa demostrar algo a estas alturas? Exquisito, como siempre. "Heartbreaker" de Rodgers con Glenn Hughes y el influjo setentero con regusto soul. ¡Por Dios, que quede poco para el nuevo disco de Black Country Communion!


"No Love On The Street" de Tim Curry en una versión con una guitarra con una sonoridad y una intensidad muy especial lograda gracias a la creación de un ambiente denso y asfixiante sólo estrangulado por la Gibson de Joe. La clásica historia de "The Whale That Swallowed Jonah" que tantas y tantas canciones de blues ha inspirado en una composición original de Bonamassa que, aunque no es de lo mejor del disco, salva su guitarra de nuevo hasta "Sweet Rowena" con un piano juguetón boogie y la ayuda de Vince Gill. El disco cierra con una emocional "Prisoner" que suena de cinco estrellas para cerrar con el corazón en un puño.

A uno le da la sensación de que Bonamassa avanza como el tren que abre este disco; incansable, sin pausa, pero al que todavía le espera lo mejor. Ladran, luego cabalga...


© 2012 Writting Machine

Crítica: Ghost "Opus Eponymous"

La primera vez que supe de la existencia de Ghost fue cuando servidor y uno de los grandes redactores de esta página fantaseábamos con un supuesto viaje al mítico festival "Hole In The Sky" en Bergen allá por verano. Ghost, procedentes de Suecia, ocupaban toda la atención de la web del mítico festival noruego con la cara de su cantante, Papa Emeritus, dando la bienvenida. Es verdad que el león no es tan fiero como lo pintan y, más allá de la imagen, Ghost no practica otra cosa que rock clásico así que su imagen se queda en poco menos que un concepto, una reminiscencia al "shock rock" al que tanto venero y que tantos grandes momentos nos ha dado. Las coordenadas exactas para ubicar su música quizá sean los primeros Black Sabbath, Blue Oyster Cult y Mercyful Fate/King Diamond con el aderezo estético de Alice Cooper o aquel lejano Marilyn Manson de 1996 que nunca debería haber salido con vida de aquella gira. Desconozco, por el momento, cómo se las gastan Ghost en directo (a día de hoy se rumorea una posible gira por España para el año que viene) y sólo puedo guiarme a través de los vídeos que de ellos circulan por la red pero si tenemos que dejarnos llevar por este disco, publicado en otoño del 2010, podemos afirmar que es una pequeña obra maestra a la que, a la larga, la llamativa imagen de sus componentes puede hacer más daño que otra cosa ya que este "Opus Eponymous" está lleno de grandes temas, salpicados de melancolía y ciertas atmósferas oscuras que rápidamente se diluyen gracias a esos estribillos radiantes y pegadizos.


Empecemos poco a poco (como más nos gusta). Ghost está formado por el Papa Emeritus, toda una suerte de Papa Oscuro con cara de calavera y cinco "Nameless Ghouls" de cuya identidad no se sabe nada ya que salen totalmente encapuchados a tocar. Pero el detalle auténticamente kitsch (y lo que emparenta a esta formación con el shock rock más teatral y rancio) es que fuera del escenario, en sus entrevistas, siguen manteniéndose fieles a sus roles, interpretando su papel. En estos tiempos, con internet corriendo como un río de información, no es difícil rastrear a los músicos que forman Ghost pero, hasta la fecha, parece que nadie ha dado con su identidad exacta; In Solitude, Watain o Repugnant pero nadie puede afirmar con exactitud quién demonios es el Papa Emeritus. ¿De verdad importa a estas alturas de la película? ¿Acaso somos incapaces de intentar disfrutar un poco de la magia del misterio? ¿Somos más felices conociendo el aspecto real de Gene Simmons o Corey Taylor? No, desde luego que no. ¡Que comience la función!

Un disco corto; una intro y ocho canciones. "Deus Culpa" te adentra en el mundo de Ghost de la fría mano de un órgano catedralicio que sirve de intro a "Con Clavi Con Dio", tres minutos y medio de canción que pueden mirar a los ojos de cualquier clásico imperecedero del rock, ecos setenteros y un riff auténticamente matador con un puente y un estribillo de los que se te meten en la cabeza. Da igual si no escuchas metal porque esto no es metal y tampoco importa si sólo escuchas metal porque tiene suficientes ingredientes como para atraer a todo tipo de paladares. Un éxito instantáneo. No deja de sorprenderme verme en el coche tarareando; "Satanás, somos uno de cada tres, trinidad" en una suerte de adolescencia recuperada como cuando fantaseaba con Alice Cooper o me mataba en la primeras filas de la gira "Antichrist Superstar".

Pero la mayor sorpresa llega con "Ritual", que no es un tema más sino una composición nacida para llegar al éxito más absoluto, todo un "hit" de lo que podría llamarse AOR-satánico, si es que existe una etiqueta así. Tan pegadiza o más que "Con Clavi Con Dio" y unas armonías vocales más cercanas a Journey o Boston que a una banda sueca de Metal. Es en "Elizabeth"donde se puede rastrear más que nunca la influencia de Black Sabbath y el tono de Ozzy hasta que el Papa Emeritus cambia de registro y aborda el estribillo de manera melodiosa junto con el órgano que inunda cada una de las atmósferas de un disco sin llegar a cargar y con una producción bastante cruda para los tiempos en los que nos ha tocado vivir.

"Stand By Him" vuelve al estribillo de herencia setentera, convirtiéndola en un gran tema. Si este álbum se llega a publicar hace treinta y cinco años no habría desentonado en la escena musical, resulta reconfortante sentir de nuevo estas atmósferas y texturas sin que por ello se mermen las melodías y el grupo sea capaz de oscilar entre el hard rock y el rock más de "efe eme". "Satan Prayer" con un tempo más lento y una nueva forma de cantar del Papa Emeritus nos adentra en el final de un disco con "Death Knell", la más fantasmagórica del conjunto aunque en el estribillo recupere la intensidad, como "Prime Mover" que recupera la energía del arranque de este "Opus Eponymus" y, para acabar, la bizarra, psicodélica y "kingcrimsoniana" "Génesis" con un final de guitarra clásica.

Cuando tus nietos le pregunten a su abuelo qué sonaba allá por el 2010, haz sonar "Con Clavi Con Dio" y sonríe de satisfacción, quizá ellos no te entiendan pero en esos pocos minutos verás resumidas muchas emociones.


© 2012 Jim Tonic

Crítica: Iced Earth "Something Wicked This Way Comes"

Siempre he pensado que hay ciertos grupos que tienen algo parecido a lo que sería un mal de ojo, que parece que les haya mirado un tuerto y que por muy buenos músicos que sean y por muy buenos discos que editen la mayoría de la gente, en el mejor de los casos, mostrarán la más absoluta indiferencia ante sus nuevos trabajos y consiguientes giras. Muchos son los grupos que tienen que sufrir dicha dolencia disco tras disco, no es el diagnóstico de una enfermedad rara que sólo afecte a unos pocos pacientes; nada más lejos de la realidad ya que su contagio es facilísimo e incluso puede llegar a grupos que en ningún momento pensaríamos les pudiera suceder. Para mí hay dos bandas dentro del metal que creo son de las más perjudicadas en este sentido, por un lado los alemanes Rage, que con una veintena de discos en su haber y con un Peavy Wagner siempre acompañado por músicos espectaculares (Mike Terrana, Victor Smolski...), no han tenido por desgracia el éxito que realmente se merecen por su entrega, dedicación y lucha continuada en el cada vez más infecto mundo del Rock duro; y por otro Jon Schaffer y sus Iced Earth, que a excepción de Grecia y Chipre en pocos lugares del mundo pueden presumir los americanos de hacer sold-out o de gozar de cierto reconocimiento. Es una verdadera pena, pero al fin y al cabo es lo que hay y no lo podemos cambiar, el "pueblo" es soberano y elige lo que quiere y lo que no, nos pueda parecer justo o injusto.

Si hay un momento en el tiempo en el cual Schaffer se haya podido "escapar" levemente de ese terrible mal, ése fue sin duda el que rondó su quinto álbum y su posterior gira mundial, que dio como fruto un triple disco en directo grabado en la capital griega y de nombre "Alive In Athens". Creo sinceramente que "Somehting Wicked..." fue su momento de gloria, porque lo que habían hecho hasta la fecha no acaba de eclosionar (y mira que sus cuatro discos anteriores eran cojonudos) y lo realizado posteriormente, a excepción de su "Horror Show" o su último "Dystopia", ha pasado con más pena que gloria.

Ya desde la preciosa portada, donde observamos a "Set Abominae" corriendo escoltado por un par de lobos, nos incita a pensar que algo grande se esconde tras dicha cubierta. Barlow nos lo deja cristalino con "Burning Times" cantando mucho más agresivo que en "The Dark Saga" y con mucha más convicción que en "Burnt Offerings". Sin ser un gran cantante siempre he admirado su brillante capacidad para alternar graves y agudos de manera magnífica tal y como nos demuestra en "Melancholy", ese medio tiempo que parece tener el mismo ADN que "I Died For You" de su álbum predecesor, pero que viene marcado con un regusto distinto, con unas acústicas, que en este caso, te llegan directamente al corazón y con una sensibilidad extrema en la voz de Matt, que en ciertos momentos parece que está llorando y logra ponerte la piel de gallina. Lo mismo nos ocurre con la balada "Watching Over Me", canción que Jon escribió para dedicar a su difunto amigo Bill Blackmon, uno de los grandes baluartes en la vida de Schaffer, que antes de formar Iced Earth le animaba sin descanso a hacerlo, a crear su propia banda de heavy metal y sería Bill quien a la postre le recomendaría el nombre actual de la banda.

La caña y la rapidez nos la muestran los de Tampa con "Disciples Of The Lie" y "Stand Alone", la primera con unos teclados prodigiosos en su parte central, la segunda con unos riffs propios del Thrash metal más mundano, pero ambas con unos coros épicos y magníficos y con un Tarnowski sobresaliente en sus rapidísimos solos; guitarrista que completaría con la banda la enorme gira de presentación del álbum y que curiosamente volvería a grabar el posterior disco de estudio (algo que no es muy habitual si trabajas para Schaffer); eso sí en las fotos promocionales costaba mucho distinguirlo, sobre todo después del corte de pelo tan extremo que se había hecho por aquel entonces.

Durante todo el disco disfrutamos de la producción que goza el trabajo, que una vez más es obra de Jim Morris, uno de los pocos fijos de Schaffer. Esta magistral labor tras los mandos la disfrutamos de manera muy especial cuando las acústicas renacen con la tranquila "Consequences" y la mala uva con "My Own Savior", donde destaca la poderosa pegada de batería de Mark Prator (que volvía al seno de la banda después de su aparición en el "Days Of Purgatory") y que además tiene la suerte de atesorar uno los mejores coros del disco. Increíbles son los agudos que Matt deja plasmados en "Reaping Stone" donde el pobre se desgañita vivo, así como en "Blessed Are You", aunque aquí más que destacar por su fuerza lo hacen por el sentimiento y sensiblidad que les pone. No puedo entender que esta canción no le pueda gustar a alguien, tiene todos los requisitos para encandilar a cualquiera que le guste mínimamente el Rock, es pasión en estado puro.

Y para el final lo mejor, el trío de ases que forman la trilogía que da nombre al álbum. Poco hay que decir de ellas, tres obras maestras que sólo pueden salir de las cabezas de los verdaderos genios y de las mentes más privilegiadas de la música. Y otra cosa no, pero a Schaffer le sobra talento y así lo demuestra con este tridente, que parece haber sido forjado en el mismísimo infierno. A nivel personal la que más me gusta es la segunda, la más corta pero la que más cariño le tengo. ¿Por qué?. Muy simple, "Birth The Wicked" suena en todos mis cumpleaños, es un ritual que tengo y que cumplo desde hace varios años y no es una cuestión de suerte o no-suerte, simplemente un año surgió así y desde entonces quiero seguir haciéndolo mientras pueda.

Posiblemente de este mini-bloque su canción fetiche y que más pasiones levanta sea la que cierra el disco. He leído en varias entrevistas y webs que no son pocas las personas que se emocionan e incluso llegan a derramar alguna lágrima al escuchar este temazo en directo. Para muchos "The Coming Curse" son diez minutos de orgasmo musical, para otros una canción que contiene uno de los riffs más poderosos del heavy metal y otros muchos creerán que no hay que decir nada sobre el tema y que lo mejor es escucharlo.

Humildemente considero que este álbum es una verdadera obra maestra, una de las grandes maravillas que nos ha regalado el Metal.

© 2012 Lord Of Metal


Crítica: Lamb Of God "Resolution"

Ya tenía ganas de volver a escuchar al bueno de Randy vociferar y gritar como sólo él sabe hacerlo, pocos son los que pueden competir con esta máquina de hacer rock pesado, lo normal es que si alguien quiere ponerse a su altura sea barrido de un solo alarido. Ya ha pasado mucho tiempo, concretamente dos añitos largos, desde su última edición, aquel "Warth", que si bien es cierto no podía competir con clásicos de la talla de "Sacrement" o "Ashes Of The Wake", tampoco tenemos que ponernos trágicos ya que no creo que suponga para nada un punto negro en la carrera de los de Richmond. He de reconcerr que me he quedado con ganas de volver a verles en directo, máxime después de lo que disfruté con ellos las dos noches en el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid, cuando acompañaron a Metallica y a Mastodon en parte de la gira europea que presentaba el último disco de los de San Francisco. Ojala no tarden mucho en volver por aquí y podamos volver a disfrutar de una banda currante como pocas, con una fuerza sobrenatural y que considero que poco a poco están haciéndose un hueco en el laborioso y complicado mundo del metal.

Para este "Resolution" repiten productor con respecto a su trabajo anterior, Josh Wilbur es el encargado de retomar las riendas y exprimir a una de las mejores bandas de Groove Metal del momento. Sin comerlo ni beberlo "Desolation" te devuelve a su época más experimental donde temas como "Walk With Me In Hell" o "Redneck" acechan tu cabeza al contrario de lo que ocurre con la genial "Ghost Walking" donde su comienzo acústico carente de cualquier distorsión nos puede conducir a engaño; pero nada más lejos de la realidad el tema poco a poco se va adentrando en territorios mucho más hostiles y tenebrosos, con bases rítmicas capaces de apisonar tu cerebro y con un Mark Morton que se convierte en dueño y señor de las seis cuerdas cuando se trata de hacer "solos" como el que aquí nos brinda.

¿Qué queréis caos? Pues como no, también nos sirven una bandeja de dicho manjar en temas como "Guilty" o "The Number Six", donde la voz de Randy es lo más parecido a la de un pirado mientras que el mayor de los hermanos Adler no quiere quedarse atrás en esta lucha de titanes ofreciéndonos unas pegadas dignas de quién es uno de los mejores baterías del momento. La verdad que los cinco miembros que forman el grupo son magníficos, a ninguno se le puede poner un pero bien sean un polvorín como Morton y Blythe bien tenga el calificativo de tranquilo o afable como es el bueno de Campbell.

Con "Invictus" y "Cheated" nos remontan a sonidos de su predecesor "Warth" con un toque a Pantera, acercándose a esa elitista simbiosis, que los hermanos Abbott siempre lograron ensamblar de forma magnífica, entre el Thrash más acérrimo y los nuevos sonidos que contagiaban al mundo del metal en los primeros 90. Aunque para lujo el tema que viene a continuación, sin duda el mejor, "Insurrection" se convierte en toda una lección musical con una melodía impropia de los de Virginia con un Morton

que vuelve a adornarse y se desata completamente mostrándonos la precisa labor que sus dedos son capaces de realizar deslizándose por los últimos trastes del mástil de su guitarra. Es aquí donde observamos mejor que en ninguna otra canción lo que significó para la banda el sonido de su quinto disco, aquel "Sacrament" que recibió premios y reconocimientos innumerables además de unas más que considerables ventas de ejemplares. Una joyita que vale su peso en oro y que seguramente (espero que así sea) no faltará en sus futuros directos

No os dejéis por el camino "To The End", haciendo un guiño a su "Laid To Rest", qué recuerdos más buenos tengo de la banda de aquellos años, en los que la calidad de estos chicos ya era más que palpable, no eran una promesa de un día ni de dos, eran una realidad y venían con una fuerza inusitada que ya quisieran para sí muchas de las jóvenes bandas actuales del denominado Metalcore. Muchas de ellas llenas de cantantes adolescentes berreando sin ton ni son alguno, y lo que es aún peor sin ningún tipo de criterio musical...vamos lo mismito que la mala bestia de Randy.

Y para sorpresa mayúscula "King Me", con una apuesta que en principio podría parecer un tanto arriesgada dejando ver una canción con una instrumentación mucho más melódica a la que nos tienen acostumbrados, donde incluso utilizan corales femeninas para dotar al tema de un ambiente delicioso y distintivo. Un tema orquestal (puede sonar raro para los Lamb) que da un paso al frente y se presenta como perfecto para poner el broche de oro a su nuevo vástago.

Si el año 2011 fue fructífero en cuanto a buenos y potentes lanzamientos para este 2012 no podemos ser más optimistas tal y como se presentan los primeros días del nuevo año. "Resolution" empieza poniendo el listón muy alto.

© 2012 Lord Of Metal

Crítica: Pink Floyd "Wish You Were Here"

Se puso sus mejores zapatos haciendo juego con su chaqueta, blanca impoluta. Se afeitó la cabeza y pensó que, quizá, también era buena idea pasar la cuchilla por sus cejas. En los últimos cinco años había ganado algo de peso pero, ¿acaso importaba? Había pasado de ser Syd Barrett, aquel ídolo interestelar de la psicodelia, guitarrista y compositor prometedor, para volver a ser Roger Keith Barrett de Cambridge y vivir con su madre. Se bajó en St. John's Wood, el metro le agobiaba y, por suerte, ya había llegado a su parada, caminó sin aparente rumbo fijo por Grove End Road hasta el cruce con Abbey Road y allí, a su derecha, estaba aquel pequeño e impresionante edificio blanco (como sus zapatos, pensó) con una fachada tan sencilla que sorprendía la grandeza de lo que se gestaba en su interior. Sorteó algunos turistas que se agolpaban en el famoso paso que los Beatles habían inmortalizado apenas seis años antes en la portada de su último disco, abrió la puerta y preguntó por sus compañeros. Nadie, ni siquiera ninguno de aquellos curiosos que escribían las letras del Fab Four en la placa de la entrada o el recepcionista sabían quién era aquel señor regordito y de aspecto extraño que acababa de entrar.

Deambuló por los estudios y esperó a que le llevaran donde Roger, David, Richard y Nick estaban terminando de grabar "Shine On Your Crazy Diamond". Escuchó varias tomas desde la cabina y ninguno de sus amigos supo que era él, únicamente cuando terminaron, salieron y le saludaron supieron que aquel desconocido era Syd. ¿Cuánto rato llevas ahí, has escuchado "Shine On Your Crazy Diamond"? ¿Te ha gustado? -le preguntaron. Syd ladeó la cabeza; "No, realmente no, suena antiguo y no entiendo qué relevancia puede llegar a tener en el álbum una canción así pero estoy preparado para tocar mi guitarra"

Ignoraron aquella sugerencia y siguieron con el interrogatorio. ¿Cómo has cogido tanto peso, qué te ha pasado? Syd volvió a susurrar, "tengo un nuevo refrigerador, es enorme, no he parado de comer carne". Roger Waters siempre ha tenido fama de ser un déspota, de tener una personalidad absorbente y apabullante, controladora y, hasta cierto punto, fría y distante pero aquel día no pudo aguantar las lágrimas. Richard todavía no estaba del todo convencido de que aquel señor fuese su antiguo compañero, aquel que había fundado Pink Floyd, aquel por el que las chicas suspiraban en las primeras filas, el que componía todas las canciones, aquel sin el que no podrían haber comenzado su aventura pero con el que tampoco podrían haber continuado. Pero sí, era él, no había duda. Gilmour incluso había llegado a confundirle con un empleado de EMI.

Precisamente, David, celebraba ese día una fiesta por su boda y Syd fue invitado, todos le recibieron con cariño pero él simplemente no estaba allí, le traicionaba la expresión. Todos estaban entusiasmados con el nuevo disco, la continuación de "Dark Side Of The Moon", con temas como "Welcome To The Machine" o "Have a Cigar" y Roger había tenido la brillante idea de dividir el tema principal en una larga suite de nueve partes, una oda a la ausencia. Mientras, Syd paseaba entre los miembros del equipo, sus antiguos compañeros y seres queridos, su cabeza estaba perdida entre las notas de la interminable "Interstellar Overdrive" que grabó en 1967. A los pocos minutos, Waters fue a buscarle pero no le encontró, preguntó a Nick y Richard, a Storm y Andrew pero nadie sabía dónde se había metido Syd. Mientras Gilmour y el resto le echaban de menos, él ya estaba de camino a casa, nunca más volverían a verle, moriría a los sesenta años a causa de la diabetes, totalmente perdido en un mal viaje de ácido que había durado más de cuarenta años. 

© 2012 Boz

Crítica: Cream "Disraeli Gears"

"Disraeli Gears" se publicó en 1967 lo que no es óbice para reconocer su valor no sólo en la época en la que vio la luz sino en su rica influencia para generaciones posteriores y estilos. Todavía faltaban dos años para que Led Zeppelin registrasen su primer álbum y tres años para que Black Sabbath creasen su "Black Sabbath", por lo tanto, este "Disraeli Gears" fue toda una revolución y auténtico precursor del rock, rock duro, metal y el mestizaje entre el blues y la psicodelia y en tan sólo once canciones. ¿No resulta increíble? Cuando la gente me habla de los supergrupos actuales no puedo menos que reírme. ¿Cuántos grupos de supuestos virtuosos de ahora aguantan las comparaciones con el trío formado por Clapton, Bruce y Baker? Decir que en 1967 a Clapton se le consideraba Dios por su forma de tocar (se decía que no había otro músico en Inglaterra que tocase blues como él) y que el propio Jimi Hendrix era declarado fan suyo, que Jack Bruce había tocado también con John Mayall y Manfred Mann y Baker era uno de los mejores baterías de la historia (famoso, entre otras muchas peculiaridades, por introducir el ahora tan famoso doble bombo) tenemos al trío perfecto para mezclar sonoridades jazzys, blues, rock, hard y psicodelia con un sonido crudo propio de la primitiva ecuación de guitarra, bajo y batería.

Muchos pensarán que actualmente hay muchos músicos que han superado en técnica a Cream pero, antes de continuar, déjenme que haga un pequeño apunte; 1967, como toda aquella década y la que tendría que venir, fue una auténtica marea de creatividad que alumbró discos tan importantes como el "Are You Experienced?" de Hendrix, los "Flowers" y "Their Satanic Majesties Request" de los Rolling Stones, "Smiley" de los Beach Boys, "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band" y "Magical Mistery Tour" de los Beatles, el delicioso "Mellow Yellow" de Donovan, "The Velvet Underground & Nico" y "White Light/White Heat" de la Velvet, el fastuoso "Forever Changes" de Love (¡qué pena que perdimos a Arthur Lee!), "The Who Sell Out" de los Who, "Surrealistic Pillow" de Jefferson Airplane, los dos primeros discos de los Doors ("The Doors" y "Strange Days"), el primer álbum de Bowie y unos novatos llamados Pink Floyd y el "Buffalo Springfield again" de Buffalo Springfield (por no hablar del "John Wesley Harding" de Bob Dylan). ¿Qué les parece? ¿Realmente creen que actualmente tenemos tal derroche de genialidad? Cream ganó su puesto luchando duramente en una liga de auténticos colosos. 

"Strange Brew" fue uno de los sencillos de este "Disraeli Gears" y un éxito, bajo la guitarra bluesy de Clapton, Ginger Baker transforma el aparente ritmo pausado de la canción en un latigazo constante, como un martillazo en un yunque. Al minuto y diecinueve, Clapton se apodera del tema con su guitarra y, después del solo, no dejará de dibujar punteos hasta el final.

¿Es "Sunshine Of Your Love" uno de los riffs más famosos de la historia? Sí, claro que sí. Uno de esos riffs que basta escucharlos una vez para que se queden en tu cabeza, en tan sólo unas notas es capaz de cautivar al oyente y capturar la esencia de finales de los sesenta. No creo que haya algo más excitante que escucharlo en directo. Bajo una producción básica, casi inexistente, asistimos a la creación de un himno de la mano de Clapton y la locura de Baker tras los parches. Otro sencillo del disco...

"World Of Pain", quiza mi favorita del álbum, con un estribillo en falsete sobresaliente y un uso del wah-wah espectacular por parte de Clapton con el que llegamos a entender el burbujeante sentido de las drogas sesenteras. La morrisoniana "Dance The Night Away" no echa en falta el teclado de Manzarek porque Clapton lo inunda todo con su sonido a la vez que Baker acompaña con un ritmo tribal que te lleva de la mano a la noche de los tiempos. "Blues Condition" y la lenta cadencia, hastiada, y soñolienta aparca las emociones fuertes hasta la explosión inicial que supone la famosísima "Tales Of Brave Ulysses" cuya temática mitológica se entremezcla de nuevo con el wah-wah y los furiosos envites de Eric Clapton a los solos. La canción únicamente encontrará la calma en esas estrofas que comienzan "a capella" antes de que Bruce, Baker y Clapton estallen. Tan épica que quita el aliento.

¿Qué demonios es "Swlabr"? Nada más y nada menos que " She Walks Like A Bearded Rainbow", la constatación de que la mezcla entre el blues más salvaje y la psicodelia del ácido es posible. Una maravilla de la cabeza a los pies, cuyo sonido a la guitarra ya querrían para sí muchos de los virtuosos de nuestros días.  Tan rabiosa y frenética que es capaz de arrancarte una sonrisa de satisfacción.

Baker toma protagonismo en el galopante y emocionante comienzo de "We're Going Wrong", cuya calma nocturna (llena de arrepentimientos y texturas musicales) te lleva seguro a una nueva dimensión. Nadie exagera cuando se dice que Plant y Page tomaban apuntes para su grupo; Led Zeppelin. De vuelta al blues en "Outside Woman Blues" y una estructura más clásica pero no por ello con menos sabor, la guitarra de Clapton de nuevo "se lleva el gato al agua" en un solo crudo como sólo ellos sabían hacerlo en aquella época.

Arranque beatliano en "Take It Back" con ambiente festivo y armónica Lennoniana, blues y pop de la mano hasta la simpática y coral "Mother's Lament". Resulta increíble tanta inspiración en tan pocos minutos, resulta increíble que durasen juntos tan poco tiempo pero, claro, su genialidad corría de la mano de sus egos y la relación entre Baker y Bruce nunca fue buena, entre Clapton y sus tremendas adicciones tampoco. Tanta genialidad junta llega a asustar. ¡Bendito 67!

© 2012 Gonzo The Great