Crítica: Full Of Hell “Trumpeting Ecstasy”

Cuatro años, nada más y nada menos, es lo que han tardado Full Of Hell en volver con un álbum tras aquel “Rudiments of Mutilation” (2013) que tan buen sabor de boca nos dejó a todos pero no es que hayan estado desocupados precisamente ya que tanto con Merzbow en el 2014 como con The Body y aquel “One Day You Will Ache Like I Ache” (2016) nos han querido mantener con la esperanza de un regreso por todo lo alto, además de los diferentes EPs. Y la verdad es que aquellas colaboraciones dieron de sí todo lo que pudieron, sobre todo aquella con The Body; ¿quién podía imaginarse que salieran victoriosos con una versión de “The Butcher” de Leonard Cohen? Pero no eran más que eso, aperitivos de lo que tenía que estar por llegar tras los que uno no puede más que pensar que sí, que en efecto, la espera ha merecido la pena. “Trumpeting Ecstasy” es auténticamente impresionante desde su vigoroso comienzo con “Deluminate” hasta “At the Cauldron's Bottom”, pasando por una producción que exuda agresividad y la necesaria suciedad del noise (pero tan afilada que corta) a cargo del ya legendario Kurt Ballou de Converge o la magnífica e impactante portada de Mark McCoy (Ancestors, Devouring Ghosts) en uno de esos casos en los que todo parece encajar, alinearse, para que el álbum se convierta en todo un clásico moderno.

Grind pero también powerviolence se dan la mano en “Deluminate” en la que, en poco más de un minuto, nos devoran por completo y Dylan Walker parece sufrir a cada segundo mientras se deja la garganta pasando de los guturales más cavernosos a los chillidos más agudos y desquiciados. La sincopada “Branches of Yew” es elevada a los altares de la agresión más absoluta con Spencer Hazard, DiGristine y David Bland sudando a cada compás mientras Walker parece verdaderamente poseído jugando a dos voces. Algo que repetirá en “Bound Sphinx” o “The Cosmic Vein” en la que juegan a darle un poquito más de groove con Digristine haciendo de las suyas.

Algo similar pasará en la más templada “Crawling Back to God” con Aaron Turner (Drawing Vouces) en la que la hiperviolencia del género demuestra que no es cuestión de velocidad sino de niveles de agresión porque Full Of Hell siguen sonando igual de furiosos a menos revoluciones. Su alma punk aflorará en “Fractured Quartz” en la que son capaces de atrapar todo el caos del universo y darle forma de canción en apenas cuarenta segundos mientras que en “Ashen Mesh” se dejarán ayudar por Andrew Nolan (The Endless Blockade) y jugarán con diferentes estados de ánimo en estrofas más calmadas a modo de puente.

Pero los dos platos fuertes están reservados para el final con “Trumpeting Ecstasy” y Nicole Dollanganger (a la que debemos agradecerle ese contraste con su aniñada voz pero que nos dejará inmersos en un extraño desasoiego) o el mismísimo Kur Ballou al bajo en la que quizá sea una de las más melódicas (irónico que hablemos así en una banda que se caracteriza por firmar auténticas heridas sónicas) o la más extensa de todo el álbum; “At the Cauldron's Bottom” con Nate Newton (Cavalera Conspiracy, Channel, Converge) y que añade una tonalidad diferente, otro color, a la música de Full Of Hell, creando un final auténticamente épico para un álbum que nos deja noqueados desde su primera escucha y al cual hay que volver una y otra vez para descubrir cada uno de sus elementos; grind, noise, powerviolence pero también hardcore, punk y hasta black. Algo tan bestial que asusta. Si tan sólo tuviese que reseñar un defecto de “Trumpeting Ecstasy” sería quizá su brevedad pero, ¿qué es lo que podemos pedirle? ¿Acaso hay alguien sobrela faz de la tierra que le añadiría más minutaje al inmortal “Reign In Blood” (1986) de Slayer o al más reciente “You Will Never Be One of Us” (2016) de Nails?

Los fans de lo extremo estamos de enhorabuena, ya no hay excusas que valgan para afirmar que ya no se graban discos como los de antes y mentar por enésima vez los grandes clásicos del metal. Full Of Hell han grabado un álbum que tiene las cualidades para convertirse en todo un título de culto, sencillamente brillante.

© 2017 Jack Ermeister