Crítica: Megadeth "The Sick, the Dying… and the Dead!"

No sé qué me da más pereza; si defender el dieciseisavo de Megadeth, lidiar con aquellos amantes de la música que creen haberlo visto todo y se permiten el lujo de despreciar cualquier cosa que grabe Mustaine o, por el contrario, a esos que aseguran que “The Sick, the Dying... and the Dead!” (2022) es el mejor álbum de la banda desde “Countdown to Extinction” (1992), seamos serios, por favor. Producido por Chris Rakestraw y el propio Mustaine, el nuevo álbum de Megadeth tiene una papeleta complicada; ser la continuación de “Dystopia” (2016) -que no es, ni será la cuadratura del círculo, pero sí un disco muy digno para las condiciones en las que fue grabado- tras seis años de constantes giras, un agresivo cáncer que Mustaine ha tenido que superar, una pandemia que les dejó en dique seco y aprovecharon y, por último, el escándalo del video de Ellefson y sus lamentables placeres onanistas en videoconferencias con seguidoras más jóvenes que su propia descendencia, y terminó con el bajista en la calle, protagonizando penosos videos, entrevistas y proyectos musicales, a cada cual más efímero. No puedo defender a Ellefson, nunca me terminó de convencer y no lo digo desde la perspectiva del seguidor despechado; vi en directo a la piropeada formación de “Rust in Peace” (1990) durante la gira de “Cryptic Writings” (1997) y gustándome, nunca he sentido especial devoción por aquella formación y sigo creyendo que los que hablan de ella como si de un animal mitológico se tratase, es porque no tuvieron mi suerte o creen que los discos que grabaron se deben a ellos y no al genio de Mustaine, que ya había demostrado todo lo que tenía que demostrar mucho antes de que entrasen en su vida. Dicho esto, Ellefson no se merecía seguir en Megadeth, la decisión de echarle fue apropiada.

Pero una decisión que hizo que Mustaine borrase sus pistas y entre él mismo y el mítico Steve Di Giorgio se encargasen de anular la contribución del calenturiento bajista, mientras James LoMenzo esperaba en el banquillo. De esta manera, todo el trabajo dependía de Mustaine, Loureiro y Verbeuren en una época nada tranquila para una de las bandas de thrash más famosas de la historia. El resultado es claramente irregular, no es superior a “Dystopia” (2016) porque tengo la sensación de que, a pesar de los grandes momentos y buenas ideas, este nuevo álbum ha perdido la complejidad de algunas de las partes del anterior y se ha obcecado por el thrash más plano, mientras que Mustaine, por suerte, parece haberse olvidado de conspiraciones y ha escrito de una manera menos paranoica, pero con menos chispa, en un disco que muere a la sexta canción, con la aburridísima “Junkie”, y que presentó quizá sus dos mejores bazas como adelanto; “Nighstalkers” (aunque eche en falta un poco más de protagonismo de Ice-T) y la final “We’ll Be Back”, ambas canciones están repletas de riffs y evocan la época dorada de Megadeth, acompañadas de buenas melodías y estribillos fáciles de recordar, nada en contra; Megadeth nunca han tenido problema de ese acercamiento más melódico, pero lo que sí falta aquí es sangre y mala ralea.

Esa misma que echamos en falta en la inicial “The Sick, the Dying... and the Dead!”, tras una buena introducción, o “Life In Hell” que se salva gracias al excepcional trabajo de Dirk tras los parches y su frenética forma de tocar. Esa batería que es también la que salva a "Dogs Of Chernobyl" cuando la forzadísima épica y la manía por los pregrabados y sampleados de diálogos no es capaz de levantar, o puñetazos más directos y con menos adorno o gusto por el minutaje gratuito, “Sacrifice”. “Psychopathy” no aporta absolutamente nada, mientras que “Killing Time” es una de las peores del conjunto, no por su melodía y su repetición, sino porque es prescindible y podría haber formado parte de cualquiera de los discos menos inspirados anteriores. Es por eso que “Soldier On!” parece tan excitante, gracias de nuevo a Dirk, antes del sopor que es también “Célebutante” o la punky “Mission To Mars” (con Maila Kaarina Rantanen y John Clement). Por lo demás, las dos versiones; "Police Truck" de los Dead Kennedys o "This Planet's on Fire (Burn in Hell)" de Sammy Hagar con él mismo ayudando a las voces, tampoco suman, son interesantes y, por desgracia, parecen más vivas que algunas de las nuevas canciones de Megadeth, lo que resulta bastante doloroso. 

No es el mejor disco de la banda o el más señalado desde ningún otro, es simplemente un álbum correcto de thrash, bien grabado y producido y repleto de talento, pero que no suma nada en absoluto a la leyenda que es Mustaine o Megadeth. Siento decepcionar a todos aquellos que esperaban la grandísima obra que muchos siguen esperando, mientras se dejan por el camino discos como “Endgame” (2009) o el mencionado “Dystopia” (2016), buenos y dignísimos esfuerzos de un controvertido genio como es y será, por siempre, Dave Mustaine. 

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