Crítica: Coroner "Dissonance Theory"

Los últimos diez años he sufrido una auténtica fiebre con la banda suiza, lo que me llevó no sólo a conseguir todos sus discos originales, cuando no era precisamente fácil, verlos en directo en varias ocasiones, conocerlos en persona y charla con Fernanda Lira sobre ellos, ya que la brasileña adora a Coroner. Pero es que no es para menos, revolucionaron el thrash gracias a su técnica, y ahora regresan por todo lo alto para conquistar de nuevo el trono que les pertenece en el thrash. Formados originalmente en 1983 como roadies de Celtic Frost, el trío siempre se distinguió por su mentalidad genuinamente progresiva, algo raro en aquellos tiempos, más aún cuando presumían de su pericia técnica frente a otros coetáneos. Álbumes como "No More Color" (1989) y "Mental Vortex" (1991) recibieron elogios de la crítica, aunque no captaron la atención masiva que merecían, pero con los años su influencia se ha hecho cada vez más evidente, algo parecido a lo que ocurrió con Voivod en Canadá. Y es que Coroner rompieron las reglas desde muy temprano y, para cuando lanzaron el gloriosamente extraño "Grin" (1993) ya habían evolucionado hacia algo único y adelantado a su época. Por eso, cuando la alineación original se disolvió en 1996, parecía que la historia había terminado para siempre, pero el tiempo tiene esa curiosa forma de insistir en revivir pasiones olvidadas. 

Y "Dissonance Theory" (2025) surge de una reunión en el estudio que se rumoreaba desde hace mucho, pero que no parecía factible. El vocalista y bajista Ron Broder, junto al guitarrista Tommy Vetterli, hablaban de nuevo material desde hace diez años y, aunque los seguidores habíamos perdido la esperanza en los últimos años, la espera ha valido la pena. Coroner han vuelto a plena potencia con el nuevo baterista Diego Rappachietti cerrando el círculo. Sin presiones externas, este disco de regreso podría haber tomado muchas direcciones, pero la gran noticia es que "Dissonance Theory" (2025) está destinado a deleitar a los seguidores incondicionales y atraer a nuevos oyentes gracias a su frescura. Producido por Vetterli y mezclado por el maestro Jens Bogren, es quizá el álbum con el mejor sonido que la banda ha creado jamás, repleto de canciones pesadas y repletas de complicaciones que, sin embargo, brotan de una fuente de inspiración renovada. En pocos riffs, cualquier oyente sensato encontrará espacio para incluirlo en su lista de discos del año, ya que representa una actualización monstruosa que honra su legado, mientras prepara un futuro prometedor. Parte del encanto de Coroner siempre fue su capacidad para reinventar su sonido en cada entrada al estudio, y aquí optan por un enfoque más concentrado de lo esperado, dejando de lado los experimentos psicodélicos de "Grin" (1993) para entregar una pura cepa de thrash progresivo que atrapa de manera inigualable. A diferencia de "No More Color" (1989) o "Mental Vortex" (1991), esta colección de canciones no duda en apostar todo a las ideas inteligentes de Vetterli, renaciendo como una fuerza metálica mutante y poderosa, con "Dissonance Theory" (2025) como un manifiesto moderno e impecable. El disco entero suena instintivo, un logro impresionante para una banda con más de cuarenta años de trayectoria, confirmando que aún son thrash metal puro, pero con un impulso musical adicional acumulado en décadas de inactividad, sonando tan audazmente originales como en sus mejores días.

La calidad en "Dissonance Theory" (2025) se mantiene impecable de principio a fin, con riffs asesinos y una química entre los músicos que brilla en cada pista. Comienza con una introducción, “Oxymoron”, que da paso a "Consequence", donde Vetterli despliega afilados riffs, Ron Broder aporta líneas de bajo magníficas y un rugido vocal que apenas ha cambiado desde sus días de gloria, mientras Diego Rappachietti demuestra su maestría en la batería, perfecta para Coroner que, lejos de ser una copia de sus primeros discos, equilibra el homenaje al pasado con una visión más contemporánea, incorporando destellos melódicos que muestran su madurez en la composición, pero manteniendo una energía que hace que nos olvidemos de tres décadas de ausencia. "Sacrificial Lamb" ralentiza el ritmo para ofrecer algo más sabroso y lento, con un groove carnívoro, y un solo genial de Vetterli que eleva el conjunto. En "Crisium Bound", la atmósfera se intensifica con una pegada y agresividad, filtradas por el prisma peculiar de Coroner, con precisión thrash y la habitual maestría de Vetterli a las seis cuerdas. "Symmetry" incorpora toques modernos pero siempre a través de su lente única, mientras que "The Law" salta de la locura de su introducción a un sludge más ordenado y menos caótico, con riffs sincopados impulsando el clímax y un estribillo melódico pero oscuro, emergiendo del caos, recordando por qué Coroner sigue siendo tan original. Una de las cimas del álbum es "Transparent Eye", brillantemente extraña con giros rítmicos y riffs pegajosos que evocan el aura de "Grin" (1993) sin perder pesadez, gracias al toque magistral de Broder en el bajo y Rappachietti en la percusión. "Trinity" sube la proporción de thrash, mientras atraviesa una niebla espesa, repleta de distorsión, demostrando la cohesión del trío. "Renewal" es un asalto total, donde la química de Vetterli, Broder y Rappachietti alcanza su pico en una demostración de su talento y, finalmente, "Prolonging" cierra con mucho swing y teclados/sintetizadores progresivos burbujeando en el fondo, ahondando en la intención de Coroner por innovar todavía en un álbum en el que cada canción no solo mantiene un estándar muy alto, sino que expande el legado de la banda, incorporando elementos que los hacen sonar relevantes.

“Dissonance Theory" (2025) marca un regreso triunfal para Coroner, y establece una nueva cima para el thrash progresivo, demostrando que la madurez puede potenciar la creatividad en lugar de limitarla. Después de más de tres décadas, Coroner siguen produciendo música atemporal que mira a los ojos de cualquier otra banda, y eso es algo que merece una celebración eterna. Ron Broder, Tommy Vetterli y Diego Rappachietti han creado un disco que no solo satisface las expectativas más altas, sino que las supera con creces, repleto de riffs inolvidables y una producción impecable que invita a repetidas escuchas. Un testimonio de su resiliencia y visión, convirtiéndolo en una joya que inspira a generaciones nuevas y antiguas, recordándonos por qué Coroner siempre fueron auténticos pioneros.

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