"Hymns in Dissonance" de WHITECHAPEL, un regreso a sus raíces más brutales...

Un recordatorio de que la brutalidad bien hecha sigue teniendo valor, aunque echemos de menos la valentía que exhibieron en el personal “The Valley"

"The Last Will and Testament", OPETH firman una obra maestra

Los suecos siguen avanzando, labrando su propio nombre, gracias a un disco que aúna lo mejor de su carrera.

"Servitude" de THE BLACK DAHLIA MURDER

La banda supera su luto y regresa con un gran disco como es "Servitude", que sirve como punto de inflexión

"Opera" de FLESHGOD APOCALYPSE, fusionando el death metal con la lírica

El regreso de Paoli nos trae un álbum tan excesivo como delicioso por parte de italianos

"Schizophrenia" de CAVALERA

Los hermanos siguen emulando, con éxito, a Taylor Swift con sus "Cavalera's Version"

Crítica: Warbringer "Wrath and Ruin”

Tras cinco años de silencio en el estudio, los titanes californianos del thrash metal, Warbringer, regresan con su séptimo álbum de estudio, "Wrath and Ruin” (2025), un álbum con el que convalidan su posición en la escena del metal contemporáneo, mostrando una evolución en su sonido sin perder la esencia que los caracteriza. Desde su formación en 2006, Warbringer ha sido una fuerza revitalizadora del thrash metal, insuflando nueva vida al sonido clásico de los años ochenta con una mezcla poderosa de influencias de bandas de la Bay Area como Exodus, Death Angel y Testament. "Wrath and Ruin” (2025), es un testimonio de su capacidad para abordar temas contemporáneos con honestidad brutal y realismo, envolviendo estas narrativas en una explosiva variedad de thrash metal que potencia su música por encima de la de otros de sus compañeros. La producción del álbum, a cargo de Mark Lewis y la masterización de Justin Shturtz en Sterling Sound, aseguran que "Wrath and Ruin” (2025) suene magnífico, destacando la destreza técnica y la energía de la banda. El guitarrista Adam Carroll y el bajista Chase Becker despliegan una potencia arrolladora, mientras que Carlos Cruz en la batería ejecuta cada golpe con precisión quirúrgica, contribuyendo a una base rítmica impecable.

La inicial "The Sword and the Cross", que establece la dirección de "Wrath and Ruin” (2025), con una agresión implacable, compleja y vertiginosa. "A Better World" es más breve más corta pero aún más feroz, con el vocalista John Kevill expresando su desilusión con la sociedad moderna a través de un fraseo vertiginoso y un registro vocal desgarrador, puro thrash. "Neuromancer" oscila entre el groove y la rapidez, con intrincados solos de guitarra de Carroll que elevan la intensidad de la pieza, mientras "The Jackhammer" equilibra brutalidad con técnica, destacando por una estructura progresiva que mantiene al oyente en vilo. "Through a Glass, Darkly" introduce elementos melódicos y acústicos antes de que la intensidad regrese con "Strike from the Sky", una canción que rinde tributo a Destruction con su estructura de thrash clásico. "Cage of Air" sorprende con su arreglo acústico, añadiendo una nueva dimensión al sonido de Warbringer y mostrando la versatilidad de la banda. Finalmente, el álbum cierra con "The Last of My Kind", una canción que alterna entre secciones de frenetismo y momentos más atmosféricos, dejando al oyente con una impresión duradera de la ferocidad y la habilidad técnica del grupo.

"Wrath and Ruin” (2025) captura todo lo que los seguidores aman de Warbringer, mostrando una banda que disfruta creando thrash metal pesado sin la carga emocional de trabajos anteriores. Aunque puede que no cambie la percepción de aquellos que ya tienen una opinión formada sobre Warbringer, esos que anhelan la época en la que Kevill parecía poseído encontrarán grandes canciones en este álbum. No es su mejor obra, pero tampoco pretende serlo, tiene momentos innecesarios y algunos pasajes excesivamente repetitivos, pero invita a lanzarse al moshpit. En un panorama donde el thrash depende cada vez más de arreglos sinfónicos y estructuras atonales, "Wrath and Ruin” (2025) es un recordatorio de que la brutalidad bien hecha sigue teniendo valor. Mis primeras escuchas creí escuchar un álbum repleto de novedades pero, de hecho, es la forma en que Warbringer ejecuta los viejos trucos de siempre lo que hace que este álbum sea tan bueno. La combinación de precisión instrumental y energía visceral aseguran que el disco se mantenga como una referencia en la escena del thrash contemporáneo. En definitiva, este es un álbum que, aunque no innova drásticamente, sí reafirma la importancia de Warbringer en la evolución del género y su compromiso con la agresión y la calidad.

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Crítica: Sodom "The Arsonist"

El legado de Sodom, una de las bandas más icónicas del thrash metal alemán, se mantiene firme con su decimoséptimo álbum de estudio, "The Arsonist" (2025), publicado a través de SPV/Steamhammer. Desde sus inicios en 1984, liderados por Tom Angelripper, Sodom han sido un pilar del género, consolidándose junto a Kreator y Destruction como parte de los "Big Three" del thrash germano. Su sonido crudo y agresivo, que comenzó con un enfoque proto-black metal en trabajos como "In the Sign of Evil" (1984) y "Obsessed by Cruelty" (1986), evolucionó hacia un thrash punky con discos emblemáticos como "Persecution Mania" (1987) y "Agent Orange" (1989). Además, a lo largo de cuatro décadas, la banda ha mantenido su esencia, resistiendo tendencias y modas, aunque con un crecimiento sutil en su propuesta, "The Arsonist" (2025) llega tras el revitalizante "Genesis XIX" (2020), mostrando a una formación renovada con Angelripper en voz y bajo, Frank Blackfire y Yorck Segatz en guitarras, y Toni Merkel en batería con un álbum grabado de manera analógicas para lograr un sonido orgánico, reflejando la furia inquebrantable de Sodom, con letras que abordan los habituales temas de guerra y violencia, acompañadas de una cubierta impactante creada por el enorme Zbigniew M. Bielak.

El álbum abre fuego con una breve pero inquietante introducción homónima, "The Arsonist", que establece un tono sombrío antes de dar paso a "Battle of Harvest Moon", un tema inspirado en la Guerra de Vietnam que desata riffs abrasivos y la voz característica de Angelripper, reminiscente de un asalto sonoro al estilo de "M-16" (2001). "Trigger Discipline", el primer single, que evoca la intensidad de la era clásica de Sodom con un enfoque feroz y desquiciado, donde Blackfire aporta un trabajo de guitarra que recuerda los días de "Agent Orange" (1989), siendo la canción más dura del álbum, combina velocidad y una crudeza que conecta con los orígenes de Sodom. Por su parte, "Witchhunter" rinde homenaje al batería fallecido Chris Witchhunter, con un espíritu punk que invita a corear como si fuese un directo, mientras que "Scavenger" ralentiza el ritmo con un enfoque más denso y primitivo, mostrando la versatilidad de la banda. "The Spirits That I Called", con un aire macabro, y "A.W.T.F.", es un tributo al líder de Tank, Algy Ward, que destila amor por los cuatro costados a Motörhead. Mientras que canciones como "Sane Insanity" y "Twilight Void" mantienen el nivel de agresión con riffs cortantes, mientras que "Obliteration of the Aeons" pasa algo desapercibida sin desentonar. El cierre, "Return to God in Parts", combina riffs de los ochenta con solos explosivos, consolidando la energía general de un álbum en el que la producción, con batería grabada en cinta analógica de veinticuatro pistas por Toni Merkel, proporciona un sonido crudo y auténtico que realza la experiencia.

"The Arsonist" (2025) no busca reinventar a Sodom, nada de eso, sino consolidar su identidad como un referente del thrash metal sin concesiones. Aunque no alcanza la crudeza visceral de "Genesis XIX" (2020) ni, lógicamente, la frescura de clásicos como "M-16"(2001), el álbum brilla por su consistencia y ferocidad, con Angelripper liderando con una voz que, a sus sesenta y dos años, sigue siendo un torbellino. La química entre Blackfire, Segatz y Merkel aporta un dinamismo que se siente en cada riff y baquetazo, demostrando que Sodom siguen siendo relevantes. En su contra, la falta de variedad en las estructuras de las canciones puede hacer que algunos temas se diluyan en la memoria tras varias escuchas y con todo, a pesar de esto, composiciones como "Trigger Discipline" y "Witchhunter" aseguran momentos memorables, ideales para sus conciertos. En un mundo donde muchas bandas veteranas pierden fuerza, Sodom entrega un trabajo que, sin ser revolucionario, es un testimonio de su legado y una muestra de que aún tienen fuego que desatar. “The Arsonist” es una invitación a los seguidores para disfrutar de la esencia pura del thrash, con la promesa de seguir rompiendo cuellos desde el escenario.

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Crónica: Wilco (Madrid) 27.06.2024

SETLIST: Handshake Drugs/ Evicted/ I Am Trying to Break Your Heart/ If I Ever Was a Child/ Pot Kettle Black/ You Are My Face/ Whole Love/ Bird Without a Tail/ Base of My Skull/ Box Full of Letters/ Annihilation/ Hummingbird/ Quiet Amplifier/ Either Way/ Impossible Germany/ Jesus, Etc./ Hate It Here/ Walken/ Spiders (Kidsmoke)/ California Stars/ Falling Apart (Right Now)/ I Got You (At the End of the Century)/

En plena ola de calor, el Auditorio del Parque Enrique Tierno Galván en Madrid se convirtió en el escenario de un nuevo capítulo para Wilco, la banda de Chicago que lleva tres décadas navegando entre el rock alternativo, el folk y la experimentación. Bajo el marco del ciclo Alma Occident Madrid, el sexteto liderado por Jeff Tweedy ofreció un concierto que, sin alcanzar las cumbres de sus noches más memorables, cumplió con las expectativas de un público fiel, que deseaba reencontrarse con unos músicos sin los cuales muchos no entenderíamos nuestra propia vida. El público madrileño tuvimos suerte, la noche se abría cálida y despejada, hecha a medida para un repertorio que abarcó, fundamentalmente, sus clásicos. El ambiente, con un aforo respetable pero no abarrotado, exudaba esa calma expectante que precede a los conciertos de una banda que no necesita grandes alardes tecnológicos o un montaje exagerado para conectar. Tweedy, John Stirratt, Glenn Kotche, Mikael Jorgensen, Patrick Sansone y Nels Cline subieron al escenario con la sobriedad habitual de aquellos que saben que la música habla por sí sola, aunque el resultado final me dejó un sabor agridulce: fue un concierto sólido, pero carente de ese destello que eleva lo bueno a lo inolvidable. Como si Tweedy se conformase con lo que sabe que son Wilco, pusiesen la directa y prefiriesen firmar un concierto correcto, yendo sobre seguro.

Despegaron con “Handshake Drugs”, una canción que desde sus primeros acordes marcó el tono de la velada, gracias a su mezcla de urgencia y melancolía contenida. La guitarra de Nels Cline, una auténtica maravilla, tejió texturas que oscilaban entre lo visceral y lo etéreo, mientras Tweedy, con su voz áspera pero cálida, guiaba la canción con naturalidad, más cercano al susurro que de costumbre. Le siguió “Evicted” que trajo un aire más reposado, con el bajo de John Stirratt sosteniendo la melodía. El público se dejó llevar en “I Am Trying to Break Your Heart”, aunque la energía no terminaba de despegar. "You Are My Face" y "Whole Love" levantaron algo más el ánimo, con Glenn Kotche marcando un ritmo firme y preciso, pero la transición a “Box Full of Letters” mostró a la banda en piloto automático, como si el tema, pese a su pegada, no lograra encender del todo la chispa. El tramo central incluyó momentos destacados como la preciosidad que sigue siendo “Hummingbird”, donde la interacción entre los teclados de Mikael Jorgensen y el público volvió a conectarlos, mientras que la recta final se convirtió en una apuesta segura cuando desplegaron “Either Way”, “Impossible Germany” y “Jesus, Etc.”, un trío ganador que supieron rematar con “Spiders (Kidsmoke)” y la sensación general de haber llegado a un clímax que, sin embargo, sentí que no terminamos de alcanzar.

“California Stars” o “Falling Apart (Right Now)” se sintieron algo deslucidas, con una ejecución correcta pero sin el alma que solían destilar en otras giras, al igual que “I Got You (At the End of the Century)” o la bala perdida que fue “A Shot in the Arm” cuando decidieron no tocarla, cerrándose la noche con una sensación de tibieza: bello, sí, pero falto de esa catarsis que Wilco sabe ofrecer cuando están en su mejor forma o más descansados y es que, siendo mi décimo concierto suyo, tuve toda la sensación de que a Tweedy se le siente falto de energía. Horas después siento que el concierto de Wilco en Madrid ha sido una muestra de profesionalidad más que de pasión desbordada. La banda ha demostrado, como siempre, su capacidad para equilibrar la sofisticación de sus arreglos con la crudeza emocional que los ha definido desde su debut. Sin embargo, hubo momentos en los que la conexión con el público pareció quedarse a medio camino, como si la banda, agotada quizá por la intensidad de su gira europea, no lograra entregarse del todo. El Auditorio del Parque Enrique Tierno Galván y su acústica merecen mención aparte, lejos de la pista el sonido era pobre y sin matices, indigno del talento que desbordan los seis músicos sobre las tablas, al igual que la respuesta del público, aunque cálida, no alcanzó la efusividad de otros conciertos de Wilco en la capital. Para los de siempre, fue una oportunidad de reencontrarnos con canciones que han marcado nuestras vidas; para los nuevos oyentes, una introducción bonita pero no arrolladora de una banda que, en su mejor día, puede cambiar la forma en que uno escucha música. Wilco sigue siendo un tesoro del rock alternativo, pero esta noche en Madrid se quedó en un ejercicio sencillo, sin los picos de genialidad que los han convertido en leyenda.

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Crítica: Pulp “More”

Parece ser que está convirtiendo en tendencia espaciar la publicación de discos durante décadas, pero también es cierto que en el caso de Pulp, este llega tras su espléndida reunión hace dos años. "More" (2025), producido por James Ford en Orbb Studio, Walthamstow, durante un intenso período de tres semanas entre noviembre y diciembre de 2024, no solo reaviva la chispa de su legado, sino que la transforma en una llama que ilumina nuevas facetas de su sonido. Con una mezcla de nostalgia, urgencia creativa y la habitual audacia en las letras de Jarvis, que desafía el paso del tiempo, "More" (2025) captura a una banda que reflexiona sobre la edad, el deseo y el caos del mundo contemporáneo, sin perder el humor mordaz ni la sensualidad que los definió en los años noventa. La muerte de Steve Mackey en 2023 parece haber inyectado una intensidad renovada, palpable en cada acorde y en la voz de Cocker, que se mantiene como un narrador magistral de las complejidades y miserias humanas más cotidianas, más prosaicas. Con colaboraciones como las de Richard Hawley y Jason Buckle, "More" (2025) es el testimonio de la capacidad de Pulp para reinventarse mientras honran su esencia, ofreciendo un trabajo que resuena tanto con sus seguidores de siempre como con nuevas generaciones que los descubran ahora, aunque puedan no tener el mismo impacto en un veinteañero o treintañero muchas de las encrucijadas existenciales que Pulp describen en sus versos.

Las canciones de "More" (2025) son un mosaico de emociones, donde Jarvis Cocker y compañía exploran desde la melancolía hasta el éxtasis con una precisión quirúrgica. El single principal, "Spike Island", evoca un viaje accidentado al concierto de The Stone Roses, un recuerdo prestado de Buckle que Cocker transforma en un himno agridulce sobre la juventud perdida, con una instrumentación que combina guitarras robustas y un ritmo que acelera el pulso. "Tina" se sumerge en la nostalgia de un amor platónico, con una banda sonora que recuerda al cálido estilo de Ennio Morricone, envolviendo la voz de Cocker en una atmósfera etérea que resalta su habilidad para capturar momentos fugaces. Mientras "Grown Ups", en cambio, ofrece una mirada madura que dialoga con su clásico "Help the Aged" de "This Is Hardcore" (1998), pero desde la experiencia vivida, con letras que destilan una mezcla de resignación y esperanza. La pluma de Cocker brilla especialmente en pasajes como el de "Tina", donde imagina un encuentro subido de tono en una tienda de caridad, con “el olor a galletas digestivas en el aire”, una imagen tan vívida como provocadora. Cada canción y sus recuerdos más vagos o los más carnales, está respaldada por una producción de Ford que equilibra lo retro con lo moderno, permitiendo que la banda, incluyendo a Candida Doyle en los teclados, explore nuevas texturas sin abandonar su identidad, allá donde la urgencia creativa tras la pérdida de Mackey se siente en la intensidad de estas composiciones, que logran ser tan introspectivas como expansivas.

Escuchar "More" (2025) es como reencontrarse con un viejo amigo que, lejos de estancarse, ha vivido, aprendido y regresado con historias fascinantes. Pulp, con Jarvis Cocker al frente, no solo ha superado las expectativas, sino que ha creado un álbum que se siente vital en un mundo que a menudo parece desmoronarse. La habilidad de la banda para entrelazar humor, deseo y una crítica sutil al envejecimiento y a la sociedad moderna es un recordatorio de por qué siguen siendo una de las voces más distintivas del pop británico. Este disco no es solo un regreso, sino una declaración de que Pulp sigue siendo relevante, capaz de provocar risas, suspiros y reflexiones profundas. Mientras Cocker canta sobre fantasías subidas de tono o recuerdos agridulces, uno no puede evitar maravillarse ante su capacidad para hacer que lo cotidiano parezca extraordinario, convirtiendo a "More" (2025) en un triunfo que invita a los oyentes a celebrar la vida en todas sus contradicciones. Pude disfrutar del directo de Pulp en los noventa (al igual que de todas las vacas sagradas del Brit) y deseo con todo mi corazón que este nuevo álbum no sea una despedida, sino el comienzo de una nueva etapa donde Pulp continúe desafiando las normas con su ingenio y su pasión inagotable. Maravilloso.

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Crítica: Heaven Shall Burn "Heimat"

En el panorama del metal contemporáneo, pocas bandas han logrado consolidar su sello con la fuerza y consistencia de Heaven Shall Burn, un nombre que resuena con autoridad en su natal Alemania y que, con el paso de los años, ha ganado terreno en el escenario internacional. Desde el lanzamiento de su aclamado álbum "Wanderer" (2016), el quinteto liderado por Marcus Bischoff ha demostrado una evolución constante, marcada por una ambición que no teme explorar nuevos horizontes y, aunque, en mi opinión, no siempre hayan estado todo lo acertados que deberían es innegable su valor y autenticidad. "Heimat" (2025) no solo reafirma su posición en la vanguardia del metalcore, sino que también destila una energía renovada y una intensidad que desafía las expectativas de una banda con más de dos décadas de trayectoria. A diferencia de su predecesor, el doble álbum "Of Truth and Sacrifice" (2020), que se extendió a casi cien minutazos en medio de la turbulencia global de la pandemia, "Heimat" (2025) opta por una aproximación más directa y concentrada, sin sacrificar la profundidad emocional ni la complejidad musical que caracteriza a la banda. Este disco, según críticas recientes, es un testimonio de la capacidad de Heaven Shall Burn para reinventarse mientras mantienen su esencia, posicionándose como un referente en la evolución del metal moderno.

"Heimat" (2025) se distingue por su enfoque más compacto, pero no por ello menos ambicioso, con canciones que equilibran la ferocidad del metalcore con elementos sinfónicos y progresivos. Como la inicial, "War Is The Father Of All", establece el tono con una introducción orquestal cargada de melancolía, cortesía del arreglista Alexander Dietz, que da paso a un asalto sónico liderado por la voz abrasiva de Marcus Bischoff. Siete minutos combinando un groove metal implacable con armonías reminiscentes de Machine Head, evolucionando de manera orgánica sin perder su intensidad visceral. Por su parte, "My Revocation Of Conformity" destaca por su ritmo acelerado y su mensaje de resistencia, con riffs cortantes de los guitarristas Maik Weichert y Alexander Dietz que se entrelazan con la batería precisa de Christian Bass. En contraste, "Confoundance" ofrece un respiro melódico, con pasajes atmosféricos que recuerdan la sensibilidad de "Antigone" (2004), pero modernizados con una producción impecable. "Empowerment" brilla por su carga emocional, con letras que abordan la lucha interna y un estribillo que invita a la catarsis colectiva. Finalmente, "A Whisper Of Endurance" cierra el álbum con una mezcla de brutalidad y esperanza, donde el bajista Eric Bischoff aporta una base rítmica sólida que complementa los arreglos orquestales en un álbum en el que cada canción refleja la habilidad de Heaven Shall Burn para fusionar la agresividad con una narrativa épica, haciendo de "Heimat" (2025) un álbum coherente y poderoso.

Lo que hace de "Heimat" (2025) sea un álbum excepcional es su capacidad para sonar fresco y hambriento, como si Heaven Shall Burn estuvieran comenzando su carrera en lugar de celebrarla tras más de veinte años. La banda, con Marcus Bischoff al frente, no muestra signos de agotamiento, sino una pasión renovada que trasciende las convenciones del metalcore. Comparado con trabajos anteriores como "Antigone" (2004), que ya insinuaba su potencial, o el extenso "Of Truth and Sacrifice" (2020), "Heimat" (2025) logra un equilibrio perfecto entre accesibilidad y experimentación. La producción, a cargo de Alexander Dietz, es cristalina pero contundente, permitiendo que cada instrumento y cada matiz emocional resalten. Este disco no solo consolida a Heaven Shall Burn como líderes en su propio género, sino que también los proyecta hacia un futuro donde su influencia seguirá creciendo. "Heimat" (2025) es un recordatorio de por qué el metal sigue siendo un medio tan poderoso para canalizar emociones crudas y complejas; un álbum que no solo se escucha, sino que se siente, y que invita a los oyentes a sumergirse en su intensidad con la certeza de que algo grandioso nos espera.

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Crítica: Sigh "I Saw The World’s End – Hangman’s Hymn MMXXV"

Sigh, la legendaria banda japonesa de metal avant-garde, celebra treinta y cinco años de trayectoria con una regrabación completa de su álbum de 2007, "Hangman’s Hymn", ahora titulado "I Saw The World’s End – Hangman’s Hymn MMXXV" (2025). Liderados por el visionario Mirai Kawashima, los pioneros del black metal han forjado un catálogo fascinante que fusiona thrash, black metal, sinfonías clásicas y elementos psicodélicos, consolidándose como una fuerza única en el metal extremo. Esta regrabación, publicada bajo Peaceville Records, responde al deseo de Kawashima de pulir las imperfecciones del original, desde aquella batería monótona hasta las orquestaciones sintéticas más artificiales. Con la incorporación del baterista Mike Heller (ex Fear Factory) y el guitarrista Nozomu Wakai, junto a una producción impecable de Lasse Lammert y una nueva cubierta del genial Eliran Kantor, el álbum brilla con una intensidad renovada, como debería haberlo hecho hace años. "I Saw The World’s End – Hangman’s Hymn MMXXV" (2025) no solo mejora su predecesor, sino que reafirma la relevancia de Sigh como maestros de un arte oscuro y sofisticado.

El disco despliega una narrativa sonora que combina la ferocidad del thrash con la majestuosidad de las sinfonías alemanas, evidentes desde el arranque con "Introitus / Kyrie (MMXXV)” con riffs veloces y coros eclesiásticos, establece un tono dramático que recuerda a Emperor en su apogeo. "Inked in Blood (MMXXV)" y "Me-Devil (MMXXV)" destacan por su agresividad, con Kawashima entregando vocales maniáticas y Heller aportando una batería dinámica que eleva la intensidad. "Death with Dishonor (MMXXV)", un himno thrash con ganchos memorables, muestra la destreza de Wakai en solos que cortan como navajas. La suite final, compuesta por "Overture (MMXXV)", "Rex Tremendae / I Saw the World’s End (MMXXV)", "Salvation in Flame / Confutatis (MMXXV)" y "Finale: Hangman’s Hymn / In Paradisum / Das Ende (MMXXV)", es un tour de force. Estas, especialmente la última, tejen una atmósfera cinematográfica con orquestaciones reales que sustituyen los samplers del original (que nadie me malinterprete, también tenían su encanto), culminando con un cierre épico que evoca tanto la condenación como la redención y, aunque "Dies Irae (MMXXV)" es breve, su impacto es devastador, reforzando la cohesión del álbum.

"I Saw The World’s End – Hangman’s Hymn MMXXV" (2025) es una obra que trasciende la mera regrabación, convirtiéndose en una reinvención que honra el legado de Sigh mientras proyecta su visión hacia el futuro. La pasión de Kawashima por perfeccionar su arte es palpable y la contribución de músicos como Heller y Wakai da nueva vida a estas composiciones. A pesar de que algunos puristas podrán extrañar el encanto crudo del original, esta versión destila una claridad y potencia que la hacen superior en muchos aspectos. Es un álbum que exige atención, no solo por su complejidad, sino por su capacidad para emocionar y desafiar. Sigh demuestra, una vez más, por qué son una banda imprescindible en el metal y este disco es una invitación a redescubrir su genialidad. Para nuevos oyentes o seguidores de toda la vida, "I Saw The World’s End – Hangman’s Hymn MMXXV" (2025) es un testimonio del poder duradero de una banda que nunca ha temido explorar los límites del género.

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Crítica: Nephylim "Circuition"

Nephylim, la banda holandesa de melodeath, ha emergido como una joya en el panorama del metal underground con su segundo álbum, "Circuition" (2025). Este quinteto, que lleva una década forjando su camino con tan sólo un EP y un disco de larga duración previos, demuestra en este trabajo una madurez y pulcritud que los hace destacar entre el resto de bandas de su liga. Su sonido, que evoca a gigantes como Omnium Gatherum, Be’lakor y Enshine, fusiona la intensidad del death metal melódico con una atmósfera melancólica y épica, logrando un equilibrio que captura tanto la fuerza bruta como la emotividad. La producción de "Circuition" (2025) es de primer nivel, con un masterizado meticuloso y un balance que resalta la calidad de sus composiciones, consolidando el talento de Nephylim y haciéndome que me pregunte por qué aún no han sido fichados por un sello discográfico consolidado. Con una duración de apenas cuarenta minutos, el álbum ofrece una experiencia compacta pero poderosa, llena de momentos que invitan a volver a pincharlo una y otra vez.

El viaje musical de "Circuition" (2025) comienza con un instrumental majestuoso que prepara el escenario para la épica "Travail Pt. 2 – Animus", una pieza que combina la esencia de Wolfheart y Be’lakor con riffs brillantes y orquestaciones grandiosas, lideradas por las guitarras de Tommie van de Beek y Jeroen van der Wiel. Esta canción, cargada de un ambiente épico, destila una energía que resonará en el oyente desde el primer segundo. Por su parte, "Circuition", el tema que da nombre al álbum, destaca por su capacidad de hilar momentos pesados con instantes de profunda melancolía, recordando el trabajo de Dan Swanö en "Moontower" (1999) y el de Amorphis en la era Joutsen. Las armonías en "Withered" son un punto álgido, con un solo poderoso que eleva la canción a pesar de su estructura más sencilla, mientras que "Grand Denial" brilla con influencias de Dark Tranquillity, gracias a la ejecución vocal de Kevin Roos y los precisos arreglos de la banda, mientras que "Inner Paradigm" evoca el In Flames tardío, aunque con menos impacto, así como "Amaranth" puede sentirse algo genérica pero la calidad general del disco, con transiciones fluidas y una producción impecable, asegura que cada una aporte algo valioso al conjunto.

La grandeza de "Circuition" (2025) radica en su capacidad para ofrecer un melodeath fresco y emotivo, ejecutado con una precisión que desafía su estatus de banda sin contrato firmado. A pesar de pequeños tropiezos, como los cortes abruptos en algunos temas o las voces melódicas que no alcanzan la misma fuerza que las guturales, el álbum es una muestra del potencial de Nephylim para competir con los grandes del género. La pasión de los músicos, desde el batería Martijn Versteeg hasta el bajista Jasper van der Veen, se siente en cada nota, haciendo de este disco una maravilla que no solo honra la tradición del death más melódico, sino que aporta una voz propia. "Circuition" (2025) es un testimonio del poder del underground y una invitación a seguir de cerca el ascenso de esta banda holandesa que, sin duda, merece un lugar en las estanterías de todo buen aficionado y los escenarios de los festivales.

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Crítica: Cryptopsy “An Insatiable Violence”

Cryptopsy, pioneros del death metal más técnico y brutal, han regresado con su noveno álbum de estudio, titulado “An Insatiable Violence” (2025), publicado en Season of Mist. Este trabajo, que llega apenas dos años después de su aclamado “As Gomorrah Burns” (2023), consolida el renacimiento de la agrupación tras un pasado turbulento marcado por el controvertido “The Unspoken King” (2008) en una trayectoria que abarca más de tres décadas, demostrando una capacidad inigualable para reinventarse sin perder la esencia que los convirtió en referentes del género. En este nuevo disco, los músicos —Flo Mounier en la batería, Matt McGachy en las voces, Christian Donaldson en la guitarra y Olivier Pinard en el bajo— logran un equilibrio magistral entre la brutalidad característica de sus inicios y una sofisticación técnica que eleva su propuesta a nuevas cotas. “An Insatiable Violence” (2025) es una obra que no solo rinde homenaje a su legado, sino que también establece un estándar para el death metal contemporáneo, con composiciones que destilan furia, precisión y una sorprendente accesibilidad melódica. Además, refleja el espíritu mordaz de la banda en relación a la toxicidad de las redes sociales a cargo de McGachy, quien concibió la idea central del álbum tras un sueño en agosto de 2023. Por otro lado, es justo mencionar el arte de la cubierta, a cargo del fallecido Martin Lacroix (ex vocalista de la banda), añadiendo un toque emotivo y oscuro que complementa la intensidad de la música.

El álbum se compone de ocho pistas que capturan la esencia de Cryptopsy, combinando riffs vertiginosos, ritmos implacables y una atmósfera densa. La apertura con “The Nimis Adoration” establece el tono con guitarras frenéticas que, en manos de Christian Donaldson, rozan lo exagerado por su complejidad, pero nacen de una brutalidad visceral. Esta canción destaca por un solo melódico, uno de los más memorables en la discografía de la banda. Le sigue “Until There’s Nothing Left”, el primer sencillo, que golpea con una intensidad inmediata gracias a los blast beats de Mounier y el bajo prominente de Pinard, cuya línea rítmica añade un groove inesperado. “Dead Eyes Replete” introduce un breakdown devastador y un guiño a la crítica social del álbum, mientras que “Fools Last Acclaim” muestra la destreza vocal de McGachy, quien alterna entre guturales profundos y alaridos agudos. En “The Art of Emptiness”, Pinard brilla con solos de bajo que aportan texturas únicas, mientras que “Our Great Deception” explora melodías disonantes que crean una atmósfera opresiva. “Embrace the Nihility” cuenta con la participación del ex vocalista Mike DiSalvo, cuya colaboración es un guiño nostálgico a la era de “Whisper Supremacy” (1998). Finalmente, “Malicious Needs” cierra el disco con un groove ralentizado que evoca el doom, dejando una sensación de catarsis en un álbum en el que cada canción está diseñada para brillar en directo, reflejo del proceso de composición que tuvo lugar durante la gira de “As Gomorrah Burns” (2023), lo que imprime un carácter dinámico y directo a este álbum.

Tras casi dos meses de escucha intensiva, “An Insatiable Violence” (2025) se revela como un testimonio del compromiso de Cryptopsy con su propio pasado, sin dejar de mirar de frente al presente. Este álbum no solo redime cualquier tropiezo pasado, sino que posiciona a la banda como una fuerza imparable en el death metal moderno. La producción de Christian Donaldson, también guitarrista, es impecable, con un sonido que resalta cada instrumento, desde los parcjes de Mounier hasta las líneas de bajo de Pinard. La evolución vocal de McGachy, quien ha perfeccionado su técnica tras extensas giras, añade una dimensión feroz y versátil al disco. Además, la inclusión de DiSalvo y el arte de Lacroix son tributos conmovedores en un disco en el que, más allá de su brutalidad, sus canciones destacan por su capacidad para enganchar con estribillos melódicos y estructuras accesibles, sin sacrificar la complejidad técnica que define a Cryptopsy. Como amante del subgénero, este trabajo me ha cautivado por su intensidad y su capacidad para esconder nuevos detalles en cada escucha. Es un recordatorio de que, tras más de treinta años de carrera, Cryptopsy no solo siguen luchando, sino que continúan desafiando los límites del death metal. “An Insatiable Violence” (2025) es, sin duda, una obra que merece ser celebrada por viejos y nuevos seguidores, un disco que liquida cualquier duda sobre el trono reconstruido de estos titanes canadienses.
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