Crítica: 1349 "Winter Mass"

Los míticos 1349, originarios de Oslo y liderada por el carismático vocalista Ravn, nos regalan “Winter Mass” (2025), un directo que captura la esencia furiosa y primaria del subgénero con una maestría que solo tres décadas de dedicación pueden forjar. Nacidos a finales de los noventa como una respuesta visceral a las diversas variaciones del black metal, han forjado una discografía que abarca desde el salvaje y primitivo “Liberation” (2003) hasta la aplastante blasfemia de “The Wolf and the King” (2023), un álbum más que correcto que no me terminó de convencer, pasando por joyas como “Hellfire” (2005) y “Demonoir” (2010), que han solidificado su dominio sobre las legiones más ennegrecidas del mundo. Grabado en noviembre de 2021 en el Parkteatret de Oslo, justo cuando las restricciones pandémicas se disipaban, este álbum no es el mero documento de un concierto, sino una celebración triunfal de su legado, una hora de intensidad desenfrenada que rebosa atmósfera gélida y caótica. La producción, ni excesivamente pulida ni deliberadamente cruda, equilibra la ferocidad analógica con una claridad que permite apreciar la química explosiva del cuarteto —con Archaon, Seidemann y el icónico Frost—, convirtiendo cada riff y blast beat en un asalto demoníaco que resuena con la pureza del black metal noruego, demostrando por qué siguen siendo una fuerza blanca y ardiente en la escena, honrando su evolución e invitando al oyente a sumergirse en el abismo con una energía que pocas bandas logran transmitir tan vívidamente, recordándonos el poder catártico de todo ritual compartido en la penumbra.

“Enter Inferno” abre la noche desplegando los riffs abrasadores de Archaon, como un portal directo al infierno, mientras Frost desata una tormenta de batería que establece el tono de caos controlado, y Ravn profiere gritos profanos que erizan la piel, evocando el espíritu primigenio de sus inicios. Seguidamente, “Sculptor of Flesh” irrumpe como un anti-himno colosal, con su groove siniestro y melódico que transforma la agresión en algo casi hipnótico, donde la voz de Ravn, implacable, escupe letras de mutilación espiritual que resuenan en éxtasis. La tensión escala en “Slaves”, una canción que fusiona atmósferas opresivas con explosiones de velocidad, destacando la precisión quirúrgica de Seidemann en el bajo, que ancla la furia sin perder un ápice de oscuridad. “Through Eyes of Stone” ofrece un respiro cargado de melancolía gélida, permitiendo que los teclados sutiles —ausentes en estudio pero evocados en vivo— se entrelacen con los solos cortantes de guitarra, creando un paisaje sonoro que captura la soledad eterna del invierno noruego. El clímax llega con “Cauldron”, una caldera hirviente de black metal clásico donde los cambios de ritmo de Frost brillan, impulsando a la banda hacia un frenesí colectivo que hace vibrar el aire con su crudeza orgánica. No menos impactante es “Striding the Chasm”, una canción más reciente que inyecta progresión audaz, con pasajes sinfónicos que contrastan la brutalidad y revelan la versatilidad de 1349, mientras Ravn modula su registro para infundir un dramatismo casi operístico. “Chasing Dragons” acelera el pulso con su thrash encarnizado, un tributo a la herencia speed metal que impregna su sonido, mientras que “Serpentine Sibilance” se desliza sinuosa con riffs hipnóticos que evocan rituales paganos, culminando en un breakdown que invita al mosh pit infernal. La sección central eleva la apuesta con “I Am Abomination”, un monstruo donde la voz de Ravn alcanza picos de abominación pura, respaldada por la pared de sonido que erigen las guitarras, convirtiéndolo en un himno para los fieles del género. “Golem” sigue con su marcha inexorable, un titán sonoro animado por la batería incansable de Frost, que martillea como un corazón demoníaco latiendo en la nieve. Finalmente, cierran con maestría: “Atomic Chapel” se revela como una revelación genuina, una capilla atómica de black metal progresivo donde la experimentación sinfónica de Archaon brilla en solos etéreos, fusionando lo infernal con lo trascendental en un tour de force que deja al público —y al oyente— en un trance extático. “Dodskamp” y “Abyssos Antithesis” rematan la faena con una dualidad letal: la primera, un duelo mortal de velocidad y precisión que honra sus raíces, y la segunda, un con un abismo de capas densas y atmósferas asfixiantes, sellando el concierto con una catarsis que reverbera en un eco eterno.

“Winter Mass” (2024) reafirma a 1349 como una de las bandas en directo más formidables del black metal. Y es que hay algo profundamente liberador en cómo capturan la euforia de la multitud —esos rugidos de fondo que celebran incluso mientras el infierno los devora—, una química que Frost y Seidemann potencian con su pulso inquebrantable, haciendo que cada escucha sea un bautismo renovado en llamas. Canciones como “Atomic Chapel” representan el pináculo de su audacia, un puente entre la tradición noruega y la innovación que deja exhausto de admiración, mientras que la totalidad del concierto —de “Enter Inferno” a “Abyssos Antithesis”— forja un tapiz que trasciende el mero entretenimiento para convertirse en un acto existencial. Si el black metal es, como dicen, el sonido del abismo mirándonos frente a frente, “Winter Mass” (2024) es su testamento vivo más convincente.

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