Crítica: Kvelertak "Nattesferd"

No negaré que Kvelertak me gustaron desde el principio, cuando parecían el secreto mejor guardado de la fría noruega, aunque ni su música (esa mezcla entre metal y rock), sus portadas (obra y gracia del genial John Dyer Baizley de Baroness) o la fuente de su logo (la de Pentagram) fuesen el paradigma de la originalidad. Puede que todos esos elementos, como el del simpático búho coronando la cabeza de Erlend Hjelvik no fuesen muy originales per se pero su mezcla resultaba resfrescante y lograban que Kvelertak sean quizá la única banda de metal –si es que podemos etiquetar así su música- realmente divertida (sin convertirse en una parodia, por favor, seamos serios) surgida en los países nórdicos y en un panorama tan saturado de pretendida y forzadísima oscuridad prog en el que ya casi todos los grupos se copian a sí mismos y están más pendientes de adivinar cuál será la siguiente moda para evolucionar en consonancia; Kvelertak son los únicos que pueden permitirse el lujo de actuar en un festival de metal, a la semana siguiente en uno de rock y gustar a unos y otros por igual, sonar en tus cascos sin que sientas que son un ‘guilty pleasure’ en toda regla, en un bar o en una fiesta de amiguetes y que todos alzen sus cervezas y les veas realmente ilusionados por el chute de energía. Pero “Nattesferd”, aún siendo notable, no es ni mucho menos “Kvelertak” (2010) o “Meir” (2013), sino un disco de transición tan necesario en muchas carreras, no iba a ser menos en la de ellos.

Por supuesto que los fans de los noruegos que busquen la inmediatez de su riffs más ramplones se sentirán satisfechos y estoy seguro de que cuando les veamos en directo presentándolo en el próximo Hellfest, serán la sensación y se dejarán la piel sobre el escenario pero el principal problema de “Nattesferd” es que en él se diluyen las fronteras entre metal y rock ‘n’ roll (no hablaremos de esa estupidez de etiqueta llamada “Black ‘n’ Roll) tanto, tantísimo, que hay momentos en los que uno no sabe si es que la canción, en sí misma, pedía tan poco o es el camino al que ellos quieren dirigirse; un tema como "Bruane Brenn" de “Meir” (2013) basaba todo su encanto en la inmediatez pero es que en “Nattesferd” las canciones no son tan redondas y hay veces que el gancho de éstas tan sólo se debe a que estan repitiendo una y otra vez, una y otra vez, el mismo jodido riff.

“Nattesferd” está producido por Nick Terry (personalmente, echo mucho de menos a Kurt Ballou de Converge tras los mandos) y, aunque no vamos a tratar el mismo tema una y otra vez porque últimamente parecemos repetirnos con ello (los últimos álbumes de Oranssi Pazuzu o Fallujah son buenos ejemplos de ello), Terry sube el acelerador de los potenciómetros, satura el máster de la mezcla y perdemos rango dinámico por un tubo con lo que tenemos guitarras acústicas que suenan igual de potentes que las eléctricas solistas, platillos que parecen comerse el bombo de la batería, un bajo embarullado y las guitarras –en los momentos más brutos- convertidas en un auténtico muro de hormigón sonoro cuando, ni por distorsión ni por género (y estamos hablando de tres guitarras), deberían sonar así. Hay canciones en las que parece funcionar por aquello de que Kvelertak son para escuchar a todo trapo pero reto a cualquiera que esté leyendo estás líneas a pincharlo en su equipo y subir el volumen para que se percate de lo que estoy escribiendo. Es cierto que ya casi todos los lanzamientos que me interesan los compro en ambos formatos; vinilo y cedé por puro fetichismo/ coleccionismo y que disfruto escuchando ambos pero el defecto de “Nattesferd” (por no hablar del precioso vinilo de “Värähtelijä” de Oranssi Pazuzu) no consigue que el disco apruebe siquiera el examen sobre el plato a un volumen razonable. Además, otro punto en contra (éste muy subjetivo, no como el del rango dinámico que cualquiera puede medir en su casa) es el del ‘artwork’ de Nattesferd. Claro que en vinilo, siendo además el acetato en color azul, resulta impresionante pero no puedo menos que suspirar por las portadas de “Kvelertak” (2010) o “Meir” (2013) que, aunque no les diferenciase demasiado del resto de álbumes que ilustra Baizley, siempre era una delicia abrir en gran formato. La de “Nattesferd” no está mal, tan sólo eso, pero está lejos de resultar tan espectacular como sus predecesoras.

“Dendrofil For Yggdrasil” es un buen viaje para comenzar “Nattesferd”, salvaje y contundente aunque en ella ya seamos testigos de esos defectos que apuntábamos; las guitarras repitiendo una y otra vez el mismo riff como un patrón, Kjetil Gjermundrød sonando francamente mal y distante en la mezcla, opacado junto al bajo casi inaudible de Marvin Nygaard (pero es que, claro, hay cuatro músicos tocando casi las mismas notas) y sí, Erlend Hjelvik, sonando en primerísimo primer plano eructando la letra. Y, para aquellos que todavía tengan dudas sobre el masterizado de “Nattesferd” o crean que es sacarle pegas gratuitamente, por favor, que escuchen “Dendrofil For Yggdrasil” del minuto 4:38 al 4:49 en vinilo, en el coche o en su reproductor favorito con el volumen bien alto y disfruten de esa masa informe que antes intentaba explicar o presten atención a esas acústicas.

“1985” es tan fácil y “de estadio” o FM, tan “radio friendly” que asusta, nada en contra pero sí resulta chocante en una banda como Kvelertak. No les pido nada que no esté en su mano, es rock ‘n’ roll sin complicaciones pero esos coros y esas guitarras no son de lo mejor que han firmado, son… ¡demasiado fáciles! No me refiero técnicamente, es simplemente que en ellas no escucho esfuerzo alguno por su parte y resultó tan decepcionante como adelanto como me lo sigue pareciendo en disco. Por fin escucho a Marvin Nygaard en la homónima “Nattesferd” pero cuando entran Vidar Landa, Bjarte Lund Rolland y Maciek Ofstad y pasando los dos minutos de introducción me empiezo a preguntar cuándo arrancará de verdad la canción, por suerte, “Nattesferd” es lo suficientemente cafre, divertidad y pegadiza (a pesar de todo el azúcar del mundo en los coros) como para engancharme.

El sonido de “Svartmesse” no le hace justicia en absoluto, una pena, porque la canción podría haber resultado mejor y tiene un riff que engancha lo suficiente como para que echemos de menos una mezcla mejor. “Bronsegud” es “puro Kvelertak”, directa y sin concesiones, punk y rock se dan la mano bajo la rasgada voz de Hjelvik mientras que la bonita “Ondskapens Galakse” hace que entremos en la segunda cara a medio gas, lo que sí obtenemos con, quizá la mejor canción del álbum, “Berserkr” y que hace que nos olvidemos de una tontería como “1985”, una brutalidad en la que las guitarras no suenan tan repetitivas ni tan saturadas, algo así es lo que habría querido para el resto de “Nattesferd”.

Y la suerte parece sonréirnos con “Heksebrann”, otra de las grandes del disco, en la que Kvelertak, a lo largo de sus nueve minutos, no se cortan y dan rienda suelta a su imaginación con una larga introducción, desarrollos magníficos y mucho sabor a Baroness o Mastodon o “Nekrodamus”, la despedida, de nuevo otra sorpresa porque en ella se mostrarán más pesados que de costumbre, logrando crear una atmósfera opresiva muy al estilo del mejor doom de los setenta y hace que lloremos amargamente por lo que podría haber sido “Nattesferd”, porque en él se atisban grandes ideas y hay buenas formas pero la primera parte del álbum no le hace justicia a cuatro o cinco canciones que podrían haberles elevado allá donde estoy seguro que quieren llegar.

“Nattesferd” es un buen disco que se aleja de las coordenadas estéticas de “Kvelertak” y “Meir” suavizando su propuesta en su primera mitad, haciéndola demasiado digerible para el gran público al que han accedido en los últimos dos años y de lo que, por supuesto, nos alegramos), ese que comprará camisetas suyas por sus dibujos y se creerá más nórdico que la crema Neutrogena® por poder escuchar, por fin, una banda noruega en sus cascos sin tener que pasar por el calvario de enfrentarse al primitivo, y a veces low-fi, black metal de primeros de los noventa o aprenderse siquiera sus títulos pero Kvelertak debería poner un poquito más de énfasis en las nuevas canciones, trabajarlas más y preocuparse menos de subir el volumen. Funcionará en directo y estamos deseando escucharlo, claro que sí, pero, como decía unas cuantas líneas más arriba, no es más que un disco de transición, lejos de sus dos hermanos mayores y en el que hay grandísimos momentos pero otros tan aburridos que le hacen bajar la nota media. No dudo que muchos de los principales portales de música se deshagan en elogios con “Nattesferd” pero es que para ellos todos es notable, excelente e imprescindible y resulta ya tan, tan poco creíble…

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