Crítica: The Mars Volta "Noctourniquet"

Hace muchos años conocí a un chico muy aficionado a At the Drive-In. Eran mediados/finales de los noventa y tras aquella mezcla de hardcore, aires intelectuales y sentimiento de trascendencia él creía ver algo más allá del grupo, para él, At the Drive-In, eran un auténtico viaje. Vivió su separación de manera trágica y no quedó muy convencido con Sparta pero con The Mars Volta la cosa cambiaba.... Si At the Drive-In eran un viaje, The Mars Volta eran un nueva galaxia en la que perderse. Recuerdo que aquel amiguete experimentaba con algunas sustancias blandas que, según él, le ayudaban a internarse y concentrarse en la música viviéndola con más intensidad si cabe. Así que, cuando The Mars Volta entró en nuestras vidas, él también tuvo que subir el listón a cosas más duras y progresivamente, a medida que el grupo de Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala se volvía más y más mestizo en sus influencias, bizarro en sus largos, psicodélicos e imposibles desarrollos, mi amiguete se fue perdiendo progresivamente hasta llegar a tener pesadillas y sufrir pequeños accesos de paranoia. De él aprendí muchas cosas, una de ellas es que no es conveniente mezclar ciertos gustos con tu amor por el rocanrol.

Pero, igual que él le procesaba un fervor casi religioso por Omar y Cedric, entiendo perfectamente que muchos de los seguidores At the Drive-In más sencillos, aquellos que buscaban únicamente buenas y contundentes canciones sin más pretensiones, no terminen de digerir los desfases de The Mars Volta. Es comprensible que alguien que disfrute con discos como "In/Casino/Out" (1998) o "Relationship of Command" (2000) no esté dispuesto a aguantar "Octahedron" (2009).

Pero para este "Noctourniquet", Cedric anunciaba una vuelta de tuerca al sonido de The Mars Volta, apostaba por el sonido más crudo y directo, olvidándose de las largas jams a los que nos tenían acostumbrados (lo que no quiere decir que el disco entero no tenga ese característico e inconfundible sello por el cual parece que el grupo está elaborando todas las canciones sobre una eterna improvisación) y sí que es cierto que aquí podemos irnos olvidando de los largos (y a veces innecesarios) pasajes jazzísticos y latinos a los que nos habían forzado en anteriores álbumes. Siguen siendo raros pero ninguna canción (excepto "In Absentia) pasa de los siete minutos, se agradece.

Sí supone un claro punto y aparte respecto al anteriormente mencionado "Octahedron" (2009) que parecía la continuación del genial "The Bedlam in Goliath" (2008) pero sigue quedando lejos de la obra maestra que es "De-Loused in the Comatorium" (2003) o el sobresaliente "Frances the Mute" (2005). Se aprecia el esfuerzo y algunas canciones son de lo mejor que han grabado, como "Aegis", pero a  Omar y Cedric se les puede pedir más, mucho más.

¡Qué ruidoso suena "The Whip Hand"! El comienzo es avasallador, puro "ruidismo controlado" con la voz de Cedric sonando diferente pero inconfundible, galáctica y con un buen estribillo, suena fresca e innovadora y eso que en The Mara Volta es un habitual, una escapada hacia ningún sitio, en este tema se convierte en un esfuerzo titánico por salirse del autoplagio y la caricatura. Mi favorita es "Aegis", aunque esa guitarra de Omar suene demasiado a Radiohead. ¿Qué le vamos a hacer? La canción es maravillosa, ensoñadora con la aguda voz de Cedric en la estrofa, los acuosos efectos en las guitarras y el espectacular cambio del estribillo, tiene demasiada intensidad y emotividad, si es que eso puede ser visto como un defecto.

Otra directa es "Dyslexicon" cuya caótica batería es perfecta para el doblado de voces tan característico. "Empty Vessels Make The Loudest Sound" es una balada atípica, casi un medio tiempo que raya la psicodélica con moderación (el segundo tema más largo de todo el álbum) mientras el single "The Malkin Jewel" es quizá el más claro ejemplo de ese presente rupturista pero, aunque posee calidad a raudales, el experimento se queda a medio camino hacia el final del tema. Por caminos más convencionales pero abusando quizá demasiado de la electrónica, "Lapochka" se agradece después de "The Malkin Jewel", y es que esa claridad de bajos hace que podamos disfrutar de Cedric en su esplendor, una de las mejores voces del rock actual.

Pero la demostración de que The Mars Volta siguen siendo The Mars Volta la tenemos en la innecesariamente larga "In Absentia" en la que ellos mismos parecen errantes en su propia composición como ocurre en "Imago" en donde nos dan una clase magistral de cómo estropear una canción redonda abusando de los arreglos que proporciona el estudio. "Molochwalker" vuelve al rock de los setenta pero cuajado de overdubs y con Cedric desgañitándose, una de las mejores y todo un descanso para nuestro cerebro. A veces es bueno dejar de pensar, desconectar y no tener por qué estar analizando algo que sólo deberíamos sentir, a veces es bueno simplemente hacer "headbanging" mientras suena el solo de guitarra. Una muestra de que The Mars Volta a veces deberían dejar de tomarse tan en serio a sí mismos y por sus propios fans y dedicarse a lo que mejor hacen.

En la relajada "Trinkets Pale Of Moon" podrían olvidarse del uso y abuso de samplers y haberse centrado en la canción, mientras que "Vedamalady" es claramente estropeada por la cantidad de arreglos de nuevo y "Noctourniquet" confirma que esta segunda cara del disco estropea pavorosamente el resultado final de unas primeras canciones acertadas y afinadas como hacía tiempo que no les escuchábamos para acabar con "Zed And Two Naughts" y confirmarlo; The Mars Volta son capaces de lo mejor y lo peor, deberían haber continuado por esta senda con un estribillo tan espectacular como el que cierra el disco.

Decía Cedric que había tenido que pisar el freno y parar a su amigo y compañero Omar, y es que si por el guitarrista fuese tendríamos varios discos al año de The Mars Volta. "Noctourniquet" nos demuestra que el pequeño descanso les ha sentado bien y les ha hecho volver con buenas intenciones y renovados, tan sólo espero que para el próximo disco esperen, como poco, otros tres o cuatro años y volvamos a disfrutarles como en sus mejores tiempos.
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