Crítica: Linkin Park “From Zero"

Entiendo el debate, como también soy tan sincero como para posicionarme e intentar no caer en la crítica fácil; ni Emily Armstrong es tan mala (aunque tenga la misma presencia escénica que un apio), ni creo que la banda tenga que dormir el sueño de los justos tras la pérdida de Chester. Nunca me he considerado un fan a muerte de Linkin Park, a pesar de que compré “Hybrid Theory” (2000) en su día, estuve en la gira de “Meteora” (2003) -por cierto, menudo sonido de mierda que lucieron en Madrid hace más de veinte años, no sé si muchos de sus seguidores actuales de verdad matarían por estar en ese desbarajuste-, he pasado por caja con sus discos y en la última gira con Chester, de las dos oportunidades que tuve, en el último concierto me fui antes de tiempo, completamente aburrido. Esto no se trata de los que "estuvimos antes" y los que están ahora pretendiendo hacernos creer que Linkin Park es el grupo de sus vidas porque, a excepción de aquellos que han perdido la oportunidad de verlos en directo con Chester, la muerte siempre genera una mitología, una leyenda a la que es fácil aferrarse. Lo cierto es que Linkin Park, cuando publicaron “Hybrid Theory” (2000) eran mirados con desprecio por toda la comunidad del rock y el metal, algo que los acompañó -de una manera u otra- hasta su final con el polémico “One More Light” (2017) y ahora, en cierta forma, en su renacer junto a Emily. ¿Había mejores vocalistas? Por supuesto. ¿Deben seguir? Que hagan lo que quieran, si a Shinoda le hace feliz resucitar el nombre de la banda y girar con nuevas canciones, ¿quiénes somos nosotros para prohibírselo? Otra cosa muy diferente es si están a la altura. Lógicamente no, Linkin Park no luchan contra otros grupos similares, como ocurría a primeros de los dos mil, y tampoco contra sí mismos y sus mejores discos, “Hybrid Theory” (2000) y “Meteora” (2003), sino contra la nostalgia y eso, amigos míos, es una auténtica putada.

“¿Desde cero? ¿Como desde la nada?” -se pregunta Emily Armstrong, de manera completamente forzada, y unos segundos después comienza el octavo álbum de estudio de la banda, “From Zero” (2024) y su primer single, “The Emptiness Machine”, la pregunta no solo alude al nombre original de Linkin Park, “Xero”, utilizado entre 1996 y 1999, sino al cambio, tras la muerte de Chester, a la necesidad de encarar de nuevo la vida. El problema no es el cambio de registro en las voces, entre Armstrong y Chester hay un abismo; el de ella es limitado, no tiene recursos ni la fuerza suficiente, Chester no era Rob Halford, tampoco le hacía falta, pero era capaz de cantar como la canción lo requería, su voz era un catalizador de sentimientos en sus inflexiones, subidas y bajadas, cambios de tono y convertir una emoción en un torrente. Aquí no se trata de darle la oportunidad a Emily, como si fuera una academia, es, simple y llanamente, que no posee ese don; podrá estar cantando veinte años más y no lo tiene, podrá versionar “In The End” o “Faint”, pero no será capaz de cantar una canción propia con un calado como el de Chester. Por ejemplo, “Overflow”, es monótona hasta decir basta y la rabia de “Two Faced” (heredera de “Hybrid Theory”, como un calco) o el plagio a “Meteora” (2003) en “The Emptiness Machine” y la pegadiza “Heavy Is The Crown”, con el sampleado sonando como una nueva versión de “Faint”, confirman que Emily no podrá nunca desarrollarse por estar relegada a versionar a Linkin Park, incluso en las nuevas canciones, todo un karaoke.

Otro punto negativo, además de la producción (punto que luego tocaremos brevemente), es la monotonía de algunas canciones, que muchos confunden con la genialidad de lo pegadizo. Está claro que si escucho dos veces, recordaré “Cut The Bridge” (mera copia de “Bleed It Out”) más que “La Villa Strangiato” de Rush, pero no podemos confundir la simplicidad de lo infantil con accesibilidad, el pop no es fácil, de hecho es un género muy complicado por la frugalidad de la genialidad y cómo se manifiesta en una canción, mientras que en otras ni las roza. Linkin Park en “From Zero” (2024) tienen la complejidad justa, sus canciones son básicas hasta la náusea, no hay esfuerzo alguno y parecen no ocultar que “One More Light” (2017) no era fruto de la evolución, como nos quisieron hacer creer, sino un experimento fallido, queriendo situar creativamente “From Zero” (2024) en su primera época, aunque ninguna de estas canciones llegue a la altura de “In the End” o “Breaking the Habit” y todas se sientan como el esfuerzo impostado de querer capturar el momento pasado en una botella, cuando las canciones nacían sin esfuerzo alguno. La broma de Shinoda preguntándole a Emily si puede ponerse los pantalones para berrear en “Casualty” define el momento tan ridículo que nos toca vivir y que cala en Linkin Park, como reflejo de una sociedad estúpida y profundamente mema. Sin embargo, la culpa de “From Zero” (2024) no es de Emily Armstrong y sí de Shinoda. Canciones como “Over Each Other”, quizá la mejor del conjunto, cuando Linkin Park no pretender ser quienes hace más de una década que no son, queda diluida cuando escuchas “Overflow” (que podría ser un descarte de “One More Light”), el relleno que es "IGYEIH", que habría sonado ya rancia en plena época nu metal, o esa final “Good Things Go”, en un álbum en el que Shinoda recupera el fraseo pero tan melódico que pierde el impacto de “Hybrid Theory” (2000) y “Meteora” (2003), acercándolos a una versión aún más castrada de Twenty One Pilots.

Dejo a un lado la polémica de Emily con la cienciología y su relación con Danny Masterson, los mensajes de Cedric Bixler-Zavala en redes, los lloros por Chester y el gritito histérico de esos seguidores que se tatuarían el logo de “From Zero” (2024) en la nalga derecha cuando ni siquiera lo habían escuchado. El álbum es un auténtico artefacto para pasar por caja y salir de gira, la producción es un horror; a tope de volumen, plana, con la batería de Colin en primer plano en muchas ocasiones y sonido a lata en la caja, el bajo de Farrell perdido en la mezcla, las guitarras como puro relleno y la voz de Emily sonando artificial, con momentos sonrojantes, como ocurre en la mencionada “Casualty” y los constantes ripios y chistes de Shinoda a modo de indirectas dirigidas a todos aquellos que él mismo sabía de antemano que criticarían la elección de su vocalista, las nuevas canciones y el rumbo de la banda. Lemmy dijo que si te sentías viejo para el rock es porque, seguramente, lo eras pero es la primera vez que me ocurre lo contrario; siento que la banda que estoy escuchando se ha hecho mayor y, como el señor Burns en Los Simpsons, se han puesto un gorrito de lana y una camiseta con una calavera para hacernos creer que son lo que ya no son. He sentido auténtica grima en algunos momentos, el mal empleado ‘cringe’, que ahora dirá Shinoda rondando la cincuentena.

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