Crítica: Green Day "¡Uno!"

Si he de negarme a mí mismo y decir que el nuevo disco de Green Day es bueno, si he de afirmar que es de lo mejor que han hecho nunca y/o la piedra angular del Punk y la madre del cordero del Rock, no sólo sería un mentiroso sino que, lo más grave del todo, me estaría descojonando de vosotros. Después de publicar aquel horroroso "21st Century Breakdown" (2009), Billie Joe, Mike y Tre anunciaron que harían un disco triple, un álbum que sería su "Sandinista!" (1980) particular pero de todos es sabido que la capacidad de Green Day es finita y, si mal que bien son capaces de acabar un disco con cierta dignidad desde los tiempos de "Dookie" (1994) o un concierto de hora y poco sin que la barca haga aguas, la fantasmada de un triple a estas alturas de su carrera es poco menos que innecesaria y las comparaciones con The Clash son tan prescindibles como sus últimos seis discos de estudio. Quizá nos hayamos apresurado y debamos escuchar "¡Dos!" y "¡Tré!" para entender tan magna obra en su totalidad pero mucho me temo, que nos la han vuelto a colar y el punto de inflexión de su mediocre carrera tuviese lugar alla por 1994 cuando era lo suficientemente imberbes como para asaltar la Mtv y divertirnos con sus payasadas a los que éramos adolescentes en aquella época y ahora, casi veinte años después, todos hemos crecido menos ellos y su talento o creatividad. "¡Uno!" no suena mal pero, claro, que un disco destinado a las listas suene mal es tarea complicada en pleno 2012 y Rob Cavallo les conoce bien y entiende su sonido. Por otra parte, Tre es un gran batería y aunque la labor de Billie y Mike está basada en el analfabetismo musical más absoluto adentrándose en los ignotos terrenos de la tomadura del pelo para un grupo de su supuesta talla, en conjunto salvan el cuello y logran sonar con cierta solidez. 

No es que su nuevo y flamante single sea malo es que, directamente, "Oh Love" es la peor canción del disco con diferencia y su videoclip resulta tan soso y estéril artísticamente hablando que asusta que un grupo de Punk se haya reducido a la caricatura más exagerada. Es verdad que nunca fueron un grupo punky en el sentido más estricto de la palabra y su pop acelerado, teñido de pelos y guitarras empegatinadas nos hicieron creer lo contrario durante un corto espacio de tiempo pero seguir afirmado que lo que Green Day hace es Punk es poco menos que tacharnos a nosotros mismos de ignorantes y hacerle pensar al resto que estamos sordos como una tapia. En su música, su actitud, sus letras y estética no queda ni rastro del "háztelo tú mismo", "todo vale", la rebeldía, la irreverencia y las gónadas de todos aquellos grupos que a mediados/finales de los setenta y primeros de los ochenta reventaron la escena musical y se convirtieron en adalides de la contracultura. Green Day supo reciclar el Rock Alternativo de los noventa y se aprovecharon  aferrándose con uñas y dientes a los últimos estertores de éste para, a base de su poca pericia, muchas quintas y melodías pegadizas subir en las listas para, poco después ("Insomniac"de 1995), vivir de las rentas por y para siempre y, tan sólo, volver a tener cierta presencia mediática subiéndose al carro de todos aquellos artistas, infinitamente más valiosos que ellos, que criticaron a la Administración Bush a mediados de la década pasada. ¿De verdad tenemos que apreciar y valorar una carrera así? Ni el supuesto componente nostálgico de muchos treinteañeros que acuden a verles en directo, ni la pueril pasión de los veinteañeros más fanáticos son suficientes para que vuelva a apreciar el trabajo de un grupo que debería haberse aprovechado de su momento de gloria y haber desaparecido a tiempo.

"Nuclear Family" apesta a "Safe European Home" pero nadie que escuche este disco conocerá la canción de referencia, "Stay The Night" es capaz de aburrirnos media docena de veces en los cuatro minutos que dura, Green Day debería tener prohibido hacer canciones de más de dos minutos. "Carpe Diem" vuelve a atufar a The Clash pero no les importa, son felices cuando alguien menciona al grupo de Joe Strummer en el mismo párrafo que a ellos, "Let Yourself Go" es un vano intento por recordarnos a los de "Dookie" y el estribillo vuelve a fusilar por la espalda a Strummer, Simonon, Tooper y Jones porque de "Kill The Dj" y su descarado plagio al sonido más franzferdinesco no podemos hacer menos que avergonzarnos. El experimento se salva en el estribillo con cierto ritmo pero recuerda tanto a Kapranos que resulta imposible contener el dedo y no pasar a la próxima.

"Fell For You" suena a FM pura y dura, sin ningún valor y en "Loss Of Control" tenemos la sensación de haber llegado al final de manera prematura. Es momento de darle a la pausa y pensar, asimilar el colesterol musical que acabamos de consumir. "¡Uno!" suena a una colección de singles poco acertados sin ningún tipo de coherencia o sentimiento de unión, una colección de canciones que han dividido en tres para satisfacer sus egomaníacas carteras y hacernos pensar que están en su mejor momento cuando no es así. Este álbum no suena como un cuidado LP del que se han cribado las composiciones menores y nos ofrecen lo mejor sino que suena tan intranscendente como deslavazado. Un despropósito del que no se salva ni su horrorosa portada.

"Troublemaker" se salva de la quema mientras que la "dookieana" "Angel Blue" suspende cuando uno se percata de que el ritmo de Tre en las estrofas es prácticamente el mismo a lo largo y ancho de estas doce canciones. "Sweet 16" no merece llevar un nombre así y en "Rusty James" asistimos al autoplagio más descarado y es que no hay mejor certificado de defunción de un grupo que cuando éste se copia a sí mismo. 

Para culminar, añadir que podrían haber publicado este supuesto álbum triple de una vez como lo hicieran The Clash y asumir las pérdidas vendiéndolo a precio de sencillo pero es que Billie Joe, Mike y Tre están aquí por la pasta y eso nadie lo pone en duda. Puede que deba escuchar los tres discos seguidos o puede que no sea capaz de llegar al tercero, lo que está claro es que, a pesar de lo que muchos digan, "¡Uno!" suspende y hace honor a su estúpido título con una estrella. Veamos qué ocurre en "¡Dos!", nada bueno me temo.

© 2012 Piero Bambini