Crítica: Rob Zombie "The Electric Warlock Acid..."

Robert Bartleh Cummings, más conocido como Rob Zombie, nunca me ha parecido un buen músico, es más; nunca le he considerado siquiera como tal. Vengo de los noventa y en aquella época, bucear en la discografía de White Zombie era todo un placer, eran una banda completamente underground con un atractivo friki sin igual y para cuando publicaron “Astro Creep: 2000” (1995) y ascendieron en las listas su sentencia de muerte estaba ya más que firmada con el personaje de Rob Zombie fagocitando a sus compañeros. Nunca me gustó como trató a Sean Yseult y cómo se quedó con la esencia de la franquicia pero olvidando ese toque que les hacía tan especiales y sí entregando por completo su alma al rock industrial mezclado con la Serie B que tan buenos dividendos le está generando. Y nunca le he considerado como músico no porque le falte talento sino porque siempre le he visto más como un artista que disfruta haciendo películas o cualquier proyecto plástico que atraiga su interés y, de vez en cuando, cuando le hace falta financiación para hacer lo que realmente le gusta es cuando saca del armario a su alter-ego como músico y publica el mismo álbum una y otra vez. Si prestamos atención, poca evolución hay en su carrera en solitario y, cuando ha intentado hacer algo ligeramente diferente, el resultado en ventas no ha sido todo lo espectacular que se esperaba. Pero también es cierto, ¿quién quiere un álbum de Rob Zombie que no suene a Rob Zombie?

Rob produce los álbumes como arma un mecano o monta un puzle; un buen guitarrista con pegadizos riffs (como es el desaprovechado John 5), un batería -que da igual que sea Ginger Fish, Joey Jordison, John Tempesta o Tommy Clufetos porque Rob Zombie ‘bastardizará’ su sonido en estudio con potentes bases electrónicas-, temática propia de las películas de Terror de la Hammer o Ciencia-Ficción de segunda, un buen arte gráfico que aporte al disco maquillaje y a escuchar una y otra vez la misma canción.

Así, sus discos, sin ser una maravilla y siempre muy lejos de “Hellbilly Deluxe” (1998), se dejan escuchar porque poseen todo lo que nos gusta de él y dos o tres canciones que funcionan tanto en streaming desde casa como en un festival. En este caso, “The Electric Warlock Acid Witch Satanic Orgy Celebration Dispenser” (un título largo, tan largo como significativo de lo que no vamos a encontrar en sus surcos a pesar de rebasar, a duras penas, la media horita con canciones de una media de dos minutos), es más de lo mismo pero menos inspirado que el anterior "Venomous Rat Regeneration Vendor" (2013) y, por supuesto, que "The Sinister Urge" (2001), compitiendo con el soso "Educated Horses" (2006); que no, tampoco era tan horrible, pero si el más flojito de toda su discografía.

El clásico sampleado abre “The Last Of The Demons Defeated”, una poderosa batería y esa robusta guitarra eléctrica nos hacen entrar en el universo de Zombie cuando escuchamos su inconfundible y procesadísima voz; es tan sólo una introducción de un minuto y medio en la que se repite una y otra vez el título del álbum, siendo “Satanic Cyanide ! The Killer Rocks On !” la primera canción, propiamente dicha, del álbum. En ella nos encontramos a una banda perfectamente engrasada con John 5 y Piggy D. a las guitarras mientras Ginger Fish golpea con mala leche. De ella me gusta su parte central con esa batería marcial y las acústicas de John.

“The Life And Times Of A Teenage Rock God” es la más divertida y en sus minutos se dan la mano todo eso que antes mencionaba y conforma el tópico viviente en el que se ha convertido Rob Zombie, no le falta humor para un estribillo tan ridículo como; “Sugar, sugar, sugar - you look so mean. Honey, honey, honey - drinking gasoline” para también tomar algo de Speed o largarse a Transilvania donde, según él, “el amor lo es todo” y arengarnos para que cantemos a coro el estribillo como si estuviésemos en pleno concierto. “The Hideous Exhibitions Of A Dedicated Gore Whore” es tan sólo el relato de los terroríficos tatuajes que algunas mujeres llevan por todo su cuerpo y “Medication For The Melancholy” hace subir las revoluciones y la temperatura del tono general de un álbum que ya se había estancado en esa mezcla entre metal industrial y groove facilón que tanto le gusta a Zombie.

La locura en la que se convierte el single “Well, Everybody's Fucking In A U.F.O.” posee todo su gancho en el potentísimo riff de guitarra de John 5 y “A Hearse That Overturns With The Coffin Bursting Open” es un interludio que, si le ha funcionado a Ghost en su último álbum, Zombie habrá pensado que a él también y por qué no intentarlo. El otro single, “In The Age Of The Consegrated Vampire We All Get High” funciona a las mil maravillas con su clásico fraseo y efectos, cambios de ritmo, coros y sampleados, convirtiéndose en la otra cara de la moneda de “The Life And Times Of A Teenage Rock God” porque aquí Rob Zombie no nos cuenta lo que va a hacer como adolescente que aspira a ser toda una estrella cafre de rock sino lo que ya ha hecho.

“Super-Doom-Hex-Gloom Part One”, con mención especial para Alan Howarth es, de nuevo, otra pieza instrumental (echemos cuentas; media hora, doce canciones de las cuales, al menos, tres son introducciones). Como repetitiva es “In The Bone Pile” pero la salva su sintetizador y, claro, la guitarra de John 5 mientras que “Get Your Boots On ! That's The End Of Rock And Roll” no de devanará los sesos y tirará de un ritmo abierto preparado para el directo, jugando con el clásico “Be-Bop-A-Lula” en el estribillo. Para cerrar, la más extensa; “Wurdalak” pero es que empieza tras otro minuto de introducción y dos de despedida, dejándola en dos de atmosféricas y densas estrofas con estribillos un poquito más recargados pero sin demasiada intensidad.

Resulta complicado evaluar un álbum que ya hemos escuchado un millón de veces a lo largo de los últimos veinte años pero con diferente título, más cuando suena bien, está bien producido, las guitarras y las bases son desbordantes, el artwork es precioso y hay, por lo menos, dos o tres canciones que son bombas de relojería para sus conciertos pero el resto no, son dos y tres minutos de la misma fórmula de siempre. No desagrada pero tampoco engancha. Rob Zombie produce discos como una cadena hamburguesera; sacian al instante pero no alimentan a la larga.


© 2016 Jim Tonic