Crítica: Mark Lanegan Band "Blues Funeral"

Decir que este "Blues Funeral" es el retorno de Mark Lanegan desde aquel lejano "Bubblegum" (2004) es una enorme tontería porque nuestro querido Mark no ha parado quieto, ni en el estudio ni en directo y, o bien se alía con Isobel Campbell, forma dúo con Greg Dulli o presta su garganta a Soulsavers. Si hay algo de lo que pueda presumir Lanegan es de ser un auténtico adicto al trabajo, todo un "workaholic" tan imprevisible como para sorprender a toda la crítica y su propio público con cada paso que da. Mucho ha pasado desde aquel "The Winding Sheet" (1990) o "Whiskey For The Holy Ghost" (1994) pero si algo tenemos claro todos aquellos que nos reunimos cada vez que viene de gira es que Mark ha pasado a formar parte de esa pequeña (y cada vez más exclusiva) liga de artistas que están por encima del bien y del mal, de los cuales se sabe que nunca van a defraudar hagan lo que hagan. Y ahí entra este nuevo álbum de Mark Lanegan, sin compañero, sin grupo de apoyo, sin la presencia angelical de Campbell pero tampoco es una soledad absoluta ya que Homme y Dulli le acompañan a través del viaje que supone este "Blues Funeral", un disco que te hace llegar a un estado casi místico. ¿Es su mejor disco? Me niego a hacer tal afirmación, es algo ridículo. ¿Por qué tiene que competir consigo mismo, por qué comparar álbumes tan diferentes? Lanegan estaría de acuerdo con nosotros, él saca el disco que le apetece, que le sale de dentro. Es ajeno a modas, campañas o tendencias. Sin ninguna presión más que la que le marque su alma.


Comienza a sonar "Gravedigger's Song" y uno cree que está ante el álbum que no es. Me explico, el sonido es puro Lanegan (justo lo contrario a lo que encontraremos en el resto del disco), guitarras hirientes, atmósferas saturadas, sonido casi industrial, un muro de sonido que desciende entre distorsiones y ruidos más cercanos a otros tipos de géneros y su voz en primer término. Sobresaliente, como siempre. Como le ocurre a "Bleeding Muddy Water", cercana al "Bubblegum" en su lamento arrastrado y su lento tempo arrastrado. 


Es en "Gray Goes Black" donde empezamos a encontrar síntomas del cambio, donde el título se repite como un mantra para ceder más protagonismo a las guitarras. "St Louis Elegy" es similar a "Bleeding Muddy Water", más cercana a la música de Lanegan de toda la vida, con la voz de Dulli en segundo plano, pero encontramos una base programada que terminará eclosionando. "Riot In My House" en una mezcla entre el rock industrial y el de toda la vida con Homme dándole cera a su Epiphone (no sé por qué pero siempre me lo imagino con su querida Dot).


Y es en "Ode To Sad Disco" en dónde el "fan medio" de Mark se rasgará las vestiduras y encuentre el gran elemento diferenciador de este álbum y es precisamente el sonido disco de la canción el que lo tintará todo por completo. Pero en nuestro querido protagonista sería imposible adentrarse en este tipo de terrenos sin saber que va a salir victorioso y es que su voz y el imaginario del que fue cantante de Screaming Trees arrasa por completo en un tema tan arriesgado para su personalidad. Sonido ochentero (que no hortera) y oscuridad, mucha oscuridad. De nuevo un diez. 


Volvemos al camino con "Phantasmagoria Blues", la calma durará poco porque de nuevo nos salimos de ella con la guitarrera "Quiver Syndrome" y Mark demostrando que todavía sigue sabiendo sacarle nervio a su garganta, no únicamente octavas de profundidad con aliento a alcohol, cigarrillos y oscuridad, los stonianos coros nos conducen al final como si se tratase de una siniestra versión de "Sympathy for the Devil".


Pero los ritmos de hace dos décadas, sintetizados y con aroma a electrónica moderada vuelven en "Harborview Hospital" sentándole maravillosamente bien al tema. El soul más oscuro se cierne sobre nosotros con "Leviathan", como un "Number Nine" aún más quejumbroso y con algunos "overdubs" y una batería que parece sacada de una marcha fúnebre. Guitarras acústicas y melodías invertidas en "Deep Black Vanishing Train" para decirnos adiós con ritmos electrónicos de nuevo. 

"Funeral Blues" abre una nueva vía en el entramado de influencias y estilos que es la carrera discográfica de uno de los pocos artistas auténticos que nos quedan, uno de esos pocos que todavía siguen sabiendo cómo hacer su trabajo, qué tecla tocar sin llegar a repetir fórmulas y que innova pero siempre con su inconfundible sello. Sólo esperamos que no vuelva a tardar tanto para dejar correr su imaginación bajo su propio nombre. Aunque, pensándolo bien; ¿qué más da con quién grabe? Mientras Mark esté a nuestro lado todo saldrá bien.

© 2012 Cherry García