Crítica: The White Stripes "Under Great White Northern Lights"

No deja de sorprenderme la cantidad de elogios que recibió "Under Great White Northern Lights" (2010) en el momento de su publicación. ¿Acaso nos hemos vuelto todos gilipollas? No tengamos miedo a reconocerlo y gritémoslo a los cuatro vientos: ¡Somos gilipollas! Si la industria; las revistas y sus críticos, los cuatro enteradillos y las absurdas amebas que suelen acompañar a éstos a los conciertos son capaces de hablar y escribir de los White Stripes como los grandes salvadores del Rock N' Roll es que estamos muy jodidos y mucho. Antes de que afilen sus cuchillos déjenme que me explique y, quizá, cuando acaben de leer esta humilde crítica encontrarán que coinciden con un servidor en algún que otro punto. Sigamos participativos; nómbrenme el mejor disco de los White Stripes y, por favor, olvídense del artículo "The". En efecto, tal y como me temía, todos coinciden en la respuesta: "Elephant" (2003), ahora díganme qué canción se les viene a la cabeza... "Seven Nation Army" es la única, lo sé. Pero, antes de que me tiren una Converse All Star a la cabeza, me amenacen mentando a Los Planetas y me quieran quemar con su cigarrillo de tabaco de liar, sigan leyendo.

Los White Stripes nunca, nunca, debieron dejar el garaje del que salieron. La cosa iba bien, es todo una cuestión de proporciones. Son divertidos para una sala pequeña; digamos, de unas veinte o treinta personas pero, cuando la broma se nos va de las manos y permitimos que un matrimonio de "nerds" vestidos de rojo y negro tomen por asalto salas de mayor envergadura y se paseen por medio planeta con pose afectada y mirada de mil metros es cuando debemos reconocer que, quizá (sólo quizá) hayamos sido un poquito exagerados en nuestras apreciaciones. "The White Stripes" (1999) es mediocre, "De Stijl" (2000) es tan pedante y pretencioso como su nombre pero, ni con esas, pasa el examen, "White Blood Cells" (2001), sin embargo, es más gracioso y le tengo cierta simpatía por lo que Steven McDonals hizo después. "Elephant" (2003) es entretenido y más acertado pero peca de incontención; catorce canciones son demasiadas para un grupo como White Stripes y "Icky thump" (2007) era la crónica de una muerte anunciada. Después de un disco tan irregular a Jack White sólo le quedaban dos opciones: matar a White Stripes o descerrajarse un tiro e iniciar la leyenda. Por desgracia, eligió lo primero.

En lo estrictamente musical, Jack White (esa mezcla de Eduardo Manostijeras y  el Johnny Depp de la peli "Dead Man" de Jim Jarmusch) está tan sobrevalorado que entra la risa cuando se le ve al lado de un auténtico gigante como Jimmy Page en "It May Get Loud" de Davis Guggenheim pero no sólo cae en el mayor de los ridículos cuando es comparado con el guitarrista de Zeppelin sino que sus solos y punteos rozan las estupidez y el analfabetismo musical porque con Meg, la buena de Meg, correremos un tupido velo con su anárquica manera de tocar la batería (autenticidad llaman algunos, el resto lo llamamos incompetencia) y la manera atonal de entonar algunas canciones es lastimosa, ejemplo de ello: "Cold Cold Night". Pero, si de voces hablamos, imposible no detenerse en la de White, nasal a ratos, esquizoide cuando quiere parecer genuino y afónica y rocanrolera cuando pretende hacernos creer que se está desmelenando. Claro, muchos dirán que lo suyo es la composición. Sí, desde luego que "Let's Shake Hands", "Blue Orchid" o "Fell in Love with a Girl" pasarán a la historia del rock y serán recordadas por todos, permítanme que me descojone.

Conseguí a buen precio este "Under Great White Northern Lights", un combo que llaman, "cedé más deuvedé" y, claro, un yonki de la música como yo no pudo decir que no. ¡Qué error más grande! Escuché con paciencia todo el disco; "Little Ghost", "I'm Slowly Turning Into You", pasé por "We Are Going to Be Friends" y, cuando llegué al final con "Seven Nation Army" no podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. ¡Que nos han engañado con los White Stripes, en directo suenan aún peor que en estudio! Miren, en su penúltima visita a la capital tuve que aguantar todo tipo de críticas en las que se les tildaba de "revolucionarios", "frescos" y "renovadores" (recuerdo incluso la de un periodista que corrió tras ellos por la calle con los vinilos en la mano para que se los firmaran esta pareja de majaderos a los que él defendía como "los próximos Led Zeppelin del indie", díganme que no les sonroja la comparación...) por no hablar de su última visita a la Ciudad Condal en la cual dejaron a todos en una especie de "coitus interruptus" al abandonar el escenario tras las peticiones de más rocanrol por parte de sus seguidores más cañeros. Incluso, no se rían, recuerdo como algunos de ellos relataban con lágrimas en los ojos como Jack White se subió al autobús, enfadado y con su sombrerito de cordobés, mientras Meg les pedía disculpas pero también escurría el bulto. ¡Es que son tan guays!

Pero lo peor de "Under Great White Northern Lights" no es el audio, es el vídeo. Dirigido por Emmett Mallloy, la parejita se dedica a pasear palmito con cara de circunstancia (como si estuviesen inmersos en inacabables cálculos de aritmética) en riguroso blanco y negro, me río yo de aquellos que hablan de algunos dinosaurios del mainstream cuando veo la pretendida epicidad con la que Jack y Meg se han grabado a sí mismos mientras aterrizan en aeropuertos, pasean por la playa, el desierto o los pueblos más perdidos de Canadá como si de un "Rattle And Hum" (1988) de tercera regional se tratase. Y, lo mejor de todo, sin llegar a dirigirse la palabra en ningún momento, no me extraña que se cansaran y se separasen, aguantar a Jack White todo el día debe ser agotador. Creo que sólo he disfrutado con "I Just Don't Know What to Do with Myself" y fue pensando en el vídeo de Kate Moss.

Dicho lo dicho, es tu decisión si compras este álbum. La próxima vez que vayas a comprar un disco y se te pase por la cabeza el dinero que cuesta pensando en una copa que no te entre el remordimiento, déjalo en la estantería y corre al bar más cercano, pídete un gin y sonríe, te acabas de ahorrar más de dos horas de tomadura de pelo.

© 2012 Señor Peligro