Crítica: Myrkur “Spine”

Disfruté muchísimo con “M” (2015), ¿para qué negarlo? También es cierto que lo hice porque quise; porque me forcé a olvidarme de las críticas que pululaban alrededor del álbum, quise olvidarme de Ulver, quise olvidarme de aquella engañifa de micrófono-árbol que la propia Myrkur usaba con un pedal de distorsión para hacer los guturales de sus canciones en directo y no siempre pisaba a tiempo y, en definitiva, quise creerme al personaje y no darme cuenta que detrás de las composiciones de aquel disco estaban indudablemente, otras manos que no eran las de Amalie Bruun, tan poco dotada para la música, y sus desmedidas ansias de triunfar; primero en el pop más insustancial, después en el metal, como cuando, después de criarse en Nueva York, recurre a su origen danés para hacernos creer que su proyecto Ex Cops fue algo pasajero y lo que sí tiene peso son sus ancestros, porque antes de querer ser una Kylie Minogue de pacotilla, ella siempre fue vikinga de cuna. El caso es que la vi en directo durante la gira de “M” (2015) varias veces, sola y acompañada, y después de aquello volví a coincidir con ella en directo hasta en cinco ocasiones más, algo totalmente innecesario, pero casual por culpa de los festivales. En lo musical, su debut fue, incontestablemente, un notable, logrando adquirir voz propia con “Mareridt” (2017), aunque inconsistente y con peores canciones, para caer en “Folkesange” (2020) totalmente desdibujada.

Así, “Spine” (2023) debería ser el disco que la coronase definitivamente pero no, a pesar de que Amalie vuelve a contar con la inestimable ayuda de Randall Dunn (Sunn O))) pero también Earth), el disco no llega a cuajar, desde la introducción de "Bålfærd" hasta la coral “Menneskebarn”, con la que se despide, la sensación general es de haber desaprovechado el último cartucho; el black metal de “M” (2015) queda reducido a un par de riffs, sin fuerza y anecdóticos, el folk de “Folkesange” (2020) tampoco tiene cabida, quedándose Amelie en tierra de nadie cuando recurre a su voz más pop; ejemplo de ello es “Like Humans” o el synthpop de “Mothlike”, no son malas canciones, simplemente inocuas, olvidables y con una estructura plana, sin aristas, compuestas sin mucho esfuerzo y menos intención de impactar pero, no solamente falla la voz de Amalie sobre unas canciones en las que parece que se ha limitado a grabar su pista, sin más, sino que la percusión de Ægir Sindri Bjarnason tampoco ayuda, totalmente en segundo plano, dando la sensación de que se ha utilizado un emulador, igual que las guitarras de William Hayes o el sonrojante, verdaderamente penoso, solo de Arjan Miranda en la citada “Mothlike”.

De esta manera, resulta muy difícil enfrentarse a un disco con canciones como “My Blood Is Gold”, “Blazing Sky” y la aburridísima “Devil In The Detail”, cuando parece que Amalie canta incluso fuera de tempo. Mientras que la artificial sección central, plenamente ideada para alcanzar a otro tipo de público, que es la formada por la propia “Spine” o "Valkyriernes sang", es black metal de tercera regional, con un impostado sonado underground, en el que Amelie intenta reverdecer lo grabado en “M” (2015) en una canción como "Valkyriernes sang", pero estropeándola totalmente con las dobles voces y la atropellada batería de Ægir, más cerca del esperpento que al blast beat, o el pastiche absoluto que es “Spine”, en la que nada funciona en sus cuatro minutos. Un auténtico horror.

Myrkur ha grabado un disco completamente prescindible, sin ningún tipo de valor a excepción de algún momento muy contado o el trabajo de Randall Dunn pero, en definitiva, un disco que hay que evitar para no perder el tiempo. Myrkur no llega a ser ni siquiera una nota a pie de página en la impresionante historia del metal extremo, no perdáis ni un solo segundo escuchando “Spine” (2023) o nada posterior a “M” (2015) y si lo hacéis, que este sea vuestra introducción a Ulver (en el caso de que no sepáis de sus existencia), nada más.

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