Crítica: Ghost “Prequelle”

Y Tobias Forge emergió del centro de la tierra y, con su sola presencia, dividió al público no en dos, sino en tres y cuatro facciones, fragmentando el odio y la pasión hacia Ghost... Ahora que el mundo entero sabe quién se ocultaba tras la máscara de Emeritus o Copia, muchos parecen respirar aliviados y confirmar que Emeritus I, II o III no eran papas diabólicos, que los Nameles Ghouls no eran almas torturadas sino ingratos compañeros de batalla de Forge. No faltarán aquellos que aseguren que los dos únicos álbumes de Ghost que merecen la pena son “Opus Eponymous” (2010) e “Infestissumam” (2013) o aquellos que eleven a “Meliora” (2015) a los altares y miren con desdén “Prequelle” por su producción y clara inclinación comercial, que menosprecien lo que Forge ha logrado hasta el momento o ataquen a su música y sus seguidores acusando su juventud o la falta de criterio en esos otros que peinen canas porque, queridos míos, se ataca; se odia lo que es grande y Ghost lo es. Si Forge y sus canciones no despertasen el interés de cientos de miles de personas, sus ventas y reproducciones fuesen nimias y a nadie le interesasen los papas y cardenales, Ghost serían tan sólo un plato gourmet y no todo un placer culpable para muchos amantes del metal o el rock.

Escuchando “Prequelle” en su totalidad, una vez tras otra, me asaltan todo tipo de dudas; ¿qué entiende Forge por Medievo? ¿Por qué nos dijo que sería el más oscuro de la banda? Es verdad que el eje central de “Prequelle” es la muerte y el hilo conductor la peste, las ratas y toda su imaginería (como el Doctor Plaga y la máscara promocional que acompaña al disco en su edición de lujo) o la canción "Ring A Ring O'Roses" con la que se abre la genial introducción que es “Ashes” pero, al margen de la temática (no confundir con un disco conceptual, porque no lo es), “Prequelle” es un exceso estético en todos los sentidos, desde su portada (a cargo del genio polaco Zbigniew M. Bielak), evocando el Retrato de Inocencio X de Velázquez, o su sonido, con Tom Dalgety tras los mandos, repitiendo tras el éxito de “Popestar” (2016) y, mucho ojo porque a muchos críticos y seguidores se les está pasando la participación de Andy Wallace, aquel que convirtió “Nevermind” (1991) de Nirvana y muchas otras producciones de los noventa en auténticos cohetes gracias a su manita en la mezcla. Y es que “Prequelle” es un lujoso banquete para los oídos, pocos discos escucharemos con semejante sonido en esta segunda mitad de año que nos queda. Luminoso es decir poco. Pobres de aquellos que creían que Forge se inclinaría por un álbum de death metal porque, por mucho que el sueco se lamente de no haber conseguido el mismo éxito con su anterior proyecto, Repugnant, el death metal no vende y Forge quiere vender, quiere tomar por asalto los arenas (pabellones o multiusos en nuestro idioma) de Europa y Norteamérica, quiere que sus papas y cardenales, que su imaginería aparezca en los cajas de los cereales, como sus idolatrados Kiss, como él mismo dice; como Muse o U2 y sus espectáculos. ¿Hay algo de malo en ello?

Si algunos inocentes esperaban un recrudecimiento de su sonido, “Prequelle” tiene más que ver con Subvision y aquel “So Far So Noir” (2006) que con el proyecto de metal de Forge. El cuarto álbum de Ghost está tan pulido y trabajado, tan mimado en exceso, que aquellos que los vieron en el Hole In The Sky noruego pensarán que no son la misma banda. Hay más de Queen o ABBA que de King Diamond, más de Prince que de Candlemass. Por otro lado, es un disco que se me hace especialmente breve; estamos hablando de siete temas si tenemos en cuentas que “Ashes” es tan sólo una introducción y la genial “Miasma” es instrumental y habría agradecido de la pista de Forge, como la otra instrumental del álbum, "Helvetesfönster", mata el clímax en la recta final. Pese a ello, “Prequelle” abre rompiendo con “Rats” y ese canto a la Peste Negra y su imparable avance en Europa en el siglo XIV, la clara intención de firmar de nuevo un single como “Square Hammer” pero con algo más de complejidad y un mayor trabajo en las guitarras. Lo que más me sorprende es que Forge haya permitido que un riff como el que cierra “Rats” sea precisamente eso, un riff de cierre y no lo haya exprimido en la introducción o a lo largo de la canción, pero esto es lo que pasa cuando tu cabeza va a mil por hora y estás atravesando un gran momento creativo; puedes permitirte derrochar riffs y grandes melodías en puentes, que no estribillos. Nada que objetar.

El groove de “Faith” es proporcional a ese inicio bombástico, al estribillo y al Cardenal Copia escupiendo; “Beause faith is mine!” o ese otro, en “See The Light”, en el que Forge parece responder a todos aquellos que le atacan; “Every day that you feed me with hate I grow stronger! Every day that you feed me with hate I grow stronger!” Es verdad que “See The Light” no llega a las cotas de emoción de “He Is” pero es que es canción ya la ha escrito y no tiene la necesidad del autoplagio en cada uno de sus nuevos álbumes, como tampoco escucharemos un “Con Clavi Con Dio”, “Elizabeth” o "Monstrance Clock", ya están escritas, si queremos escucharlas de nuevo, basta con que acudamos a sus discos...

De “Miasma” me gusta el inteligente uso del sintetizador de Steve Moore (Zombi), el tinte progresivo y el solo de teclado o su clásico sonido retro, cómo no; también el descarnado sonido del saxo de Papa Nihil. “Dance Macabre” es quizá el single más claro y aquel que le valdrá a los enemigos de Ghost para echárselo en cara a Forge y sus seguidores. Es verdad que “Dance Macabre” (esa gran y enorme fiesta final el día antes de tu muerte) tiene más que ver con ABBA que con Black Sabbath pero no creo que eso sea un problema; la melodía de las voces es magnífica y aunque la línea melódica de las estrofas sea excesivamente disco, los coros a otro tempo son mágicos y el estribillo -aunque sea lo que menos me gusta- se pega como un chicle y funcionará en directo, que de eso se trata. “Pro Memoria”, sin embargo, suena demasiado relamida y su duración juega en su contra, pese a lo acertado del piano y egomaníacos arreglos de cuerda a los de “November Rain”.

La influencia ochentera en “Witch Image”, como de Blue Öyster Cult en la melodía de su puente, es innegable y confirma la facilidad de Forge para componer este tipo de medio tiempos pero hace perder algo de fuelle a la segunda parte, como la bonita "Helvetesfönster" posee uno de los pasajes más melancólicos y nostálgicos de todo “Prequelle”, responsabilidad directa de la guitarra acústica de Mikael Åkerfeldt de Opeth, pero nos hace perder altura. Es cierto que “Life Eternal” es resultona y emocionante y, de nuevo, nos lleva a otra década; pero le falta la pegada de "Monstrance Clock" y, aún así, sé que en sus conciertos se convertirá en un momento emotivo por cómo la canta Forge, su temática o el clímax final en los coros y ese abuso de la repetición....

“Prequelle” no es perfecto, desde luego que no, pero cumple el complicado papel de continuar tras un gigante como “Meliora” y contiene momentos en los que uno no sabe si Forge se ríe de todo o roza con la yema de sus dedos la genialidad más absoluta. Sólo sé que “Prequelle” se convertirá en una referencia de culto y Ghost ya forman parte del imaginario colectivo de este siglo, por mucho que le pese a los de siempre. ¡Jodeos y postraos ante Forge, posers y trves del mundo entero!

© 2018 Lord James Tonic