Crítica: Chris Cornell "Songbook"

No creo que nadie pueda negarse ante la evidente emoción que uno siente cuando escucha "Black Hole Sun" en directo y más si es una toma acústica (aunque yo prefiera la eléctrica con Thayil, Shepherd y Cameron), sí es cierto que uno siente un nudo en la garganta cuando ve pasar su adolescencia a través de los pocos minutos que dura la canción pero no podemos, ni debemos, engañarnos. Chris Cornell está acabado, es un fracaso, un artista que en los noventa lo fue todo y lleva más de diez años literalmente arrastrándose por los escenarios y estudios de medio mundo. Un tipo que pasó de estar en lo más alto liderando a Soundgarden y ahora está más ocupado de dar el salto con discos tan mediocres como "Scream" (2009), estropear su voz y su leyenda en un supuesto "supergrupo" como Audioslave (qué alguien me aclare que pinta un músico tan ramplón como Brad Wilk en un grupo de superestrellas que no eran más que los restos de Rage Against The Machine) , tener unos buenos abdominales y las mechas del pelo a punto para la próxima actuación. Y es que, desgraciadamente, poco queda ya de aquella fuerza de la naturaleza que cantaba en "Badmotorfinger" (1991) o "Louder Than Love" (1989). Por suerte, llegué a ver a Soundgarden en directo en su última gira y, por desgracia, pude ver a Chris Cornell un par de veces más sin Thayil o el bueno de Ben a su lado e incluso pude llegar a intercambiar un par de palabras con él, poco le quedaba ya de Soundgarden, puedo decir, sin temor a dudas, que ya era el completo gilipollas en el que, con el paso del tiempo, ha llegado a convertirse.

Es por todo esto que temía este disco, como temo el retorno de Soundgarden y por lo mismo que me da miedo y he preferido ignorar la nueva reencarnación de Billy Corgan y sus Smashing Pumpkins de mentirijilla porque hay fantasmas que es mejor dejarlos en el desván. Cornell se dedicó la pasada primavera (pueden corregirme si me equivoco, que todo puede ser) a interpretar sus grandes éxitos bajo formato acústico en una gira en la que pudo darse un auténtico baño de masas entre los pocos "nerds" que consiguieron entradas para verle en directo. Conciertos en los que mezclaría algunas de sus canciones favoritas, de Soundgarden (vamos a hacer caja), Temple Of The Dog (vamos a hacer más caja con la autenticidad por bandera) y Audioslave (metamos algún tema de relleno para demostrar que aquellos discos no eran tan malos como realmente son) y a pasearse por teatrillos para querer hacernos creer que sigue sintiendo canciones como "Fell On Black Days", un tema que se le debería prohibir cantar.

Versiones descafeinadas de "Call Me A Dog", "Can't Change Me" (de su único buen disco en solitario, "Euphoria Morning" de 1999, hagan los cálculos necesarios para evaluar su estado creativo en los, por ejemplo, últimos doce años) alternados con una versión del "Thank You" de Led Zeppelin que termina resultando lo peor del disco por lo edulcorada de ésta (si de verdad amas y sientes la versión de los Zeppelin, claro) y una desgastada y fuera de lugar "Imagine" de Lennon que no transmite nada en absoluto excepto cansancio y agotamiento. ¿Por qué versionar "Imagine"? Miles de artistas lo han hecho y todos con el mismo resultado; Lennon sólo hay uno y esta canción es inmortal en su garganta, en ninguna otra.

Pero el ejercicio de este "Songbook" se vuelve dantesco cuando nos damos de frente con auténticos clásicos del grupo de Seattle como "Black Hole Sun" o, la anteriormente citada, "Fell On Black Days" en las que, sin llegar a sonar mal, lo hace con tanta desgana y de una manera tan "pop" que hace veinte años  (cuando todos llevábamos con orgullo la carpeta de clase llena de recortes de Pearl Jam, Soundgarden y Alice In Chains junto con Pantera, Judas o Maiden) le habríamos castigado con nuestra indiferencia. Pero si con los temas de Soundgarden resulta anodino es con los de Audioslave cuando tenemos que reírnos a carcajadas cuando escuchamos "I Am The Highway" o "Like A Stone". Porque en "The Keeper", de la banda sonora de "Machine Gun Preacher", correremos un "tupidísimo" velo, claro que sí.

Ahora amenaza con una gira y un disco de Soundgarden, miedo me da lo que puede llegar a hacer con el recuerdo de miles de personas que crecimos amparadas bajo los últimos coletazos del metal ochentero y la distorsión más cruda del rock alternativo. Podría haber hecho como Vedder, como Thayil, Lanegan o Dulli, a Cornell sólo le pedíamos que envejeciera con dignidad y no lo ha hecho, sólo eso. ¡Él y Dave Grohl podrían irse lejos, muy lejos, y el mundo de la música no sentiría su pérdida!

© 2011 John Doe