Crítica: Linkin Park “One More Light”

Durante muchos, muchos años se nos ha vendido la evolución como la antesala de la sabiduría. Así hemos sido testigos de cómo artistas a los que les ha llevado décadas encontrar su propia voz protagonizar dramáticos, cuando no bochornosos, giros estilísticos que no dudo les hayan llenado las arcas pero cuya integridad ha quedado tan maltrecha como el respeto de sus seguidores. Pero pocas veces he sido testigo de un sabotaje como el que ha perpetrado Linkin Park con su propia carrera. Una banda que alcanzó la gloria con “Hybrid Theory” (2000) y mantuvo algo de rédito con “Meteora” (2003) antes de perderse en una madurez mal entendida con “Minutes To Midnight” (2007) o “A Thousand Suns” (2010) que no evidenciaban otra cosa que una clara falta de dirección que se confirmó en “Living Things” (2012) o “The Hunting Party” (2014) pero a Chester Benington y Mike Shinoda debió parecerles bien ya que, paradójicamente, la banda seguía vendiendo, llenando sus conciertos y aumentando por cientos de miles su base de acólitos en redes sociales.

Sería, por lo tanto, ilógico que este “One More Light” no nos hubiese sorprendido como lo ha hecho pero, por más que lo escuche, todavía sigo sin entender qué se les ha pasado por la cabeza durante un proceso de composición atípico basado en las pistas vocales, los estribillos y, por último, la música. Pero una carente de cuerpo, con ausencia de guitarras y con una batería programada completamente sintética, arreglos electrónicos y programaciones que no es que les acerquen al pop sino que les internan peligrosamente en la música más comercial, vacía e instrascendente que nos podamos imaginar.

Tal es el desconcierto que cuando comienza a sonar “Nobody Can Save Me” uno no sabe si está escuchando el último álbum de Linkin Park o el de Owl City, además hay algo que parecen haber obviado y es que para construir las nuevas canciones en torno a la voz, Bennington debería tener una que de verdad mereciese la pena y no su habitual tono nasal en primerísimo primer plano. “Good Goodbye” (con Pusha T y Stormzy) es tan simplona que encontrará su única enjundia en el fraseo de los raperos mientras que “Talking to Myself”, escrita con la ayuda de Ilsey Juber (colaboradora de Beyoncé) les hará entrar en comparaciones con *NSYNC y hará que The Killers parezcan Celtic Frost como “Battle Symphony”, por desgracia, suena como la última encarnación de Coldplay.

Pero nada como escuchar la atonal e impersonal voz de Shinoda en “Invisible” para valorar “Heavy” con Kiiara y aceptar que sí es pegadiza pero es uno de esos chicles que uno querría no haber pisado nunca. Los ecos de Owl City volverán en “Sorry For Now” y el colmo de la ñoñez hará acto de presencia en “Halfway Right” en la que nada suena como debe. Pero hay más, mucho más, la etérea “One More Light” probará nuestra paciencia mientras en “Sharp Edges” logran el mestizaje perfecto entre el encanto kitsch de Modern Talking y la banda más petarda del Coachella.

El gran error en el que el oyente puede incurrir al escuchar “One More Light” es pensar que Linkin Park se han columpiado en el planteamiento pop de la banda cuando el verdadero crímen es la poca inspiración y pericia en un género que comúnmente se entiende como comercial o fácil pero para el que hay que tener talento en la composición lejos de la repetición absurda de estribillos y toneladas de edulcorante o maquillaje en la sala de producción. La gran incógnita no es saber si tras el fiasco de “One More Light” Linkin Park recuperarán la cordura sino si millones de oyentes volveremos a darles la oportunidad ante semejante bodrio de álbum…


© 2017 Jim Tonic