Crítica: Iron Maiden "The Book Of Souls"

Me pregunto a quién están dirigidos los últimos discos de Iron Maiden; si a los seguidores más veteranos (esos para los que el grupo significa algo verdaderamente importante tras años y años de giras y honesta militancia en sus filas) o a esos otros más jóvenes que, sin criterio todavía, aplauden cada movimiento del grupo porque no han vivido otra época mejor y, en el fondo, son Iron Maiden que , tal y como asegura Andy Copping (organizador del Download Festival), dentro de diez años seguramente ya no les tendremos en activo y debemos rendirles pleitesía a pesar de saber que sus días de vino y rosas ya pasaron para convertirse en una fábrica de camisetas que sale de gira cada dos años y vive de los refritos de antiguas glorias. Y hago esa amarga reflexión tras escuchar una docena de veces "The Book Of Souls", el decimosexto álbum de los ingleses, y darme cuenta de que es igual de flojo o más que "The Final Frontier" (2010) con el enorme defecto de tener aún más minutos que aquel y eso ahora que, paradójicamente, gozan de una popularidad y un estatus que nunca nadie -ni siquiera ellos mismos- se habrían imaginado hace treinta años. Justo ahora, cuando sus discos cada vez dejan menos huella en mí, sabiendo lo poco popular que resulta una crítica del último disco de Maiden si admito que éste no está a la altura cuando hordas de críos aseguran lo contrario. Como cuando defiendo que su último gran disco fue "Fear Of The Dark" (1992) y muchos chavales se echan sobre mí pero es que desde aquel la carrera de Maiden ha sido serpeante y desigual como pocas, algo innegable. "The X Factor" (1995) y "Virtual XI" (1998) con Blaze al frente ("el mejor cantante que Maiden ha tenido y tendrá", según el propio Steve Harris para la revista Kerrang! en aquella época) fueron dos grandes descalabros comerciales de los que tardaron en reponerse, aquella fue quizá la época más baja de popularidad del grupo pero también la más valiente tras la deserción de Dickinson y, dejando al margen estúpidos videojuegos, innecesarios partidos de fútbol y recopilatorios, lo cierto es que no fue hasta la vuelta de Bruce (también tras su fracaso comercial en pleno auge del rock alternativo y con el pobre de Bailey, injustamente tratado, haciendo mutis por el foro) que Maiden volvió a flote. Corría el año 2000 (muchos de los que me leen no se habrían destetado seguramente, como para discutirme lo que viví de primera mano, mientras que otros lo recordarán como uno de los grandes momentos de la historia del grupo) y volvieron con un disco dignísimo y notable como "Brave New World" que les situaba de nuevo a la cabeza del panorama metálico, con Bruce en plena forma y una gira auténticamente espectacular, llena de energía y entrega, que hacía presagiar lo mejor y así fue incluso con la siguiente "Give Me Ed... 'Til I'm Dead Tour" del 2003 en la que interpretaban todos sus clásicos para nuestro deleite con "The Wicker Man" y "Brave New World" como únicas paradas obligadas en un repertorio inmortal o curiosidades como "The Clansman" (que siempre me sorprendió que Bruce accediese a interpretar) pero después de aquello el irregular "Dance Of Death" (2003) cuyas canciones pinchaban en directo palideciendo frente a los clásicos hacía temernos lo peor y tan sólo el estupendo "A Matter Of Life And Death" (2006) mantenía el tipo sin llegar, por supuesto, a la altura de "Brave New World" pero todavía quedaba "The Final Frontier" (2010) cuyo supuesto éxito (ya que aseguran que es el álbum con mejores ventas de Maiden en los últimos tiempos), sin embargo, irónicamente se vio reflejado y sin cortapisa que valga en la amputación de una gira que prometía ser mucho más extensa y la operación "in extremis" que supuso sacarse de la manga un forzadísimo "Maiden England World Tour" que se alargó hasta el paroxismo. Pero, ¿por qué tan sólo once meses de gira para un disco tan exitoso como aseguran?

"The Final Frontier" (2010) no era tan horrendo, sí únicamente correcto, pero es que no hay peor diagnóstico de muerte que cuando los álbumes son tan sólo excusas para lanzarse a la carretera y mientras que "Maiden England Tour" duró dos largos años, "The Final Frontier World Tour" únicamente uno (del verano del 2010 al 2011).  ¿A quién se le ocurre hacer una gira homenaje el doble de extensa que la del disco original que la precede, cuál es el motivo? Claro síntoma de que la nostalgia vende mucho mejor que una mediocre novedad por mucho que tu empresa sea Iron Maiden y seas cabeza de un festival. Para los más incrédulos, el caché también varía dependiendo del repertorio y el artista no se embolsa lo mismo durante dos horas perladas de clásicos que presentando canciones que llevan pocos meses en el mercado, que se lo pregunten a Harris y su "exitoso" "The Final Frontier" o, mucho mejor, "British Lion" paseando palmito por bares y salas de pequeña capacidad sin agotar.

Pero a finales del 2013, Dickinson anuncia que están trabajando en canciones nuevas que finalmente grabarían entre septiembre y diciembre del 2014 tras el "Maiden England World Tour", en los estudios Guillaume Tell de París y de nuevo con Kevin Shirley. ¿Es tan sólo una casualidad que volviesen a los estudios de "Brave New World" con el mismo productor de aquel? Lo cierto es que no había nada de fortuito en ello cuando Dickinson respondía en las entrevistas que grabar de nuevo allí les traía buenos recuerdos por aquel magnífico disco y aseguraban que aún se conservaba parte de la magia de aquellas grabaciones. Por desgracia, seguían empeñados en las composiciones de larga duración; me resulta del todo inconcebible que un grupo como Iron Maiden se fuerce, como ya anunciaban en la promoción de "A Matter Of Life And Death" (y desde aquel entonces seguimos en ello), en explotar su vena supuestamente más progresiva tendiendo a los largos desarrollos y en "The Book Of Souls", por supuesto, no es una excepción sino que lo potencian; hablamos de un disco inusualmente largo que bien podría paladearse en dos partes si queremos disfrutarlo y asimilarlo sin que la experiencia se torne en desesperante porque, seamos sinceros; hay que estar en un gran momento creativo (algo que desde ya podemos descartar en el estudio de Iron Maiden) para ser capaces de mantener el nivel, la tensión y, lo más importante, el interés del oyente a lo largo de dos discos de material totalmente nuevo; más de una hora y media con canciones como "If Eternity Should Fall" con más de ocho minutos, "The Great Unkown" (casi siete), "The Red And The Black" (trece y medio), "The Book Of Souls" (más de diez), "Shadows Of The Valley" (siete y medio) y la eterna "Empire Of The Clouds" con dieciocho, en un ejercicio onanista y de escasa autocontención por parte de Bruce como pocos se recuerdan, superando a "Rime Of The Ancient Mariner". Y todo esto si tenemos en cuenta que la media de duración de su mayores éxitos son de cuatro minutos.

Como también es inevitable mencionar en este "The Book Of Souls" y su historia la terrible noticia que supuso el cáncer de Bruce que, gracias a su enorme fuerza y determinación, ha superado con éxito siendo las pistas del álbum grabadas con anterioridad. Lo curioso de ello es que pese a que Bruce suena con fuerza, según su garganta ha ido envejeciendo lógicamente ha perdido potencia pero su interpretación también se ha tornado más exagerada o melodramática y en determinados momentos -como el propio single "Speed Of Light" o "Empire Of The Clouds", como claros ejemplos- suena forzada, como si Dickinson cantase emulando su tono e imitase sus propios tics, ya no hablamos de "Empire Of The Clouds"... Como también es curiosa la polémica portada (cuya estética y nueva encarnación de la mascota más famosa del rock ha dividido a los seguidores del grupo desde su filtración), obra de Mark Wilkinson y en la cual apreciamos a un Eddie transmutado en antiguo maya y mirando con fiereza bajo el logo más clásico del grupo. Curioso que la civilización maya no tenga ningún "libro de almas". 

"If Eternity Should Fall", según Harris compuesta por Bruce para su propio nuevo disco en solitario (como también "Speed Of Light", "Death Or Glory" y "Shadows Of The Valley"), comienza de manera extraña para estallar de manera épica y en un tono mucho más pesado del que nos tienen acostumbrados y unos coros excepcionales pero, curiosamente, no alcanzaremos el clímax hasta bien avanzado el tema y cerca del final cuando requiebran y nos emocionan. El bajo de Harris suena fortísimo y lo agradezco y las guitarras de Murray y Smith, a pesar de la contundencia de la canción, suenan brillantes en cuanto a tono. "Speed Of Light" y su comienzo con Nicko golpeando un cencerro nos hizo a todos torcer el gesto, los primeros segundos suenan muy alejados del metal clásico que suelen practicar Maiden y sí como el hard rock angelino de finales de los ochenta/primeros de los noventa pero pronto coge cuerpo y las guitarras dobladas hacen acto de presencia. Es un buen single que mantiene la continuidad pero con una letra totalmente infantil, es una canción gris; gustará a los seguidores que piden poco al grupo, es un sonido plenamente reconocible pero como composición no es brillante ni tiene gancho. El videoclip homenajea la historia de Maiden con decenas de guiños a sus portadas (tanto singles como álbumes) y videojuegos clásicos como Donkey Kong, Turok, Doom, Megaman o Mortal Kombat entre otros. Es simpático pero, personalmente, habría agradecido algo más de implicación por parte del propio grupo y aunque esté muy vista la interpretación de las canciones en videoclips, me habría gustado la aparición de los músicos en algún que otro momento.

"The Great Unknown" de Harris y Smith y volvemos a un ritmo mucho menos dinámico, más pesado y denso pero sin resultar aburrido, de ella me gusta la melodía y el magnífico trabajo de Smith y, por supuesto, Murray (cuya labor a lo largo del disco es digna de mención mientras sigo buscando sin éxito el rastro de Gers que si hará acto de presencia en la composición al final de la primera parte del álbum) mientras que "The Red And The Black" de Harris, se hace excesivamente larga a pesar de la constante sucesión de riffs y fraseos de éste; catorce minutos en los que podemos salvar la magnífica ejecución de los músicos en una oleada sin sentido de cambios de tercios y puentes. Un acierto es "When the River Runs Deep" (de nuevo por el tándem; Harris/ Smith) cuya melodía es magnífica y sus primeros segundos auténticamente fulgurantes pero su recuerdo lo emborrona la homónima, "The Book Of Souls", un corte pretencioso y cargante de más de diez minutos que cierra la primera cara -o lo que podría ser el primer disco- de manera excesivamente forzada y teatral (algo que se volverá a repetir con la final "Empire Of The Clouds" en la que Bruce toma como inspiración el desastre aéreo del inglés R101 en 1930 y que, aparte de tener el dudoso honor de ser la canción más larga del grupo desde 1984 es también la que más tiempo han tardado en componer y registrar; seis semanas). En ella nos encontramos al propio Dickinson sentado al piano por primera vez en la historia de Maiden y es que no sé si muchos de los que leen esta crítica estarán de acuerdo en que Dickinson debería obviar su vena más teatral, más operística en cuanto a contar historias e ir, en cambio, a la yugular. ¿Alguien recuerda lo que suponía la interpretación en directo de una canción como "Paschendale" en la gira del 2003 con Dickinson envuelto en una capa apareciendo y desapareciendo a lo largo y ancho del escenario convirtiendo el concierto en una insoportable opereta? Pues esa misma sensación es la que uno tiene cuando escucha canciones como "The Book Of Souls" o "Empire Of The Clouds" en las que, por muchos cambios y partes que podamos encontrar, la sensación es de estar abandonando la antesala del aburrimiento para entrar de lleno en plena fase REM. ¿Son necesarios dieciocho minutos? En algunas canciones puede, en ésta no.

"Death Or Glory" de Dickinson y con la ayuda de Smith, por suerte, nos despierta y, aunque la historia que cuenta pertenezca a la Primera Guerra Mundial, es tan dinámica que rompe y rasga el anticlímax alcanzado con la anterior como ocurre con "Shadows Of The Valley" de Gers a la que quizá (cáptese mi ironía) le sobren dos o tres minutos para subir de nota a pesar de que Gers se enmiende respecto a su anterior intentona. Otra tónica de "The Book Of Souls" es el constante contraste entre el cariz de la canciones que, si bien resultan más oscuras que de costumbre, alternan grandes momentos con pasajes mucho más flojos y una cima que tarda en llegar y suele ser en la recta final de éstas como la alternancia entre temas que podrían haber funcionado mucho mejor, "Shadows Of The Valley", y composiciones como la melancólica "Tears Of Clown" (de Harris y supuestamente dedicada a Robin Williams) que, sin poder decir que no estén a la altura, no encuentran su sitio en el tono general del álbum y mucho menos tan cerca del desenlace, un medio tiempo con tintes tristones que no termina de cuajar. Siendo claramente superior la primera parte del disco, no sería justo obviar "The Man Of Sorrows" como último rayo de luz con Murray en auténtico estado de gracia, Smith secundándole y la línea de bajo de Harris haciendo de las suyas mientras escuchamos a Nicko al galope y Bruce sobre ellos en una de las canciones más acertadas del álbum antes de que nos rematen con la mencionada "Empire Of The Clouds" en la que tenemos que darle la razón al vocalista cuando dudaba acerca su inclusión dentro del tono y el ritmo del disco. Quizá Harris no tenía que haberle convencido y haberla descartado, no es que no posea calidad es que, sencilla y llanamente; no pertenece a este disco.

El primer disco doble de Maiden, el más extenso, el más denso, uno de los más esperados y, por consiguiente; carente de contención como también unión y es que, a pesar de que Harris asegure que no es un disco conceptual, el oyente más avispado podrá encontrar que hay un poco del alma de cada álbum de Maiden y quizá en ello resida su leitmotiv pero, a pesar de ello, no hay un nexo común y evidente que lo dote de coherencia. Pena que Dickinson, Harris, Murray, Smith, Gers y McBrain no hayan puesto más cabeza y menos alma; doce canciones de cuatro o cinco minutos y a volar.

© 2015 Jack Ermeister