Crítica: Kadavar "Berlin"

Como diría nuestro querido y patrio Forges; "sin nervios, ni histerismos" pero Kadavar es un grupo que pide poco, por otro lado; a un público que le exige aún bastante menos. Todavía recuerdo con media sonrisa y el colmillo aún goteando cuando hace dos o tres años un amigo me los mencionó y, no sé por qué, escuché "Kadavar" (2012) o "Abra Kadavar" (2013) y pude verles en directo por primera vez en aquella gira y tampoco sé por qué de todo aquello... Los críticos -sagrados y profanos- se deshacían en elogios y, claro, como son alemanes acudían prestos a mentar a Can, Faust o, para colmo, a Amon Düül II y todo el Krautrock del que pudieron tirar para escribir pretenciosas sentencias en las cuales todos juraban y perjuraban escuchar a Kluster o Ash Ra Tempel y dormir con una camiseta de los ingleses Hawkind en plena competición por demostrar quién sabía más de qué o quién la tenía más larga y podía meter, con calzador y de manera inexplicable, a la escuela de Canterbury en todo aquel desaguisado pero no ahondaré demasiado en mi desprecio por esa caterva de críticos de tres al cuarto y perfil tan bajo porque ya me despaché a gusto con ellos cuando escribí sobre "Abra Kadavar" y, por otra parte, no deja de ser tan descacharrante como absurdo que alguien compare lo que hacen éstos con, por ejemplo, Amon Düül II. Supongo que cuando un chaval escribe desde la seguridad de su dormitorio como si éste fuese su trono, el complejo a superar es tan grande como para intentar hacernos creer al resto que está muy por encima de la humanidad, citando a artistas y géneros sin sentido alguno y presumiendo de llevar un tatuaje de Einstürzende Neubauten en la muñeca o un corazón en el anular cuando su única referencia para escribir tal crítica es la denominación de origen de la banda y el asalto a las enciclopedias virtuales de la red como el que redacta por encargo un trabajo de ciencias para el instituto ayudándose de los libros del salón de casa de sus padres.

Pero es que el gran problema de Kadavar es precisamente su escaso interés por sonar como sólo ellos deberían sonar siéndoles, al mismo tiempo, imposible disimular sus procedencia. Lo diré de una forma aún más directa; Kadavar son tan psicodélicos, tan hard o tan stoner como el chucrut. Las bonitas Gibson SG que se cuelga Christoph suenan bien en directo pero en estudio (y más en concreto en este "Berlin") lucen raquíticas y desprovistas de cuerpo (supongo que por culpa de la producción y la escasa presencia del bajo en muchos momentos) y su acentazo alemán a veces es demasiado evidente (lo que no es un defecto pero sí que hace que me resulte del todo imposible creerme que estoy escuchando stoner pergeñado en Palm Desert o Krautrock de Alemania del Este con influencias del doom británico como muchos perjuraban), Christoph (cuyo apodo es "Tiger") golpea con rabia su simplísima batería (que, en algún que otro momento, agradeceríamos que fuese un poquito más compleja para así dotar de más matices a las canciones y no ese ritmo machacón al que se aferrará durante todo el álbum) mientras Simon -tanto en directo como en estudio- tiene el mismo carisma que un Poto o un Ficus, resultando del todo anodino.

Por tanto, muchas eran las expectativas para el segundo álbum de los alemanes (si excluimos, por supuesto, el primer "Kadavar" de hace tres años) y resulta ligeramente decepcionante por mucho que la crítica internacional quiera hacernos creer que es superior a  "Abra Kadavar" porque cualquiera de los canciones de éste -desde "Come Back Life" a "The Man I Shot"- son claramente superiores a las de "Berlin". Con esa mano tatuada con Neubauten en el corazón, ¿cuántas veces hemos escuchado ya un riff como el que abre "Lord Of The Sky"? ¿De verdad no suena forzado y sobado hasta la saciedad? En directo gustará porque tiene nervio con un bestia tras los parches como "Tiger" pero, en cuanto a la composición, es tan original como un chupete. ¿Dónde está el bajo de Simon? Claro que lo escucho pero, para ser un trío, debería llenar más la mezcla con sus líneas y dotarle de más cuerpo y presencia a las canciones, sin embargo, la guitarra chirría y se convierte (por flagrante abandono de su pareja en la sección rítmica) en la auténtica protagonista. No es un problema de formato; "Berlin" escuchado a 320kbps, directamente del compacto original o en mi bonita edición en vinilo coloreado -pero menos en éste- suena con la misma carencia de graves.

Algo que ocurrirá de nuevo en "Last Living Dinosaur" en la que la voz de Philipp suena aún más lejana por su tratamiento y, aunque es más entretenida que la anterior, su estribillo pierde fuerza porque debería sonar más contundente. En ella sí apreciamos el bajo con mayor presencia pero la guitarra aquí es la que se queda "plana", sonando como una chicharra. ¿Es lo que querían? Es bueno añadirle fuzz y un poquito de grano pero teñirla demasiado provoca estos resultados. Si lo pensamos bien, no deja de resultar triste que nos entretengamos tanto en el envoltorio pero es que, hasta ahora, los caramelos que nos ha regalado Kadavar en "Berlin" ya los hemos probado todos o están chupados. "Thousand Miles Away From Home" me gusta bastante más pero esa introducción mística es un pequeño plagio a Robby Krieger y, mientras éste venía de Sabicas, lo de los alemanes se queda tan sólo en una copia tan profunda como un plato llano. La melodía es bonita, la guitarra está demasiado alta y la letra es directamente pueril pero, aún así, se disfruta bastante más que las anteriores. Como "Filthy Illusion" en la que parecen poner la directa pero en la que pinchan con esos innecesarios fraseos tras cada estrofa.

"Pale Blue Eyes" parece haber sido rescatada de manera forzada de los setenta, copiando cada uno de los tics del hard de aquella época mientras el acorde machacón de "Stolen Dreams" la convierte en la más interesante junto a "Thousand Miles Away From Home". "The Old Man" es un mal chiste que sirve como triste adelanto de lo que se suponía que sería un excelente segundo disco, ligeramente melancólica y con una estrofas bastante pegadizas, su riff es directamente prescindible, y su estribillo, pese a que intenta continuar por la senda de los versos y se torna emocional; pierde empuje. "Spanish Wild Rose" es sosa y aburrida desde su descafeinado arranque (por supuesto, seguimos intentando obviar el apartado lírico en el cual, quizá debieran invertir un poco más de tiempo). "See The World With Your Own Eyes" suena demasiado desnuda y, tanto en ella como en "Circles In My Mind" o "Into The Night", seremos testigos de que la fórmula del grupo parece agotarse cuando asistimos a un sucesión de riffs, uno tras otro, que suenan exactamente iguales entre sí e intentan enmascarar unas canciones que no son para nada excepcionales. Como extra, se incluye "Reich Der Träume" que sí suena nueva, interesante y en la que, aunque sea tan sólo una curiosidad, agradecemos, por fin, el cambio de tono.

Como diría nuestro querido Forges en una de sus viñetas; "sin nervios, ni histerismos". El trío funciona sobre las tablas porque pisan el acelerador a fondo y esa escasa originalidad muchos la confunden con el incasable latido de un motor o la inagotable fuente de una dinamo pero los alemanes deben evolucionar con urgencia o, de lo contrario, podrían desfallecer en un terreno muerto de tanto sembrar hace ya más de cuatro décadas por otros con mayor ingenio y gracia que ellos. Mi amigo -ése que me recomendó a Kadavar- dice que debo dejar crecer a los bandas; lo que ignora es que el pedigrí de muchos es el de un caniche al que, por mucho que alimentemos, no va a convertirse jamás en un mastín.

© 2015 Conde Draco