Crítica: Onslaught “Generation Antichrist”

Si escribo, levantando las manos en señal de inocencia (¡no disparen!), pero también honestidad, explicando que no entiendo a las bandas que siguen en activo con menos de la mitad de miembros originales, muchos saltaréis a mi inmaculado cuello como lobos hambrientos. Pero si poco entiendo a ese tipo de bandas, menos aún a todas aquellas en las que queda un único músico o ninguno. Tal es el caso de Onslaught, en la que sólo queda el guitarrista Nige Rockett y, para colmo, el clásico sonido thrash ha ido evolucionando, no sólo desde sus primeros tiempos sino también desde su regreso. Imagino que mucho tiene que ver el que su otro guitarra, Wayne Dorman, lleve tan sólo dos años en la banda y el sonido de Onslaught, lógicamente, haya cambiado tanto en lo que parece una pasarela de más de veinte nombres. Bien es cierto que poco queda de los Onslaught de “Power From Hell” (1985) y "The Force" (1986) o incluso de los de "Killing Peace" (vibrante de principio a fin, con su regusto a Slayer), pero también es verdad que toda su discografía posee títulos disfrutables y a un gran nivel, siendo este “Generation Antichrist” quizá el menos resultón y, más aún, si lo comparamos con “VI” (2013). A esto ayuda que echemos de menos a Sy Keeler (con todos mis respetos a Dave Garnett) y, por supuesto, ese sonido tan actual de la banda (o quizá escribir, Wayne Dorman) que convierte a Onslaught en una maquinaría bien engrasada de thrash que, empero, suena demasiado lejos del rollito ‘old-school’ que tanto sabor tenía en “VI” y les acerca peligrosamente al thrash de laboratorio de cientos (mejor, digamos decenas) de bandas actuales con una producción y un sonido demasiado actual. Llegados a este punto, ¿por qué no bautizar a la banda con otro nombre? Obviamente, conozco la respuesta, pero ya que únicamente queda Rockett, el bueno de Keeler salió por la puerta de atrás y el sonido de Onslaught poco o nada tiene que ver con lo anterior, excepto que siguen facturando thrash, ¿qué sentido tiene, si no es económico, por seguir portando el nombre que los llevó a la fama?

 

“Rise To Power” sirve de introducción para el cuchillo que es “Strike Fast Strike Hard”, ningún problema si Onslaught deciden entrar tirando de adrenalina y James Perry ametrallándonos en la orilla, la voz de Garnett posee ese filo de cuchilla que tanto recuerda al de Bobby Blitz pero menos chillona, más rasposa, derrochando carisma, mientras que el single “Bow Down To The Clowns” confirma el éxito de Onslaught y la buena idea de Rockett y Dorman, situando semejantes disparos en la primera mitad de un álbum que no flaquea hasta su parte central, tras la adictiva “Generation Antichrist”, y la aparente manía de la banda por facturar un thrash estándar, de estribillos fáciles (“All Seeing Eye”) y canciones que, aunque funcionen, parecen escritas por un adolescente sin ganas de complicarse demasiado la vida (“Addicted To The Smell Of Death”), con rimas ramplonas y riffs sin mucho trabajo, como la olvidable “Empires Fall”. Una última perla, "Religiousuicide", salva al disco de entrar en punto muerto, antes de cerrar con la innecesaria versión remozada de “A Perfect Day To Die”.

Pese a todo lo dicho y tal y como señalo en las canciones, “Generation Antichrist”, es un disco notable que entra rápido y se disfruta sin esfuerzo, quizá ahí esté uno de sus más graves defectos y es lo genérico de las composiciones y lo actual de ese criticado sonido, pero ello no enturbia el disfrute de un buen disco de thrash en pleno verano de aislamiento, pandemia y cerveza. Sólo pido a Rockett que no abandone su propio proyecto, que no haya más cambios e ideas y venidas, que Onslaught no tarden siete años en publicar de nuevo y conserven algo de su esencia, parece poco pero quizá pida demasiado y “Generation Antichrist” esté pensado para atraer a un nuevo público, quizá todo esto tampoco les interese a ellos, siendo este álbum justo lo que querían…


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