Si por algo son conocidos los franceses Blut Aus Nord, es por saber reinventar su esencia una y otra vez a lo largo de tres décadas de evolución implacable. El proyecto fundado por el enigmático Vinterriket, quien a menudo maneja las riendas como un trabajo en solitario o con una formación mínima de tres miembros, ha parido dieciséis álbumes de estudio, sin contar innumerables splits y EPs que salpican su discografía; imagina la desazón de los devotos de "Fathers of the Icy Age" (2003) al toparse con la disonancia cósmica de "The Work Which Transforms God" (2003), un giro que encapsula la imprevisibilidad de su trayectoria. Y con "Ethereal Horizons" (2024) pasa algo parecido, nos encontramos ante una obra que no solo honra ese legado de mutaciones, sino que lo eleva a un pináculo de introspección y belleza etérea. No se trata de cuestionar si será "bueno" —eso es un axioma en su universo—, sino de maravillarnos ante qué faceta de esta hidra musical emergerá para guiarnos por senderos inexplorados. Y es que desde los albores de su carrera, Blut Aus Nord ha sido un faro de innovación, alternando entre series temáticas conectadas y rupturas audaces que dejan a los oyentes en vilo, como si cada lanzamiento fuera un portal a dimensiones paralelas del metal extremo. En este nuevo capítulo, el enfoque se desplaza hacia un post-metal expansivo, reminiscente de "Hallinsfjäll" (2019), pero infundido con un sentido cósmico que trasciende la psicodelia setentera de antaño, optando por texturas que evocan la inmensidad del vacío estelar. La producción, orquestada con maestría por Vinterriket y sus colaboradores, adopta un enfoque orgánico y sabroso, similar al de los dos discos previos, pero depura cualquier rastro de la aspereza disonante de "Disharmonium – Undreamable Abyssal" (2022), resultando en una melodía suprema que envuelve como una niebla luminosa en donde los riffs se alargan con blasts furiosos, para tejer estados de ánimo profundos (desde la crudeza industrial hasta la nostalgia pagana) bajo un barniz unificador de esplendor. Es un disco que exige ser absorbido en su totalidad, como un viaje donde el progreso es inexorable, y cada capa revela un universo de emociones entrelazadas.
La arquitectura de "Ethereal Horizons" se erige sobre una sucesión de canciones que despliegan un tapiz de atmósferas hipnóticas, donde cada una actúa como un capítulo en una narrativa cósmica, guiada por la visión inquebrantable de Vinterriket y el pulso rítmico impecable de W.D. Feld a la batería. "Seclusion" es un lamento industrial que evoca los ecos mecánicos de "777 – Sect(s)" (2011), pero suavizado por repeticiones rítmicas que simulan un corazón latiendo en el vacío, donde los teclados susurran como el viento y las guitarras se retuercen en patrones hipnóticos, culminando en un clímax que libera una euforia pura. "The Fall Opens the Sky" es un tour de force donde Feld brilla con un solo de batería y bajo que remite a las cajas de ritmo vintage, construyendo una tensión que explota en riffs repetitivos y expansivos, teñidos de un post-metal que respira la vastedad de "Hallinsfjäll" (2019), invitando al oyente a caer en un abismo de éxtasis controlado. "What Burns Now Listens" introduce tonalidades menores que impactan sin sacrificar la armonía, priorizando una atmósfera densa sobre la complejidad riffística, con capas de sintetizadores extraídas de la saga "Memoria Vetusta" (piensa en "Memoria Vetusta II – Dialogue with the Stars") que se entremezclan con fragmentos de naturaleza acústica, creando un flujo orgánico que une lo disonante con lo accesible. El interludio "Twin Suns Reverie" puede desconcertar inicialmente con su minimalismo sintético, pero sirve como puente esencial, un respiro meditativo que prepara el terreno para la grandiosidad de "The End Becomes Grace", donde versos triunfales sacados de "Saturnian Poetry" (1996) se funden un black metal genuino y chirriante que acelera el pulso.
"Ethereal Horizons" corona la experiencia con una procesión de motivos que recorren todo el espectro de su carrera, desde la disonancia de "Disharmonium" hasta la cosmosofía de "777 – Cosmosophy" (2012), todo envuelto en un velo de belleza melódica que deja un regusto de maravilla infinita. Un álbum que reafirma el estatus de Blut Aus Nord como estandarte del black metal experimental y los catapulta a nuevas cumbres de genialidad, un monumento vivo a la reinvención. Triunfal en su melodía, hipnótico en su amplitud, enérgico en su peso y balsámico en su hermosura, un periplo por pastizales cósmicos que promete horrores aún mayores más allá del horizonte.
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