Crítica: Ghost Bath "Rose Thorn Necklace"

Para mí, Ghost Bath supuso una de las más grandes decepciones musicales de los últimos años, primero en estudio y después en directo, cuando descubrí que no había chicha alguna tras verlos en sus dos últimas giras; sin embargo, la banda liderada por Dennis Mikula (conocido como Nameless), parece haber consolidado su lugar en la escena del post-black metal con una propuesta que desafía etiquetas estrictas. Su quinto álbum, "Rose Thorn Necklace" (2025), llega tras un periodo de introspección y dificultades personales para Mikula, quien canaliza experiencias de depresión y aislamiento en este trabajo publicado bajo el todopoderoso sello Nuclear Blast, desmarcándose de la trilogía conceptual formada por "Moonlover" (2015), "Starmourner" (2017) y "Self Loather" (2021), apostando por una exploración más visceral y atmosférica que, aunque no reinvente el género, combina la intensidad característica del black metal con melodías melancólicas y texturas góticas, logrando momentos de belleza inquietante. Empero, su enfoque, a veces predecible, y la falta de audacia o valentía impiden que llegue el impacto de sus obras más conocidas. La producción, a cargo de Jack Shirley en The Atomic Garden, y las contribuciones de músicos como el batería Mike Heller, añaden pulcritud, pero el resultado final es un trabajo condenado a no trascender.

"Grotesque Display", una pieza instrumental breve que, con sintetizadores etéreos, sirve de introducción, además de establecer un tono sombrío y cinematográfico, preparando el terreno para el tema titular, "Rose Thorn Necklace", liderado por las desgarradoras voces de Mikula, combinando acordes melódicos con una intensidad emocional que evoca tanto desesperación como catarsis. Las guitarras, a cargo de Tim Church y John Olivier, destilan drama, aunque los interludios armónicos pueden sentirse algo forzados. Por su parte, "Well, I Tried Drowning" destaca como uno de los momentos más potentes, con blast beats y sintetizadores fantasmales que contrastan con secciones instrumentales serenas y la batería de Heller brillando, aportando una base rítmica sólida, aunque la canción no eclosione más allá de las convenciones del género. "Dandelion Tea", con influencias inesperadas de thrash y hard rock, muestra a Ghost Bath, junto al bajista Josh Jaye, intentando diversificar su sonido, aunque el experimento no termine de cuajar tampoco. "Vodka Butterfly" y "Thinly Sliced Heart Muscle" mantienen la fórmula de melodías etéreas y voces agresivas, rozando la crudeza, pero carecen de la chispa que hacía notable a "Moonlover" (2015). Hacia el final, "Stamen and Pistil" y el instrumental "Needles", con un piano interpretado por "Chewie", ofrecen un respiro que desemboca en "Throat Cancer". Este cierre, lento y grandioso, alterna la fragilidad con explosiones, dejando una impresión agridulce pero poderosa, ya que, aunque las canciones son competentes, la repetición de estructuras y la falta de ideas limitan su poderío y, lógicamente, su impacto en el oyente.

"Rose Thorn Necklace" (2025), además de tener un diseño gráfico horrible en la cubierta, es un álbum que refleja la lucha interna de Mikula y la evolución de Ghost Bath, pero no logra superar las expectativas creadas por sus trabajos previos. La banda demuestra su habilidad para fusionar belleza y oscuridad, y la producción pulida resalta los matices de su sonido. Sin embargo, la sensación de repetición que impregna el disco, junto con una ejecución que no siempre arriesga (y, a veces, se siente torpe), lo deja en un terreno intermedio: ni decepcionante ni revolucionario. Para los seguidores de Ghost Bath, este trabajo ofrecerá momentos de catarsis y melancolía que resonarán profundamente, pero para quienes buscan una obra que redefina el post-black metal, para los paladares más exigentes, puede sentirse como un paso a un lado. En un suubgénero donde bandas como Deafheaven han elevado el listón publicando uno de los discos del año, Ghost Bath necesitan atreverse a salir de su zona de confort. 

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