Es cierto que Volbeat han logrado un lugar destacado en la escena gracias a su capacidad para fusionar elementos de hard rock, groove metal, rockabilly y toques de country, creando un sonido distintivo que les ha valido un éxito comercial, aunque en este caso sí que hayan tenido que comprometer su esencia. Su noveno álbum, “God of Angels Trust” (2025), llega tras el aclamado “Servant of the Mind” (2021), un trabajo que marcó un retorno a sus raíces más pesadas aunque, en lo más personal, no me convenciese. Y es que sigo opinando que el último álbum destacable de los daneses sigue siendo “Guitar Gangsters & Cadillac Blood” (2008), culpando a su éxito como único detonante de la gira eterna en la que Poulsen parece haber vivido los últimos quince años, el agotamiento físico y creativo y los cambios en su formación. En “God of Angels Trust” (2025) nos encontramos a Poulsen, junto al baterista Jon Larsen y el bajista Kaspar Boye Larsen, centrados en un enfoque más instintivo, abandonando estructuras convencionales de composición para entregar un trabajo que, aunque no sea revolucionario, mantiene la energía característica de la banda. Y he aquí el primer punto negativo de un álbum que suena fantástico pero en el que Volbeat juegan en un terreno seguro, lo que genera un álbum que, aunque es sólido, no siempre alcanza las alturas de sus mejores momentos, La ausencia del guitarrista Caggiano (un guitarrista que nunca terminé de asimilar a Volbeat), quien dejó la banda en 2023, se siente en ciertos pasajes, aunque Flemming C. Lund (también integrante de Asinhell) aporta vibrantes solos que enriquecen el sonido de la banda, convirtiendo a “God of Angels Trust” (2025) en un esfuerzo que equilibra la familiaridad con algunos destellos de frescura, pero su duración más corta y ciertas inconsistencias impiden que alcance el estatus de obra maestra.
“Devils Are Awake” arranca el álbum, un tema que irrumpe con un riff thrashy que recuerda a Metallica, estableciendo un tono agresivo que garantiza el retorno a los orígenes más crudos de Volbeat, similares a los de “Guitar Gangsters & Cadillac Blood” (2008). Poulsen canaliza toda la energía visceral de aquellos momentos en su voz, en ese intento eterno por evocar a James Hetfield y Elvis Presley, aunque a mí me irrite en sobremanera y lo asemeje más a un tirolés hipertrofiado. “By a Monster’s Hand”, el primer sencillo, mantiene esta intensidad con un ritmo de medio tiempo y un solo de guitarra de Lund que brilla por su precisión. Sin embargo, “Acid Rain” baja el ritmo con un enfoque más melódico, casi de balada, que resulta agradable pero algo predecible, reminiscente de los momentos más facilones de “Seal the Deal & Let’s Boogie” (2016). Por otro lado, “Demonic Depression” sorprende con su ferocidad, combinando blastbeats y furiosos riffs que bien podrían encajar en un disco de groove de bajo octanaje, mientras que “In the Barn of the Goat Giving Birth to Satan’s Spawn in a Dying World of Doom” destaca por su título extravagante y su mezcla de riffs sabbathianos con un toque de psicodelia rockabilly. Larsen demuestra su versatilidad en la batería, adaptándose a los cambios de tempo con facilidad. Sin embargo, canciones como “At the End of the Sirens” se extienden más de lo necesario y “Time Will Heal”, aunque emocional, se siente algo genérica, con un aire pop que recuerda a bandas como The Killers, por increíble que parezca. “Better Be Fueled Than Tamed” recupera la fuerza con riffs robustos, pero el cierre con “Enlighten the Disorder (By a Monster’s Hand Part 2)” no logra destacar, sin añadir nada al conjunto.
En términos generales, “God of Angels Trust” (2025) es un álbum que cumple con las expectativas de los seguidores de Volbeat, ofreciendo una mezcla de su sonido característico con algunos guiños a sus influencias más pesadas. La producción de Jacob Hansen, colaborador de larga recorrido, asegura un acabado pulido, aunque la rapidez con la que se grabó el disco —en apenas cinco semanas— deja algunos momentos que carecen de profundidad en el apartado lírico. Comparado con “Beyond Hell/Above Heaven” (2010), que marcó un pico creativo, este trabajo se siente menos ambicioso, aunque más enfocado que “Rewind, Replay, Rebound” (2019). La voz de Poulsen sigue siendo lo más característico, cargada de carisma, y el trabajo rítmico de Jon Larsen y Kaspar Boye Larsen sostiene la energía del álbum. No obstante, la falta de riesgo y algunos temas que no logran enganchar del todo hacen que el disco no alcance el nivel de sus obras más memorables, quedándose a medio camino entre la grandeza y la comodidad.
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