"private music" de DEFTONES

Un ejemplo más de la autenticidad y creatividad de los de Sacramento...

Crítica: Marilyn Manson "Born Villain"

¿Cuándo, Marilyn Manson, terminó por convertirse en el payaso que es ahora? Para alguien como yo, que se compró en su día "Smells Like Children" (1995) y luchó y fue agasajado con todo tipo de fluidos en las primeras filas de una gira tan salvaje y destructiva como la del "Antichrist Superstar" (1996) fue, sin duda, después de ésta cuando Manson mostró los primeros síntomas de su desgaste creativo con aquel "Mechanical Animals" (1998) que tenía alguna buena canción residual de su anterior proyecto y se internaba dramáticamente en el mainstream más comercial y facilón del momento y es que, después de todo y por mucho que les duela a los pocos seguidores que le queden, su brillante carrera tan sólo aguantó dos discos de estudio. La verdad es que no nos mintió en ningún momento y, como cantaba en aquella genialidad llamada "Lunchbox"; "I wanna grow up. I wanna be a big rock and roll star" lo que pasa es que, a mediados de los noventa, cuando Manson iba contracorriente provocando la arcada con una imagen basada en el "feísmo" más radical y disparando contra todo aquello que se moviese, costaba creer que realmente quisiera convertirse en una estrella del rock y, si aquello ocurría (que parecía imposible), dinamitaría la industria desde dentro con toda aquella inteligencia y subversividad que nosotros, adolescentes como éramos, le presuponíamos. Pero no, Manson no era tan listo y quería su trocito del pastel como todos. Quería dinero y fama (sin importar el orden) y toda su munición se limitaba a dos grandes discos y una relación parasitaria con Trent Reznor que, una vez abandonó los controles, dejó el cohete de la carrera de Manson con la fuerza de la inercia del terremoto que supuso "Antichrist Superstar" pero sin dirección ni rumbo.

Pero, si "Mechanical Animals" era flojo, "Holy Wood (In the Shadow of the Valley of Death)" (2000) era oportunista hasta la saciedad y "The Golden Age of Grotesque" (2003) era una aberración que marcaba claramente la espiral creativa descendente en la que Manson se veía envuelto (por suerte o por desgracia pude conocerle en aquella gira y puedo dar fe de lo perdido de su planteamiento tanto en la rueda de prensa como en el escenario, en el cual lo único que merecía la pena eran las bailarinas que coreaban el estribillo pregrabado del plagio que es "mOBSCENE") pero podía ser peor, mucho peor, y llegó a las más altas cotas de mediocridad con "Eat Me, Drink Me" (2007) y esa estúpida mezcla de goticismo con referencias a Lewis Carroll y su absurda llantina por el desengaño con Dita Von Teese por no mencionar "The High End of Low" del 2009, un disco que fuera del llamativo single "Arma-Goddamn-Motherfuckin-Geddon" no aguantaba el tipo ni como posavasos. Lo que ocurrió en aquella gira fue todo un aviso para Manson; baja venta de entradas, malas críticas y abucheos por parte de un público que, para colmo, no tenía la suficiente paciencia como para aguantar los desplantes y caprichosos retrasos de un divo en decadencia como Warner.

Y la verdad es que tiene valor porque volver después de aquel descalabro y con una carrera agonizante es echarle arrestos. Sin el sufrido Ginger Fish y con Chris Vrenna fuera, con el oportunista Twiggy Ramirez integrado de nuevo y formando tándem creativo con Manson como si de unos Lennon/McCartney o Jagger/Richards pero sin talento alguno se tratasen, declaraban sin rubor alguno que este disco sería "Death Metal suicida" o su disco más crudo y punk. ¿Saben estos tipos lo que están diciendo? ¿Es posible parecer más perdidos y/o subnormales?

"Born Villain", publicado bajo el sello Cooking Vinyl, fue escrito durante la gira "The High End Of Low Tour" (mala señal) y ha generado más expectación de la que debiera. Imagino que millones de buitres ansiosos de ver cómo Manson vuelve a hacer el más espantoso de los ridículos o fanáticos sin cerebro espoleados por las declaraciones de Ramirez (el cual jura y perjura que es el mejor disco del grupo y es que, posiblemente y debido a las drogas, el pobre no es capaz de recordar nada anterior a 1996, debe ser eso...). "Hey, Cruel World..." es una canción mala, sin miedo; muy mala, con una introducción horrible y "No Reflection" es un refrito de sus mejores tiempos, sin fuerza y sin ganas (marca de la casa en la última década), tirando de tópicos y con un sonido suave y "light", muy alejado de la peligrosidad que "El Reverendo" debería irradiar (Si Lavey levantase la cabeza....). El videoclip es interesante sin llegar a despertar el desconcierto que producían las imágenes de "Sweet Dreams" o "Get Your Gunn".

"Pistol Whipped" es una porquería como "Overneath The Path of Misery" que se aprovecha de la polémica de su videoclip (en el cual vemos a Manson ejerciendo de "ginecólogo" desplegando todo tipo de imágenes supuestamente perturbadoras que, a estas alturas de siglo a nadie que haya escuchado a Manson le van a escandalizar y para el resto del público ni siquiera van a existir gracias a la innecesaria censura). "Slo-Mo-Tion" suena interesante con ese bajo y suena a sus primeros discos pero, como composición, es horrible y sin gancho, demasiado lenta y sin "feeling".

"The Gardener", "The Flowers Of Evil" y la electrónica "Children Of Cain" arrancan bostezos mientras que en "Disengaged" se quedó sin ideas. La saturada guitarra que abre "Lay Down Your Goddamn Arms" se ve empequeñecida por el lentísimo ritmo de la canción. Emociona suavemente en "Murderers Are Getting Prettier Every Day" (la única canción del álbum que merece la pena), un tema en esa línea que nunca debería haber abandonado y que imagino le costará mantener en directo pero en "Born Villain" y "Breaking the Same Old Ground" nos termina por hundir en el hastío hasta que llega "You're So Vain" con Johnny Depp para evidenciar el gran problema de este disco; faltan buenas ideas, buenas canciones, Manson necesita buenas composiciones en las que desplegar todo su encanto como vendedor, publicista o creativo y hasta que no las tenga no volverá a sacar un disco digno.

En Blogofenia tenemos una máxima; no escribimos ni opinamos de un disco si no lo hemos escuchado hasta la saciedad pero sed benévolos por esta vez y no nos hagáis escuchar muchas más veces este "Born Villain". Hay tantos buenos discos ahí fuera que da lástima perder el tiempo con semejante engendro.

© 2012 Fukk Fairlane

Crítica: Jack White "Blunderbuss"

Prometo que la próxima vez que vea a Jack White en una de sus portadas o fotos promocionales con cara de póker, con mirar absurdo y vacío, como si fuese Johnny Depp en una película de Tim Burton o un Buster Keaton de tercera me saltaré un ojo con un cutter y vaciaré la cuenca con esmero. No puedo con The White Stripes y creo que ya roza lo patológico porque Jack White me parece uno de los personajes más detestables del panorama musical de, digamos, los últimos cincuenta años. Aparte de parecerme un farsante sin talento (más empeñado en pasar por caja que en preocuparse de hacer buena música) me parece irritante su manía de arrastrar a grandes músicos dentro de su espiral de mediocridad. Es inteligente en cuanto a la elección de compañeros dentro de sus proyectos y debo reconocer que no le falta visión para los negocios pero no hace falta mucho más que escuchar sus discos para darse uno cuenta de que toda su corta pero prolífica carrera es un enorme globo inflado por un público poco exigente y unos críticos sin mucho gusto o pocas ganas de hincarle el colmillo a un tipo tan insípido como White. "Blunderbuss" es un buen disco, suena bien, muy bien y está ejecutado a la perfección. ¡Faltaría más! Pero la voz de White y sus composiciones simplemente no están a la altura. Se habla de obra maestra, dejad que os ilumine; no vale lo que cuesta, no os dejéis engañar, recordad lo que os digo.

Los arreglos de "Missing Pieces" son soberbios y las guitarras tienen un excelente sabor añejo pero la voz de Jack White arruina el corte (algo que sucederá durante todo el disco) con un tono más propio de Alvin (y sus inseparables hermanos, las ardillas) que de un cantante de rock. Si Bono (U2) se convirtió a primeros de la década pasada en una caricatura de sí mismo, Jack White no ha ido muy desencaminado en la parodia de aquel indie de voz neurótica que asaltó las listas con "Seven Nation Army". "Sixteen Saltines" apesta a single en el peor de los sentidos, cuando uno la escucha siente que ha sido concebida para llegar a las listas, lástima que sea tan mala... Únicamente se salva la música porque el estribillo y el falsete de White se clavan en tu oído de manera irritante.

La percusión de "Freedom at 21" y las guitarras vuelven a ser lo único salvable de una canción en la que White vuelve a errar. Un pequeño apunte; presta atención al disco, escúchalo todo lo que puedas y te percatarás de que nuestro detestable protagonista parece cantar la misma melodía una y otra vez. El dislate del solo de guitarra únicamente hace que aumente la confusión. La bonita "Love Interruption"  con White acompañado de Ruby Amanfu es de lo mejorcito de este "Blunderbuss". ¡El disco que pondría las cosas en su sitio y daría que hablar coge "algo" de cuerpo en el cuarto tema, increíble! 

"Blunderbuss" mantiene el tipo tirando de country y con un tono de voz menos histriónico e histérico (lo que se agradece) y encaramos un pequeño bajón anímico que se confirma con "Hypocritical Kiss" en la que el protagonismo pertenece al piano y su suave y romántica melodía como en "Weep Themselves to Sleep", muy cabaretera y otro pequeño acierto que suma pero no decide. Un auténtico despliegue instrumental, imagínense estas canciones bajo el formato crudo y primitivo de White Stripes o bajo el rock universitario y descafeinado que practicaban The Raconteurs y descubrirán que, en efecto, la base es mala, el envoltorio de matrícula.

Volvemos a coger un poco de fuerza con "I'm Shakin'" de Little Willie John que, no nos vamos a engañar a nosotros mismos, habría interpretado con mucho más gancho Marty Mcfly en la fiesta de graduación de sus padres. Logra que la versión de Willie John (de 1960) suene aún con más fuerza. ¡Imaginad el despropósito! "Trash Tongue Talker" es puramente relleno low-fi con músicos de lujo (un contrasentido tras otro) mientras que en "Hip (Eponymous) Poor Boy" volvemos al country y en "I Guess I Should Go to Sleep" escuchamos una versión ñoña y aburrida de Mick y Keith.

Partiendo de la base de que para mí sólo hay una canción que se llame "On and On and On" y es la de Wilco, el comienzo de la de Jack White aburre al más pintado y "Take Me with You When You Go" se despide con regusto a Dave Brubeck y anuncio de Coca-Cola sesentero (lo que, sin duda, resultará muy auténtico y genuino para sus fans más modernetes, no lo pongo en duda).

Sé que esta crítica puede herir las sensibilidades de los fanáticos de The White Stripes en particular y el indie en general pero, con la mano en el corazón; ¿dónde estará este disco dentro de cinco años, nos acordaremos de él? En el fondo, soy generoso; una estrella por los músicos envueltos en semejante disparate y una estrella por habérmelo escuchado sin descanso durante las últimas dos semanas, porque yo lo valgo, no por White.

© 2012 Señor Peligro

Crítica: Paradise Lost "Tragic Idol"

¡Como me arrepiento de haberme distanciado de Paradise Lost! Corrían los tiempo de "Icon" (1993) cuando uno de mis compañeros de clase me lo grabó en cinta y, al poco, sacaron aquel "Draconian Times" (1995) con el que nos hicieron tocar el cielo (o quizá el infierno, quién sabe) con un disco que era una obra maestra, luego llegó "One Second" (1997) y sus siguientes obras no llegaron a despertarme interés alguno. Me refiero a discos como como "Host" (1999) o "Believe In Nothing" (2001). La verdad es que, aún manteniendo su buen nivel, nunca me parecieron dignos de aquellos tres con los que me había iniciado (maldita moda electrónica la de aquellos años que hacía creer a todos los grupos que no había otro camino que el de las máquinas). Pero, aún así y en vista del disco que nos ocupa, me arrepiento de haber tomado tanta distancia con un grupo que me hizo pasar tan buenos ratos como ellos.  Pasa el tiempo y me encuentro con la noticia de que están girando de nuevo con "Draconian Times". ¡Bien por ellos! Este tipo de giras en las cuales muchos grupos vuelven a presentar su gran obra maestra con la excusa del aniversario y poder llevarla al directo a sus fans más jóvenes me parecen fantásticas porque son un arma de doble filo; nos dan la oportunidad de verles de nuevo interpretando algunos de sus mejores temas y el grupo debe afrontar la dura tarea de enfrentarse a sí mismos, a su pasado más glorioso, convivir con él cada noche, entender por qué han sido grandes y corregir los errores. En el caso de Paradise Lost no es algo tan exagerado porque entre sus últimos discos no hay uno malo pero sí falto de inspiración o ese brillo (valga el contrasentido en un género tan asfixiante como el que practican los ingleses) con el que nos cegaron a todos en los noventa.

Y parece que sí, que ese chapuzón en el pasado les ha venido bien porque si ya "Paradise Lost" (2005) había sido un retorno a las raíces, tocar cada noche "Draconian Times" les ha terminado por centrar y enfocar. Lo primero que uno se encuentra cuando acude a este "Tragic Idol" es "Honesty In Death", un tema pesado, muy característico de ellos, con un riff denso y oscuro, jodidamente magnífico el trabajo de Mackintosh para un tema con cierta carga filosófica (¡como debe ser!) en el cual nos recuerdan que "al final de la partida, tanto el rey como el peón se guardan en el mismo cajón". El solo es espectacular y la voz de Holmes, en mi humilde opinión, a la altura de sus mejores tiempos...

La portada de "Tragic Idol" es tan elegante (en esos tonos dorados) y barroca (ocupando la ilustración toda la superficie) que ya nos sugiere un cambio, un abandono del descuido en el que parecían haber caído incluso en este terreno. Y me gusta porque, como aficionado al arte, me recuerda a la obra del gran Aubrey Beardsley y esas líneas estilizadas, plenamente modernistas, del siglo XIX, en blanco y negro, tan deliciosas a la vista. Pero también evoca al tipo de ilustraciones Art Nouveau del checo Alfons Mucha (me imagino que muchas de las críticas que vayan apareciendo harán mención a estos dos artistas pero tú lo has leído primero aquí, no te olvides). En definitiva, desde el nuevo single hasta la portada; Paradise Lost ha vuelto a acertar y nos ofrecen un trabajo cuidado del que uno se da cuenta en cada uno de los detalles, desde el "artwork" pasando por el denso videoclip del single hasta la férrea producción del álbum.


Se abre  con "Solitary One", oscura como la noche y de afiladas guitarras marca de la casa, una batería pesada y unos arreglos estupendos, góticos y oscuros. "Solitary One" es uno de sus mejores comienzos desde hace años. Pero esto es Paradise Lost en el 2012 y  pronto abandonan la pesadez de "Solitary One" para irse al salvajismo de "Crucify", de nuevo las guitarras de Mackintosh hacen de las suyas, uno de los mejores temas de este "Tragic Idol",  medio tiempo en "Fear Of Impending Hell" en donde la voz ocupa el plano principal en una canción bonita y emotiva. De "Honesty In Death" ya hemos dado buena cuenta pero cuando uno la escucha integrada en el álbum es cuando se percibe el inmenso estado de gracia que Paradise Lost está atravesando.

Igual que ocurre con "Crucify", "Theories From Another World" es el contrapunto perfecto a la canción anterior y si en "Honesty In Death" el ritmo es pesado y contundente en "Theories From Another World"la rapidez del doble bombo nos hace zambullirnos en una de las mejores canciones del disco, llena de cambios y fabulosa en las texturas más calmadas.  "In This We Dwell" nos confirma que las guitarras juegan un papel crucial, son geniales desde la primera a la última canción. "To The Darkness" nos rescata al galope para dejarnos en la calma que supone "Tragic Idol", una de las más lentas pero no por ello suave y es que parece que Paradise Lost hayan hecho un pacto con el diablo ya que todo el disco está plagado de pegadizos y poderosos riffs, a cada cual más inspirado.

"Worth Fighting For" tine aires salmódicos mientras que las orientales guitarras de la soberbia "The Glorious End" echa el cierre al disco que Paradise Lost debería haber sacado hace muchos años, ése que les ha devuelto a lo más alto. Es magnífico que, a estas alturas de la película, los de Halifax hayan sido tan honestos de haber buscado su camino durante todos estos años y ahora nos hagan partícipes de su éxito. Exquisito, brutal, denso, gótico, sólido, inspirado, sobresaliente, genial, honesto, sincero, poderoso, bellísimo... ¿Algo más?


© 2012 Stephen Dedalus

Daniel Johnston en Madrid

Días después de la actuación de Daniel Johnston en Madrid me sorprende la poca cantidad de crónicas de tinta electrónica que de su concierto circulan por internet y no debería ser así. ¿Cuántos de los que allí estuvieron lo hicieron por sus discos? ¿Cuántos amantes de la música se gastarían un sólo euro en escuchar a Daniel? Ninguno. Tras el terrible despropósito en la venta de entradas pertrechado por "La Casa Encendida" (y sirviendo este artículo de educada pero despiadada crítica a su manera de actuar y menosprecio por el público en general) la audiencia ante la que Dan Johnston se enfrentó era fundamentalmente ignorante en la obra del norteamericano, más interesados en figurar (en haber presenciado un concierto del desnortado Johnston) que en escuchar habitualmente su vasta producción en casa, lejos del frívolo y "cool" acto social que supone verle entre gafas de pasta y flashes de selectas cámaras, con lo que el artista ganó por goleada. Imagino a más de uno, con la mirada perdida y sensación de alcanzar el Nirvana, enfrascado en sus más profundos pensamientos, mientras Daniel canta "Casper The Friendly Ghost" y no puedo evitar sonreír con maldad...

No les culpo, encontrar sus discos (si no es a través de su web) es tarea complicada pero más aún llegar a soportar ese "Low-Fi" de baja calidad (valga la redundancia) en el cual se puede escuchar cómo su madre le llama para comer y todo tipo de ruidos de fondo. Es una experiencia dura, no apta para aficionados. Y con esto no me refiero a comprar su última y lujosa recopilación "The Story Of An Artist" (2010) o algún que otro cedé sino a cintas de casette como "Yip/Jump Music " o "Hi, How Are You" (ambas de 1989).  A excepción de unos pocos afortunados (entre los que seguramente estabas tú, querido lector) el resto era desconocedor de la mayoría de su obra pero la cita era demasiado golosa, imposible perderse a un discapacitado (temamos decirlo sin remordimiento, no es un insulto) que se pasa el día bebiendo "Mountain Dew" (algo así como Sprite), dibujando al Capitán América, predicando contra el diablo y grabando canciones como si mañana se fuese a acabar el mundo. 

En "La Casa Encendida" ponían falta a todo aquel indie despistado que no estuviese. ¿Quién en su sano juicio iba a perderse la oportunidad de ver a un tipo del cual Kurt Cobain llevaba su camiseta durante la época del millonario "Nevermind" (1991), versionado por un artista de culto como Tom Waits y reverenciado por Eddie Vedder? ¡Si ellos han visto algo en él, nosotros también! El principal problema al que nos enfrentamos nosotros, desde nuestra posición, es la sensibilidad de estos artistas y la cercanía geográfica y contextual de Daniel para con sus vidas. No te engañes. Si Cobain nunca hubiese llevado su camiseta tú nunca habrías oído hablar de Daniel Johnston, no habría tocado en "La Casa Encendida"  y su reconocimiento sería nulo. No te esmeres en buscar intrincadas excusas por las cuales seguramente eres muy genuino y amas sus música mientras desprecias la obra del de Pomona o "Smells Like Teen Spirit" es demasiado comercial para ti. El intrincado universo de Daniel Johnston no habría entrado en contacto con el tuyo. Muchos de esos artistas supieron ver en él a un artista entrañable, ingenuo y extraño pero dudo mucho que, fuera de sus buenas intenciones, sepan entender cómo esta pequeña broma se nos ha ido a todos de las manos, sus dibujos hechos a "rotu" cuestan la friolera de mil ochocientos euros y cada movimiento suyo es reverenciado con el mismo ensimismamiento que la gente que acude a sus conciertos. Así es cuando la incultura y el desconocimiento son los protagonistas y el miedo a decir que es una soberana mierda se mezcla con la moral cuando tomamos conciencia de que el artista es un enfermo y, por ello, debemos sonreír y bendecir cada paso suyo.

Hay decenas de artistas que son criticados a diario por no ser las mismas "bestias de escenario" que eran cuando tenían treinta años menos, por no estar lo suficientemente inspirados en sus últimas producciones o no alcanzar las notas que su garganta dominaba hace décadas. ¿Por qué tenemos que reverenciar a un artista cuya obra, pura y objetivamente, no cumple unos mínimos de calidad? Aprecio su tesón, su lucha y su esfuerzo, admiro su valentía y reconozco chispazos de genialidad en alguna que otra canción pero debemos ser realistas y juzgarle con la misma vara que al resto ya que actualmente está jugando en la misma liga que los demás. Sus letras son tan pueriles que rozan los obvio, su voz desafinada, no sabe tocar la guitarra o no le preocupa el sonido, su actitud en el escenario es errante hasta llegar a provocar lástima y el supuesto peldaño de compasión desde el cual debemos contemplarle es cómodo para unos minutos pero no para más.

¿Alguien recuerda "El traje nuevo del emperador" de Andersen? (seguro que sí porque si conoces a Johnston, Andersen es de andar por casa) pues ese mismo alguien debería acercarse a la familia de Daniel y, amablemente, sugerirles: "Como broma ha sido divertido pero, antes de seguir paseándole por media Europa como si de Van Gogh o el nuevo y no reconocido Bob Dylan se tratase, por favor, piensen en él y déjenle en su casa, tocando y pintando, disfrutando de la vida, no alimenten más su fantasía" Pero, claro, ellos, al igual que Daniel, no tienen la culpa en esta tragicómica historieta en la cual los únicos subnormales somos el público y ganado a pulso, tenemos nuestro mérito, claro que sí.

Hace días, en una entrevista virtual, le preguntaban a Diego Manrique si estaría en el concierto. Él, mucho más educado e infinitamente más culto, que el resto de los que nos gusta escribir sobre música por afición, salía al paso con la diplomática expresión y la excusa del "artista damnificado". Obviamente, no soy objetivo cuando hablo de auténticos gigantes como Manrique, Ordovás o Bianciotto (ante los cuales no queda otra cosa que leer y callar) pero, como siempre, daba en el blanco.

Cuando leo críticas como la publicada en un conocido diario de tirada internacional en la cual hay perlitas como: "La mente humana es un territorio lo bastante ignoto como para avivar la fascinación y el desasosiego. A todos se nos nubla el ánimo sin que acertemos a descifrar la propia congoja. Desnortamos el raciocinio y transmutamos nuestra fragilidad consustancial en el escalofrío del abismo" o la aún más fascinante "El repertorio ahonda en el crudo rock alternativo o esas baladas que, como "Sweetheart", escuecen y provocan los primeros aplausos de un público entre estupefacto y abducido, con la respiración en suspenso permanente" y por último, y no menos descacharrante; "transmite emoción, sin duda, pero también una acentuada pesadumbre. La misma que se nos despierta al comprobar que, por dos veces, Johnston es incapaz de recordar en qué extremo del escenario se encuentra la salida" es cuando me doy cuenta de que hice bien en no haber ido, no soy un farsante, no puedo engañarme a mí mismo ni al resto, refugiarme en la protección que supone la enfermedad del pobre Daniel y formar parte de la masa para aplaudir a una persona que ya tiene bastante con levantarse cada día, no voy a ser partícipe de este circo.

Y al artista, a aquel chico que creció ilusionado con su arte y a todos nos hizo esbozar una sonrisa cuando le descubrimos, le deseo la mejor de las suertes y que lo que le quede de vida compense a su otra mitad pero yo me bajo del tren.

© 2012 Jim Tonic

Crítica: The Mars Volta "Noctourniquet"

Hace muchos años conocí a un chico muy aficionado a At the Drive-In. Eran mediados/finales de los noventa y tras aquella mezcla de hardcore, aires intelectuales y sentimiento de trascendencia él creía ver algo más allá del grupo, para él, At the Drive-In, eran un auténtico viaje. Vivió su separación de manera trágica y no quedó muy convencido con Sparta pero con The Mars Volta la cosa cambiaba.... Si At the Drive-In eran un viaje, The Mars Volta eran un nueva galaxia en la que perderse. Recuerdo que aquel amiguete experimentaba con algunas sustancias blandas que, según él, le ayudaban a internarse y concentrarse en la música viviéndola con más intensidad si cabe. Así que, cuando The Mars Volta entró en nuestras vidas, él también tuvo que subir el listón a cosas más duras y progresivamente, a medida que el grupo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se volvía más y más mestizo en sus influencias, bizarro en sus largos, psicodélicos e imposibles desarrollos, mi amiguete se fue perdiendo progresivamente hasta llegar a tener pesadillas y sufrir pequeños accesos de paranoia. De él aprendí muchas cosas, una de ellas es que no es conveniente mezclar ciertos gustos con tu amor por el rocanrol.

Pero, igual que él le procesaba un fervor casi religioso por Omar y Cedric, entiendo perfectamente que muchos de los seguidores At the Drive-In más sencillos, aquellos que buscaban únicamente buenas y contundentes canciones sin más pretensiones, no terminen de digerir los desfases de The Mars Volta. Es comprensible que alguien que disfrute con discos como "In/Casino/Out" (1998) o "Relationship of Command" (2000) no esté dispuesto a aguantar "Octahedron" (2009).

Pero para este "Noctourniquet", Cedric anunciaba una vuelta de tuerca al sonido de The Mars Volta, apostaba por el sonido más crudo y directo, olvidándose de las largas jams a los que nos tenían acostumbrados (lo que no quiere decir que el disco entero no tenga ese característico e inconfundible sello por el cual parece que el grupo está elaborando todas las canciones sobre una eterna improvisación) y sí que es cierto que aquí podemos irnos olvidando de los largos (y a veces innecesarios) pasajes jazzísticos y latinos a los que nos habían forzado en anteriores álbumes. Siguen siendo raros pero ninguna canción (excepto "In Absentia) pasa de los siete minutos, se agradece.

Sí supone un claro punto y aparte respecto al anteriormente mencionado "Octahedron" (2009) que parecía la continuación del genial "The Bedlam in Goliath" (2008) pero sigue quedando lejos de la obra maestra que es "De-Loused in the Comatorium" (2003) o el sobresaliente "Frances the Mute" (2005). Se aprecia el esfuerzo y algunas canciones son de lo mejor que han grabado, como "Aegis", pero a  Omar y Cedric se les puede pedir más, mucho más.

¡Qué ruidoso suena "The Whip Hand"! El comienzo es avasallador, puro "ruidismo controlado" con la voz de Cedric sonando diferente pero inconfundible, galáctica y con un buen estribillo, suena fresca e innovadora y eso que en The Mara Volta es un habitual, una escapada hacia ningún sitio, en este tema se convierte en un esfuerzo titánico por salirse del autoplagio y la caricatura. Mi favorita es "Aegis", aunque esa guitarra de Omar suene demasiado a Radiohead. ¿Qué le vamos a hacer? La canción es maravillosa, ensoñadora con la aguda voz de Cedric en la estrofa, los acuosos efectos en las guitarras y el espectacular cambio del estribillo, tiene demasiada intensidad y emotividad, si es que eso puede ser visto como un defecto.

Otra directa es "Dyslexicon" cuya caótica batería es perfecta para el doblado de voces tan característico. "Empty Vessels Make The Loudest Sound" es una balada atípica, casi un medio tiempo que raya la psicodélica con moderación (el segundo tema más largo de todo el álbum) mientras el single "The Malkin Jewel" es quizá el más claro ejemplo de ese presente rupturista pero, aunque posee calidad a raudales, el experimento se queda a medio camino hacia el final del tema. Por caminos más convencionales pero abusando quizá demasiado de la electrónica, "Lapochka" se agradece después de "The Malkin Jewel", y es que esa claridad de bajos hace que podamos disfrutar de Cedric en su esplendor, una de las mejores voces del rock actual.

Pero la demostración de que The Mars Volta siguen siendo The Mars Volta la tenemos en la innecesariamente larga "In Absentia" en la que ellos mismos parecen errantes en su propia composición como ocurre en "Imago" en donde nos dan una clase magistral de cómo estropear una canción redonda abusando de los arreglos que proporciona el estudio. "Molochwalker" vuelve al rock de los setenta pero cuajado de overdubs y con Cedric desgañitándose, una de las mejores y todo un descanso para nuestro cerebro. A veces es bueno dejar de pensar, desconectar y no tener por qué estar analizando algo que sólo deberíamos sentir, a veces es bueno simplemente hacer "headbanging" mientras suena el solo de guitarra. Una muestra de que The Mars Volta a veces deberían dejar de tomarse tan en serio a sí mismos y por sus propios fans y dedicarse a lo que mejor hacen.

En la relajada "Trinkets Pale Of Moon" podrían olvidarse del uso y abuso de samplers y haberse centrado en la canción, mientras que "Vedamalady" es claramente estropeada por la cantidad de arreglos de nuevo y "Noctourniquet" confirma que esta segunda cara del disco estropea pavorosamente el resultado final de unas primeras canciones acertadas y afinadas como hacía tiempo que no les escuchábamos para acabar con "Zed And Two Naughts" y confirmarlo; The Mars Volta son capaces de lo mejor y lo peor, deberían haber continuado por esta senda con un estribillo tan espectacular como el que cierra el disco.

Decía Cedric que había tenido que pisar el freno y parar a su amigo y compañero Omar, y es que si por el guitarrista fuese tendríamos varios discos al año de The Mars Volta. "Noctourniquet" nos demuestra que el pequeño descanso les ha sentado bien y les ha hecho volver con buenas intenciones y renovados, tan sólo espero que para el próximo disco esperen, como poco, otros tres o cuatro años y volvamos a disfrutarles como en sus mejores tiempos.
© 2012 Natural Born Fucker

Crítica: The Melvins "The Bulls & The Bees"

Recuerdo que, cuando era adolescente y aún más idiota que ahora, había ciertos grupos a los que era muy complicado llegar. The Melvins era uno de ellos. Con la explosión del rock alternativo y el mediático Kurt ocupando portadas y portadas no era difícil conocer los nombres de algunos grupos que habían influido a toda la escena Seattle y entre aquellos nombres de los que mis amigos y yo hablábamos constantemente estaba el de Buzz Osborne porque, queridos, hablar de Nirvana, Mudhoney y Tad a mediados de los noventa era fácil pese a que todavía no existía internet (tal y como hoy la conocemos) pero hablar del grupo para el que Kurt había cargado y descargado los amplificadores antes y después de cada concierto era casi divino. Un ejercicio más de esnobismo tan desmesurado como todos los que viví en aquellos años porque encontrar un sólo disco de The Melvins en España a primeros de aquella década era una labor imposible. Como para lanzarse a la búsqueda de los Meat Puppets o The Vaselines (por no hablar de encontrar algo de Captain America). Así que, cuando por fin pude hacerme con su "Houdini" (1993) debo decir que Osborne me sorprendió tanto como esperaba. Su música no influyó únicamente a aquellos desastrados chicos de Seattle y su pandilla sino que se ha dejado escuchar a través del Stoner y del Metal o el Sludge. Escuchar a The Melvins es una apuesta segura por lo genuino, por un grupo que nunca ha llegado a las listas ni se ha codeado con las grandes estrellas de la industria pero cuya genialidad todavía ha dejado poso en cientos de los discos que se siguen grabando veinte años más tarde.

Publican un EP como "The Bulls & The Bees"mientras esperamos con ganas su nuevo larga duración. ¿Y qué encontramos en cinco canciones? En un álbum, la mayoría de los artistas pueden permitirse el lujo del derroche de minutos; "si no gustan las tres primeras canciones, que se esperen a la cuarta que es el single". Se pueden salvar del ridículo más espantoso gracias al concepto, a un par de temas o al largo tema oculto que justifique la compra del disco pero en un EP es otra cosa muy diferente. Cinco canciones hacen que te concentres y vuelvas una y otra vez sobre tus pasos. No hay más que lo que escuchas y si fallan en un par de temas la sensación de fracaso planea sobre las cabezas de críticos y seguidores. ¡Qué incongruencia pero qué diferencia tan grande únicamente basada en la duración! ¡Hasta un mal single se puede disfrazar gracias a una excelente "cara b" pero con un EP las cartas parecen estar sobre la mesa desde el principio y, aunque no sea cierta, en la misma teórica cara!


Por eso, "The Bulls & The Bees" es perfecto para un grupo como The Melvins. Nos sirve para abrir el apetito de su próximo álbum y, sin embargo, es lo suficientemente corto y genial como para que lo apreciemos por sí mismo. Monolíticos y entrecortados riffs, guitarras pesadas y batería de sonido machacón encuentran su lugar en una receta que oscila misteriosamente entre el Metal, el Rock Alternativo y el Stoner sin llegar a empachar. ¿Qué esperabas? ¡Por algo son los padrinos del mal llamado Grunge!


"The War On Wisdom" arranca de manera espectacular mezclando suntuosas voces graves con esquizoides réplicas mientras la batería cambia de ritmo y se acelera no sin dejar el protagonismo a las cuerdas, lo mejor del disco. Recuerda que Dale Crover (aquel que echo una mano a los Nirvana más jovencitos) está aquí presente. "We Are Doomed" es la más larga, siete minutos de entrecortadas guitarras y punzantes agudos, coros y un solo con más sabor a rock que ninguno de los que hayan podido grabar otros grupos mucho más famosos.  Te mantendrá en vilo hasta el final, prometido.


La simpática e instrumental, "Friends Before Larry" y su comienzo desconcertante pronto se vuelve stoner y noise con ese brillante acople que te acompañará hasta el final.  Como ocurre con su hermana "A Really Long Wait" cuya comienzo onírico y oceánico es jalonado por las irreales voces de The Melvins y los suntuosos arreglos de cuerda hasta la catarsis sónica al minuto de acabar.


"National Hamster" y su riff te llevará a un viaje en el tiempo. Desde mi punto de vista es la mejor, no sólo por sus guitarras sino por sus cambios de ritmo y sus pasajes, sus voces y su contundencia. Cuando The Melvins publican canciones nuevas siempre hay que tenerles en cuenta y escucharlas. "The Bulls & The Bees" no sólo supone algunas de las mejores de los últimos años sino una vuelta por la puerta grande a lo que mejor saben hacer, esperamos ansiosos su próxima aventura.

© 2012 Donnie Darko

Crítica: The Police "Everyone Stares: The Police Inside Out"

Si Andy Summers, Stewart Copeland y Sting consiguieron volver a girar hace cuatro años y dar magníficos y extensos conciertos llenos de energía, bajarse del escenario y no dirigirse la palabra y mantener su supuesto odio intacto estamos de enhorabuena porque, por esa regla de tres, podremos ver a cualquier formación por mucha antipatía que se profesen sus integrantes. Y es que, tras la separación de The Police en 1984, cada año que pasaba se volvía más y más improbable el hecho de un reunión que al final, y contra todo pronóstico, ocurrió en el 2007. Pero el camino y el largo hiato hasta llegar a esa ansiada reunión por parte de fans y de las promotoras no fue un camino de rosas y uno acude esperanzado a este "Everyone Stares: The Police Inside Out" ("Todo el mundo mira; The Police desde dentro") para obtener las respuestas y, tras más de una hora, se llegan a extraer pocas conclusiones o ninguna acerca del detonante de la enemistad entre Summers, Copeland y el famosísimo Sting a principios de los ochenta. 

The Police fueron uno de los grandes grupos de aquella década a pesar de que no pasaron del meridiano de ella, su legado se limita únicamente a cinco discos enormes y una influencia inconmensurable sobre todos los grupos que vinieron después. ¿Pero por qué se separaron, por qué lo dejaron si lograron llegar a lo más alto y convertirse en toda una referencia cultural? 

Ninguna de estas preguntas son respondidas en este documental del mismísimo Stewart Copeland (producido por su propio hermano, Miles Copeland III, todo queda en casa...) que, tal y como el batería cuenta en los primeros minutos de cinta; "Compré una cámara de Super 8 en 1978 y, tan pronto como me la llevé al ojo, comencé a grabar y grabar y comenzaron a suceder sorprendentes situaciones" 

Es cierto, no miente, el total del metraje de "Everyone Stares" pertenece al que él mismo grabó con su cámara y produce tanta curiosidad como satisfacción, las imágenes han envejecido maravillosamente bien y en tiempos en los que todos intentamos darle sabor a nuestras fotos y vídeos con toda clase de efectos digitales, es de agradecer el tipo de imágenes ochenteras que el Super 8 es capaz de conferir a las escenas de un grupo de aquella década. ¿Pero qué ocurre, cuales son las sorprendentes y divertidas situaciones de la que Stewart nos habla? Según él; "Son entretenimientos a partir de las pistas originales: la letra de "Can't stand losing you" sobre el ritmo de "Regatta de blanc" y otros destrozos parecidos..."

Si tenemos en cuenta que The Police fue un power-trio que, en poco tiempo y de manera fulgurante, subió como la espuma sí que despierta cierta ternura ver a unos jovencitos Sting y Summers pelear sin maldad, hacer el memo, gastar bromas, firmar autógrafos en cutrísimas tiendas de discos, pasar noche tras noche en lamentables habitaciones de moteles de tercera y, poco a poco y de manera muy sutil, ver cómo el ritmo va subiendo hasta terminar llenando estadios pero, más allá de la simpatía que esto nos pueda generar, son demasiados minutos como para disfrutarlos plenamente sin un montaje más profesional, sin una narración en condiciones (ya que la manera de contar la historia del grupo es tan caótica y desesperante como monótona la voz de Copeland) y sin ser un auténtico fanático de The Police que haya perdido toda objetividad con el grupo. Las escenas funcionan para un videoclip, para unos minutos de diversión cuando vemos a un Sting todavía liberado del peso de su fama, a Summers disfrutando flemático del acontecer de los hechos y a Copeland grabándolo todo como un colegial pero alargarlo más de una hora resulta excesivo.

La creciente tensión entre sus miembros tan sólo se llega a intuir en sus gestos, su forma de tratarse, de mirarse o bien ignorarse y deja al espectador (a total merced de sus conocimientos en la historia de la banda) con el enorme peso de intuir lo que ocurrió y responderse a sí mismo entendiendo que tantas horas juntos y la lógica presión de la fama, las giras y sus fortísimos egos hicieron el resto. ¿Es esto lo que esperamos de un documental del grupo? No, claro que no.


Resulta que Copeland llegó a grabar de manera obsesiva más de cincuenta horas de cinta y tardó mucho más que eso en ponerlo en orden, descartar y montar. Animado por Les Claypool (bajista y cerebro de los inclasificables Primus) a darlo a conocer, "Everyone Stares" obtuvo buenas críticas en el festival de Sundance y ahí, justo ahí, quizá es donde resida el error y el mismísimo Copeland es quien nos da la clave del talón de Aquiles de su película cuando dice; "Mi juguetito se escapó del parque para convertirse en un monstruo". Esta cinta de The Police nunca debería haber abandonado su condición humilde para convertirse en todo un documental de una de las bandas más grandes de la historia y venderse a las masas, debería haberse quedado en un producto de culto dedicado a los fans, con la única aspiración de regalar esas escenas nunca antes vistas de su día a día en aquellos años de efervescencia. ¿Pero es culpa de Copeland, de la industria o del propio público que ha aupado esta cinta a un lugar que no le corresponde?

Puede que sí, que el error sea nuestro por acudir a él buscando respuestas, buscando las claves y queriendo que sus propios protagonistas nos cuenten la historia una vez más cuando la intención de la película es únicamente disfrutar de esas situaciones inéditas desde un punto de vista en el que lo único que desea Copeland es transmitirnos la sensación de estar en el grupo, de ser uno más de The Police (cosa que sí que logra gracias a su punto de vista)

Uno de los tríos más famosos de la historia del rock volvían en el 2007 y eso es lo único que importa; haberles visto sobre las tablas. Lo demás, si no nos van a descubrir nada nuevo, si no nos van a contar nada, merece la pena olvidarlo y guardarlo de nuevo en el cajón como hizo el propio Stewart durante años pero esta vez sí, echarle el candado.


© 2012 Jim Rose

Crítica: Accept "Stalingrad"

Después de un gran disco como fue "Blood Of The Nations", Accept vuelven a la carga con otro esos trabajos, que si lo medimos por el mismo rasero que su anterior disco, nos lleva nuevamente a quitarnos el sombrero. El quinteto germano es una de las bandas que mejor plasma en la actualidad el sentimiento del más puro heavy metal, lo llevan en las entrañas desde hace ya muchos años y no han perdido ni un ápice del mismo con el transcurso del tiempo. Para alegría de todos nosotros estamos ante uno de esos grupos del que sabes que cuando te pones un disco suyo nunca te va a defraudar, nunca te vas a sentir estafado y no te llevará en ningún momento a torcer el ceño ni a poner cara rara ante lo que suena y se muestra ante tus sentidos. Tengo que decirlo...¡Qué grande es Mark Tornillo!, cada vez más asentado en el grupo y ganando día a día galones en la composición de los temas. Su voz es fantástica, a veces tan parecida a la del reemplazado Udo y otras a la del magnífico Brian Johnson; pero siempre con ese toque duro e inquisitivo que le da un toque diferente y persuasivo al resto de cantante de Rock.

Una vez más, al igual que sucediera en su anterior álbum la producción y la mezcla corre a cargo de Andy Sneap, uno de los grandes productores con los que cuenta nuestra música y sin nada que envidiar a grandes figuras como puedan ser Colin Richardson o el mismísimo Rick Rubin; no en vano ha producido discos para gente como Megadeth, Exodus o Kreator entre muchos otros. Cierto que la mayoría de sus trabajos están vinculados con grupos orientados al thrash metal y sonidos más extremos, pero que como vemos con este "Stalingrad" se atreve con todos los palos convirtiendo en lujo y maravilla cualquier cosa que se le ponga delante de sus narices.

"Hung, Drawn And Quartered" es últimamente la "culpable" de despertarme todas las mañanas. Es la banda sonora que me anuncia que un nuevo día ha llegado y gracias a la cual el levantarse se presenta como una tarea menos dura y trabajosa de lo que lo es habitualmente ante el sonido del típico despertador mañanero. Estamos ante un tema 100% Accept, duro y directo, sin concesiones ni tonterías; vamos como nos gusta a nosotros. "Stalingrad" por su parte es más aposentado y sosegado, es verdad que no es tan veloz ni visceral, aunque sí tan como su predecesor. Mark se muestra intratable cuando coge la batuta y los mandos de esta maquinaria de hacer heavy metal. Según avanza el tema se van dejando por el camino notas del himno ruso, referenciando a la ciudad soviética que presenció la batalla más cruenta de la Segunda Guerra Mundial y a la que el título del disco homenajea con su nombre.

Combate que enfrentó a los soldados nazis de Hitler y el ejército rojo de Stalin en la denominada "Operación Barbarroja" (siempre que escribo este nombre, me viene a la cabeza Hail Of Bullets y aquella maravilla llamada "...Of Frost and War") plantada por las Fuerzas del Eje con el fin de conseguir la invasión y la rendición soviética. Aunque como todos sabemos el tiro en aquel caso les salió por la culata a los alemanes...al contrario de lo que sucede con "Hellfire" y con "Flash To Bang Time" donde estos germanos del siglo XXI se alzan con los altares del rock, logrando mezclar la sofisticación y la melodía como en ningún otro tema del disco. Dos diamantes para la eternidad.

Preciosa es la portada que al final decidieron elegir para el álbum, mucho mejor que aquella enteramente roja, que transmitía más bien poco y que en principio tenían decidido emplear. Menos mal que al final decidieron rectificar y de ese modo brindarnos la generosa oportunidad de estudiar cada uno de sus matices y sus elemento mientras nos dejamos llevar por la intro de "Shadow Soldiers", una potente balada que no dejará indiferente a nadie. Me encanta, y tengo que decir que posiblemente sea mi favorita junto con el tema que abre el disco. Por su lado "Revolution" muestra al Hoffman más acelerado y esquizofrénico, con unos cambios de ritmo sorprendentes que se muestran juguetones y cómplices junto con la voz de Mark y el bajo de Baltes. De esos temas que en directo siempre tienen un hueco para hacerse notar y de ese modo podamos descifrar su verdadera potencia y valía.

"Twist Of Fate" saca el lado más Kenny Rodgers de Tornillo, dibujando unas líneas especialmente graves y desdichadas, llenas de feeling y nostalgia capaces de ponerte los ojos vidriosos y llorosos ante la fascinante emotividad y el enorme sentimiento que es capaz de transmitir en cada nota que sale de su prodigiosa garganta. "The Quick And The Dead" es todo lo contrario, veneno y rabia inyectados en vena, con poco espacio para la melancolía y la pesadumbre y con mucho para el divertimento y el desenfreno. Te invita a levantarte de un salto del sofá y a que te dejas llevar por su ritmo fiestero y gamberro. Otro de los temas sustanciales que convierten a "Stalingrad" en uno de los discos más importantes de este 2012.

© 2012 Lord Of Metal

Crítica: Black Label Society "Order Of The Black"

El pobre de Zakk Wylde ha tenido que aguantar mucho durante los últimos años y, francamente, no se lo merece. Tras la muerte de su amigo y colega Dimebag Darrell llegaron las forzadas acusaciones e insultos por parte de Phil Anselmo que veía en Zakk una actitud oportunista frente a la muerte del guitarrista pero publicó el gran "Shot to Hell" (2006) y las aguas volvieron a su cauce no sin cierta polémica ya que, al poco, tuvo que soportar el incomprensible despido por parte del que había sido su padre en la industria, Ozzy Osbourne. Y es que, según Sharon (mujer y manager del de Birmingham), los últimos discos de su marido sonaban demasiado a Black Label Society por lo que tuvieron que desprenderse del rubio guitarrista de la manera más fría y desagradable, sin piedad. Seamos sinceros, lo único que se salva de la carrera de Ozzy en los últimos años es el excepcional "Ozzmosis" (1995) y el justito "Black Rain" (2007) gracias, precisamente, a la presencia de Wylde en ellos. ¿Qué problema hay en que los discos de Ozzy suenen a Black Label? ¡Es justo lo que Ozzy buscaba, un sonido propio y reconocible! En "Ozzmosis" lo más espectacular es la guitarra y de "Black Rain" lo único que podemos rescatar es justo el sonido de la Gibson de Wylde. Desde Randy Rhoads, Ozzy no había encontrado un guitarrista con el que poder medirse en presencia escénica en el escenario y como músico en el estudio (y que me perdone Jake E. Lee). Pero, por si no fuese suficiente, Zakk fue hospitalizado debido a un problema congénito y, a juzgar por su aspecto, todos nos temimos lo peor. Pero salió adelante y para terminar de cargar más aún las tintas, tanto la crítica como su detractores más feroces esgrimían toda clase de argumentos para echar por tierra el magnífico regreso que supuso este "Order Of The Black" del 2010 (cómo pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando se publicó), Zakk había perdido la magia, había dejado de ser un gran guitarrista para convertirse en un "corre mástiles" sin sentido alguno de la melodía, enfrascado en larguísimos solos que lo único que provocaban eran bostezos entre su público y era incapaz de terminar los conciertos sin tambalearse después de beber como si no hubiese un mañana. ¿Era cierto todo esto?

Poco importaba cuando, en pleno verano del 2010, veía la luz este "Order Of The Black" que ya desde su sobria portada advertía lo que se nos venía encima. Un disco sólido, contundente, brutal en su sonido y perfecto en su ejecución y composición. Un álbum en el que no sobra ni uno sólo de sus segundos, que suda y huele a gasolina, neumáticos quemados y todo ello regado con Jack Daniel's y cierto picor sureño metálico. Curiosa receta. 

"Crazy Horse" y nos ponemos el tocado indio para recibir el agreste y salvaje sonido de la Gibson de Zakk. Destaca su riff, contundente como pocos y los maravillosos y característicos "pinch-harmonics" marca de la casa. Imposible escuchar este tema y no pisar el acelerador de tu coche, imposible no reconocer el sonido puro de Black Label y la nasal voz de Zakk. El Wah-Wah no saluda en "Overlord" para terminar cargando con toda la artillería hasta llegar a un estribillo magnífico y enorme; "Kings of this world, the servants shall serve Slaves never free..." y el trabajo de la guitarra, como siempre, espectacular.

Ritmo machacón y pesado en el riff de "Parade Of The Dead", acelerada y sin tregua con otro estribillo para la colección (y un vídeo muy simpático, igual que el de "Overlord") pero Zakk nos da tregua en la siguiente. De nuevo un balada como mejor sabe hacer, piano y guitarra, slide y un solo para quitarse el sombrero. "Rain, rain, rain, take this hand of sorrow, take away my darkest days" canta Zakk para que exorcizar todos sus demonios.

Poco dura la calma con "Black Sunday" y el hiriente comienzo metálico de la "Bullseye" pero si hay una que se ha convertido en mi favorita durante los últimos meses es "Southern Dissolution" en donde todo encaja, sus armónicos, su riff y el estribillo a coro. Una maravilla. En "Time Waits for No One" vuelve al piano con un resultado curioso y es que es capaz de emocionarnos con una balada y unos arreglos propios de Elton John y su rasposa voz unida a su guitarra, admirable la versatilidad de Zakk y cómo es capaz poner su Gibson al servicio de la melodía, haciendo que todos aquellos que le acusan de excesivo en sus solos (tanto en directo como en estudio) caigan en el mayor de los ridículos.

"Godspeed Hellbound" nos devuelve a los Black Label Society más clásicos y feroces, una apisonadora con una sorpresa muy dulce en su interior; un cambio de ritmo verdaderamente asombroso, con arreglos de cuerda y una guitarra acústica, épica y emocionante de principio a fin. Oscurísima es "War Of Heaven" con ese comienzo con olor a desierto y arena, con una guitarra que se encabrita y es finalmente domada entre acoples y fortísimos riffs. 

De nuevo al piano, "Shallow Grace" es la más delicada de las baladas que componen este disco pero crece en intensidad cada segundo que se acerca al estribillo, con un in-crescendo sobrenatural, convirtiéndola en un glorioso medio tiempo. La instrumental "Chupacabra" nos hará esbozar una sonrisa al reconocer alguna de las influencias de Zakk, de duración apropiada y ejecución perfecta, te deja con ganas de más. ¿Cuántas veces se puede decir eso de un tema instrumental? Muy pocas...

"Riders Of The Damned" recuerda a "Mafia" (2005) pero con la lección aprendida (ojito de nuevo al cambio al piano y el solo posterior) y "January" cierra el disco con guitarra acústica en una oleada cálida y agradable con regusto a country y sabor sureño.

Es posible que estemos ante el mejor disco de Black Label Society, que estemos frente a esa obra de madurez por la que todos suspirábamos, incluso el propio Zakk. Nunca hasta ahora había conseguido sonar así con una colección tan sólida y fabulosa de canciones, nunca había estado tan en buena forma frente a tantas adversidades y golpes bajos. Quizá sea eso lo que haga aún más grande a un disco como "Order Of The Black" y es que uno le hace sentirse orgulloso de formar parte de todo esto.


© 2012 Rick Deckard

Blogozarro #13 "La guitarra de Kurt"

Los más puristas se llevaban las manos a la cabeza; ¡Oh, Dios mío, estos de Fender no tienen corazón, van a sacar una guitarra en el nombre de Kurt, es un sacrilegio! ¿Qué diría Kurt si estuviese vivo? ¡No lo aprobaría! No seamos hipócritas, a estas alturas, la gente de Fender (o 7ender, como muchos prefieren escribir en internet) es de todo menos tonta pero tampoco necesitan pedirle permiso a los cuatro payasos que argumentaban semejante imbecilidad. La gran mayoría llevaba pañales cuando Kurt se colgaba su mítica guitarra y esgrimen tal argumento porque no tienen dinero para comprarla, no quieren gastárselo o Nirvana no significa nada para ellos. Motivos muy loables pero muy alejados de la crítica sobre la falta de ética de la compañía por hacer una réplica de la guitarra del ídolo grunge. Sí, podría resultar un contrasentido para la filosofía del movimiento pero tengamos en cuenta que éste sólo fue una etiqueta con denominación de origen de la cual Kurt renegó y bromeó durante sus años de fama. Y, en realidad, Fender trabajaba codo con codo con Kurt en los últimos meses de vida de éste e incluso llevó acabo el proyecto de Cobain de mezclar una Jaguar con una Mustang, dando lugar a la ya mítica "Jagstang" cuya producción ha sido discontinuada durante los últimos veinte años y actualmente sólo es posible conseguir a través del mercado de segunda mano. 

En la trasera de la pala de la "Jagstang" figuraba el mítico y ahora tan buscado "Designed by Kurt Cobain" con la aprobación y beneplácito de éste (pese a que no quedó del todo contento con los resultados finales y siguió sugiriendo cambios y modificaciones, además de descontentos, durante la gira de In Utero a los luthiers de Fender). Es por esto que Fender está en su perfecto derecho de hacer una réplica de la legendaria Jaguar del 65 que empuñaba Cobain por aquello del aniversario de "Nevermind" (1991) y todos aquellos que crecimos y fuimos adolescentes (con toda esa angustia juvenil) cuando Nirvana sonaba en la radio ansiábamos el momento de poder tocar la guitarra que se colgaba nuestro antihéroe favorito y, con algunos años de más, preferimos aferrarnos a esta pequeña ilusión que a la frustración y sin razón de criticar la actitud de Fender en nombre de Kurt que, no nos mintamos, a estas alturas no hace falta que nadie le defienda. En mi más humilde opinión, Fender es precisamente una marca cuya principal característica a la hora de realizar sus "modelos signature" es el respeto.

Antes de continuar, me gustaría aclarar que lo que viene a continuación es una pequeña "review" basada en mis escasos conocimientos sobre mi recién adquirida guitarra y la ilusión con la que he vivido cada instante; desde su llegada, la apertura del estuche y las sensaciones que me ha producido, por lo que es bastante personal y nada académica o técnica. De todas maneras, no podía ser de otra forma tratándose de la protagonista que nos ocupa. Pinchemos una vez más "Aneurysm" y dejémonos llevar por el tacto de su mástil...

Nos hemos hartado de repetirlo y reconocerlo; Kurt no era un virtuoso a la guitarra pero, a cambio, era capaz de decir con seis cuerdas más que muchos guitarristas con mejor técnica, de inventar increíbles melodías y, lo más importante, crearse un sonido tan identificable y característico como uno más de los mejores músicos de la historia. 

Es imposible no escuchar uno sólo de sus "acoples" o su magistral manejo del "chorus" y no reconocer su sonido al instante. Kurt no inventó la rueda pero nos descubrió una nueva forma de usarla y nos demostró,  una vez más, que cualquiera podía tocar la guitarra y componer.

¿Cuántas guitarras usó Kurt? Decenas. Principalmente Fender aunque también una Gibson SG, Epiphone, Mosrite (y las Univox) o Martin (como la acústica del Unplugged). 

¿Por qué Fender? Varias Stratocaster entre las que se contaban la mítica blanca (con el logo de K Records), la icónica strato negra también conocida como "Vandalism Stratocaster" (debido a la pegatina de "VANDALISM: BEAUTIFUL AS A ROCK IN A COP'S FACE") y las dos telecaster de las que se tiene constancia (la pintada en azul con el corazón arañado sobre la pintura y la sunburst japonesa que le regaló Fender y que rápidamente se convirtió en su favorita poco antes de morir) pero, sobre todo, Jaguars y Mustang debido a que éstas, fuera de moda y en claro desuso, podían ser encontradas por poco menos de cien dólares de la época. 

Así que, Kurt terminó cogiéndole el gusto a este tipo de guitarras levemente asimétricas ricas en limpios y orientadas a la música surf. ¿Ricas en limpios? Rápidamente lo solucionó cambiando las pastillas simples del puente por unas "humbuckers" que ayudaron a definir su sonido. Comenzaba la leyenda.

La Fender Jaguar de 1965, de clavijero grande estilo Strato y el logo Fender "spaghetti" presenta todas las modificaciones con las que Kurt la compró y las que él mismo le hizo, guardando la misma configuración (para bien o para mal) que la del líder de Nirvana. Pastillas Humbucker "DiMarzio DP103 PAF 36 Aniversario" en el mástil y "DiMarzio DP100 Super Distortion" en el puente,  cuerpo de aliso con acabado envejecido (incluidos los herrajes), controles cromados tipo "domo" (dos para el volumen y uno para el tono) y un switch de tres posiciones que Kurt solía cubrir con cinta aislante negra para evitar cambiarlo mientras rasgueaba. A estas alturas no vamos a ponernos exquisitos acerca de lo amoral que puede ser el acabado "relic" o el "roadworn" porque esta edición especial de la Jaguar de Cobain pedía a gritos un trabajo tan concienzudo y bien hecho, no sería lo mismo si no presentase el desgaste que sufrió en manos de Kurt.

Palosanto para el diapasón, trastes jumbo médium, puente Adjust-O-Matic (el tremolo de tipo Jaguar clásico con opción de bloqueo) y la placa del mástil (neck plate) grabada con el dibujo que Cobain hizo con sus propias manos sobre la original, como colofón el acabado "relicado"  (que hace pocas líneas comentaba) para hacer una réplica exacta a la que llevaba Cobain en la que se supone que hasta el peso es el mismo. Y aquí es donde se unen la leyenda con el misterio más absoluto ya que, según se cuenta, Courtney prestó la guitarra a su compañero de grupo en Hole, el guitarrista Eric Erlandson quien la usó durante un tiempo y el resto de los mortales le perdimos la pista, se dice que se la devolvió a una de las viudas más famosas del Rock N' Roll y está la conserva como oro en paño para regalársela a su hija, Frances Bean Cobain pero en realidad no se sabe nada a ciencia cierta ya que nadie, absolutamente nadie, ha llegado a verla, ni siquiera Earnie Bailey. ¿Entonces, cómo llegó la guitarra a los luthiers de Fender? Hasta la prestigiosa marca guarda celosamente el secreto de la guitarra que, según unos pocos afortunados afirman, llegó en un misterioso estuche, examinaron, midieron, pesaron, escanearon y hasta radiografiaron para, posteriormente, reproducirla a modo de homenaje. ¿Cuál es el resultado? Jodidamente espectacular.

Hablamos de una guitarra que, aunque fue la favorita de Kurt durante mucho tiempo, no recibió especial mimo o cuidado, nunca la limpió (permitiendo que cayese sudor o restos de cualquier bebida y comida) y, pese a que nunca la destrozó como ocurrió con la "Vandalism Stratocaster", ha llegado a nuestros días no sólo con el típico desgaste de la hebilla del cinturón sino que toda la superficie de ésta (independientemente de los típicos piquetazos que sufrió tanto en el cuerpo como en el mástil) está pulida, craquelada, arañada, desgastada y con la apariencia de haber sido usada durante décadas cuando lo que realmente le ocurrió es que fue su guitarra principal durante cientos y cientos de frenéticas noches. Pues bien, Fender se ha esmerado tanto que esta Jaguar luce exactamente igual a la original (según dicen los que han tenido ambas entre manos y podemos comprobar en foto, claro) e incluso los herrajes tienen restos de óxido y se muestran envejecidos con tal realismo que cuesta pensar que lo que tenemos entre manos es un instrumento nuevo.

Lo primero que me sorprendió fue cuando cogí el estuche entre mis manos; ¡pesaba una barbaridad! Lo abrí (mientras sonaba Nirvana, por supuesto, hay que ser muy detallista cuando hablamos de este tipo de fetiches) y allí estaba... Cuando era adolescente nunca pensé que tendría delante mío la guitarra de Kurt (bueno, una réplica) así que, después de observarla durante un buen rato y tocar su cuerpo con cierto respeto, la agarré por el mástil y la examiné con cuidado. Lo que estaba claro es que lo que pesaba no era sólo el estuche, es una guitarra realmente sólida y pesa como ninguna otra de mi colección, al tacto se siente robusta. La enchufé y jugueteé un rato con ella. La acción de las cuerdas es baja y el mástil se deja tocar con suavidad, los acabados son perfectos y la mano se desliza con rapidez. No soy un gran guitarrista pero suena bien cuando uno se lanza con algún que otro solo o lick bluesero pero, sobre todo, es una guitarra hecha para rasguear con fuerza, para hacer quintas salvajes o "power chords", para "golpear" y disfrutar porque cuando uno la toca siente sus pastillas y un sustain fuera de lo común. Sorprende la fuerza que desprende y la magia que Fender ha sido capaz de captar con su excelente trabajo. Todo hay que decirlo, esta Jaguar (después de las modificaciones que Kurt le hizo, y perfectamente reproducidas en este modelo) es complicada de usar al principio; uno tiene la sensación de manejar dos circuitos y poder tocar con una pastilla en un limpio con un poco de "crunch" para saltar a la distorsión más contundente con un simple cambio en el conmutador más cercano al mástil. Vamos, una auténtica gozada con la que uno disfruta de la versatilidad de esta Jaguar en cuanto se acostumbra a ella.

Capturando plenamente el espíritu de Nirvana, resulta increíble tocar sus canciones y sentir su sonido, notar el típico timbre de la guitarra de Cobain (monta cuerdas del 10, ligeramente más gruesas, de las que me aprovisioné varios juegos) y acoplarla contra tu ampli, hacer sonar "Breed" o "Aneurysm", hacerla chirriar y gritar con "Serve The Servants" o cambiar el juego de las pastillas y en limpio sacar el sonido de "Lithium" o "Polly", lo único que se puede llegar a echar en falta es un ampli Fender o Mesa Boogie para acariciar aún más el sonido más puro de los de Seattle. Para colmo, dentro del estupendo estuche de Fender viene un libro, una auténtica golosina, escrito por Earnie Bailey, técnico de guitarras de Nirvana en el que no sólo nos cuenta cómo conoció a Kris y Kurt, cómo ajustaba sus guitarras y cómo sufría cuando las recogía hechas pedazos sino que nos narra la misteriosa historia de esta Jaguar y las manías y gustos de su dueño con algún que otro dibujo de éste y fotos de la época. Kurt nos dejaba en Abril de 1994 y no se me ocurría mejor forma de recordarle que con su Fender del 65 entre mis manos. Te seguimos echando de menos...

© 2012 J.Cano

Crítica: Unisonic "Unisonic"

Estamos ante el típico álbum que cuanto más lo escuchas más te gusta. Ese disco que en un principio te deja un poco descolocado pero que con el paso del tiempo según le vas dándole diferentes oportunidades te va enganchando y poco a poco te va llevando a su terreno y dominio, hasta que llega un momento en el que sientes verdadera admiración y devoción por él. La expectativa no podía ser mayor al fin y al cabo no se dejaba de hablar de la vuelta al metal de una de las voces más prodigiosas que existen dentro del Rock. Mikel Kiske (ex-Helloween) se había asociado en un nuevo proyecto con Kai Hansen, otra de las piezas claves de la etapa más fructífera de la calabaza más famosa del heavy metal. No era la primera vez que estos dos artistas coincidían en algún proyecto, después de su andadura ochentera en Helloween; Tobias Sammet ya había tenido la suerte de juntarles, para deleite de los más puristas del género, en sus primeras "Avantasias". En aquellos casos los dos junto con Sammet cantaban diferentes estrofas de algunos temas del complejo conglomerado de canciones que siempre con buen gusto y criterio componía el cantante de Edguy para su proyecto paralelo (de hecho yo, y me consta que no soy el único, me decanto más por Avantasia que por Edguy).

Aquellas actuaciones en Avantasia fueron un hecho aislado que nos alegraron la tarde a más de uno, pero que ahí se quedaron y no fueron a más. Ahora estamos hablando de un tema diferente, ahora estos dos astros se han juntado para hacer un disco conjunto y para ello se han rodeado de miembros de Pink Cream 69 y de Asia, vamos todo un lujazo que llevarse a los oídos. He de confesar que yo me relamía sólo de pensar en los "Keeper" de últimos de los 80 y posiblemente ése fuera mi gran error; pretender que volvieran por sus fueros e hicieran un tercer Keeper (no cuento aquel "Legacy" del 2005, que era un tostón más que otra cosa). Es por ello que en un primer momento me irritó y me fastidió que Unisonic no tuviera algún ingrediente parecido a los que había en aquel par de discos de finales de los 80. Ya estáis advertidos de antemano, no os esperéis un "Keeper" porque no lo vais a tener ni de lejos. El Power Metal pasa totalmente desapercibido y sólo en ciertos momentos puntuales puedes ver algún resquicio del mismo; eso sí no podemos desmerecerlo porque estamos ante un gran disco de Hard Rock, hecho que al fin y al cabo tampoco tiene que extrañarle a nadie si analizamos las bandas de procedencia de sus otros tres integrantes.

El disco comienza con el adelanto que ya nos regalaron hace unos meses en su Ep "Ignition". "Unisonic" es el tema elegido para abrir esta caja de pandora. Es lo más rápido y heavy que vamos a encontrar por aquí; un gran corte en el que apreciamos lo bien que todavía conserva la voz el mítico cantante alemán. "Souls Alive" te vuelve al pasado cuando te dejas llevar por el registro de Kiske; da gusto escuchar esos agudos a día de hoy, como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si tuviera todavía 20 años. Evidentemente el tic tac del reloj nunca se detiene y puede llegar a hacer verdaderos estragos, aunque éste no es el caso, ya que su voz sigue intacta como el primer día.

La mano de Hansen, como no puede ser de otro modo, se deja ver en los mejores temas del disco. "Never Too Late" y "Never Change Me" son un claro ejemplo; temas sencillos, directos y sin florituras; marcados por riffs potentes, estrofas con puentes interminables y estribillos que te desgarran el alma. El pequeño pelirrojo tiene un don especial para gestar canciones atractivas y pegadizas, es único en su especie, toda la vida lo ha hecho y aunque ahora no esté en su mejor momento compositivo, sigue demostrando que es uno de los grandes y sigue firmando grandes composiciones. Como olvidar su "I Want Out" o su "Future World" de la época "Keeper"; o aquel "Ride The Sky" de la ópera prima de "la calabaza", donde él mismo era el encargado de poner la voz y el sentimiento a una de las canciones más prodigiosas que jamás haya compuesto. El solo hecho de nombrarlas y recordarlas en este artículo un cuarto de siglo más tarde, me sigue emocionando tanto como el primer día que las escuché.

Dennis Ward (PC 69) se convierte por derecho propio también en protagonista con lucideces como "Renegade" o "I´ve Tried", canciones ambas hechas para el lucimiento y disfrute vocal de Michael. Por su parte "My Sanctuary" y "Star Rider" me parecen las más flojas, las menos atractivas y las que menos me llaman la atención, llegando incluso en determinados momentos a aburrir a las piedras. Menos mal que Hansen nos rescata de ese hastío momentáneo con la magnífica "King For A Day"; nos os perdáis el sentimiento y las ganas que le pone Kiske en su parte final, os dejará con la boca abierta...para quitarse el sombrero ante tan magnánima demostración de fuerza y poderío.

El disco finaliza con dos grandes canciones. Por un lado Kiske pone su granito de arena al nuevo proyecto contribuyendo con la lenta y cándida "No One Ever Sees Me", mientras que Ward se desata la melena con la que posiblemente es la mejor de todas. "We Rise" es adrenalina pura, muy divertida y entretenida; tiene la suerte de contar con uno de esos estribillos más pegadizos, capaces de quitarte el sentido y la sinrazón, máxime todo ello si coincide que la prodigiosa voz que lo desgrana es la de Michael Kiske.

No es un "Keeper", eso está claro; pero tampoco eso nos debe obsesionar y conducir a que hagamos un juicio erróneo del disco. Aquellos fueron trabajos hechos en su momento y la verdad creo que tampoco sería acertado intentar hacer una "tercera parte" de los mismos casi 30 años después (sería como hacer un "Master Of Puppets" otra vez). Eso es imposible. Unisonic se merece una oportunidad. Dársela, ya veréis como no os defrauda.

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