Concierto: Kurt Vile (Madrid) 23.11.2015

SETLIST: Dust Bunnies/ I'm an Outlaw/ Pretty Pimpin/ That's Life, tho (almost hate to say)/ All in a Daze Work/ Stand Inside/ KV Crimes/ Wakin on a Pretty Day/ Jesus Fever/ Wild Imagination/ Freak Train/ Puppet To The Man/ Baby's Arms/ 

El problema es el de siempre; las expectativas, las malditas expectativas y la prensa actual, esa cuyos críticos escriben al peso, con desapasionamiento en la misma noche del espectáculo para rotativas y coinciden invariablemente en su juicio en nueve de cada diez conciertos, discos y películas. Ahora, Kurt Vile es el salvador del rock, el chico que dejó War On Drugs porque era demasiado genial produciendo la mágica escisión -tan manida también en el historia de la musica- con la que tenemos a Granduciel y Vile por separado pero éste último es el maldito, el que merece la pena, mientras Granduciel firma con una multinacional y vende su alma al diablo. Hasta el momento no he conocido ningún álbum de Vile que haya recibido una respuesta abiertamente negativa y, cuando así ha sido, aquel osado periodista que firmaba la crítica solía aligerar la carga por si acaso se estuviese equivocando, el tiempo le quitase la razón y el juicio y fuese el hazmerreír de su profesión. Todos los conciertos de Vile son epopéyicos, inolvidables incluso cuando han zozobrado y el cantautor se ha mostrado lánguido balbuceando. ¡Pobre de aquel que ose decir que, en algún momento, su producción o interpretación no están a la altura porque toda la prensa especializada, además de esa caterva de muchachos desastrados, a la par que esnobs de universidad privada procedentes del indie más auténtico (ése que es capaz de mearse en los Smiths pero, hábilmente, sabe enarbolar dos o tres nombres de la música tradicional norteamericana) caerán con toda su furia!


Y las expectativas, ésas a las que maldecía al inicio de esta humilde crónica, ésas que son las verdaderas culpables de que, cada vez que vea Vile en directo, se me atraganten algunos momentos y me ría por dentro de todos esos que a acuden a verle con verdadera devoción son, sin embargo, las que consiguen lastrar mi experiencia. "b'lieve I'm goin down…" (2015) no es un gran álbum pero sí es lo suficientemente sobresaliente como para que arroje cierta esperanza en el, a veces yermo, panorama independiente, pero no podemos desnortarnos porque es ligeramente inferior a "Wakin on a Pretty Daze" (2013) y "Smoke Ring for My Halo" (2011). Pero, entonces, si su último álbum, "b'lieve I'm goin down…" es, en algunos momentos, genial… ¿cuáles son esas expectativas a las que me refiero? Muy sencillo, esas críticas excesivamente edulcoradas y aduladoras, esas inexplicables comparaciones con un auténtico tótem como Neil Young, esa absoluta mitificación de su vida privada en la que tenemos que aceptar su carácter tímido y desastroso, su constantes vaivenes anímicos o su paso por todo tipo de trabajos penosos para ensalzar su obra y cumplir los tópicos del artista torturado, ligeramente damnificado, ultrasensible y underground, el constante infle de su pathos como si fuese un balón de playa en el que cada crítico sopla un poquito para lograr el fenómeno. 


De las dos veces que he podido ver a Vile en directo, en ninguna he sentido estar viendo a un jovencito Neil Young, ni siquiera un ápice de la desastrosa decadencia de un álbum como "Tonight's the Night" (1973), nada del Young más acústico o el más épico, de aquel que monta un "caballo loco" mientras aporrea su avejentada Les Paul Old Black,  del cocainómano que sopla su armónica y no, The Violators no son Crazy Horse, les faltan vatios, cojones, energía, sabor y oficio. He visto a un sexagenario Young en directo y todavía devora crudo a un treintañero como Vile. Pero que nadie se piense que la comparación que más me duele es la de Young, tampoco he visto a Elliott Smith en el "figerpicking" del de Philadelphia, la fría sensibilidad de José González, ni al Beck de K Records o el piscis ultrasensible de Cobain y no,  tampoco a Granduciel. Y es que, cada vez es más común que no aceptemos a los artistas tal y como son, que queramos engrandecerles comparándoles con otros, haciendo creer al resto que son el relevo generacional de esa delantera mítica que sigue sin relevo.


Kurt Vile es un gran compositor, con una voz arrastrada deliciosa y original en su forma de entender la guitarra, ésa que -a veces- sigue incluso tocando cuando el técnico se la ha arrebatado, esa Jaguar que se descuelga cuando la canción está lejos del último compás y esas acústicas que tan pronto rasga con desgana como acaricia con sus dedos pero NO, no es Neil Young, Dylan, Petty, Reed o Elliott Smith y ni falta que tampoco le hace. Segunda noche en la Sala Penélope en poco más de un año y la magnífica "Dust Bunnies" de su último álbum abriendo la velada. Suena bien y The Violators cumplen a la perfección, Vile armado con su Fender Jaguar sunburst. En "I'm an Outlaw" se colgará el banjo y nos llevará al medio oeste de su mano mientras que la obvia y facilona "Pretty Pimpin" pone a cantar a todos los chavales.


Ese "fingerpicking" que mencionaba hace aparición en " That's Life, tho (almost hate to say)" que junto a "All in a Daze Work" marcarán un ligero bajón anímico en el público que muchos califican como  "momento íntimo" pero suele ser el verdadero asesino de la mayoría de los conciertos. Y no será hasta "KV Crimes", tras una aún más calmada "Stand Inside", que Vile levantará el ánimo del respetable y el vuelo de su propio concierto con su medio tiempo. "Wakin on a Pretty Day" y su slide o la saltarina "Jesus Fever" nos salvan de ese tedio en el que nos habíamos sumergido pero "Wild Imagination" vuelve a quebrar el concierto. Es bonita y su estribillo me gusta pero basta escucharla para entender, e imposible rebatir, que no es la canción más adecuada para una noche en la que la gente, quizá por el momento actual que estamos viviendo tras lo ocurrido en París, estaba deseando desbocarse un poquito como así ocurrió en "Freak Train" con Trbovich soplando como un energúmeno su saxo que, muy a mi pesar, no llegó a sonar todo lo alto que debiera siendo completamente tapado por la traquetante batería y el Wah del propio Vile. Tras ella, la sorpresa de "Puppet To The Man" (una canción que me encanta pero, visto lo visto, prefiero en estudio) o la indispensable y enternecedora para un padre primerizo como Vile, "Baby's Arms", que a los demás nos sabe a poco para rematar un concierto y engrandecer su supuesta leyenda cuando al volver a casa nosotros no tenemos pañales que cambiar.

Un concierto correcto, para nada histórico. Con algún momento genial y otros francamente aburridos, con Vile cantando con más claridad y volumen pero con un innecesario "reverb" que, en algunas ocasiones, parecía que estuviésemos en una cueva y no un concierto en una sala minúscula a medio llenar. Volveré a repetir con Vile, claro que sí pero no, no se parece a nadie que conozcamos, es tan sólo él mismo, con más luces que sombras respecto a anteriores visitas y, eso sí, más entradas vendidas... 


© 2015 Mick Brisgau