Crítica: Black Label Society "Order Of The Black"

El pobre de Zakk Wylde ha tenido que aguantar mucho durante los últimos años y, francamente, no se lo merece. Tras la muerte de su amigo y colega Dimebag Darrell llegaron las forzadas acusaciones e insultos por parte de Phil Anselmo que veía en Zakk una actitud oportunista frente a la muerte del guitarrista pero publicó el gran "Shot to Hell" (2006) y las aguas volvieron a su cauce no sin cierta polémica ya que, al poco, tuvo que soportar el incomprensible despido por parte del que había sido su padre en la industria, Ozzy Osbourne. Y es que, según Sharon (mujer y manager del de Birmingham), los últimos discos de su marido sonaban demasiado a Black Label Society por lo que tuvieron que desprenderse del rubio guitarrista de la manera más fría y desagradable, sin piedad. Seamos sinceros, lo único que se salva de la carrera de Ozzy en los últimos años es el excepcional "Ozzmosis" (1995) y el justito "Black Rain" (2007) gracias, precisamente, a la presencia de Wylde en ellos. ¿Qué problema hay en que los discos de Ozzy suenen a Black Label? ¡Es justo lo que Ozzy buscaba, un sonido propio y reconocible! En "Ozzmosis" lo más espectacular es la guitarra y de "Black Rain" lo único que podemos rescatar es justo el sonido de la Gibson de Wylde. Desde Randy Rhoads, Ozzy no había encontrado un guitarrista con el que poder medirse en presencia escénica en el escenario y como músico en el estudio (y que me perdone Jake E. Lee). Pero, por si no fuese suficiente, Zakk fue hospitalizado debido a un problema congénito y, a juzgar por su aspecto, todos nos temimos lo peor. Pero salió adelante y para terminar de cargar más aún las tintas, tanto la crítica como su detractores más feroces esgrimían toda clase de argumentos para echar por tierra el magnífico regreso que supuso este "Order Of The Black" del 2010 (cómo pasa el tiempo, parece que fue ayer cuando se publicó), Zakk había perdido la magia, había dejado de ser un gran guitarrista para convertirse en un "corre mástiles" sin sentido alguno de la melodía, enfrascado en larguísimos solos que lo único que provocaban eran bostezos entre su público y era incapaz de terminar los conciertos sin tambalearse después de beber como si no hubiese un mañana. ¿Era cierto todo esto?

Poco importaba cuando, en pleno verano del 2010, veía la luz este "Order Of The Black" que ya desde su sobria portada advertía lo que se nos venía encima. Un disco sólido, contundente, brutal en su sonido y perfecto en su ejecución y composición. Un álbum en el que no sobra ni uno sólo de sus segundos, que suda y huele a gasolina, neumáticos quemados y todo ello regado con Jack Daniel's y cierto picor sureño metálico. Curiosa receta. 

"Crazy Horse" y nos ponemos el tocado indio para recibir el agreste y salvaje sonido de la Gibson de Zakk. Destaca su riff, contundente como pocos y los maravillosos y característicos "pinch-harmonics" marca de la casa. Imposible escuchar este tema y no pisar el acelerador de tu coche, imposible no reconocer el sonido puro de Black Label y la nasal voz de Zakk. El Wah-Wah no saluda en "Overlord" para terminar cargando con toda la artillería hasta llegar a un estribillo magnífico y enorme; "Kings of this world, the servants shall serve Slaves never free..." y el trabajo de la guitarra, como siempre, espectacular.

Ritmo machacón y pesado en el riff de "Parade Of The Dead", acelerada y sin tregua con otro estribillo para la colección (y un vídeo muy simpático, igual que el de "Overlord") pero Zakk nos da tregua en la siguiente. De nuevo un balada como mejor sabe hacer, piano y guitarra, slide y un solo para quitarse el sombrero. "Rain, rain, rain, take this hand of sorrow, take away my darkest days" canta Zakk para que exorcizar todos sus demonios.

Poco dura la calma con "Black Sunday" y el hiriente comienzo metálico de la "Bullseye" pero si hay una que se ha convertido en mi favorita durante los últimos meses es "Southern Dissolution" en donde todo encaja, sus armónicos, su riff y el estribillo a coro. Una maravilla. En "Time Waits for No One" vuelve al piano con un resultado curioso y es que es capaz de emocionarnos con una balada y unos arreglos propios de Elton John y su rasposa voz unida a su guitarra, admirable la versatilidad de Zakk y cómo es capaz poner su Gibson al servicio de la melodía, haciendo que todos aquellos que le acusan de excesivo en sus solos (tanto en directo como en estudio) caigan en el mayor de los ridículos.

"Godspeed Hellbound" nos devuelve a los Black Label Society más clásicos y feroces, una apisonadora con una sorpresa muy dulce en su interior; un cambio de ritmo verdaderamente asombroso, con arreglos de cuerda y una guitarra acústica, épica y emocionante de principio a fin. Oscurísima es "War Of Heaven" con ese comienzo con olor a desierto y arena, con una guitarra que se encabrita y es finalmente domada entre acoples y fortísimos riffs. 

De nuevo al piano, "Shallow Grace" es la más delicada de las baladas que componen este disco pero crece en intensidad cada segundo que se acerca al estribillo, con un in-crescendo sobrenatural, convirtiéndola en un glorioso medio tiempo. La instrumental "Chupacabra" nos hará esbozar una sonrisa al reconocer alguna de las influencias de Zakk, de duración apropiada y ejecución perfecta, te deja con ganas de más. ¿Cuántas veces se puede decir eso de un tema instrumental? Muy pocas...

"Riders Of The Damned" recuerda a "Mafia" (2005) pero con la lección aprendida (ojito de nuevo al cambio al piano y el solo posterior) y "January" cierra el disco con guitarra acústica en una oleada cálida y agradable con regusto a country y sabor sureño.

Es posible que estemos ante el mejor disco de Black Label Society, que estemos frente a esa obra de madurez por la que todos suspirábamos, incluso el propio Zakk. Nunca hasta ahora había conseguido sonar así con una colección tan sólida y fabulosa de canciones, nunca había estado tan en buena forma frente a tantas adversidades y golpes bajos. Quizá sea eso lo que haga aún más grande a un disco como "Order Of The Black" y es que uno le hace sentirse orgulloso de formar parte de todo esto.


© 2012 Rick Deckard