"NEVER ENOUGH" de TURNSTILE

Un recordatorio de que el arte, como la vida, es un proceso imperfecto pero necesario

"Hymns in Dissonance" de WHITECHAPEL, un regreso a sus raíces más brutales...

Un recordatorio de que la brutalidad bien hecha sigue teniendo valor, aunque echemos de menos la valentía que exhibieron en el personal “The Valley"

"The Last Will and Testament", OPETH firman una obra maestra

Los suecos siguen avanzando, labrando su propio nombre, gracias a un disco que aúna lo mejor de su carrera.

"Servitude" de THE BLACK DAHLIA MURDER

La banda supera su luto y regresa con un gran disco como es "Servitude", que sirve como punto de inflexión

"Opera" de FLESHGOD APOCALYPSE, fusionando el death metal con la lírica

El regreso de Paoli nos trae un álbum tan excesivo como delicioso por parte de italianos

"Schizophrenia" de CAVALERA

Los hermanos siguen emulando, con éxito, a Taylor Swift con sus "Cavalera's Version"

Crítica: Disembodiment "Spiral Into The Crypts"

El universo del metal extremo siempre ha sido un terreno fértil para la experimentación y la intensidad, y la banda canadiense Disembodiment, con su álbum debut "Spiral into the Crypts" (2024), se alza como un testimonio viviente de esta tradición. Este cuarteto de Quebec, integrado por Alex (guitarra y voz), Simon (guitarra), Étienne (bajo) y Félix (batería), han forjado un trabajo que fusiona la ferocidad del death metal técnico con la atmósfera opresiva del blackened death, creando una experiencia sonora que es tan brutal como envolvente. Desde los primeros acordes, el álbum captura la esencia de un género que no teme explorar los abismos de la complejidad musical y lírica, ofreciendo una propuesta que resuena con la energía cruda de influencias como Immolation y Morbid Angel, pero con un enfoque fresco y distintivo. La producción, a cargo de Alex, es impecable, logrando un equilibrio entre la claridad de los instrumentos y la densidad necesaria para transmitir la intensidad del género. "Spiral into the Crypts" (2024) no solo marca la llegada de Disembodiment al panorama del metal extremo, sino que también establece un nuevo y elevado estándar para las bandas emergentes, demostrando que es posible innovar sin perder la esencia visceral que define al death.


Las composiciones de "Spiral into the Crypts" (2024) son un despliegue de destreza técnica y creatividad, con cada pista ofreciendo un viaje único a través de paisajes sonoros oscuros y retorcidos, como la inicial, "Descent into the Void", establece el tono con riffs cortantes de Alex y Simon que se entrelazan con la batería implacable de Félix, creando una atmósfera de caos controlado que recuerda a los mejores momentos de Cryptopsy. Por su parte, "Eternal Shroud", una de las canciones más destacadas, combina cambios de tempo magistrales con un solo de guitarra de Simon que destila emoción y precisión, mientras las letras exploran el nihilismo o la trascendencia. Mientras que en "Crypts of the Fallen", donde el bajo de Étienne brilla con líneas melódicas que añaden profundidad a la brutalidad, complementadas por la voz gutural de Alex, evocan una desesperación visceral. La misma de canciones como "Labyrinth of Decay" y "Ashes of Divinity", que destacan por su capacidad para mantener al oyente atrapado en estructuras dinámicas que se alternan entre explosiones de velocidad y pasajes más lentos y atmosféricos, cuando cada tema está cuidadosamente construido, con arreglos que reflejan el talento de la banda para equilibrar técnica y emoción, logrando que este debut suene fresco, sin sonar repetitivo, destacando la habilidad de Disembodiment para integrar elementos disonantes y progresivos sin sacrificar la agresividad de "Spiral into the Crypts" (2024).

En un panorama musical donde el metal extremo puede caer en la repetición, Disembodiment logran destacar con un debut que es tanto un homenaje a las raíces del subgénero como una declaración de su propia identidad. "Spiral into the Crypts" (2024) es un álbum que no solo satisface a los puristas del death metal, sino que también atraerá a aquellos que buscan algo más allá de la brutalidad convencional, gracias a su riqueza técnica y su atmósfera inmersiva. La pasión y el compromiso de Alex, Simon, Étienne y Félix son evidentes en cada riff, cada redoble y cada rugido, haciendo de este disco una obra que trasciende expectativas. Disembodiment no solo ha entregado un debut memorable, sino que también ha plantado la semilla para lo que promete ser una carrera brillante, dejándonos ansiosos por lo que vendrá. "Spiral into the Crypts" (2024)es, sin duda, una joya del metal extremo que merece ser escuchada una y otra vez...

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Crítica: Motörhead “The Manticore Tapes”

Motörhead, la icónica banda liderada por nuestro querido Lemmy Kilmister, junto a Fast Eddie Clarke y Phil “Philthy Animal” Taylor, celebra su cincuenta aniversario con el lanzamiento de “The Manticore Tapes” (2025), un álbum perdido grabado en 1976 en el legendario Manticore Studio de Emerson, Lake & Palmer en Fulham, Londres. Restaurado por el sospechoso habitual, Cameron Webb, y masterizado por Andrew Alekel, captura la primera sesión de estudio del trío clásico, conocido como los “Three Amigos”, en un momento crucial de su formación, justo entre “On Parole” (1979) y su debut homónimo “Motörhead” (1977), con once canciones, tomas alternativas e instrumentales que ofrecen una mirada única al nacimiento de una banda que redefinió el hard rock y el heavy metal, aunque quizá esa no fuese la intención de Lemmy. La grabación, realizada en el estudio móvil de Ronnie Lane, por el ingeniero Ron Faucus, refleja la cruda energía de Motörhead en sus inicios, además de venir acompañado de un libro que incluye notas de Kris Needs, ayudando a entender el contexto histórico de esta publicación, convirtiéndose en todo un tesoro, mostrando la chispa inicial de una banda que, contra todo pronóstico, se convirtió en leyenda.

Pero la magia de “The Manticore Tapes” (2025) radica en su autenticidad, capturando a Lemmy, Clarke y Taylor mientras forjaban su sonido distintivo, abriendo con una versión frenética de “Motörhead”, escrita por Lemmy para Hawkwind, con su rasposa voz en primer término, mostrando una energía punk-rock que anticipa lo que tenía que venir. “Leavin’ Here”, una versión de Eddie Holland, es un torbellino impulsado por la batería de Taylor y el bajo pulsante y afilado de Lemmy, con la guitarra de Clarke tejiendo riffs que desprenden actitud. “The Watcher”, otra composición de la etapa Hawkwind de Lemmy, aparece en dos versiones, destacando por su simplicidad psicodélica y la química entre los músicos. “Iron Horse / Born to Lose” (versión instrumental) desvela el poder crudo del trío, aunque la mezcla, en ocasiones, deja la voz de Lemmy transformada en un eco lejano, añadiendo un toque caótico que refleja la espontaneidad de la sesión, mientras que “Keep Us On The Road”, con un larguísimo solo de guitarra de Clarke, y la toma alternativa de “Vibrator” muestran a la banda experimentando, mientras que “Witch Doctor” resalta la destreza técnica de Taylor. Aunque algunas mezclas resuenen imperfectas, como ocurre con “Iron Horse / Born to Lose”, la crudeza de estas grabaciones, restauradas por Webb, captura la esencia de una banda en plena efervescencia, preparada, para conquistar el mundo; venidos a él para perder, viviendo para ganar.

“The Manticore Tapes” (2025) es más que un documento histórico; es un testimonio del espíritu indomable de Motörhead, con Lemmy, Clarke y Taylor demostrando que, incluso en sus inicios, tenían una química única. Este álbum, que llega casi una década después del fallecimiento de Lemmy en 2016, reaviva la nostalgia por una banda que nunca se rindió, incluso cuando las discográficas dudaban de su potencial. El añadido de fragmentos de charlas en el estudio añade otra capa de intimidad, permitiéndonos sentir la camaradería del trío. Personalmente, escuchar estas grabaciones es como viajar en el tiempo a 1976, cuando Motörhead eran una fuerza de la naturaleza, lista para redefinir el rock. La restauración de Cameron Webb y Andrew Alekel respeta la esencia original, preservando la aspereza que hace de este disco una joya. “The Manticore Tapes” (2025) no compite con clásicos como “Ace of Spades” (1980), pero su valor radica en su autenticidad y en mostrar los cimientos de una leyenda, un recordatorio de por qué Motörhead, con Lemmy al frente, siguen siendo un ícono y piedra angular de la música.

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Crónica: Iron Maiden (Madrid) 05.07.2025

La noche de ayer, el Estadio Riyadh Air Metropolitano de Madrid se convirtió en el epicentro del heavy metal (con permiso de lo ocurrido en Birmingham) con la única actuación en España de Iron Maiden, como parte de su gira mundial “Run for Your Lives Tour”, que conmemora los cincuenta años de la banda fundada por Steve Harris. Miles de seguidores, ataviados con camisetas negras y banderas, terminaron de abarrotar el estadio tras la actuación de los teloneros, la banda sueca Avatar, creando una atmósfera cargada de expectación. La noche, cálida y despejada, parecía ideal para un espectáculo que, según Bruce Dickinson, prometía ser “una experiencia irrepetible en directo”. Sin embargo, el concierto estuvo lastrado por un sonido deficiente que persistió durante toda la noche, con problemas que afectaron especialmente a la voz de Dickinson y los matices de las guitarras, dando más protagonismo a los graves que a los agudos, sin importar dónde te situases; pista o grada, frontal o lateral, el sonido era plano, embarullado. La banda, formada por Dickinson, Harris, Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers, mostró su profesionalismo, pero la experiencia, aunque notable, no alcanzó el brillo de sus presentaciones más memorables (sin ir más lejos, su último concierto en la capital), dejando la sensación de que el potencial de la noche no terminó de explotar del todo y en la que la ausencia de Nicko se sintió demasiado, cuando situaron el raquítico set de batería de Simon Dawson y faltó el carisma y simpatía tras los parches.

El repertorio, centrado en los nueve primeros álbumes de Iron Maiden, desde “Iron Maiden” (1980) hasta “Fear of the Dark” (1992), ofrecía un repaso nostálgico, pero la selección de temas, aunque perlada de clásicos, no siempre mantuvo un ritmo fluido, lo que afectó la dinámica del concierto. La noche arrancó con la clásica introducción de “Doctor Doctor” seguida de “The Ides of March”, tras la que el riff de Murray intentó imponerse, aunque el sonido saturado dificultó apreciar su precisión en “Murders in the Rue Morgue”, “Wrathchild” levantó al público con Janick Gers destacando gracias a sus acrobacias, pero la voz de Bruce quedó opacada por el horrible sonido con el que arrancó el concierto. “The Number of the Beast”, lógicamente, fue un momento álgido, con el estadio coreándola al unísono, aunque el sonido turbio restó impacto a la interpretación, evidenciando que cinco canciones con mal sonido de diecisiete son demasiadas. “The Clairvoyant” y “Powerslave” permitieron a Adrian Smith lucirse a las seis cuerdas, pero la batería de Dawson sonaba excesivamente prominente, desequilibrando la mezcla. “Rime of the Ancient Mariner”, con su narrativa épica, fue un punto fuerte, pero su larga duración, combinada con el sonido deficiente, hizo que el ritmo del concierto decayera para algunos; adoro la canción, pero tras “2 Minutes to Midnight” es un auténtico interruptus (nada más que había que contemplar la pista), que solucionaron con la urgente “Run to the Hills”, cerrando el cuerpo principal del concierto con energía. Tras la consabida “The Trooper” y los inexplicables abucheos a la bandera española que Dickinson lució y rápidamente desestimó para volver a la Cruz de San Jorge, “Hallowed Be Thy Name” y “Iron Maiden”, sin un Eddie “de carne y hueso” pero sí en la pantalla principal, concluyeron la noche, no sin antes descerrajar tres bises como son "Aces High", "Fear of The Dark" y "Wasted Years" como auténtico final de fiesta.

La actuación de Maiden en Madrid fue un testimonio de su legado como gigantes del heavy metal, pero los problemas técnicos, un repertorio que, aunque lleno de clásicos, no mantuvo un ritmo consistente, y la ausencia de Nicko (que sí, que ya lo sabíamos desde hace meses, pero que se siente muchísimo en el escenario) me dejaron una impresión agridulce. La banda ejecutó cada tema con la profesionalidad esperada, y momentos como “The Number of the Beast” o “Rime of the Ancient Mariner” recordaron por qué siguen siendo una referencia, pero el sonido impidió que la experiencia alcanzara su máximo potencial. La interacción de Bruce Dickinson con el público fue cálida, aunque limitada, y la química entre los músicos, con Harris y Murray como pilares, sigue intacta. Sin embargo, la falta de espontaneidad y la sensación de un espectáculo demasiado calculado, sumado a un repertorio que no siempre mantuvo el ímpetu, hicieron que el concierto no lograra el resultado prometido por Bruce. Para aquellos más fieles, la velada fue una celebración de cincuenta años de Maiden, pero para quienes esperaban una experiencia redonda, el concierto resulto ser correcto pero no inolvidable, haciéndome desear una noche que hubiera capturado mejor la magia de la doncella de hierro.

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Crítica: Shadow of Intent "Imperium Delirium"

Shadow of Intent, liderados por dos músicos de la talla de Chris Wiseman y Ben Duerr, han consolidado su posición como gigantes del deathcore con su quinto álbum, “Imperium Delirium” (2025), publicado de manera independiente a través de Blood Blast Distribution, compuesto por doce canciones, que se ha convertido desde su salida en una obra maestra que fusiona la brutalidad del deathcore con elementos sinfónicos, aroma black y texturas industriales, demostrando una evolución significativa desde su anterior “Elegy” (2022). La producción impecable, a cargo de Wiseman, Dave Otero y Blake Mullens, junto con la mezcla y masterización del propio Otero, eleva aún más la experiencia cuando “Imperium Delirium” (2025) no solo reafirma la destreza técnica de la banda, completada por Bryce Butler en la batería y Andrew Monias en el bajo, sino que también aborda temas temáticas de más calado como el imperialismo y la propaganda con una narrativa conceptual que invita a la reflexión, pudiendo condierarse este álbum como un hito en el género por su intensidad y sofisticación, una prueba del compromiso de Shadow of Intent con la innovación, manteniendo su esencia mientras exploran nuevos territorios.

Pero la riqueza de “Imperium Delirium” (2025) radica en su habilidad para combinar la ferocidad del deathcore con una composición meticulosa, destacando el trabajo de Wiseman en la guitarra y Duerr en las voces. “Prepare to Die” es un torbellino de blastbeats y orquestaciones que establecen un tono apocalíptico, seguido por “Flying the Black Flag”, que evoca la intensidad de sus primeros trabajos, como “Reclaimer” (2017). “The Facets of Propaganda”, una de las joyas del disco, inicia con un coro orquestal y un riff monumental de Wiseman, integrando un breakdown que fluye con la velocidad de la canción, mostrando la evolución en la composición de la banda. Por otro lado, “Feeding the Meatgrinder”, con la colaboración de George “Corpsegrinder” Fisher de Cannibal Corpse, alterna riffs deathcore con secciones death metal, destacando la versatilidad vocal de Duerr, mientras que “They Murdered Sleep” trae de vuelta los elementos sinfónicos de los primeros discos, y “Mechanical Chaos” teje breakdowns devastadores con una precisión que evita los clichés del género. El tema homónimo, “Imperium Delirium”, de más de siete minutos, es una epopeya que combina melodía y agresión, con los alaridos de Duerr y la de batería de Butler creando un cierre magistral. Aunque “Apocalypse Canvas”, un instrumental, podría ser más breve, su atmósfera cienmática enriquece la narrativa de un álbum en el que cada pista, cuidadosamente elaborada, refleja la capacidad de Shadow of Intent para equilibrar brutalidad y sofisticación.

“Imperium Delirium” (2025) redefine los límites del deathcore, mostrando a Shadow of Intent en su mejor momento. La banda, con Wiseman y Duerr al frente, ha creado un disco que no solo satisface a los seguidores de trabajos como “Melancholy” (2019), sino que también atraerá a quienes buscan una propuesta más cerebral y ambiciosa. La temática del álbum, que disecciona la propaganda y la maquinaria de la guerra moderna, añade una capa de profundidad que dota al disco de una dimensión diferente, más allá de la mera agresión sonora. Un viaje visceral que combina la intensidad cruda con una narrativa que resuena en un mundo fracturado, invitando a la introspección mientras sacude tus sentidos. La habilidad de Shadow of Intent para integrar elementos de death metal, sinfónicos e industriales sin perder su identidad es admirable, y la producción cristalina asegura que cada detalle brille. Este disco no solo es un serio candidato para álbum del año, sino un testimonio de la evolución de una banda que, tras una década, sigue desafiando expectativas y consolidando su legado como pioneros del deathcore moderno.

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Crítica: Warbringer "Wrath and Ruin”

Tras cinco años de silencio en el estudio, los titanes californianos del thrash metal, Warbringer, regresan con su séptimo álbum de estudio, "Wrath and Ruin” (2025), un álbum con el que convalidan su posición en la escena del metal contemporáneo, mostrando una evolución en su sonido sin perder la esencia que los caracteriza. Desde su formación en 2006, Warbringer ha sido una fuerza revitalizadora del thrash metal, insuflando nueva vida al sonido clásico de los años ochenta con una mezcla poderosa de influencias de bandas de la Bay Area como Exodus, Death Angel y Testament. "Wrath and Ruin” (2025), es un testimonio de su capacidad para abordar temas contemporáneos con honestidad brutal y realismo, envolviendo estas narrativas en una explosiva variedad de thrash metal que potencia su música por encima de la de otros de sus compañeros. La producción del álbum, a cargo de Mark Lewis y la masterización de Justin Shturtz en Sterling Sound, aseguran que "Wrath and Ruin” (2025) suene magnífico, destacando la destreza técnica y la energía de la banda. El guitarrista Adam Carroll y el bajista Chase Becker despliegan una potencia arrolladora, mientras que Carlos Cruz en la batería ejecuta cada golpe con precisión quirúrgica, contribuyendo a una base rítmica impecable.

La inicial "The Sword and the Cross", que establece la dirección de "Wrath and Ruin” (2025), con una agresión implacable, compleja y vertiginosa. "A Better World" es más breve más corta pero aún más feroz, con el vocalista John Kevill expresando su desilusión con la sociedad moderna a través de un fraseo vertiginoso y un registro vocal desgarrador, puro thrash. "Neuromancer" oscila entre el groove y la rapidez, con intrincados solos de guitarra de Carroll que elevan la intensidad de la pieza, mientras "The Jackhammer" equilibra brutalidad con técnica, destacando por una estructura progresiva que mantiene al oyente en vilo. "Through a Glass, Darkly" introduce elementos melódicos y acústicos antes de que la intensidad regrese con "Strike from the Sky", una canción que rinde tributo a Destruction con su estructura de thrash clásico. "Cage of Air" sorprende con su arreglo acústico, añadiendo una nueva dimensión al sonido de Warbringer y mostrando la versatilidad de la banda. Finalmente, el álbum cierra con "The Last of My Kind", una canción que alterna entre secciones de frenetismo y momentos más atmosféricos, dejando al oyente con una impresión duradera de la ferocidad y la habilidad técnica del grupo.

"Wrath and Ruin” (2025) captura todo lo que los seguidores aman de Warbringer, mostrando una banda que disfruta creando thrash metal pesado sin la carga emocional de trabajos anteriores. Aunque puede que no cambie la percepción de aquellos que ya tienen una opinión formada sobre Warbringer, esos que anhelan la época en la que Kevill parecía poseído encontrarán grandes canciones en este álbum. No es su mejor obra, pero tampoco pretende serlo, tiene momentos innecesarios y algunos pasajes excesivamente repetitivos, pero invita a lanzarse al moshpit. En un panorama donde el thrash depende cada vez más de arreglos sinfónicos y estructuras atonales, "Wrath and Ruin” (2025) es un recordatorio de que la brutalidad bien hecha sigue teniendo valor. Mis primeras escuchas creí escuchar un álbum repleto de novedades pero, de hecho, es la forma en que Warbringer ejecuta los viejos trucos de siempre lo que hace que este álbum sea tan bueno. La combinación de precisión instrumental y energía visceral aseguran que el disco se mantenga como una referencia en la escena del thrash contemporáneo. En definitiva, este es un álbum que, aunque no innova drásticamente, sí reafirma la importancia de Warbringer en la evolución del género y su compromiso con la agresión y la calidad.

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Crítica: Sodom "The Arsonist"

El legado de Sodom, una de las bandas más icónicas del thrash metal alemán, se mantiene firme con su decimoséptimo álbum de estudio, "The Arsonist" (2025), publicado a través de SPV/Steamhammer. Desde sus inicios en 1984, liderados por Tom Angelripper, Sodom han sido un pilar del género, consolidándose junto a Kreator y Destruction como parte de los "Big Three" del thrash germano. Su sonido crudo y agresivo, que comenzó con un enfoque proto-black metal en trabajos como "In the Sign of Evil" (1984) y "Obsessed by Cruelty" (1986), evolucionó hacia un thrash punky con discos emblemáticos como "Persecution Mania" (1987) y "Agent Orange" (1989). Además, a lo largo de cuatro décadas, la banda ha mantenido su esencia, resistiendo tendencias y modas, aunque con un crecimiento sutil en su propuesta, "The Arsonist" (2025) llega tras el revitalizante "Genesis XIX" (2020), mostrando a una formación renovada con Angelripper en voz y bajo, Frank Blackfire y Yorck Segatz en guitarras, y Toni Merkel en batería con un álbum grabado de manera analógicas para lograr un sonido orgánico, reflejando la furia inquebrantable de Sodom, con letras que abordan los habituales temas de guerra y violencia, acompañadas de una cubierta impactante creada por el enorme Zbigniew M. Bielak.

El álbum abre fuego con una breve pero inquietante introducción homónima, "The Arsonist", que establece un tono sombrío antes de dar paso a "Battle of Harvest Moon", un tema inspirado en la Guerra de Vietnam que desata riffs abrasivos y la voz característica de Angelripper, reminiscente de un asalto sonoro al estilo de "M-16" (2001). "Trigger Discipline", el primer single, que evoca la intensidad de la era clásica de Sodom con un enfoque feroz y desquiciado, donde Blackfire aporta un trabajo de guitarra que recuerda los días de "Agent Orange" (1989), siendo la canción más dura del álbum, combina velocidad y una crudeza que conecta con los orígenes de Sodom. Por su parte, "Witchhunter" rinde homenaje al batería fallecido Chris Witchhunter, con un espíritu punk que invita a corear como si fuese un directo, mientras que "Scavenger" ralentiza el ritmo con un enfoque más denso y primitivo, mostrando la versatilidad de la banda. "The Spirits That I Called", con un aire macabro, y "A.W.T.F.", es un tributo al líder de Tank, Algy Ward, que destila amor por los cuatro costados a Motörhead. Mientras que canciones como "Sane Insanity" y "Twilight Void" mantienen el nivel de agresión con riffs cortantes, mientras que "Obliteration of the Aeons" pasa algo desapercibida sin desentonar. El cierre, "Return to God in Parts", combina riffs de los ochenta con solos explosivos, consolidando la energía general de un álbum en el que la producción, con batería grabada en cinta analógica de veinticuatro pistas por Toni Merkel, proporciona un sonido crudo y auténtico que realza la experiencia.

"The Arsonist" (2025) no busca reinventar a Sodom, nada de eso, sino consolidar su identidad como un referente del thrash metal sin concesiones. Aunque no alcanza la crudeza visceral de "Genesis XIX" (2020) ni, lógicamente, la frescura de clásicos como "M-16"(2001), el álbum brilla por su consistencia y ferocidad, con Angelripper liderando con una voz que, a sus sesenta y dos años, sigue siendo un torbellino. La química entre Blackfire, Segatz y Merkel aporta un dinamismo que se siente en cada riff y baquetazo, demostrando que Sodom siguen siendo relevantes. En su contra, la falta de variedad en las estructuras de las canciones puede hacer que algunos temas se diluyan en la memoria tras varias escuchas y con todo, a pesar de esto, composiciones como "Trigger Discipline" y "Witchhunter" aseguran momentos memorables, ideales para sus conciertos. En un mundo donde muchas bandas veteranas pierden fuerza, Sodom entrega un trabajo que, sin ser revolucionario, es un testimonio de su legado y una muestra de que aún tienen fuego que desatar. “The Arsonist” es una invitación a los seguidores para disfrutar de la esencia pura del thrash, con la promesa de seguir rompiendo cuellos desde el escenario.

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Crónica: Wilco (Madrid) 27.06.2025

SETLIST: Handshake Drugs/ Evicted/ I Am Trying to Break Your Heart/ If I Ever Was a Child/ Pot Kettle Black/ You Are My Face/ Whole Love/ Bird Without a Tail/ Base of My Skull/ Box Full of Letters/ Annihilation/ Hummingbird/ Quiet Amplifier/ Either Way/ Impossible Germany/ Jesus, Etc./ Hate It Here/ Walken/ Spiders (Kidsmoke)/ California Stars/ Falling Apart (Right Now)/ I Got You (At the End of the Century)/

En plena ola de calor, el Auditorio del Parque Enrique Tierno Galván en Madrid se convirtió en el escenario de un nuevo capítulo para Wilco, la banda de Chicago que lleva tres décadas navegando entre el rock alternativo, el folk y la experimentación. Bajo el marco del ciclo Alma Occident Madrid, el sexteto liderado por Jeff Tweedy ofreció un concierto que, sin alcanzar las cumbres de sus noches más memorables, cumplió con las expectativas de un público fiel, que deseaba reencontrarse con unos músicos sin los cuales muchos no entenderíamos nuestra propia vida. El público madrileño tuvimos suerte, la noche se abría cálida y despejada, hecha a medida para un repertorio que abarcó, fundamentalmente, sus clásicos. El ambiente, con un aforo respetable pero no abarrotado, exudaba esa calma expectante que precede a los conciertos de una banda que no necesita grandes alardes tecnológicos o un montaje exagerado para conectar. Tweedy, John Stirratt, Glenn Kotche, Mikael Jorgensen, Patrick Sansone y Nels Cline subieron al escenario con la sobriedad habitual de aquellos que saben que la música habla por sí sola, aunque el resultado final me dejó un sabor agridulce: fue un concierto sólido, pero carente de ese destello que eleva lo bueno a lo inolvidable. Como si Tweedy se conformase con lo que sabe que son Wilco, pusiesen la directa y prefiriesen firmar un concierto correcto, yendo sobre seguro.

Despegaron con “Handshake Drugs”, una canción que desde sus primeros acordes marcó el tono de la velada, gracias a su mezcla de urgencia y melancolía contenida. La guitarra de Nels Cline, una auténtica maravilla, tejió texturas que oscilaban entre lo visceral y lo etéreo, mientras Tweedy, con su voz áspera pero cálida, guiaba la canción con naturalidad, más cercano al susurro que de costumbre. Le siguió “Evicted” que trajo un aire más reposado, con el bajo de John Stirratt sosteniendo la melodía. El público se dejó llevar en “I Am Trying to Break Your Heart”, aunque la energía no terminaba de despegar. "You Are My Face" y "Whole Love" levantaron algo más el ánimo, con Glenn Kotche marcando un ritmo firme y preciso, pero la transición a “Box Full of Letters” mostró a la banda en piloto automático, como si el tema, pese a su pegada, no lograra encender del todo la chispa. El tramo central incluyó momentos destacados como la preciosidad que sigue siendo “Hummingbird”, donde la interacción entre los teclados de Mikael Jorgensen y el público volvió a conectarlos, mientras que la recta final se convirtió en una apuesta segura cuando desplegaron “Either Way”, “Impossible Germany” y “Jesus, Etc.”, un trío ganador que supieron rematar con “Spiders (Kidsmoke)” y la sensación general de haber llegado a un clímax que, sin embargo, sentí que no terminamos de alcanzar.

“California Stars” o “Falling Apart (Right Now)” se sintieron algo deslucidas, con una ejecución correcta pero sin el alma que solían destilar en otras giras, al igual que “I Got You (At the End of the Century)” o la bala perdida que fue “A Shot in the Arm” cuando decidieron no tocarla, cerrándose la noche con una sensación de tibieza: bello, sí, pero falto de esa catarsis que Wilco sabe ofrecer cuando están en su mejor forma o más descansados y es que, siendo mi décimo concierto suyo, tuve toda la sensación de que a Tweedy se le siente falto de energía. Horas después siento que el concierto de Wilco en Madrid ha sido una muestra de profesionalidad más que de pasión desbordada. La banda ha demostrado, como siempre, su capacidad para equilibrar la sofisticación de sus arreglos con la crudeza emocional que los ha definido desde su debut. Sin embargo, hubo momentos en los que la conexión con el público pareció quedarse a medio camino, como si la banda, agotada quizá por la intensidad de su gira europea, no lograra entregarse del todo. El Auditorio del Parque Enrique Tierno Galván y su acústica merecen mención aparte, lejos de la pista el sonido era pobre y sin matices, indigno del talento que desbordan los seis músicos sobre las tablas, al igual que la respuesta del público, aunque cálida, no alcanzó la efusividad de otros conciertos de Wilco en la capital. Para los de siempre, fue una oportunidad de reencontrarnos con canciones que han marcado nuestras vidas; para los nuevos oyentes, una introducción bonita pero no arrolladora de una banda que, en su mejor día, puede cambiar la forma en que uno escucha música. Wilco sigue siendo un tesoro del rock alternativo, pero esta noche en Madrid se quedó en un ejercicio sencillo, sin los picos de genialidad que los han convertido en leyenda.

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Crítica: Pulp “More”

Parece ser que está convirtiendo en tendencia espaciar la publicación de discos durante décadas, pero también es cierto que en el caso de Pulp, este llega tras su espléndida reunión hace dos años. "More" (2025), producido por James Ford en Orbb Studio, Walthamstow, durante un intenso período de tres semanas entre noviembre y diciembre de 2024, no solo reaviva la chispa de su legado, sino que la transforma en una llama que ilumina nuevas facetas de su sonido. Con una mezcla de nostalgia, urgencia creativa y la habitual audacia en las letras de Jarvis, que desafía el paso del tiempo, "More" (2025) captura a una banda que reflexiona sobre la edad, el deseo y el caos del mundo contemporáneo, sin perder el humor mordaz ni la sensualidad que los definió en los años noventa. La muerte de Steve Mackey en 2023 parece haber inyectado una intensidad renovada, palpable en cada acorde y en la voz de Cocker, que se mantiene como un narrador magistral de las complejidades y miserias humanas más cotidianas, más prosaicas. Con colaboraciones como las de Richard Hawley y Jason Buckle, "More" (2025) es el testimonio de la capacidad de Pulp para reinventarse mientras honran su esencia, ofreciendo un trabajo que resuena tanto con sus seguidores de siempre como con nuevas generaciones que los descubran ahora, aunque puedan no tener el mismo impacto en un veinteañero o treintañero muchas de las encrucijadas existenciales que Pulp describen en sus versos.

Las canciones de "More" (2025) son un mosaico de emociones, donde Jarvis Cocker y compañía exploran desde la melancolía hasta el éxtasis con una precisión quirúrgica. El single principal, "Spike Island", evoca un viaje accidentado al concierto de The Stone Roses, un recuerdo prestado de Buckle que Cocker transforma en un himno agridulce sobre la juventud perdida, con una instrumentación que combina guitarras robustas y un ritmo que acelera el pulso. "Tina" se sumerge en la nostalgia de un amor platónico, con una banda sonora que recuerda al cálido estilo de Ennio Morricone, envolviendo la voz de Cocker en una atmósfera etérea que resalta su habilidad para capturar momentos fugaces. Mientras "Grown Ups", en cambio, ofrece una mirada madura que dialoga con su clásico "Help the Aged" de "This Is Hardcore" (1998), pero desde la experiencia vivida, con letras que destilan una mezcla de resignación y esperanza. La pluma de Cocker brilla especialmente en pasajes como el de "Tina", donde imagina un encuentro subido de tono en una tienda de caridad, con “el olor a galletas digestivas en el aire”, una imagen tan vívida como provocadora. Cada canción y sus recuerdos más vagos o los más carnales, está respaldada por una producción de Ford que equilibra lo retro con lo moderno, permitiendo que la banda, incluyendo a Candida Doyle en los teclados, explore nuevas texturas sin abandonar su identidad, allá donde la urgencia creativa tras la pérdida de Mackey se siente en la intensidad de estas composiciones, que logran ser tan introspectivas como expansivas.

Escuchar "More" (2025) es como reencontrarse con un viejo amigo que, lejos de estancarse, ha vivido, aprendido y regresado con historias fascinantes. Pulp, con Jarvis Cocker al frente, no solo ha superado las expectativas, sino que ha creado un álbum que se siente vital en un mundo que a menudo parece desmoronarse. La habilidad de la banda para entrelazar humor, deseo y una crítica sutil al envejecimiento y a la sociedad moderna es un recordatorio de por qué siguen siendo una de las voces más distintivas del pop británico. Este disco no es solo un regreso, sino una declaración de que Pulp sigue siendo relevante, capaz de provocar risas, suspiros y reflexiones profundas. Mientras Cocker canta sobre fantasías subidas de tono o recuerdos agridulces, uno no puede evitar maravillarse ante su capacidad para hacer que lo cotidiano parezca extraordinario, convirtiendo a "More" (2025) en un triunfo que invita a los oyentes a celebrar la vida en todas sus contradicciones. Pude disfrutar del directo de Pulp en los noventa (al igual que de todas las vacas sagradas del Brit) y deseo con todo mi corazón que este nuevo álbum no sea una despedida, sino el comienzo de una nueva etapa donde Pulp continúe desafiando las normas con su ingenio y su pasión inagotable. Maravilloso.

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