"The Last Will and Testament", OPETH firman una obra maestra

Los suecos siguen avanzando, labrando su propio nombre, gracias a un disco que aúna lo mejor de su carrera.

"Servitude" de THE BLACK DAHLIA MURDER

La banda supera su luto y regresa con un gran disco como es "Servitude", que sirve como punto de inflexión

"Opera" de FLESHGOD APOCALYPSE, fusionando el death metal con la lírica

El regreso de Paoli nos trae un álbum tan excesivo como delicioso por parte de italianos

"Schizophrenia" de CAVALERA

Los hermanos siguen emulando, con éxito, a Taylor Swift con sus "Cavalera's Version"

Crítica: Opeth "Pale Communion"

Según dijo Mikael Åkerfeldt en una entrevista; "si por mi fuese no dejaría que el disco se escuchase antes de su publicación oficial, no entiendo por qué la impaciencia de querer hacer la reseña antes de tiempo" y no he podido hacer otra cosa que hacerle caso y escuchar "Pale Communion" con tranquilidad durante los últimos cuatro meses. Le podríamos responder a Mikael que ese empeño por reseñar los discos antes de tiempo es simplemente el signo de los tiempos que nos ha tocado vivir en los que la cultura se trata como "comida basura" y los que ayer ensalzaban su disco por el mero hecho de conseguir visitas hoy seguramente hayan borrado la carpeta de sus discos duros con canciones que al propio artista le ha costado meses o años componer. Así son las cosas ahora; eres una novedad en el momento en el que tu disco se filtra y la única noticia que genera tu lanzamiento es el paso de 192kbps a 320kbps o un "ripeo" del original. Pero con "Pale Communion" hemos sido testigos de algo mucho más divertido y es la constatación de que el metalero (dicho con todo el desprecio del mundo hacia un término tan vulgar y poco apropiado que muchos lucen, de manera totalmente absurda, con orgullo) no es tan dócil, tan divertido, tan chachi, comprensivo y abierto de miras. Mientras se les llena la boca con palabras como tolerancia y libertad, miran con condescendencia casi cualquier género y no tienen más remedio que inclinarse antes los grandes nombres de la historia por el qué dirán pero son capaces de despreciar los grupos de sus desvelos porque se creen poseedores de su espíritu, legado o vaya usted a saber qué gilipollez se les pasará por su cerebrín a medio cocer. Durante estos meses, mientras disfrutaba de canciones como "Eternal Rains Will Come" o las sublimes "Voice of Treason" y "Faith In Others", me he descojonado de lo lindo con sus peleas; "les llevo escuchando desde los tiempos de "My Arms, Your Hearse", pues yo desde "Orchid" y sé más que tú, esto no es Opeth" mentar a Yes, King Crimson o Pink Floyd, jurar que Martín López tocaba la batería en el disco, decir que "Heritage", por Dios, era una soberana mierda o que los suecos deberían cambiar de nombre para parir éste y el anterior álbum. Quizá lo que más me ha dolido ha sido leer intrincadas teorías sobre Pink Floyd o leer a tantos analfabetos hablar sobre King Crimson, confundirse en referencias e incluso discos del grupo de Fripp o, por el contrario, jurar y perjurar por Tutatis y Belenos que este disco es una "delicia", "un manjar de dioses" o "uno de los discos del año" provocándome la arcada. Internet es divertida pero en cuestión de gustos es todo tan subjetivo que tiene un punto de patetismo los duelos a la luz de la luna de cuatro trasnochados que lloran amargamente porque Opeth ya no "cantan con guturales" o tiran más de death metal. Mientras ellos pasarán por este mundo sin dejar constancia de sus tristes vidas, Åkerfeldt ya no tiene nada que demostrar.

Pero también es humano y las salas medio vacías de la gira de "Heritage" y las críticas recibidas por parte de ese sector que tan sólo sabe escribir con una mano mientras la derecha se entretiene en labores mucho más lúbricas y son incapaz de situar Estocolmo en un plano del mundo, no debieron hacerle mucha gracia al líder de Opeth que, no sólo no desiste en su idea de continuar por la senda abierta en "Heritage" sino que decide ahondar en la propuesta y se lanza a la desesperada a buscar la senda de otros grandes de los setenta. Pero, siendo Åkerfeldt consciente de lo cazurro y fundamentalista que puede llegar a ser su propio público, decide que en los conciertos de "Pale Communion" no se toque tanto material del nuevo disco como sí hizo en la gira de "Heritage", una pequeña concesión para ese sector inmovilista que puebla el género ante el guantazo de volver a sacar un disco que sea del agrado de los músicos. Al final, Opeth era un grupo de rock atemporal que hizo discos de metal y ahora hacen lo que les da la gana. ¿No me digan que no es mucho más excitante verlo así? ¿Quién coño quiere un "Deliverance", otro "Damnation" o "Ghost Reveries"? No seré yo el que le diga a Mikael qué camino debe llevar en su propio grupo ni aquel que le diga que deje de llamar Opeth a su proyecto quizá, ente otras muchas cosas, porque comparto ese origen y he escuchado muchísimo más rock de los setenta que metal cuando empecé a escucharlo siendo un adolescente. 

Repiten de nuevo con Steven Wilson en las mezclas -que ya dejo claro desde aquí que, aunque me gusta y lo disfruto, nunca ha sido ni será santo de mi devoción (¿alguien podría decirme qué coño es lo que aporta ese perro afgano a las remasterizaciones del catálogo de King Crimson?)- y el propio Åkerfeldt tras la producción en los estudios Rockfield de Gales (en los que han grabado artistas tan ilustres como Rush, Queen, Dr. Feelgood, Flamin' Groovies o dispares como Oasis, Gene y Royal Blood) y no voy a decir la estupidez de que es infinitamente mejor que "Heritage" porque éste me parece un grandísimo disco al que no tiene sentido ninguno compararlo con el que nos ocupa. "Heritage" fue el cambio brusco de timón, el punto de inflexión necesario para una carrera que, creativamente hablando, mostraba ya claros signos de agotamiento. Claro que Opeth podrían haber seguido facturando una y otra vez el mismo disco, endureciendo o no el sonido, dándole espacio a esa melancolía otoñal llena de contrastes, delicadez y belleza por igual pero no habrían dejado de ser un grupo más de metal y, sin embargo; la osadía, la valentía de un cambio tan radical y, a la vez, tan natural como el que nos regalaron hace tres años es digno de elogio y "Pale Communion" no es más que una evolución de "Heritage" con menos fusión, menos experimentación y quizá un sonido más directo, son un grupo de rock y en este disco no hay lugar para otro instrumento que no sea la guitarra, bajo, batería y teclado (con la incorporación, por cierto, de Joakim Svalberg tras la salida de Per Wiberg, quien dicen muchos entendidos que son capaces de notar el cambio tras las teclas como los baquetazos de Martin López que muchos juran escuchar en este "Pale Communion").

En "Eternal Rains Will Come" creeremos estar escuchando a los Purple de "Fireball" y el teclado de Jon Lord en la introducción pero, pronto, pasamos del brochazo de los Purple al de Crimson y los baquetazos de Axenrot se ven apaciguados por Svalberg, un momento en el que creemos volver a "Ghost Reveries" o "Damnation" mezclados con los mejores setenta y la melódica entrada de "Eternal rains will come, we should say goodbye. Suffer on our own, song that thoughts were home" con un final desbocado lleno de fusión que acaba en el orgasmo; "Reaching for the surface, I see you". La decisión de los todopoderosos Roadrunner de convertir "Cusp of Eternity" en el single nos demuestra que hasta un sello como éste está aquí para vender y no para elegir la más representativa de "Pale Communion" sino la más accesible a un segmento mayoritario de clientes potenciales pero, aunque este disco haya flaqueado en su presentación (lo que no ocurrió en "Heritage" con "The Devil's Orchard"), "Cusp Of Eternity" sigue siendo un buen tema; mucho más directo y con un ritmo galopante que seguramente funcionará mucho mejor en directo que en el contexto del propio disco.

He leído bastantes críticas a "Moon Above, Sun Below" y, sin embargo, sin ser la mejor de "Pale Communion" me parece una auténtica maravilla pensada con un gusto exquisito por la matemática de la estructura; cuyas partes encajan como un mecano. Una primera parte con las estrofas; "You are sleeping unhampered by guilt. Comes the morning you shut down. The devil's breath is a disease on your lips. Reaching out for your loss, you prey on your flock. Seeking out the weaker hearts with eternity in your grip and on a lifelong throne of sub-religion, they will eat from your head"  rota por el estribillo o repetición del título, una segunda parte (o canción contenida dentro de otra pero magníficamente hilvanadas) con unos pasajes acústicos realmente bellos; "I can't remember the sun upon my skin. Slave to a sorrow that is whispering within", un puente desgarrador; "In a river of grief I am drowning and your grip is surrounding my heart" que desemboca en unos versos que quitan el aliento "Waiting for a day when there is nothing left to say" y un solo abrasador pero, no contentos con ello, se lanzan a un interludio a capella; "Voices of despair is a familiar friendship. A society in your head holds the code to destruction" que les devuelve a las melodías acústicas de antes con un punteo clásico y otro momento auténticamente mágico con Mikael cantando; "Dying fast. Summer dying fast and this can't last, as nothing ever lastsIn a forest of flesh.There is a need to sever myself away from happiness"

Quizá, la única parte en la que flojee "Moon Above, Sun Below" es ese silencio fantasmagórico a lo seis minutos y con el que vuelven a desperezarse con el bajo de Méndez y la ayuda de Svalberg, convirtiéndola en otra canción totalmente diferente que sí podría haber entrado en "Heritage", y tras un par de envites un final magistral con el mantra; "Only circles on the water, only circles on the water, only circles on the water" y una bella coda final a piano. Genial.

"Elysian Woes" me lleva a "Damnation" pero podría haber formado parte de casi cualquier otro disco de los suecos, me gusta especialmente por las melodías a la voz y la intimidad que siempre desprenden cuando hacen sonar sus acústicas, como siempre. "Goblin" no deja de ser un homenaje a la banda, un tema instrumental que sirve como visagra para encarar la segunda mitad de disco y en la que vuelven a sonar como si hubiésemos viajado en el tiempo a los setenta. "River" es una preciosidad con sus armonías y, ciertamente, junto con "Goblin" abren nuevas brechas para el grupo. "River", en concreto, es un brillante "in crescendo" con una guitarra que solea de manera limpia y llena de sentimiento sobre una melodía clara en la que Svalberg pronto trazará unos nubarrones de ánimo justo en la mitad del desarrollo para cambiar de tercio y sonar por Crimson tras los versos; "And all things will come undone. There is nothing to share, I'll be waiting for no one and no one is there to care", sencillamente brillante el duelo de guitarras y el final con "There comes a time when the river runs dry. Winter comes and we sacrifice, our lives…" tras la desesperación de "Fire on the other side!"

Pero tras "River", nos golpearán con dos de los pilares de "Pale Communion", "Voice of Treason" y "Faith In Others", la primera con unos arreglos espectaculares y el clímax con Mikael preguntando lleno de pasión; "Have you ever had the feeling of a sorrow inside?Have you ever been the reason why a hope subsides? Have you ever seen the aftermath of giving up?" y la segunda, "Faith In Others", trágica pero magnífica, conforman un cierre lleno de dramatismo e intensidad, quizá lo que sí se echaba de menos en "Heritage". Sensiblemente mejor que aquel (que muchos nunca tragarán por el revés que supuso, digan lo que digan) y verdaderamente magistral por momentos, "Pale Communion" es la huida hacia adelante de un grupo que no tiene miedo a nada, ni siquiera a su propio pasado. Los Opeth que todos conocimos murieron; ¡viva Opeth!

© 2014 Hal Incandenza

Crítica: Marilyn Manson "The Pale Emperor"

Y, tres años más tarde, Marilyn Manson nos la volvió a colar con un disco tedioso, aburrido, lento y farragoso que divide aún más -si cabe- a sus seguidores. "The Pale Emperor" es tan desnortado que hace bueno a "Born Villain" (2012), aquel despropósito con el que firmaba su propio certificado de defunción y es que "The Golden Age of Grotesque" (2003) fue el último atisbo de frescura y eso es ya decir demasiado porque ni aquel disco era lo mejor de Manson y ni hace falta que recuerde que ha pasado ya más de una década desde su grabación. No es que disfrute atacando a Manson, nada me haría más feliz que volver a verle reinar como así fui testigo a mediados de los noventa. Pero de todos aquellos que le disfrutamos en sus años de gloria quedamos bien pocos y, claro, es complicado explicarle a un chaval de, en el mejor de los casos, veintipocos años que lo que tiene delante es un artista en declive al que el sistema y el starsystem devoró, digirió y defecó como un mal chiste. Hace muchos, muchos años en una galaxia muy lejana, Manson era peligroso, controvertido, divertido, ingenioso, ácido, mortal en sus entrevistas, devastador en directo y un arma de destrucción masiva para los medios. Ahora resulta un cliché, una parodia de sí mismo que produce más lástima que otra cosa cuando le vemos titubear en las entrevistas o ahogarse sin voz sobre los escenarios. Cualquiera con dos dedos de frente puede comprobar lo que digo a través de cualquier video "on line" o simplemente contemplando como a Manson se le relega de las primeras posiciones de los principales festivales. No faltará quien me intente llevar la contraria y esgrima idioteces como que es un artista en constante evolución, que los que escribimos no tenemos ni idea, que soy un nostálgico y que aquel Manson al que estreché la mano en el 96 nunca volverá, que el que ha envejecido es un servidor o que haberle visto ocho veces en directo y una novena este próximo verano en el último concierto de su gira "Hell Not Hallelujah Tour" no son avales suficientes como para escribir sobre "The Pale Emperor". No pasa nada, si vosotros sois los seguidores que Manson actualmente se merece quizá eso explique su patético estado actual y su, cada vez mayor, intrascendencia.

Cuando al propio Manson le preguntaron por el sonido del álbum en plena grabación del mismo, respondió que era "muy cinemático". ¿Qué quería decir? ¿Acaso que estaba en constante movimiento, evolución? Mala señal ¿Se refería quizá a la rama de la física que estudia el movimiento que prescinde de sus propias fuerzas motoras? Peor aún, pero mucho me temo que nada de esto, Manson no tenía ni la más remota idea qué responder y ésta no sería la primera vez que le sentiría inseguro hablando sobre el nuevo disco, como cuando dijo que había encontrado el "Redneck" de su interior y el disco contenía ciertos elementos bluesy. No sé que me intrigó más si la relación de alguien como Manson que siempre había sido contrario a lo que un "cuello rojo" significa, la extraña relación de éstos con el blues, sus paces mediáticas con Billy Corgan y su posterior intercambio de piropos a través de las redes sociales o la cara del propio Corgan temiendo que Manson no acertase con la letra cuando éste subió a cantar "Ava Adore" en un concierto de los Smashing Pumpkins. Para colmo , en otra entrevista, aseguraba que el nuevo álbum sería más melódico, no tengo nada en contra de ello pero es que el problema del Manson de nuestros días es que es literalmente incapaz de encontrar melodías que funcionen. Pero escuché "Cupid Carries A Gun" y no me disgustó e intenté entender que aquella guitarra acústica era lo que Manson llamaba "bluesy". Bueno, no era lo mejor que había firmado en años pero sonaba diferente y después llegó "Deep Six" y he de reconocer que mi corazón de mansonita sintió algo remotamente parecido a emoción. "Deep Six" suena al Manson de siempre pero también muy actual, las guitarras son magníficas y rompen y rasgan la canción por la mitad en muchos jirones, una pequeña maravilla a la que quizá, sólo quizá, le sobre un minuto para ser perfecta porque cinco son muchos para que el Manson de nuestros días sea capaz de mantener nuestra atención sin que surja algún que otro bostezo. Pero si "Deep Six" es un buen single no es así el horroroso video de Bart Hess con una estética -todo hay que decirlo- a ratos brillante pero unos efectos especiales baratos y cinco minutos sin argumento, sin gracia, a veces en bucle, con unos primeros planos del propio Manson muy poco acertados y unos planos americanos mostrando toda su orondez, no habría estado de más recordarle a Hess la máxima de Ridley Scott en "Alien", aquella de no mostrar al monstruo en su totalidad.

Nuevo guitarrista, Tyler Bates (que también hará labores de producción junto con Manson), alguien más conocido por su labor en bandas sonoras y al que no se le ve demasiado creíble maquillado y tocando en un grupo como Marilyn Manson y un Twiggy Ramirez cuya influencia apenas se aprecia o pasa de puntillas por el disco. Un comienzo abominable con "Killing Strangers", totalmente aburrida, predecible y plomiza. ¿Dónde está la dureza de las guitarras? Tyler hará que eches de menos la macarra forma de tocar de Twiggy en estudio, que extrañes a John 5. Pero la guitarra no es lo único que echarás de menos porque la batería brilla por su ausencia, una base rítmica y poco más. Para colmo, la voz de Manson cada vez tiene menos que ver con aquella cuchilla de los noventa, su registro se ha visto mermado, carece de fuerza y expresividad, su rango es inexistente, no tiene potencia y el color es gris, perdió todo versatilidad. "Third Day Of A Seven Day Binge" es el horroroso medio tiempo que nadie debería situar en tercer lugar pero, por lo menos la guitarra de Bates aquí sí encaja y transmite, el resto de la canción es, pura y llanamente, prescindible. ¿Por qué se empeña Manson en hacer canciones tan largas? Todas superan la barrera de los cuatro minutos y son demasiados segundos para un artista cuya salud creativa es tan precaria; hacer un disco de trece canciones, cincuenta y dos minutos es poco menos que un suicidio cuando lo que estás encarando es el camino hacia el olvido.

"The Mephistopheles Of Los Angeles" tiene un puntito decadente muy agradable y es que su tema principal es suficientemente inspirador para que nos imaginemos a un Manson de casi dos metros, pasado de peso, recorriendo las fiestas de una ciudad como Los Angeles de manera patética, no lo digo yo, lo insinúa el propio Manson. En "Warship My Wreck" daréis las gracias a Darwin por tener pulgares oponibles con los que poder pasar a la siguiente canción; exasperante en la voz principal incluso fuera de compás. Hasta un tema como "Slave Only Dreams To Be King" podría haber dado mucho más de sí y produce cierta pena echar la vista atrás y entender lo que podría haber hecho Manson con él y una temática tan rica. Algo que me sorprende es que ésta, como "The Mephistopheles Of Los Angeles" comparten el mismo compás rítmico 4/4, como "The Beautiful People" pero ralentizada.

Hasta aquí, "The Pale Emperor" ha suspendido, naufragado por completo y en su segunda parte no será capaz de levantar el vuelo con una mediocridad como "The Devil Beneath My Feet" o la lenta, lentísima, "Birds Of Hell Awaiting" que nos confirma lo peor porque Manson no pisará el acelerador con "Odds Of Even", las aburridas y acústicas "Day 3" o "Fated, Faithful, Fatal". ¿Quién quiere escuchar a Manson cantar canciones de campamento? O el dislate total, con palmas incluidas, una versión acústica de "Third Day Of A Seven Day Binge" como apetitosas golosinas de la edición especial de este "The Pale Emperor". Marilyn Manson dejó de dar miedo para provocar risa y ahora tan sólo aburrimiento. Ni como posavasos, a la papelera de reciclaje.

© 2014 Fukk Fairlane

Crítica: Children Of Bodom "Are You Dead Yet?"

El propio Alexi Laiho reconocía en más de una ocasión que el mejor disco de la banda, o al menos el que marcó un antes y un después en la historia musical de Children Of Bodom, había sido sin duda "Hate Crew Deathroll". Bien es cierto que discos como "Hatebreed" y "Follow The Reaper" suscitaron un alto interés por la banda, pasando del anonimato a copar las portadas de los grandes medios especialistas. Aunque bien es cierto como dice su frontman, que no sería hasta la edición de "Hate Crew Deathroll" cuando la banda se volviera enormemente popular y se posicionara como una de las más grandes del death metal melódico mundial, vendiendo cantidad de ejemplares de dicho álbum y realizando giras a lo largo y ancho del mundo como cabezas de cartel. Con sus cuatro primeros discos la banda parecía haber cumplido un ciclo glorioso, siguiendo una línea ascendente y progresiva con cada uno de ellos, obviamente el problema se presentaba a partir de entonces…

Así  las cosas, y como no podía ser de otro modo, las expectativas para su quinto álbum habían alcanzado cotas muy altas; el "hype de Children Of Bodom estaba en un punto demasiado alto, incluso para ellos mismos, de ahí que "Are You Dead Yet?" recibiera numerosas críticas ante lo que algunos suponían un bajón y un retroceso ante la más que evidente progresión y curva ascendente que había marcado y dibujado la banda hasta entonces. Pienso que a "Are You Dead Yet?" recibió un trato bastante injusto por la mayoría de la crítica, muchos medios se dedicaron a dilapidar un gran álbum tachándoles de llevar su sonido a un plano mucho más comercial, y que parecía romper con las directrices del sonido old school del death metal clásico. Con el paso de los años vemos que aquellas razones que exponían muchos de aquellos especialistas no eran más que tonterías sin fundamento ni lógica alguna. ¿Es acaso "Are You Dead Yet?" un álbum más comercial de lo que lo es  "Hate Crew Deathroll"? ¿Suena "Are You Dead Yet?" más flojo e intenso que "Follow The Reaper"... Obviamente no. Puede que el sonido suene menos revolucionado y menos oscuro, lo que resulta lógico por otra parte teniendo en cuenta que el sonido de la banda varía en cada uno de sus trabajos, pero para nada podríamos decir que "Are You Dead Yet?" suena más débil y apagado, tal y como algunos defendían por entonces a capa y espada. Cierto es que hasta el propio Alexi veía las composiciones de su quinto álbum en un escalón inferior a las de su gran clásico del 2003, pero de ahí a decir que el sonido de la banda se había vuelto comercial y que había perdido intensidad dista un mundo. La banda era la misma, simplemente las reglas eran distintas.

"Are You Dead Yet?" venía precedido por el EP "Trashed, Lost & Strungout", un mini cd que servía para presentar al nuevo guitarrista, Roope Latvala, tras la salida de la banda de Alexander Kuoppala, después de la enorme gira y el monumental desgaste que supuso la presentación durante casi dos años de "Hate Crew Deathroll". El EP ya dejaba adivinar el sonido que iba a emplear la banda en su nuevo larga duración, Alexi y compañía mostraban abiertamente sus cartas sobre la mesa no dejando lugar para el engaño o la decepción. Ahora que ya han pasado unos cuantos años de la edición del álbum cuesta entender como alguien puede verse decepcionado por un tema como "Living Dead Beat". ¿Cómo alguien puede llegar a decir que la banda suena más floja y menos intensa que con sus anteriores discos? Admito que te guste menos "Living Dead Beat" que "Silent Night, Bodom Night", o que te transmita menos "In Your Face" que "Needled 24/7", pero coño, seamos claros, temas como "Living Dead Beat" o "In Your Face" conservan la base y la esencia del sonido Bodom, del death metal melódico hecho con ganas y con fuerza.

"Living Dead Beat" es una pieza que va de menos a más, comienza a medio gas pero no tarda en coger decibelios y garra. No es un tema muy diferente del de sus anteriores discos, los solos de Laiho con la guitarra y Wirman con los teclados siguen estando igual de presentes que en sus cuatro retoños anteriores, sonando igual de bien e igual de contundentes. Puede que en los estribillos se haya perdido un poco de la mala hostia y de la mala baba que irradiaba la voz de Alexi en los versos de sus clásicos, pero pienso que es un aspecto efímero e ínfimo teniendo en cuenta lo amigo que es el guitar hero de jugar con su voz y con sus registros. "Are You Dead Yet?" es unos de sus mejores temas, fue elegido como segundo single de la banda tras "In Your Face", y que muestra el lado más agresivo y compacto de la reestructurada banda finesa. 

Posiblemente el punto más bajo del álbum llegue con "If You Want Peace...Prepare For War", un gran título para un tema que se muestra un tanto escaso y parco en su aspecto compositivo. Tiene buenas guitarras y un ritmo trepidante, pero bien es cierto que no acabaron por encontrar el punto óptimo en una canción que se queda un peldaño por debajo de las dos anteriores. Por suerte el desazón desaparece con los Bodom más auténticos y genuinos en temas como "Punch Me I Bleed", un corte magnífico que muestra a unos Children muy experimentales, que se mueven como peces en el agua en una canción lenta y densa a partes iguales, capaz de envolverte y encandilarte con sus atmósferas pesadas y difusas. Alexi canta con un sentimiento muy hondo, disfrutando de un tema que se ha gestado para deleite del amante del buen death metal melódico. Una muestra más de que no siempre lo más duro y lo más heavy es lo mejor.

Por su parte "In Your Face" destaca por su estribillo pegadizo y cabezón, que de mano la muestran y la presentan como una de las mejores de "Are You Dead Yet?" gracias a su rango y a su casta. Fantásticas la líneas de Wirman en los puentes hacia el estribillo, demostrando y haciendo gala del peso y del estatus que tiene dentro la banda. En "Next In Line" Alexi muestra su voz y su sonido más clásico en un tema que a buen seguro salió de las sesiones de grabación de "Hate Crew Deathroll", dado el enorme parecido que tiene con los grandes clásicos de dicho álbum. Un tema que hará las delicias de los viejos fans de la old school y que para nada desagradará a los últimos reenganches. En "Bastards Of Bodom" lo que manda y prima es nuevamente el teclado de Wirman, que acompañado por las guitarras sobresalientes de Alexi y Roope crea una mezcla realmente rica y sustanciosa de la cual te resultará muy difícil no comer. Es un tema donde el desparpajo y el descaro de la marca y de la seña "Bodom" vuelve a hacer de las suyas erigiéndose como una de las más productivas y brillantes dentro de la escena del death metal.

"Trashed, Lost & Strungout" saca a la palestra a los Children Of Bodom más serios y rigurosos, en el que para mí es de lejos el mejor tema del álbum y en el que no resulta difícil perderse disfrutando de los riffs más agresivos y las líneas de teclado más impresionantes de todo el disco. Con un estribillo de diez y con un grupo cohesionado y armado hasta los dientes resulta muy difícil no rendirse ante una maravilla de tal calibre. El álbum se cierra con otra de los grandes..."We´re Not Gonna Fall" pone el punto y final con su ritmo maquiavélico y marcial, demostrando que Children Of Bodom no estaban para nada muertos y que "Are You Dead Yet?" seguía conservando la esencia de un grupo mayúsculo...

© 2014 Lord Of Metal

Crítica: Weezer "Everything Will Be Alright in the End"

Si digo que Weezer no tiene disco malo, muchos se me echarán encima pero quizá sean esos que han disfrutado de Cuomo únicamente cuando sonaba en las listas o “Island In The Sun” era expoliada por una conocida marca de telefonía móvil y es que el grupo, incluso en sus discos menos populares, siempre ha tenido la virtud de tener grandes canciones. La verdad es que Weezer se sacaron tres discos magníficos de la manga; “Weezer” (1994), el infravalorado en su momento “Pinkerton” (1996) y “Weezer” (2001), el álbum verde con el que Cuomo se quiso quitar la espinita tras las malas críticas de “Pinkerton” (un disco que años después se ha convertido en todo un álbum de culto y una de sus cimas compositivas, cosas que pasan cuando los críticos pisamos el acelerador y emitimos juicios apresurados) y tras “Maladroit” (2002) la debacle de Weezer, aquellas tres primeras entregas serían difícil de superar. “Make Believe” (2005) y “Weezer” (2008), también conocido como el rojo, bajaban ligeramente la calidad del anterior pero si con “Raditude” (2009) dieron señales de agotamiento -a pesar de contener también grandes canciones- con “Hurley” (2010) hasta sus propios seguidores les dieron la espalda, por no hablar de las rarezas “Death To The False Metal”. Vuelta de Cuomo al redil con Ric Ocasek tras los mandos y se sacan de la chistera, cuatro años después, este “Everything Will Be Alright In The End”. 

Tras “Hurley” sintieron la urgencia de resarcirse y comenzaron a trabajar en el diso con Shawn Everett en el disco que nos ocupa, admitiendo que quizá –sólo quizá- el anterior les había quedado demasiado opaco, demasiado oscuro a su propio gusto pero también se percataron de que las prisas nos son buenas consejeras y abandonaron el trabajo en el estudio para darle más espacio a las canciones, componerlas con tranquilidad y encontrar el enfoque. Cuomo se dedicó a la meditación Vipassana para ver las cosas tal como son y su viaje iniciático le devolvió a la realidad con las ideas muy claras acerca de cómo debería ser el álbum y anunció que empezaría a trabajar en él en enero del 2014 junto con Ric Ocasek, que tan bien funcionó en su primer y tercer álbum. Grabado en los estudios californianos, The Village, “Everything Will Be Alright In The End” es una vuelta a la energía e inmediatez de sus comienzos, para el disco compusieron más de doscientas canciones de las cuales eligieron aproximadamente veinte y Ocasek, de nuevo, tuvo que sufrir a Cuomo repitiendo una y otra vez las mismas partes, arreglar al milímetro cada canción y escribir y re-escribir de nuevo las letras porque es verdad que en este punto de su carrera se jugaban mucho, ser una banda muerta y grabar otro disco que pase desapercibido para propios y extraños o grabar uno que les vuelva a poner en la órbita y les muestre al mundo como un grupo que aún tiene mucho que decir en estudio.

"He tenido otra pesadilla" -dice una voz de niña. "Vuelve a dormirte, cielo, todo saldrá bien al final" -le dice la madre y así se arranca "Ain't Got Nobody" con una vitalidad y una fuerza propias de los mejores Weezer, el puente es sensacional y lleno de sentimiento; "I'm livin' all alone. Nobody at home. It's hard to fall asleep I really start to freak" y en la canción no hay nadie que ame al protagonista y le diga que se vaya a dormir como en la introducción pero, aún así, tanto las guitarras como el vibrante bajo transmiten euforia. Gafas de pasta, guitarras propias del metal y nos largamos a "Back To The Shack" con lo que parece una salida de Cuomo por la tangente, ¿es verdad que sabe dónde tiene que volver? ¿que esa discoteca es una mierda? ¿qué se ha sentado con su chica y ha hecho las paces con su padre? ¿o es tan sólo una forma de mandar a la mierda a todos los detractores del grupo? Un riff sólido con una melodía juguetona y un estribillo repetitivo; "Take me back, back to the shack. Back to the strat with the lightning strap. Kick in the door, more hardcore. Rockin out like it's '94. Let's turn up the radio. Let's turn off…"

"Eulogy For A Rock Band" es, de nuevo, sobresaliente con una melodía magnífica, como deberían haber sonado hace mucho, Weezer no sonaban así desde hace años. "Lonely Girl" suena al álbum azul por los cuatro costados y eso, lejos de ser negativo, es bueno, muy bueno porque suena como "Buddy Holly" y cómo sólo Cuomo sabe pero sin llegar a caer el auto-plagio. Con gancho y resultona, para acabar de manera machacona gracias al trabajo de Patrick Wilson y el rugido de las guitarras de Bell y Cuomo. "I've Had It Up To Here" es la sorpresa del disco con Justin Hawkins de The Darkness que le aporta su inconfundible timbre, accesible y ligera pero con un tono radiante y dos sorprendentes giros al final; uno a modo de puente y otro incluyendo un solo. Suena jodidamente irresistible y fresca.

"The British Are Coming" te llevará a "Pinkerton"  pero quizá lo mejor de todo son las inflexiones entre el falsete y la voz principal del estribillo, una gozada. La simpática "Da Vinci" con sus silbidos y sus coros es, sin embargo, una de las mejores de todo el disco con ese estribillo que resume lo mejor de los californianos en pocos segundos, power pop lleno de distorsión con un toque personal y emotivo: "I couldn't put it in a novelI wrote a page, but it was awful. Now I just want to sing your gospel, I'm at a loss for words, I'm at a loss for words…", es una delicia. Como "Go Away" a dueto con Bethany Cosentino que recuerda a material suyo de los noventa y, aunque en el fondo sea inofensiva, es tan bonita que es imposible no sonreír como un idiota. "Cleopatra" es tan pegadiza como propia de Cuomo, sorprendente hasta el final y enlazando de manera magistral con el solo principal. ¿Cómo es posible que Weezer produzca un single en pleno 2014 que empiece con una guitarra acústica y una armónica? "Foolish Father" es otra a tener en cuenta, con la ayuda de Patrick Stickles, Cuomo parece librarse de lastre acumulado con su padre, es quizá la más emocional de todo el disco.

Y llegamos a "The Futurscope Trilogy", una suite dividida en tres partes; "I. The Waste Land", "II. Anonymous", "III. Return To Ithaka", todo un exceso repleto de guitarras que se calma en su parte central gracias a un piano, "Anonymous", y unos coros victoriosos para desembocar en "Return To Ithaka" en la que todo Weezer estalla en un febril orgasmo, brutal y desbocado, en el que Cuomo (convertido en Ulises) regresa a su Ítaca particular al descubrir lo mucho que ama volver a hacer música de esta forma. 

Parece ser que Cuomo entró en bucle y se obsesionó con este disco pero es que “Everything Will Be Alright In The End” es superior a “Weezer” del 2001 ("el verde", para los amigos) y es el mejor desde “Pinkerton” y eso es mucho decir, quizá el accidente de autobús en el que Cuomo casi pierde la vida, su meditación Vipassana, el crucero “Weezer Cruise” o los últimos dos discos de su propio grupo le hicieron ver la realidad, quién sabe, pero es pinchar “Ain’t Got Nobody” o “Back To The Shack” y volver a tener veinte años y eso, amigos míos, no está pagado. Ojalá que Cuomo nunca se olvide de “Raditude” y “Hurley”, es todo un genio y nos merecemos más discos como éste.
© 2014 Hal Incandenza



Concierto: Mastodon (Madrid) 07.12.2014

SETLIST: Tread Lightly/ Once More 'Round the Sun/ Blasteroid/ Oblivion/ The Motherload/ Chimes at Midnight/ High Road/Aqua Dementia/ Ol'e Nessie/ Halloween/Aunt Lisa/ Divinations/ Bladecatcher/ Black Tongue/ Ember City/ Megalodon/ Crystal Skull/ Blood and Thunder/

“Open your eyes, take a deep breath and return to life. Wake up and fight, fight for the love and the burning light” y la sala La Riviera se viene abajo en el estribillo de “Tread Lightly”, no es cuestión de suerte, el camino de Mastodon ha sido duro y se han esforzado, no son unos advenedizos, durante hora y media apabullaron con su propuesta a lo largo de dieciocho canciones que se hicieron cortas pero es que podrían haber tocado diez más, se echan en falta grandes ausentes de todos sus discos porque el repertorio de los de Atlanta empieza a convertirse en uno de los pilares del metal contemporáneo. Y es que lo he dicho en muchas ocasiones, Mastodon conservan la mística de todas esas grandes bandas de los setenta y entre sus trabajos no hay ni uno sólo que, a estas alturas, suponga un traspiés en su carrera. Les descubrimos con “Remission” (2002) y “Leviathan” (2004) y seguirles durante esta década ha supuesto un camino lleno de satisfacciones mientras hemos contemplado cómo han ido creciendo y creciendo con cada lanzamiento y cada gira pero su actitud, entusiasmo y entrega no han menguado desde aquel primer concierto suyo en el 2006 durante ”Blood Mountain” (2006) que precisamente supuso la confirmación de lo que nos había maravillado en sus dos primeros trabajos y confirmó que aquello no era un espejismo. Con “Crack The Skye” (2009) se situaron en lo más alto con un disco ambicioso y genial por igual, “The Hunter” les dio la confianza y abrió las fronteras con una propuesta más directa y melódica y “Once More ‘Round The Sun” (2014) es un disco redondo que crece con cada escucha  y, sin ser ése cambio radical que prometieron, abona el futuro marcando, sin duda, un pequeño punto de inflexión.      

Con un escenario despejado, las pantallas de Hinds y Kelliher escoltando la batería de Dailor, elevada sobre una tarima, los cabezales de las guitarras a los laterales, una lona con la portada del disco y unos láser sobre la pintura de Skinner, Mastodon salieron a por todas tras sonar Queens Of The Stone Age como música ambiente. La desquiciada guitarra de “Tread Lightly” abría el concierto mientras los músicos tomaban sus instrumentos, un estallido y la pista de la sala se convierte en un mar de empujones y brazos en alto. “Once More 'Round the Sun” se despliega sobre nuestras cabezas y con la melódica “Blasteroid”, más acelerada que en el disco, convierten de nuevo la pista en una locura. Con “Oblivion” salimos de “The Hunter” para  acabar en “Crack The Skye” pero que nadie se olvide que estamos en la gira del último disco y, por eso, se sacan de la manga “The Motherload” con un Brann Dailor enorme, alternando las voces con Sanders pero cargando sobre sí mismo con todo el peso de la canción, es impresionante ver al batería defenderse mientras entona las estrofas y deja a Sanders los puentes. “Chimes At Midnight” y de vuelta a ponerlo todo patas arriba con “High Road” que resulta ser una de las más celebradas por el público y resuena de manera épica por toda la sala.

Tras la locura de “Aqua Dementia” y nuestra vieja amiga “Ol'e Nessie” (con esas guitarras magníficas que la abren y sus constantes cambios de ritmo que nos llevan a "Remission"), llega el turno de “Halloween” con Hinds como protagonista mientras aporrea una bonita Gibson SG (hasta ese momento había usado su Flying V, Kelliher no se desprendió ni un solo momento de su nueva Gibson Les Paul Signature, tan sólo en alguna canción coqueteó con su Les Paul en Alpine White, y Sanders con su bajo Fender Jaguar en Silverbust), “Halloween” gana en directo y su estribillo funciona; "You will find spirits never rise. Without warning, feel your fate as you come alive. They're here to take you hoooome",  tanto como sus progresiones, parones y acelerones o sus abrasivos solos, sin duda una de las mejores de "Once More 'Round The Sun" y pasan de puntillas por “Aunt Lisa” para acabar en “Divinations” con toda la sala coreando; "No escapeeeeeeeeeee, biiiiiiiiiiiinding spirits" y “Bladecatcher” antes de arrancarse con el oscuro riff de “Black Tongue” de “The Hunter” y acabar el grueso del concierto con “Ember City”. El grupo está espléndido, Hinds aulla mientras Sanders disfruta del escenario campando a sus anchas y canta las partes más agresivas, Kelliher es el más tranquilo y alterna los solos, doblándolos en muchas ocasiones con su compañero, Hinds, mientras Dailor golpea con fuerza los parches y hace las voces más melódicas de todo el repertorio.

Abren los bises de manera fulgurante con “Megalodon” y “Crystal Skull” para dejar las cosas claras y, por si había algún despistado que dudase a estas alturas de su directo, arremeten con un “Blood And Thunder” agresivo y arenoso, como si el mar nos castigase en un constante vaivén de restos de madera, sangre y arpones. Así se escribe la historia y Mastodon llevan labrando su leyenda más de una década.

© 2014 Hal Incandenza


Crítica: The Smashing Pumpkins "Monuments To An Elegy"

No me gusta enjuiciar tan rápido el disco de un grupo que ha significado tanto para mí y que se resuelve en poco más de treinta minutos de duración y una portada estéticamente poco acertada pero, grosso modo; “Monuments To An Elegy” es un buen álbum. Lo digo desde el más absoluto convencimiento y además teniendo en cuenta que, a pesar de mi amor por los Pumpkins, no por ello he perdido el sentimiento crítico y he sido el primero en cuestionar los últimos diez años de Corgan. Pero, a mi gusto, la incógnita más grande de toda la carrera del grupo de Chicago es Billy en sí mismo. ¿En qué momento y por qué perdió el rumbo? Tengo una pequeña teoría acerca de ello que me gustaría compartir con todos vosotros. Creo que este disco bien merece la pena que nos extendamos más allá del me gusta o no me gusta en las canciones, no sería justo tampoco.

Kurt Cobain se despidió de este mundo con un tiro (o lo borraron del mapa, que cada cual tome la teoría conspiranoica que más le guste), a Layne Staley le perdimos también de manera inesperada (por no hablar de Shannon Hoon, Andrew Wood y tantísimos otros tristemente desaparecidos de aquella época) y, mientras sus cadáveres permanecen jóvenes y bellos como intacta su leyenda, Vedder, Cornell y Corgan (por favor, únicamente nombraré a los que disfrutaban de la primera línea, no nombraré a Thurston y Lee, Dulli, Lanegan o Arm, entre otros) han tenido que aguantar una prueba aún mayor; la de envejecer junto a su público. Así, mientras que Vedder lo ha hecho con coherencia y Cornell ha tenido que claudicar con unos Soundgarden cada vez más cansados, Corgan no fue capaz de soportar la presión de ser Billy Corgan, valga la redundancia.

“Mellon Collie” fue su último gran disco, un titánico doble esfuerzo que, a pesar de su larguísima duración, le consagraba como el gran autor que es. Ya no era el chaval que compuso el magnífico y, a ratos, psicodélico “Gish” (1991) a base de nerviosos guitarrazos, ni el icono generacional en el que se convirtió con el personal y emocional “Siamese Dream” pero en la gira “Infinite Sadness” no sólo murió Jonathan Melvoin con aquel chute de heroína junto a Chamberlin en Nueva York (en el que, gracias a Dios, el batería se salvó) sino también el propio grupo. Chamberlain fue expulsado de los Pumpkins y quizá eso explique las sintéticas bases que protagonizaron “Adore” (no así en directo con Matt Walker) pero aquello -a pesar de reclutarle de nuevo en el 99 para “Machina/ The Machines Of God” (2000)- le demostró a Corgan que su grupo era lo que él siempre había defendido (basta ver la analogía del circo en el “Vieuphoria” del 94) y así, aunque volvió Chamberlain salió D'arcy Wretzky y entró la guapísima Melissa Auf der Maur para finiquitar el grupo en una gira que se anunció como la última y definitiva, un disco que regalaron a sus seguidores como “Machina II/ The Friends & Enemies of Modern Music” (2000) y disolver definitivamente el binomio Iha/ Corgan. Es verdad que Corgan enseñó a Iha gran parte de lo que sabe a la guitarra, que Corgan es técnica y creativamente superior a él, que D'arcy no era una gran bajista pero le aportaban sensación de unidad, de pertenecer a un grupo en el que -aunque él fuese el líder- tenía que tener en cuenta a otras tres personas, quisiera o no. Como músicos, únicamente él y el todoterreno de Chamberlain (una auténtica fuerza de la naturaleza tras los parches) eran los verdaderos pilares de los Pumpkins.

Pero, pese a disolver el grupo, Billy no dejó de trabajar y fundó Zwan (una formación a la que no permitió crecer pesé a facturar un disco con buenas ideas, aunque mediano, como “Mary Star Of The Sea” en el 2003) y publicó su primer y único disco en solitario hasta la fecha, “TheFutureEmbrace” en el 2005, con el cual se asentaba ya plenamente en los devaneos electrónicos iniciados en “Adore” y confirmados con New Order, un más que interesante debut al que tampoco quiso dar continuidad. Pero a Billy este continuo errar se le hizo cuesta arriba, debería estar centrado componiendo canciones en un entorno estable que no consiguió ni con Zwan ni en solitario ya que, después del éxito conseguido con sus compañeros, sentía que la industria le daba la espalda a todo los proyectos que no firmase bajo el nombre de The Smashing Pumpkins y no le faltaba razón. Se había comido siete años desde la separación del grupo que le había dado la fama mundial y decidió volver por todo lo grande con “Zeitgeist” (2007) pero se quedó a medio gas y un experimento como “Teargarden by Kaleidyscope” (2009) que obviamente naufragó. Una década de buscar su lugar, profesional y personalmente, en la que ha llegado a organizar su propia liga de lucha libre, realizar infumables sesiones de ocho horas de música ambiental o convertir sus conciertos en toda una lotería porque el principal problema de la segunda encarnación de Smashing Pumpkins, con o sin sus compañeros de toda la vida, es la incapacidad de Corgan para aceptar su propio pasado y entender que sus canciones más emblemáticas deberían compartir tiempo y lugar sobre las tablas con las más recientes y no establecer esa absurda competición, ya perdida de antemano, contra un legado ya histórico. Las nuevas canciones de Corgan son buenas, algunas excelentes, pero nunca podrán debatirse con aquellas que el tiempo ha teñido de nostalgia e inmortalidad. Corgan nunca más tendrá veintisiete años y nosotros tampoco dieciséis, ni falta que nos hace a ninguna de las dos partes.

Pero la separación de sus compañeros, la pérdida de su madre a finales de los noventa, su búsqueda de rumbo, sus problemas con la industria y su incapacidad para aceptar lo que sus seguidores le pedían y le seguirán pidiendo cuando se sube al escenario, además de los rumores de maníaco, controlador, perfeccionista insufrible en las distancias corta y tiránico con sus músicos, han hecho que Billy Corgan tuerza el gesto demasiado a menudo y busque la comodidad de su tetería, Madame ZuZu en Illinois, y componga discos sin demasiada esperanza pero, al mismo tiempo, convencido de que sus nuevas canciones son igual de valiosas o más que las que compuso hace dos décadas, lo que no es lógico es que se lo pida a sus seguidores interpretando únicamente las más recientes y tocando con escaso interés las más antiguas y con mal gesto o acabándolas antes de tiempo. Billy es grande y debería aceptar que todas las canciones de su carrera forman un todo.

A priori, su alianza con Tommy Lee puede resultar extraña de no ser porque ambos músicos atraviesan un momento similar si se entiende que sus carreras no están en el mejor punto y pueden aprovechar su experiencia a su favor. Además, Tommy Lee es un batería enérgico, con carácter y con carisma (muchísimo, infinitamente más que Mike Byrne, sí). "Monuments To An Elegy" tiene un poco de "Oceania", algo de "Zeitgeist" y más aún de "Adore". Sintetizadores, piano y guitarras rugientes, baterías contundentes y también cajas de ritmos, Corgan suspira y usa su tono nasal para transmitir, las letras son más maduras y quizá ya no rebosen de angustia adolescente pero se agradece que, poco a poco, haya sabido reubicarse. "Tiberius" abre el álbum y quizá sea una de las mejores aperturas de un disco de los Pumpkins en años, no es que "Quasar" fuese mala, es que directamente se iba deshaciendo según pasaban los segundos y, sin embargo, la grandilocuencia de "Tiberius" mientras Corgan repite: "Your eyes are one that can't see what it means. Yet still I love you like everything. Goes and goes. Goes and goes, It goes and goes, It goes" es absolutamente gloriosa, sus guitarras y las de Schroeder se pegan como un chicle, un comienzo memorable, épico y grandioso. Corgan se encarga de los teclados, los sintetizados y del bajo ya que Nicole Fiorentino, por desgracia, ya no está con ellos tampoco.

"Being Beige" fue lo primero que escuchamos del álbum y, sin ser una gran canción, contiene todos los ingredientes de los Pumpkins, una caja de ritmos, una guitarra acústica y todos se arrancan para hacerla despegar, el riff suave de un piano y en segundo plano, marcará junto con la acústica el final de la canción, no sin antes volver a estallar. Pero la sorpresa llega con "Anaise!" y el permiso a "Another One Bites The Dust" de Queen en el bajo, una de las mejores del álbum, con energía y un estribillo magnífico, una canción realmente estupenda y toda una sorpresa. "Oceania" no era un mal disco, tenía alguna canción bella como "The Celestials" pero ninguna con la misma garra que "Anaise!", no se trata de hacer canciones agresivas o rápidas sino que tengan algo de magia, como la que nos ocupa que podría haber formado parte de "Adore" perfectamente.

"One and All" fue el segundo corte que pudimos escuchar y es más contundente, de nuevo suena a los Pumpkins por los cuatro costados, las guitarras están más presentes aún, la batería restalla y ahora Corgan ya no canta "I Am One", el enfoque cambia y la rabia es diferente pero sigue palpitando. "Run2me", sin embargo, rompe el disco por completo y lo parte por la mitad, al principio cuesta escuchar a Corgan cantando sobre una base electrónica y un sintetizador discotequero hasta que la batería se descuelga y la canción coge cuerpo de nuevo, la más floja y simple del conjunto, un pequeño traspiés pero con arrojo. Llegamos al tercer corte que pudimos escuchar como adelanto, "Drum + Fife", una pequeña obra maestra con un comienzo desconcertante y una guitarra realmente genial, buen cambio de ritmo y un buen estribillo de nuevo, fuerza y funciona, aunque no sea memorable. A partir de este momento, el álbum vuelve a cambiar y se torna más personal, "Monuments" vuelve a "Adore" y "Oceania" con un sintetizador como eje, una de las más valientes sin llegar a caer en el petardeo de "Run2me".

"Dorian" suena como un viejo disco de Depeche Mode de los ochenta, nada que Corgan no haya investigado ya en, por ejemplo, "Eye" o “TheFutureEmbrace” pero suena más atractiva y sugerente con una gran interpretación de Billy en las segundas voces. Mientras que la guitarra de "Anti-Hero" sorprende y nos hace acabar el disco con más esperanzas que nunca y ganas de volver a escuchar "Monuments To An Elegy" de nuevo. Echo de menos más presencia del bajo (excepto en la memorable "Anaise!", por supuesto), más guitarras en algunas ocasiones y menos sintetizadores pero también es verdad que Corgan ha conseguido un envoltorio atractivo y diferente después de varios intentos. Infinitamente superior a "Zeitgeist", "Oceania" y, por momentos y aunque no contenga singles claros ni haya sido compuesto con esa intención, incluso a un disco de culto como "Adore". El año que viene se publicará "Day For Night" y sólo espero que tenga algo de lo que "Monuments To An Elegy" contiene, Corgan va por buen camino y con canciones así da igual si toca "Zero" o no en directo.


© 2014 Jim Tonic


Crítica: Hozier "Hozier"

Curioso que un chaval irlandés, de un pueblecito llamado Bray al sur de Dublín, con tan sólo veinticuatro años haya llamado la atención de una manera tan poderosa con dos EPs ("Take Me To The Church" del 2013 y "From Eden" del 2014) y un álbum homónimo que, además de composiciones nuevas, recoge lo mejor de los dos anteriores y lo presenta con una duración inusual para un debut como son diecisiete canciones. Y más curioso resulta que haya pasado de tocar en bares para realizar una gira con todo vendido y un concierto en Wembley abriendo para Foo Fighters junto con Royal Blood. Pero basta pinchar "Hozier" para que todas las dudas y sorpresas se disipen porque estamos, sin lugar a dudas, ante uno de los grandes discos de este año. Una maravilla en todos los sentidos que te recordará al mejor Van Morrison con un pizca de Waits, Simone y hasta un ligero buqué a Jeff Buckley, aunque los gustos de Andrew Hozier-Byrne no sean tan rockeros como los del malogrado artista californiano.

Formó parte de Anúna, grupo coral irlandés, pero a Hozier le había picado Simone y Howlin' Wolf, tanto como para que las angelicales voces celtas del grupo de Michael McGlynn se le quedasen pequeñas. Y de esa mezcla de composiciones corales, blues, soul y folk nace su debut, mezclado con las creencias porque Hozier no es un tipo religioso pero utiliza la palabra de Dios para defender los derechos más básicos del ser humano y arrojárselos a la iglesia a la cara, para vergüenza de ésta en pleno siglo veintiuno. Han sido tres años de duro trabajo en los que ha tenido sinsabores que se han visto compensados por su insistencia y fortaleza y sólo así se entiende el éxito y la inclusión de uno de sus éxitos, "Take Me To The Church" en la que defiende la wildeana idea de un amor libre y natural, sin prejuicios o ideas preconcebidas, sin dogmas que lo enrancien y emponzoñen y es que, para Hozier, la iglesia es un impedimento para que el amor surja de manera natural dando igual si es entre individuos del mismo sexo, es un defensor de los derechos del colectivo LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y transexuales) y utiliza como inspiración la difícil situación de éstos en Rusia para ilustrar el videoclip de la canción en la que una pareja homosexual es agredida. "Take Me To The Church" tiene soul, mucho, pero también góspel  y blues, intensa y emocionalmente devastadora pero también bella y pegadiza, sentimental… ¿Qué podemos decir? Una maravilla con la voz de Hozier en primer plano junto con un piano y un puente que la hace alcanzar los cielos, una maravilla para escuchar a todo volumen o con cascos, para gourmets. 

Producido por Rob Kirwan, quien nos sonará por su trabajo de mezclado con Depeche Mode o U2 pero también Soulwax, que aquí se carga con el trabajo de productor, además de las mezclas y ayuda en la percusión, y publicado bajo Rubyworks y la todopoderosa Island, "Hozier" suena orgánico; una instrumentación básica con una guitarra de cuerpo hueco (una Epiphone Sheraton) reverberante y con un puntito de saturación muy cálida, mucho apoyo en la percusión y, sobre todo, las voces en primer plano lo que hace que parece que nos acerquemos a un disco coral, de góspel en algunos momentos. "Hozier" es la mezcla perfecto entre pop, rock, folk y góspel con un sabor bluesy. "Angel of Small Death & the Codeine Scene" recuerda inevitablemente a KT Tunstall y su "Black Horse and the Cherry Tree" pero dónde ella llevaba las raíces a lo más comercial, Hozier las hunde en la celebración más tradicional y la canción estalla con un coro en el que tan sólo nos queda soltar un "Hallelujah!". 

Pero no todo iba a ser densidad y profundidad porque con "Hozier" también puedes pasear, celebrar, montar en bici y tomarte una cerveza con tus amigos, pasear en primavera y cantar sus canciones en la playa y así pasa con "Jackie and Wilson", un tema feliz y despreocupado a pesar de su letra, ligero y pegadizo, magníficamente pop pero con estilo. Buen gusto es lo que derrocha "Someone New", con un envoltorio mínimo pero emocionante en su comienzo y, de nuevo, convirtiéndose en un trallazo de pop sin parangón en el último año según avanza con esos arreglos de cuerda y una batería crudísima, llena de vida. 

"To Be Alone" es blues y en su acompañamiento podemos sentir a Wolf y a Waits, sublime. "From Eden", sin embargo, derrocha gusto irlandés por sus cuatro costados sino fuese porque sus arreglos de cuerda son plenamente orientales y las palmas la sitúan en el mediterráneo. ¡Qué inteligente por parte de Hozier saber mezclar varias culturas de manera coherente en apenas cinco minutos y sin que se sienta forzado! A dueto con Karen Cowley se marca "In a Week"en la que sus raíces le traicionan porque a pesar de la guitarra y las palmas, la voz de Cowley les acerca a lo que podría ser Clannad, la unión de sus voces es soberbia. "Sedated" es quizá una de la más intensas junto con "Take Me To The Church" gracias a la percusión y su piano, la voz de Hozier en ocasiones parece rasgarse para volver a apoyarse en un coro e incluso, a veces y de manee a muy breve, juega con un falsete en el que se acerca a esas voces como Simone o Antony con la diferencia de que a Hozier se le quiebra y torna masculina cuando entona el estribillo; "Sedated we're nursing on a poison that never stung. Our teeth and lungs are lined with the scum of it. Somewhere for this, death and guns. We are deaf, we are numb. Free and young and we can feel none of it". 

Vuelven esas voces que le apoyan como un colchón pero también susurra y aúna en "Work Song", pura canción de iglesia en la que se sobrecargan las tintas con las voces, los arreglos, las aullantes guitarras llenas de feedback y las palmas marcando el ritmo. "Like Real People Do" podría haber sido interpretada por Cat Stevens hace treinta años y resulta deliciosa, suave y desnuda con la voz de Hozier doblada. Ahora sí, nos hundimos en el blues con un resonador, un slide y una guitarra acústica en "It Will Come Back". De manera épica comienza "Foreigner's God" y, poco a poco, irá creciendo hasta estallar en el estribillo y seguir manteniendo esa emoción del principio. "Cherry Wine" que, según el propio Hozier explicó en una entrevista, fue grabada en plena noche en un hotel abandonado, suena íntima y nocturna, sencilla pero poderosa y nos demuestra que el irlandés no necesita de toda esa fastuosa producción de la que ha hecho gala en su primer disco para grabar una canción bonita y emotiva.

"In the Woods Somewhere" vuelve a derrochar tensión que resuelve con guitarrazos de electricidad  en una canción que podría haber firmado perfectamente U2 hace muchos años de no ser por la guitarra de Hozier que, aún tan sólo acompañando su voz, derrocha blues. "Run" le acerca a Jeff Buckley (a pesar de que su voz comparta más tono con su padre, Tim), en ella navegará entre el falsete, ecos y fantasmagóricos coros basados en la repetición. "Arsonist's Lullabye" recuerda levemente a "Take Me To The Church" pero con un piano mucho más juguetón y la despedida con el blues "My Love Will Never Die" a solas es de sobresaliente a pesar del saqueo al gusto tradicional en la melodía. 

Una auténtica sorpresa que nos ha cogido a todos con el paso cambiado cuando creíamos que el año ya estaba cerrado y sentenciado. Hozier supone un aire fresco utilizando pinceles y colores del pasado pero mezclados con talento, buen gusto y una voz absolutamente magnífica. Ojalá este debut no sea un espejismo y esa gente que dice que hay que dejar crecer a los artistas, de verdad le dejen crecer. Notable es poco.

© 2014 Jim Tonic

Crítica: AC/DC "Rock Or Bust"

Si no te gusta “Rock Or Bust” eres un fan de mierda. Pues mire, ni me gusta, ni me disgusta y, mucho me temo, que ni para ellos mismos -un disco de apenas treinta y cinco minutos (el más breve de toda su discografía)- significará mucho más que una excusa para salir de gira que es lo que todos deseamos y donde demuestran de verdad su energía. Es cierto que “Rock Or Bust” tenía vocación de grande porque ya sabemos que los australianos se crecen ante la adversidad y, jugando de manera evidente con el título, podrían haber facturado un disco sólido como una roca o incluso haber salido de gira para celebrar su aniversario sin tener la necesidad de haberse embarcado en otro álbum y posteriormente, con más calma, haberlo grabado pero también es verdad que no es su estilo y que, por desgracia y a tenor de los acontecimientos que ahora ya todos conocemos, Malcolm Young padecía ya los primeros síntomas de su enfermedad incluso antes de la grabación del anterior, “Black Ice”, con lo que seguramente los planes de cualquier celebración tras aquella gira se vieron frustrados debido a su salud y por la insostenible idea de celebrar toda una vida en el rock sin uno de los fundadores y es que, por mucho que nos hayamos encariñado con ellos; ni Brian, ni Cliff, ni Phil fundaron AC/DC, sino Angus y Malcolm.

Y digo todo esto porque me habría sido extremadamente fácil desarmar este disco, lamentarme sobre la pérdida de Malcolm, especular con la situación de Phil Rudd (a la espera de presentarse ante la Corte por posesión de drogas y tentativa de homicidio) y hablar del disco de los australianos como el supuesto fracaso de unos tipos que nunca inventaron la rueda y cuestionar su afán de seguir pese a todo para hacer caja con una inevitable gira o, por el contrario, ganarme a todos los adolescentes, veinteañeros y nostálgicos que me leen y decir que el grupo de nuestros desvelos ha vuelto más fuerte que nunca y son AC/DC en estado puro, una marca, una leyenda, pero es que ni una cosa ni la otra…

Después de más de dos décadas siguiendo al grupo me siento tan decepcionado con este lanzamiento como en su momento pudieron sentirse aquellos que les siguieron en su particular travesía por el desierto ochentero con “Flick Of The Switch” del 83 (el segundo disco más corto del grupo junto con “Rock Or Bust”) , “Fly On The Wall” (1985) y “Blow Up Your Video” (1988), discos que con el paso del tiempo son disfrutables y sigo escuchando regularmente porque mi fidelidad a los hermanos Young es a prueba de bombas pero que no ofrecen recompensa alguna excepto algunas canciones destacables y la posterior recuperación, por todo lo alto, con “The Razor’s Edge” en los noventa (curiosamente, aquellos discos de los ochenta también coincidieron con la salida de Phil) Quienes digan que aquella década sentó bien al grupo están cegados, sin duda, por su fanatismo en unos años en los que, por desgracia, tanto AC/DC como Motörhead fueron asimilados por el público heavy sin entender que, tanto unos como otros, no eran más que puro y duro rock n roll con pelotas.

Con “Rock Or Bust” tengo ese mismo sentimiento agridulce de aquellos discos, me siento agradecido de compartir el mismo mundo que AC/DC, de pensar siquiera que podré volver a disfrutarles en directo, de que hayan vuelto y se hayan sabido reponer a algo tan duro como la enfermedad de Malcolm y la incierta situación de Phil pero “Rock Or Bust” es de nuevo un disco menor en la discografía del grupo y no, no lo puedo situar a la misma altura que álbumes anteriores como “Ballbreaker” (1995) al que tengo cariño y  seguramente se vea mi bracito adolescente en algún plano del directo “No Bull”, el infravalorado “Stiff Upper Lip” (2000) o incluso el flojo “Black Ice” (2008) que, nada más que por los dos acordes de “Rock N Roll Train” podrá pasar a la historia como uno de los comienzos más excitantes de un concierto de los hermanos Young, con permiso de “Thunderstruck”, claro. ¿Pero quién le pide a AC/DC que a estas alturas haga algo a la altura de su leyenda, que hagan un gran disco y demuestren algo? ¿Acaso les queda algo que demostrar? Lo cierto es que "Rock Or Bust" aburre por momentos y se hace largo por otros y eso, fuera de cualquier broma sobre evolución o innovación en los australianos, es verdaderamente alarmante.

Lo sé, hablar de evolución en la crítica de un disco de AC/DC es tan absurdo como pedirle a Brian Eno sangre en las venas y no voy a ser tan idiota de pedir algo así porque además no quiero que cambien, me resulta reconfortante volver a encontrarme con ellos. Pero, entonces ¿por qué decepciona levemente este “Rock Or Bust”? Porque no es que se repitan sino que lo hacen sin gracia en muchos momentos. El problema no es del grupo que sigue haciendo lo que mejor sabe hacer; “un par de acordes, dos riffs, ritmo machacón y rock n roll, colega”. El problema es nuestro porque esperábamos la gran vuelta de AC/DC y, claro, nos hemos dado cuenta de que son humanos, de que Malcolm está muy grave, Phil quizá nunca vuelva y esa corriente que lleva sacudiendo nuestros cuerpos con su continua alternancia desde hace décadas cada vez le queda menos tiempo de vida (además, por qué no decirlo, el videoclip de “Play Ball” es una auténtica basura). Y, por eso, cuando todos esperábamos el gran retorno del grupo, hemos bebido un trago amargo de realidad y tras ser incapaces de digerir la situación de Malcolm, no entendíamos qué pasaba con Phil, por qué no salía en los videos y qué estaba ocurriendo, en general, en el seno de la banda ante la opacidad de Young y Brian. Y quizá, por eso mismo Angus se haya cargado con todo el peso y buscó consejo en Malcolm cuando le preguntaba sobre el destino del grupo y qué hacer, si debían continuar o no sin él, quizá por eso Brian haya abandonado el pesimismo que le rondaba durante la gira de “Black Ice” cuando afirmaba que sería la última del grupo (ahora ya todo encaja e imaginamos que debía ser por la frágil salud de Malcolm) y hayan decidido echarle el mismo coraje de hace veinte años, ponerse el mundo por montera, reclutar al sobrino de los Young, Stevie, y salir a luchar pese a todo y eso, bien visto, les honra. 

Pero, claro, aquellos que grabaron “Back In Black” (1980) tras la pérdida de Bon Scott o le echaron reaños a unos difíciles años noventa para reclamar su trono en mitad del estallido del rock alternativo ahora tienen muchos años más encima y “Rock Or Bust” suena más complaciente y fácil que ninguno de los anteriores y, aunque por momentos parezca otra cosa y nos dejemos llevar por la pasión, no es un disco sólido y debería ser bien entendido como un disco de transición mientras Stevie termina por asentarse, si es que se queda como miembro definitivo, y se confirma si Phil sigue en el grupo o si, por el contrario, tendrá reemplazo. Pero, claro, hablar de continuidad con la actual situación de la banda es algo arriesgado y bastante afortunados tendríamos que sentirnos ya por el mero hecho de que hayan querido publicar material nuevo y salgan de gira una vez más, como para hablar de un próximo disco…

Por otro lado, todos los elementos que han hecho grandes al grupo están presentes en el disco y ese “sonido familiar” que dice Angus se siente en todas las canciones. Es agradable pincharlo y sentir una vez más su Gibson SG y la chillona voz de Brian, una de las bases rítmicas más famosas y reconocibles de la historia del rock, con Cliff y Phil, y lamentar una vez más la pérdida de Malcolm porque para todo aquel que no lo sepa, la mayor parte del sonido de AC/DC era debido a su Gretsch, su rítmica era la seña de identidad del grupo, esa guitarra que pasaba inadvertida para muchos mientras su hermano, vestido de colegial, se llevaba todas las miradas y él se fumaba otro pitillo más a su salud.

De nuevo Brendan O'Brien a los mandos -quien también les dijo que si la actitud de Phil continuaba siendo la misma, llegando a hacerles esperar durante diez días en el proceso de grabación, podría buscarles él mismo otro batería- grabado en Vancouver y desmintiendo los rumores que tachaban a “Rock Or Bust” de haber sido realizado a "vuelapluma" en una semana, el sonido es contundente y todo lo directo que se espera de AC/DC, lleno de nervio y electricidad. Un poquito o mucho de topicazos con “Got Some Rock & Roll Thunder”, nenas en la sexual “Sweet Candy” o la evidente y aburrida “Miss Adventure”, ramalazos de rock sin complicaciones en “Play Ball” o “Rock The Blues Away” y algún retazo de realidad como en “Dogs Of War” pero ligero, muy ligerito y abierto a interpretaciones porque no es su estilo y ni falta que les hace.

El entrecortado riff de "Rock Or Bust" vuelve a meternos en su mundo y todo nos resulta familiar, Brian nos pregunta "¿estáis preparados?" Claro que sí, y la canción se arranca sin sorpresas con un estribillo fácil y pegadizo que funcionará en directo mientras la guitarra de Angus tiene más protagonismo que nunca y es la que marca el paso de la canción. Solo con poca ganancia y mucho sabor, así se abre "Rock Or Bust" y funciona, vaya si funciona… La ya conocida "Play Ball" mejora en el contexto del disco, de nuevo cabalgamos sobre la guitarra y Brian ya no pregunta, ordena: "¡Escucha!" y un "fingerpicking" es alternado con la clásica progresión de acordes rasgados de Young, la batería es marcial y tan básica y funcional como siempre; charles, caja y bombo y a marchar. El solo de "Play Ball" con mucho más nervio e integrándose perfectamente en el puente, del video y su horrorosa realización mejor no hablamos porque lo que importa es la música.

"Rock The Blues Away" aunque no es un alarde de originalidad y vuelve a la senda del rock más directa, me gusta especialmente por su tono festivo y sus coros, es alegre y vacilona, fácil de tararear, ligera, con un sabor estupendo y una producción tan impecable que a veces parece que estemos escuchando un clásico del mejor hard contenido de los ochenta. "Miss Adventure" fracasa porque con un riff tan demoledor y un riff tan machacón podría haber dado mucho más de sí. Los coros de nuevo son magníficos, realmente estupendos pero el grupo se enquistará al final en el genial riff de Young durante más de un minuto en el que no se les ocurre otra solución que volver al estribillo de forma insistente y se hace larga, demasiado larga, todo un crimen si tenemos en cuenta que dura apenas tres minutos. "Dogs Of War" levanta el pie del acelerador y pese a su ritmo tampoco termina de convencer, mucho más oscura y pesada, Johnson suena bien, muy bien y cambiará de melodía en más de una ocasión, se le siente cómodo, pero la canción no da más de sí.

"Got Some Rock & Roll Thunder" es divertida gracias a sus palmas y la guitarra de nuevo es sobresaliente, esto no ya no es hard rock sino rock sin complicaciones, lo que ocurre es que es tan, tan previsible que carece de emoción, parece que estamos atascados en un bucle y desde el primer minuto no hay ni una sola sorpresa. "Hard Times" y su cadencia bluesy, sin embargo, enganchan desde el primer segundo y es agradable pero, ¿dónde está ese gran estribillo de AC/DC? ¿Dónde está ese subidón, ese empujón, esa descarga de energía y emoción? Lo grandioso de "Hard Times" son los fraseos de Angus Young, fraseos porque no pasan de unos segundos, pero que se clavan tanto como el último solo escalando a las notas más altas, lo mejor del corte. "Baptism By Fire" promete más de lo que ofrece, volvemos a acelerar el tempo y parece que la canción va a comernos, Johnson no fuerza tanto la voz y esta vez es Young el que entra y sale cuando quiere de la sólida base de Cliff y Rudd pero la canción no termina de cuajar, de eclosionar; nos añaden tensión durante la estrofas y parece que todo va a estallar pero nunca llega a ello.

¿Es Robert Plant? No, es Brian Johnson y AC/DC nunca sonó tanto por Zeppelin como en "Rock The House", así sí. Vibrante, rocanrolera y llena de actitud con una guitarra más cercana a Page que a la del propio Angus, puro rock pero el estribillo vuelve a estrellarse porque, desde luego, no es para nada un derroche de originalidad y el solo del final, del último minuto; es un autoplagio descarado. Aún así, "Rock The House" cambia el perfil disco cuando parecía ya condenado desde "Miss Adventure". Seguro que "Sweet Candy" es aprovechada para vacilar en las primeras filas de los conciertos y que Brian ofrezca "su caramelo" a las chicas de la audiencia mientras las enfocan con las cámaras y alternan con alguna que otra animación picante o Angus se quita la corbata, la camisa o los pantalones pero en disco marca claramente un final anticipado nada original. Para despedirse, "Emission Control" y de vuelta al rocanrol más zeppeliniano pero sin chispa o maldad, eso sí; la guitarra de Angus aún suena indómita y, por lo menos, se disfruta.

Así de sencillo, “Rock Or Bust” entra bien y se digiere con facilidad, demasiada, con once canciones sencillas, efectistas y sin complicaciones, tan inofensivas que, a excepción de tres o cuatro, el resto ni suman, ni restan... Nada nuevo bajo el sol y quizá así sea mejor, es tan sólo una buena excusa para que se lancen a la carretera, que decidan grabar un disco así de poco emocionante es lo de menos si podemos estar una vez más en comunión con ellos en directo.

© 2014 Jim Tonic

Crítica: Soundgarden "Echo of Miles: Scattered..."

Todos recordaremos esa escena de "El club de los poetas muertos" en la cual el gran Robbie Williams, en su ya eterno papel de profesor John Keating, exclamaba "Excremento, eso es lo que pienso. No estamos hablando de tuberías, sino de poesía" ante una clase llena de chavales cuando hacía leer a uno de ellos la respuesta del autor J. Evans Prittchard ante la pregunta; "¿Cómo entender la poesía?". Para aquellos que no hayan visto la película o no lo recuerden; "Para entender a fondo la poesía debemos antes familiarizarnos con su métrica, rima y figuras retóricas y luego hacernos dos preguntas: Primera ¿con cuánto talento se ha conseguido el objetivo del poema? Segunda, ¿qué importancia tienen dichos objetivos? Una vez estas dos preguntas estén contestadas… la pregunta número uno mide la perfección del poema, la pregunta número dos mide su importancia… Si se anota la perfección del poema en la línea horizontal de un gráfico y su importancia en la vertical, el área conseguida de esta manera por el poema nos da la medida de su valor. Así, un soneto de Byron podrá obtener una nota alta en la vertical, pero una mediocre en la horizontal… ”

Y os recuerdo todo esto porque con "Echo of Miles: Scattered Tracks Across the Path" tenemos dos opciones; refugiarnos en la nostalgia de nuestros años adolescentes e intentar valorar llenos de entusiasmo el que Soundgarden se descuelguen a estas alturas con un disco de rarezas o recurrir a Prittchard, hablar de tuberías y hablar de números para darnos cuenta de que Soundgarden están actualmente muertos y nos llevan alimentando años con sobras los últimos veinte años, tanto en estudio como en directo. Desde 1996, su "Down On The Upside" (gira en la que, por cierto, estuvimos) y su separación, Cornell y los suyos han publicado "A Sides" en el 97 (que no deja de ser un grandes éxitos), otro más con "Telephantasm" (2010) y la excusa de "Black Rain", el directo "Live on I-5" en el  2011, "Live To Rise" del 2012 para la película de Marvel, un disco como "King Animal" el mismo año, el único con material nuevo y el resto un maremágnum de singles, reediciones y aniversarios totalmente inusual para un grupo como ellos. ¿Debo pensar que tras la errática carrera de Ben, la mediocre y fallida de Cornell tras "Euphoria Morning" (¡del 99!), la de Thayill como locutor de radio y padre o la espantada de Cameron a Pearl Jam para consolidarse como el gran batería que es hay un átomo de integridad en este regreso por mucho que Krist Novoselic diga lo contrario? Hablamos de uno de los grupos de la "escena Seattle" que más recopilatorios, reediciones, singles y aniversarios ha publicado con todos sus miembros aún vivos.

"Echo of Miles: Scattered Tracks Across the Path" pretende dibujar el camino de la historia del grupo a través de sus canciones menos conocidas; rarezas, descartes o temas incluidos en bandas sonoras y otros recopilatorios que tendrá poco éxito por varios motivos: el que ya las conozca no encontrará nada nuevo bajo el sol, el que no las conozca y no haya disfrutado del universo de Soundgarden hasta ahora no verá nacer su devoción o fanatismo en un disco, por ende, irregular, insostenible y opaco en algunos momentos (tanto que es únicamente entendible si lo defendemos con las sempiternas palabras "recopilación" y "rarezas") y, por último pero no menos importante (y seguramente los que compongan el grueso del público de "Echo Of Miles"), lo escuchará ese segmento que conoce a Soundgarden de manera superficial y se permitirá el lujo de reivindicar o criticar su carrera con temas que para nada la representan ni aún en la oscuridad de una "cara b". Sobre los fanáticos del grupo, esos que antiguamente se autodenominaban "caballeros de la mesa cuadrada" no diré nada porque bastante tienen con coleccionar todo lo que firma Cornell en dos décadas de auténtica sequía...

Como seguidor del grupo, pero no por ello carente de sentido crítico porque sé que pueden darnos más, claro que es un placer reencontrarse con aquel disco que todos compramos en los noventa, el "Sub Pop 200" y su "Sub Pop Rock City" que sigue sonando divertida aún hoy y es el perfecto contrapunto para poder comparar el aburrimiento en el que se ha convertido la banda sobre los escenarios en esta década, la cara b que es "Toy Box" (puro Sabbath) o la desquiciada "Heretic" del EP "Loudest Love" nos pintan a unos Soundgarden ácidos, corrosivos, potentes y chirriantes, como a un Cornell que se deja la garganta en "Fresh Deadly Roses". "H.I.V. Baby" suena como un tren  y "Cold Bitch" (del "Superunknown" y su single "Spoonman") nos demuestra que su disco del 94 podría haber dado incluso más de sí (qué poderío el de Cornell...) pero también hay naderías como "Show Me" de otro disco que, por cierto, todos compramos en aquella época; "No Alternative". Todos conocíamos "She's a Politician" y, obviamente, es una canción menor lo que no ocurre con "Birth Ritual" de la película de Crowe "Singles" (en español, "Solteros", inolvidable Matt Dillon en ella) que es una auténtica maravilla. "She Likes Surprises" (hermana menor y bastarda de "Black Hole Sun"), "Blind Dogs" y "Exit Stonehenge" ahondan en el mejor año del grupo como sorprende que "Bleed Together" no fuese incluída en "Down On The Upside" o, mejor aún, hubiesen hecho un disco más contenido y así publicado dos verdaderamente potentes.

De nuevo incluyen "Black Rain" (ahora, pensemos de nuevo; la jugada de "Telephantasm" fue esta canción como promocional), la mediocre "Live To Rise" que se encuentra entre lo peor que haya podido facturar el grupo en su historia (y no exagero, un autoplagio flagrante con el sonido más típico de Soundgarden, las horrorosas estrofas heredadas de la abominable carrera en solitario de Cornell y un estribillo aburrido y predecible) pero, aún hay más, porque igual que "Telephantasm" tenía "Black Rain" como reclamo, "Echo Of Miles" tiene "Storm", un descarte puro y duro, una canción menor por mucho que Jack Endino haya querido insuflarle vida y "Kristi" que únicamente excitará nuestros alvéolos pulmonares con todos los posibles bostezos que seamos capaces de tener en sus cinco minutos y medios de tedio.

La única forma de sostener este disco es con el fanatismo, con la nostalgia de todos aquellos que crecimos con el grupo y seguimos suspirando con sus discos de los noventa pero creo que todos esperábamos más de Soundgarden incluso en un disco de rarezas porque quizá no era su momento y sí el de demostrar que pueden seguir componiendo material que no esté tan muerto y helado como el que muestra la portada de "King Animal".

© 2014 Jack Ermeister