The Darkness han regresado con su octavo álbum de estudio, "Dreams on Toast" (2025), un trabajo que consolida su lugar en el panorama del rock con una mezcla de su característico humor, riffs potentes y una energía que no decae. Desde su explosivo debut con "Permission to Land" (2003), el cual pude disfrutar en directo hace más de veinte años, que los catapultó a la fama con singles como "I Believe in a Thing Called Love" o “Growing On Me”, el cuarteto de Lowestoft ha navegado por altibajos, incluyendo una separación tamporal y un regreso triunfal documentado en “Welcome to the Darkness” (2023). "Dreams on Toast" (2025), producido por el Dan Hawkins, llega tras el peculiar "Motorheart" (2021), y aunque no alcanza las cotas de algunos de sus primeros discos, sí ofrece momentos de diversión y creatividad que demuestran que la banda sigue siendo fiel a su esencia glam-hard rock con un toque de autoparodia, cuando este nuevo álbum combina lo familiar con lo inesperado, equilibrando la extravagancia de Justin Hawkins con una introspección ocasional, todo envuelto en un paquete de poco más de media hora que, sin ser revolucionario, mantiene el espíritu festivo de la banda. Sin embargo, he de ser sincero, disfruto mucho de sus singles y algún que otro tema suelto, pero no me ocurre lo mismo con el conjunto del álbum.
“Rock and Roll Party Cowboy" descorcha la fiesta, una canción que Justin Hawkins describe como una sátira de los clichés del rock, con un subtexto que desafía la masculinidad tóxica del género; y la verdad es que logra confundirme por su contrasentido. Temas aparte, su riff me recuerda ligeramente a "Keep Yourself Alive" de Queen, es pegadiza y las letras que enumeran accesorios como “chaqueta de cuero” y “Harley-Davidson”, culminan en un pareado hilarante: “Soy un vaquero fiestero del rock’n’roll. Y no voy a leer a Tolstói” o, lo que es lo mismo; cómo desmontar un tópico con humor, ahondando en más tópicos. "I Hate Myself" introduce un tono más introspectivo, con Justin cantando sobre el autodesprecio, respaldado por un riff que evoca a Status Quo y un toque de metales que añade un toque glam. "Hot on My Tail", por su parte, sorprende con un giro country, transformando lo que podría ser una canción de AC/DC con un piano honky-tonk, mostrando la versatilidad de Dan en la producción. "Mortal Dread", con un riff que homenajea descaradamente a "Shoot to Thrill" de AC/DC, aborda el paso del tiempo, mientras que "Don’t Need Sunshine" cambia el rumbo hacia un pop suave con armonías más cercanas a Queen, aunque carece de la fuerza de otros cortes. "The Longest Kiss", con su aire beatliano, narra una historia romántica con un toque de humor y "Cold Hearted Woman", otro guiño country con violín, explora el desamor con un tono más melancólico. "Walking Through Fire" destaca por su honestidad, con Justin y Dan Hawkins reflexionando sobre la lucha de seguir haciendo música por pura pasión: “Solo lo hacemos porque es divertido. Ni siquiera creo que mi madre comprase el último álbum”. Finalmente, "Weekend in Rome", una balada acústica con arreglos de cuerda, cierra el álbum con una nota emotiva, aunque algo fuera de lugar.
En términos generales, "Dreams on Toast" (2025) es un esfuerzo sólido pero no excepcional. La banda, completada de los Hawkins con Frankie Poullain y Rufus Taylor, sigue siendo un torbellino en directo y este álbum captura parte de esa energía, pero no logra el impacto de sus primeros trabajos, además de sentirse a Justin más bajo de tono, lejos de sus momentos más histriónicos tras el micro. Los momentos más brillantes, como "Rock and Roll Party Cowboy" y "Walking Through Fire", muestran que Justin y Dan Hawkins aún tienen chispa creativa, pero otros como "Don’t Need Sunshine" se sienten algo forzados y genéricos. La producción de Dan es impecable y la voluntad de experimentar con géneros como el country es admirable, aunque no siempre den en la diana. The Darkness siguen trayendo diversión desenfadada y, aunque "Dreams on Toast" (2025) no sea su mejor obra, es un recordatorio de que su amor por el rock sigue intacto, aunque ni siquiera su madre compre ya sus discos, como ellos mismos dicen.
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