Crítica: Nirvana "Nevermind" 20th Anniversary

Cuando tenía trece o catorce años recuerdo que no escuchaba otra cosa que Nirvana. Y, como todo lo que realmente amas en la vida, ahora que han pasado un montón de años sigo escuchando a Nirvana y puedo asegurar que lo seguiré haciendo hasta el último de mis días. Me resulta del todo imposible intentar explicar lo que sentí la primera vez que escuché "Nevermind"; aquella batería, esas guitarras, aquel bajo y esa voz tan desgarrada, quedé hipnotizado. Pero con Nirvana me ha ocurrido lo que nunca con ningún otro grupo (y creedme que he escuchado cientos y cientos de discos, bandas y asistido a miles de conciertos) y es que todos y cada uno de los discos de Nirvana me impactaron de sobremanera a la primera escucha. Pensarás que es fácil ya que el grupo de Kurt tan sólo tiene tres discos de estudio. El primario y crudo "Bleach" (1989), el pulido y potente "Nevermind" (1991) y el acidísimo y chirriante, a la postre mi favorito, "In Utero" (1993). Puede ser que sea así pero, desde el pantanoso bajo de "Blew", pasando por el arrollador comienzo de "Smells Like Teen Spirit" o el estallido de mala leche que es "Serve The Servants" todos los discos del grupo más famoso de Seattle te revientan en la cara. Y tampoco podríamos olvidar ese "Dive" del "Incesticide" (1992) o el melancólico "About A Girl" del "MTV Unplugged" (1994). 


Kurt Cobain mató al Metal cuando se puso unas enormes gafas de pasta blanca en fotos promocionales  o apareció ataviado de fiesta con un vestido de mujer en un programa como Headbangers Ball. Ahí teníamos a un tipo que, sin quererlo, había acabado con todo un estilo y cientos de bandas, que estaba revolucionando la música con tan sólo cuatro acordes (perdón, quintas) y, lo mejor de todo, es que él mismo le quitaba importancia al asunto. Si tenía que salir en un programa de televisión y destripar y burlarse de "Smells Like Teen Spirit" o saltársela en un concierto lo haría. Lo que hizo grande a Kurt no fue su música, ésta no era nada nuevo; a las melodías más luminosas pop (beatles y, en general, cualquier cosa "happy pop" de los sesenta) añadía la oscuridad del hard rock de los setenta y la actitud y poca pericia punk de finales de los setenta (Sex Pistols) y los undeground ochentas (Black Flag, Butthole Surfers) bajo las capas de ruido y acoples de Sonic Youth o My Bloody Valentine pasando por la túrmix las lecciones aprendidas de los Pixies. ¿Entonces que es lo que hizo grande a Nirvana y a Kurt una leyenda? 


Durante "Smells Like Teen Spirit"
Nirvana se hicieron grandes porque, a pesar de su poca originalidad, tenían a Kurt (así de simple, no me lo discutas) con una personalidad tan arrolladora y una sensibilidad tan exquisita para el pop como los más grandes. Y Kurt era leyenda (olvidémonos del ampuloso nihilismo de muchos críticos) mucho antes de volarse la tapa de los sesos un lluvioso día de 1994 en Washington. Kurt ya era leyenda cuando vivía. ¿Por qué? Por ser él mismo. Y con esta reedición se plantea (como con todo el material del grupo) un importante dilema moral acerca de lo que es ético o no. En los tiempos que corren hemos visto una auténtica marea de ediciones de los discos con más éxito de los últimos años intentando salvar los desastrosos resultados económicos que la crisis e internet han producido en la industria discográfica. Todas estas reediciones -algunas totalmente lógicas otras no tanto- intentan atraer de nuevo al gran público con el falso reclamo del homenaje, del recordatorio, incluyendo numeroso material inédito en maravillosas y lujosas presentaciones que se olvidan de su carácter conmemorativo y divulgativo cuando el incauto comprador, invadido por la nostalgia, pasa por caja de nuevo con un disco bajo el brazo que ya tienen en casa y se saben de memoria. Desde luego, la jugada es redonda. Os contaré mi caso; lo tengo en cinta y en "cedé" (ambos comprados en su momento), también en vinilo (lo conseguí años después a un precio al que no me pude negar), tengo todos los singles (excepto el cotizado "Love Buzz" de Sub Pop y el carísimo "Pennyroyal Tea"), promos e incluso el "Hormoaning" japonés por no hablar de los piratas y cintas con decenas de extrañas grabaciones y tomas en directo. ¿Me resultaba necesario volver a comprarme el "Nevermind"? Es algo irracional, no lo puedo explicar ni justificar pero sí, era necesario. Por lo menos para mí. 


Pero hay algo más, sí, algo más que hizo muy grandes a Nirvana y a Kurt. Como en el punk, Nirvana demostró a miles de chavales que para tocar sólo hacía falta eso mismo; tocar. ¡Apaga la tele y enciende tu guitarra, toca, toca y toca sin parar, compone y no te preocupes si tu equipo no es todo lo bueno que podría ser, si tu amplificador cruje, tu guitarra es de las baratas y sabes hacer poco más que dos o tres acordes, tú tan sólo preocúpate de tocar! Kurt demostró que el único arma que necesita un chaval con aspiraciones es la pasión. Ni siquiera necesitas cambiarte de ropa y maquillarte, ponte tus vaqueros de siempre, una camiseta de tu grupo favorito y súbete al escenario. ¡Tú puedes, vaya si él pudo !

Y respecto al debate ético, éste es el mismo que se abre una y otra vez cuando se publica material de Elvis, Hendrix, Mercury, Joplin, Dio o Buckley. ¿Es necesario exprimir el legado de estos artistas una y otra vez cada año, cada campaña? Bien es cierto que, si hubiesen hecho caso a Kafka o Van Gogh y se hubiese destruído gran parte de su obra al fallecer, la humanidad se habría perdido grandes obras pero las arcas de Joplin o Lennon, por mucho que se empeñen, son finitas (sin desmerecer en la comparación) como las de Cobain y lo que a menudo se publica no debería estar destinado a la gran masa sino que debería permanecer en el ámbito más personal o destinado al público más especializado (ese que disfruta con grabaciones de malísima calidad, conciertos irrepetibles pero inaudibles y digitalmente restaurados, cientos de tomas alternativas de sus mayores éxitos o eructos y estúpidas bromas de Elvis)

Por lo tanto, esta reedición de Nirvana poco aporta a su leyenda. Nevermind no sólo es el segundo disco del grupo sino un auténtico clásico de la cultura moderna y un álbum atemporal que resistirá los envites del tiempo por los años de los años junto con otros discos (mucho menos cuestionados) que permanecerán en el imaginario colectivo sin tanta polémica. Supuso un cambio tan radical en la forma de entender la música y el negocio en sí mismo que todavía, a día de hoy, se sigue notando su importancia y se puede rastrear su influencia en cada uno de los discos y grupos que siguen naciendo al amparo del rock.

Producido por Butch Vig y mezclado Andy Wallace (que no hizo otra cosa sino darle más y más brillo), Nevermind mezcla la irreverencia del punk con talento pop sin llegar a sonar artificial. La producción es tan impresionante y le da tanto brillo a las poderosísimas distorsiones de Cobain y la fortísima batería de un jovencísimo Grohl (ex-Scream) que es capaz de dejar en ridículo a los discos más duros de la época (haced la prueba). Pero siempre que se le pregunta a Butch Vig por el éxito de esta obra y la fórmula para volver a repetirla, el productor hace hincapié en las composiciones; para hacer un buen disco lo que hace falta son buenas canciones. Quizá esto sea la explicación de por qué nunca ha vuelto a repetir una producción a su altura o un disco, como los realizados con los artificiales Garbage, que pueda llegar a ser siquiera una "cara b" de "Nevermind".

Todo en él son enormes clásicos que, a estas alturas, siguen sonando igual de bien y actuales; la archiconocida "Smells Like Teen Spirit", "Come As You Are", "In Bloom", "Breed", "Polly", "Lithium" (Paul McCartney es un enamorado de ella, pero cómo no serlo con esa letra y ese estribillo), la pegadiza "Lounge Act", "Stay Away", "Something In The Way" y la magnífica "On A Plain". Todos los singles alcanzaron la cima en las listas y el resto de temas podían haberlo hecho de haber sido publicados como sencillos. Debemos recordar que "Nevermind" bajó al mismísimo Michael Jakson del número uno del Billboard y puso en jaque a grupos como U2, Metallica o Guns N' Roses (sin entrar en las divertidas polémicas y encontronazos con un Axl pagado de sí mismo que no veía con buenos ojos los constantes rechazos de Cobain), superando con creces las ventas de éstos y convirtiendo a Nirvana en superventas. Por no hablar de la necesaria "limpia" que un fenómeno como el suyo provocó a primeros de los noventa cuando muchos de los grandes grupos de los ochenta se habían estancado o enquistado repitiendo una y otra vez los clichés más horteras y tópicos del rock (ese "hair metal"...). Sobre los efectos que esta multimillonaria obra tuvo sobre Cobain no hablaremos, por no extendernos más en esta, ya de por sí, amplia reseña pero prometemos hacerlo.

El abundante material extra no se compone de nada nuevo que el fanático de Nirvana no conociese mediante piratas o "With The Lights Out" (2004). "D-7" del anteriormente mencionado "Hormoaning", tomas en directo de "Been A Son", la dura "School" o las primigenias tomas de "Drain You", "Sliver" y "Polly" acompañadas de las caras-b de los singles de "Nevermind". Magnífica "Even In His Youth" (del single de "Smells Like Teen Spirit") o la bizarra "Curmudgeon" del de "Lithium". Quizá los platos fuertes sean la colección de rarezas, encabezada por "Verse Chorus Verse", la auténticamente imprescindible "Sappy", "Old Age" o la primigenia "Pay To Play" (después conocida como "Stay Away") y el morbo asegurado de poder escuchar el disco tal y como lo produjo Butch Vig, lejos del brillante y pulido, por otro lado espectacular, sonido que Wallace le imprimió (basta escuchar el comienzo de "Breed" con esa guitarra que arranca como una nave espacial o la perfección de "In Bloom" o "Lounge Act" para darse cuenta del trabajo de Andy, también remasterizado en esta edición, por supuesto) además del inenarrable concierto en dvd "Live At The Paramount" con unos Nirvana en forma, llenos de rabia y estupendamente bien grabado durante la noche de Halloween.


¿Debería mencionar a Novoselic o Grohl? Chris (o Kris, como él prefiera) era un bajista de enorme personalidad, divertido en directo y el contrapunto perfecto para el epicentro que era Cobain. Un tipo auténtico, un músico honrado y el mejor amigo de Kurt. Pero de Dave no puedo decir lo mismo, sí, es un gran batería, con una pegada impresionante pero no inventó nada, las canciones de Nirvana podrían sonar igual en las manos de Chad que en las suyas (obviamente con menos fuerza) y, a juzgar por como se ha desarrollado su carrera tras la muerte de Nirvana, podemos estar seguros que lo mejor que le pudo ocurrir a Dave en su vida fue que Kurt se encaprichase de su forma de tocar. Algo que nunca entenderé es como un tipo con tan pocos escrúpulos (todo un mercenario sin ningún átomo de autenticidad) pudo atreverse a faltar al festejo realizado en Seattle con motivo del aniversario de "Nevermind", allí estaba Chris tocando el disco entero mientras Dave, ingrato como él solo, se empeñaba en defender el inofensivo y blandurrio repertorio de uno Foo Fighters cada vez más aburridos.


Esta nueva edición del "Nevermind" es, por tanto, una reedición esperada y cuidada (que no necesaria) que enamorará a los "completistas" (a los que amamos a Nirvana por encima de todo) y asustará, por su precio, a los chavales que se acercen a ésta. Un consejo para estos últimos; compra el disco original por ocho euros o algo menos en cualquier tienda de segunda mano, apréndete sus canciones con tu guitarra y forma un grupo, es el origen de todo esto y seguro que Kurt sonreirá allá donde quiera que esté, seguro.

© 2012 Jim Tonic