Crítica: Porcupine Tree "Closure / Continuation"

He tenido que cambiar varias veces de número de teléfono, de casa y hasta de corte de pelo para evitar a los irredentos y fanáticos seguidores de Steven Wilson que, contumaces, me han buscado y amenazado tras leer algunas de mis críticas, pero ha llegado el momento de confesarme; si algunas han sido innecesariamente despiadadas es porque nunca admití la disolución de Porcupine Tree y que la carrera en solitario de Wilson dejase de ser una nota a pie de página, una vía de escape o una aventurilla en solitario y no cuento a “Insurgentes” (2008) o “Grace For Drowning” (2011) sino que tras "The Incident" (2009), Porcupine Tree dejasen de existir y Wilson se embarcase en su propio universo; "The Raven That Refused to Sing (And Other Stories)" (2013) me pareció sobresaliente, mientras que "Hand. Cannot. Erase." (2015), aunque notable, a mi experiencia la mató el jodido hype de aquellos que lo comparaban innecesariamente con “The Dark Side Of The Moon” (1973), llegué a leer que era El guardián entre el centeno musical de nuestra época y, ante tanta estupidez, no pude menos que entornar los ojos y mirar al cielo con paciencia. Pero disfruté de "To the Bone" (2017) o "The Future Bites" (2021) más por mí mismo que por el propio Wilson; porque, indudablemente, llegué a aceptar que aquel músico ya no tenía nada que ver con el de aquella banda que me hizo suspirar y quise entender que era uno muy diferente.

Pero Wilson, como muchos otros músicos, es un gran trilero, uno cuyo principal enemigo es él mismo y su enorme ego; admiro su talento y genio a la hora de componer, pero esta reunión de Porcupine Tree era como descongelar los restos de la comida de Navidad para Semana Santa y pretender que a todos les sepa igual de bien. “Closure/ Continuation”, grabado en los AIR Lyndhurst de Londres, suena maravillosamente bien, pero está muy por debajo de “The Incident” (2009) y, lógicamente, de "In absentia” (2002) o "Deadwing" (2005). La primera en la cara, echo de menos a Colin Edwin y no cuela la excusa de que las líneas de bajo ya estaban grabadas porque he visto a Colin varias veces en directo (desde la primera visita de la banda a nuestro país, siento repetirme, pero; mucho antes de que la “nueva” hornada de seguidores se enganchase en los estertores de Porcupine Tree y creyese que Wilson en solitario era Dios en la tierra) y Wilson no es capaz de tocar el bajo como él pero, además de ello, no hay motivo moral o emocional para dejar al bueno de Colin fuera y más sabiendo lo que opinaríamos sus seguidores al enterarnos.

Así, con Barbieri y Harrison, convertidos en un trío, Porcupine Tree han grabado un disco en el que uno tiene la sensación de estar escuchando descartes del propio Wilson o maquetas anteriores de la banda y esa experiencia lo aleja de la sensación de estar escuchando a Porcupine Tree (no se trata sólo de Colin, sino del alma de una formación en la que, a sabiendas de que Wilson es quien mueve las cuerdas, había un colectivo de músicos que aportaban su propio genio y aquí, aún con la ayuda de Barbieri y Harrison, no ocurre) pero, pese a ello, la sensación es disfrutable y hay cierta cohesión; no nos engañemos, hay calidad y, como afirmaba líneas más arriba, suena estupendo.

La línea de bajo de “Harridan” parece querer justificar o disculpar la ausencia, hasta que entra Harrison y luego Barbieri, con Wilson cantando sobre la línea; hay un momento en el que el riff recuerda a "Deadwing" y la canción adquiere algo de músculo (poco, pero hay), nada que objetar cuando Harrison cambia de tempo y se convierte en un reloj de precisión o Barbieri juega con sonoridades orientales, como el magnífico puente o la coda con acústica, “Harridan” es una bella bienvenida. La sensación onanística, empero, llega pronto con "Of the New Day" y Wilson firmándola en solitario, como “Never Have” (aunque en esta última, sí participe la banda). Como la sensación de repetición que se siente con “Rats Return” (el riff recuerda a “In Absentia” y los últimos veinte segundos a "Wedding Nails") o “Herd Culling” (prima-hermana de “Harridan”).

“Dignity” me gusta porque me recuerda a otros momentos de la carrera de Wilson, por supuesto, pero también debo reconocer que me parece una canción complaciente, sin riesgo alguno, que podría haber formado parte de un disco de Floyd como “The Division Bell” (1994), el cual me encanta, pero sonaban tan mansos sin Rogers, como Porcupine Tree en “Dignity”. Otro ejemplo es el momento minimalista de "Walk the Plank" en el que Wilson se cree Eno y sólo es justificable por el trabajo de Barbieri o desaprovechar "Chimera's Wreck" para finalizar un álbum con una intrincada composición de diez minutos que se sitúa como despedida por su duración, pero habría agradecido una posición anterior, equilibrando mucho más el disco gracias a su crescendo y su abigarrada segunda parte. De los regalos que incluye la edición, obviando la wilsonada que es “Never Have”, "Population Three" debería haber sido incluida en el cuerpo central del álbum y "Love in the Past Tense", aunque podría parecer una mera curiosidad, también posee naturaleza propia; enriqueciéndose con el trabajo de Harrison y las dobles voces, convirtiendo sus armonías en bonitas melodías liberadoras que deberían llevarnos a un glorioso estribillo pero, en su lugar, es Barbieri el que derrocha el talento, nada que objetar.

“Closure/ Continuation” es un álbum disfrutable, pero no es lo que esperaba de Porcupine Tree, no es una queja, es simplemente la constatación de que si las cosas funcionan no hay necesidad de cambiarlas y quizá no sea la ausencia de Colin o la sensación de que Harrison y Barbierie parecen relegados a momentos puntuales mientras Wilson no se limita a maestro de orquesta, sino que entra y sale a capricho sintiéndose omnipresente. Echo de menos a Porcupine Tree y “Closure/ Continuation” acentúa esa sensación, no alimenta sólo sacia y hace que los mire con más nostalgia aún.

© 2022 Jack Ermeister