Crítica: Joe Bonamassa "Different Shades Of Blue"

Que un chico de treinta y siete años esté publicando su decimosexto trabajo de estudio, sin contar sus proyectos paralelos (Bloodline, Black Country Communion o Rock Candy Funk Party) y unos doce discos en directo además de sus colaboraciones, es poco menos que para quitarse el sombrero y admitir que está donde está gracias a su talento pero también a su trabajo. Infatigable, Bonamassa es capaz de tocar Rock, Hard Rock, Pop, Funky y Blues sin despeinarse y además sonando creíble, estar permanentemente de gira y tocar cada noche, en un bar, en una sala, un estadio o el Albert Hall de Londres. El gran amor de Joe es la música y vuelca todo su tiempo y esfuerzos en ella, es del todo admirable. Pero siempre hay un contrapunto; la amarga opinión de aquellos que dicen que su música no llega a transmitir, que es demasiado técnico (¿perdón?) o que todo lo que ofrece en directo es incapaz de traducirlo en el estudio. Parece ser que nunca llueve a gusto de todos y ahora, para tocar Blues uno tenga que ser negro, recoger algodón, tocar una guitarra de contrachapado con el cuello de una botella, llamarse Billy Bo y no tener conocimiento alguno de música pero sí de cómo lustrar un zapato con betún. Si a Steve Vai el Blues actual le parece “mantequilla aguada” me gustaría preguntarle qué le parecen el Progresivo, el Funk, el Soul, el Pop o el Rock de nuestro tiempo ya que todos estos estilos deben saberle a garrafón cuarenta años después de su época dorada. 

Que nadie se estruje las meninges cuando suene “Hey Baby (New Rising)” y crea sentir “Little Wing” porque sí, es Hendrix, y porque “Different Shades Of Blue” es el primer trabajo compuesto íntegramente por Bonamassa y en éste ha volcado casi todo lo que le gusta y lo que no ha tenido cabida es lo que habría alejado al disco de las coordenadas en las que se mueve porque por mucho que haya metales y algún que otro retazo acústico, es un disco fundamentalmente de Blues en pleno siglo veintiuno. Bajo los mandos de Kevin Shirley (grabado en los estudios At The Palms de las Vegas) y con una banda de auténtico lujo; Carmine Rojas y Michael Rhodes al bajo, Anton Fig tras los parches con la ayuda de Lenny Castro a la percusión, Reese Wynan en las teclas, la sección de metales con Lee Thornburg (trombón y trompeta) y Ron Dziubla al saxofón además de la Bovaland Orchestra a las cuerdas, Bonamassa saca a pasear su armamento de guitarras tras componer la mayoría del disco en Nashville con Jonathan Cai de Journey, Jerry Flowers y James House. Sabe que está en un momento de su carrera en el que ya no tiene nada que demostrar y, sin embargo, es justo ahora cuando tiene que echar el resto y hacerle saber a todo el mundo que es capaz de escribir un álbum y no resulta gratuito si digo que es el mejor de Bonamassa. Claro que disfruto con “The Ballad Of John Henry” (2009) y la gira de “Dust Bowl” (2011) me pareció igual de soberbia que el disco, por supuesto que me gusta la frescura de “A New Day Yesterday” (2000) o la anticipada madurez de “Driving Towards The Daylight” (2012) pero “Different Shades Of Blue” me gusta y me parece superior a estos por lo variado que resulta; no hay nada nuevo en él y, sin embargo, su escucha es placentera, sus canciones suenan diferentes y poseen cientos de detalles que uno descubre según va escuchando, hay singles en potencia como la radiable “Love Ain’t A Love Song”, el single “Different Shades Of Blue” o desbocados solos como en “Oh Beautiful!” pero hay calidad a raudales como en “Trouble Town”, “Never Give All Your Heart” o “I Gave Up Everything For You, ‘Cept The Blues”.

Y, tal y como decía líneas más arriba, por Hendrix y su "Hey Baby (New Rising Sun)" a modo de introducción empieza "Different Shades Of Blue" hasta que la voz de Bonamassa irrumpe de manera suave y negroide, ligeramente más grave que lo habitual (más contenida y no como cuando la eleva), en "Oh Beautiful" que rápidamente se arranca con un riff a medio camino entre el blues más pesado y el rock setentero de Zeppelin, como una apisonadora. La canción es sublime por dos motivos principalmente, los constantes contrastes y cambios de ritmo y el orgasmo que comienza allá por el minuto tres y que desata una tormenta eléctrica de casi dos minutos en la que un Bonamassa más desbocado que en sus anteriores discos en solitario hace aullar a su Les Paul con unos bendings forzados que estrangulan las cuerdas. Funk con mucho groove, retazos bluesy y metales propios del soul es lo que tiene una canción como "Love Ain't A Love Song" que puede sonar sin sonrojo en cualquier emisora de onda media y resultar pegadiza. Seguimos con blues a discreción en "Living On The Moon", un registro que maneja perfectamente Bonamassa y que aquí suena de lujo gracias a la "big band" que le respalda. Los solos en este disco son abrasivos en cuanto a sonido, no pretende innovar sino especiar las canciones, son cortos y al hueso, que nadie espere a un héroe de la guitarra aburriendo mientras sus dedos escalan y arpegian por todo el mástil, las manos de Joe están al servicio de la canción, su ego está en la composición no en la exhibición.

Rock, hard rock en el riff y soul, mucho soul en "Heartache Follows Wherever I Go" con un wah prodigioso en el solo y unos arreglos magníficos durante toda la canción, sensacional. "Never Give All Your Heart" es sencillamente una de las mejores del disco y podría haber formado parte de "Dust Bowl", es un medio tiempo que Bonamassa domina, puramente norteamericano y pegadizo pero nada como el blues y esa guitarra con la que incendia "I Gave Up Everything For You, 'Cept The Blues", un piano juguetón y de nuevo esos metales, otro de los grandes momentos del disco compuesta junto a Jerry Flowers y Jeffrey Steele, igual que "Get Back My Tomorrow" con la que encaramos la recta final del disco con una sonrisa y asintiendo mientras pensamos; "lo ha vuelto a hacer, lo ha vuelto a hacer…" y paladeamos el solo de Bonamassa pero imposible olvidarse de "Different Shades Of Blue", el single de adelanto del disco; guitarras acústicas, reposada, perfecta y cristalina en cuanto a su sonido, la más reconocible del conjunto pudiendo haber sido incluida en "Driving Towards the Daylight" sin problema pero lo que la eleva por encima del resto es de nuevo el solo de Bonamassa, ese estupendo órgano al final de cada verso y los coros, genial. 

"Trouble Town" rompe el ritmo con un bajo y el piano, una batería en un compás que a todos recordará a Dave Brubeck y una interpretación estupenda. "So, What Would I Do" cierra el álbum mientras nos aflojamos el nudo de la corbata, dejamos el sombrero sobre la mesa, pedimos una copa y comentamos la jornada con nuestros amigos entre humo de cigarrillos y risas, llena de sentimiento y buenas intenciones.

En definitiva, otro gran trabajo de Bonamassa del cual no digo que es la cumbre de su carrera porque, a pesar de ser el mejor y más completo hasta la fecha, mentiría porque estoy seguro de que su gran obra maestra está todavía por llegar, mientras tanto pincho otra vez “Different Shades Of Blue” porque discos así no se escuchan todos los días y, por desgracia, no se graban tan a menudo como debiera. ¡Gracias, Joe!

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