Crítica: In Flames "Clayman 20th"

Parafraseando a Lennon y haciendo su célebre frase un poco más nuestra; la vida es lo que ocurre entre fiasco y fiasco de In Flames. Los suecos son esa banda que he defendido con uñas y dientes hasta que ellos mismos han decidido dispararse en el propio pie, dejándome sin argumentos y, lo peor de todo, sin ganas de defender lo indefendible. Partiendo de la base de que amo su música, les he visto en directo cerca de los dos decenas de veces y, lamentablemente, he pasado por caja con este “Clayman 20th”, soy consciente de que -discográficamente hablando- murieron con "Soundtrack to Your Escape" (2004) que "Come Clarity" (2006) y "A Sense of Purpose" (2008) tienen buenos momentos, claro que sí, y que incluso rescato "Sounds of a Playground Fading" (2011) porque tú y yo sabemos que el peor disco de In Flames siempre tiene esas dos o tres canciones que te pegan el pellizquito en el corazón y te hacen creer que puedes justificarlo ante cualquiera y, más aún, cuando les ves en directo y eres consciente de que todavía tienen algo y conservan parte de su magia, pero "Siren Charms" (2014) marcaba el comienzo del declive más absoluto, confirmado con "Battles" (2016) y "I, The Mask" (2019). ¿De verdad algún jesterhead podría imaginarse que el grupo de sus desvelos fuese capaz de firmar una canción, tan próxima al derrame cerebral, como es la horrenda “(This Is Our) House” en la que no sólo se faltan el respeto a sí mismos sino que menosprecian nuestra inteligencia, como oyentes? 

 

Por no hablar del espectáculo de vodevil que ha sido las constantes idas de miembros; no es sólo que Jesper Strömblad dejase la banda, es la deserción del bueno de Daniel Svenson y Peter Iwers, una espantada que acrecentaba las dudas sobre el cambio de estilo y el giro estilístico, algo que parece confirmarse con la extraña salida, por la puerta de atrás y todavía sin aclarar, del simpático Niclas Engelin (que ahora se dedica a reivindicar su puesto en la banda) mientras un guitarrista tan dotado como Chris Broderick (Nevermore, Megadeth) solventa la papeleta de Engelin en directo (por favor, recordemos, no sin cierta ironía y colmillo goteante que Broderick dejó la banda de Mustaine y fundó ese horror llamado Act Of Defiance, porque no quería interpretar material de otros y ahora se pasea por los escenarios de medio mundo tocando clásicos de In Flames). Además del paso fulgurante de Joe Rickard (que ahora resulta que era el batería ideal para In Flames pero, a pesar de su desapasionamiento y amargura, tuvo que dejar la banda por supuestos problemas de salud) y la incorporación definitiva de Bryce Paul y Tanner Wayne. Despejando cualquier duda; BjörnGelotte y Anders Fridén forman el auténtico núcleo compositivo de una banda reducida al mínimo común denominador, desangrada a lo largo de los años con la partida de sus miembros y la publicación de discos indignos de su altura.

 

Y llegamos al último desaguisado, este “Clayman 20th”, que me ilusionó en su anuncio (debilidades de un jesterhead cualquiera, perdónenme) pero que, a la postre, ha sido todo un horror. Estamos hablando de un supuesto homenaje (por su aniversario, claro) del clásico "Clayman" (2000) que lo que parece enmascarar es un tiempo libre en el que In Flames han preferido volver a grabar algunas de sus canciones, en lugar de sentarse a trabajar en la escritura de nuevas composiciones que sean dignas de su pasado. Björn aseguraba que el objetivo de volver a grabar estas y no todas, era el puro capricho, que “Clayman” sonaba bien tal y cómo lo hacía en su momento. Entonces, ¿cuál es el motivo de que lo remasterice Ted Jensen (Pantera, Deftones) y las nuevas grabaciones corran a cargo de Howard Benson (My Chemical Romance)? Exacto, querido Watson, el dinero…

Ninguna y repito; ninguna de las canciones regrabadas de este “Clayman 20th” hacen favor alguno a las originales, si bien la remasterización no era necesaria, tampoco lo es la instrumental “Themes And Variations In D-Minor”, el clásico “Only For The Weak” suena extraño; el sintetizador está demasiado presente, la voz está demasiado alta y el tono de Fridén, además de su interpretación, está tan fuera de lugar que asusta. La interpretación mejora levemente en “Bullet Ride” pero las bonitas guitarras de su estrofa pierden profundidad respecto a la original, lo mismo que “Pinball Map” o la propia “Clayman”. ¿Qué necesidad había de hacernos este daño?

 

Si este tipo de artefactos tienen como objetivo atraer a un público nuevo, se equivocan de pleno, y si lo que pretenden es revivir la nostalgia de aquellos que éramos veinteañeros cuando “Clayman” llegaba a las tiendas, el error es aún mayor porque ni este sonido, ni estos In Flames, representan lo que alguna vez fueron. 


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