Crítica: Metallica "Master Of Puppets"

Un diecinueve de Mayo de 1975 fallece un joven llamado David a causa de un aneurisma cerebral y su hermano pequeño comienza a volcar toda su frustración e inquietud en aprender a tocar el bajo. Tiene trece años y ha prometido ser el mejor bajista del mundo por su hermano. Tan sólo once años más tarde, de gira con su grupo y muy lejos de su casa, se juega a la carta más alta la cama donde dormir en el autobús, la suerte le sonríe -saca un as de picas- y consigue la mejor. Bien entrada la madrugada, en mitad de la fría noche, el conductor pierde el control del vehículo y aquel chico que había cumplido su promesa fallece en el accidente pero también se había convertido en toda una leyenda. Cliff Burton, en tan sólo unos años había conseguido aprender a tocar el bajo de manera excepcional, llegar a ser un gran músico y publicar tres discos que cambiarían el curso de la música pero, además de eso, “Master Of Puppets” (1986) supuso un auténtico punto de inflexión para Metallica que, tras publicar quizá el mejor disco de Metal de la historia, decidirían continuar su carrera -tras haberlo consultado con la familia de Cliff- con Jason Newsted de Flotsam And Jetsam al bajo y dar un salto de gigante cualitativo con “…And Justice For All” (1988). Pero Cliff era único por muchos motivos, su filosofía tenía que ver más con el hippismo heredado de sus padres que de cualquier género extremo. Su forma de tocar el bajo era vibrante y enérgica a pesar de no proceder exclusivamente del Metal o el Hard Rock, sus dedos cabalgaban directamente sobre las cuerdas de su bajo Rickenbacker cargado de distorsión -sin necesidad de púa, todo lo contrario que Jason- en unos fraseos más cercanos a la velocidad del Jazz y el “break” de sus solos que del Thrash que practicaba junto a sus compañeros. Quizá todo esto, además de su extraordinario gusto para componer, hicieron de Cliff un músico diferente que, por desgracia para todos, vio truncada su carrera demasiado pronto. Metallica habían conseguido firmar un sustancioso acuerdo con Elektra (tras abandonar Megaforce), con el cual obtenían todo el control de su obra y, tras dos años de gira presentando “Ride The Lightning” de 1984 (el cual Elektra se apresuró a reeditar), volvían a los estudios Sweet Silence para registrar “Master Of Puppets”, su tercer disco y todo un esfuerzo titánico por dar lo mejor de sí mismos. Poco antes de su muerte y en plena gira de presentación del álbum, Cliff se mostraba entusiasmado ante el que era el mejor disco de su grupo hasta el momento y respondía a un periodista: “Uno de mis sueños es tener mi propia casa, aún vivo con mis padres. Tal vez un día, si consigo algo dinero suficiente, pueda comprarme una...” sin saber que “Master Of Puppets” llegaría a ser seis veces disco de platino según la RIAA, vendiendo ocho millones, seis de ellos en Norteamérica y, a partir de 1991, más de cinco millones más.

Lars y James se encerraron para escribir las canciones en las primeras semanas de verano del 85, trabajando duramente antes de llamar a Cliff y Kirk para empezar a grabar las maquetas sobre aquellas ideas. A pesar de que, en un principio, el trabajo compositivo recayó sobre Lars y James, Cliff fue de vital importancia en el proceso ya que aportó gran cantidad de ideas para las canciones. En otoño del mismo año, volvieron a Copenhague para grabar su nuevo álbum contando otra vez con la ayuda de Flemming Rasmussen. Si, habitualmente, en el proceso de composición del grupo, lo primero que surgen son los riffs y la batería de Lars, con Cliff no sólo se incorporaba su bajo a la mezcla sino que aportaba casi tanto como ellos y, por eso, cuando llegaron a los estudios de Rasmussen, las canciones estaban tan pulidas, tan trabajadas, que –según el propio productor- poco más pudo hacer excepto grabar y darles algo de brillo (por desgracia, el resultado no terminó de ser del agrado de ambas partes y pidieron ayuda Michael Wagener para terminar las mezclas finales). Quizá éste sea uno de los principales problemas de muchos grupos superventas en la actualidad (incluidos los propios Metallica de nuestros días) y es que antes, hace muchos años, entrar a un estudio era un gran desembolso y las bandas acudían con las canciones totalmente terminadas para gastar lo mínimo de presupuesto en la grabación mientras que ahora la mayoría de estos grupos son dueños de sus propios estudios o no es un desembolso determinante y gastan horas, horas y horas en la producción de unas canciones que no están todo lo trabajadas que deberían. El resultado son composiciones mediocres con un sonido extraordinario pero lejos de la magia de antaño en el que, con un sonido infinitamente más pobre, se grababan grandísimos discos. Pero, volviendo al disco que nos ocupa, lo mejor de la grabación de "Master Of Puppets", sin duda, es que ninguno de los implicados eran conscientes de la trascendencia del disco. Sí, querían hacer el mejor álbum posible pero no se les llegaba a pasar por la cabeza que harían historia con él.

La portada, diseñada por el propio grupo con ayuda de Peter Mensch y dibujada por Don Brautigam (autor también de, entre muchas otras, la celebérrima portada de Mötley Crüe, “Dr. Feelgood” de 1989), nos muestra un cementerio (¿el de todos los caídos de la canción "Disposable Heroes"? Sólo de una de las tumbas cuelga un casco de soldado porque el resto de las cruces pertenecen al resto de motivos y canciones...) en el cual mueven las cuerdas unas manos sobre un cielo rojo sangre. A pesar de todas las interpretaciones (dominación, adicción, guerra, drogas, locura), la portada y el concepto del disco no hace referencia a ninguna canción en particular (a pesar de la canción homónima en segundo lugar) y, sin embargo, a todas en general cuando, a lo largo y ancho de todo su minutaje, se suceden las imágenes y metáforas en las que al ser humano se le retrata como un muñeco siempre en manos de un orden superior, bien sea la religión, el gobierno, el deber, la adicción antes mencionada o la peor voluntad de todas -y la que escapa a toda comprensión- la de uno mismo.

Guitarra clásica para la introducción de "Battery" (quizá una de las más bellas del grupo, lástima que en los directos recurran a los pregrabados) y la calma se rompe con una tormenta eléctrica, un riff auténticamente brutal y Lars golpeando los parches mientras James se desgañita a ritmo de Thrash "Lashing out the action, returning a reaction, weak are ripped and torn away. Hypnotizing power, crushing all that cower, Battery is here to stay. Smashing through the boundaries, Lunacy has found me Cannot stop the Battery" ("Arremete contra todo, contraataca con furia. Destroza a los débiles y los deja hechos jirones. Un poder capaz de hipnotizar, que aplasta todo aquello que se encoge: la agresión ha llegado para quedarse") y es apoyado en el estribillo por los coros. ¿Una canción sobre la adicción, la agresión, el descontrol? "Battery" es todo eso y más pero también perfecta en su estructura: un puente central lleno de calma que pronto se desboca con un rapidísimo solo en el que Kirk se apoya en su Wah y Lars pone punto final con un cambio de ritmo antes de retomar la estrofa final y rematar la canción de manera machacante.

¿La mejor canción de Metallica? ¿La mejor de la historia del Metal? "Master Of Puppets", en sus más de ocho minutos, resume lo mejor del género con maestría. Y, si en "Battery" el descontrol era el que se apoderaba de la persona, en "Master Of Puppets" es claramente la adicción la que controla al ser humano como si fuese un pelele. "Fin de la representación de La Pasión. Soy tu fuente de autodestrucción, venas que laten con miedo, absorbiendo lo más oscuro, dirigiendo la construcción de tu muerte. Pruébame y verás, sólo necesitarás más, dedicado completamente a la forma en la que estoy matándote. Arrástrate más y más rápido, obedece a tu amo, tu vida arde más y más rápido, ¡obedece a tu amo!" y, tras la voz distorsionada, volvemos a encontrarnos con un puente rico y bello, con unas guitarras magníficas (más cercanas a las estructuras más clásicas que al Metal), una auténtica delicia que convierte los directos del grupo en una comunión con su público pero, quizá, lo mejor no es el puente en sí mismo sino el genial cambio de ritmo con el que Metallica salen de él para volver a la parte final del estribillo y parecer arengar con "Laughter, laughter, all I hear or see is laughter. Laughter, laughter, laughing at my críes!" y arremeter con uno de sus solos más rápidos y desquiciados que acaba con el trémolo de la guitarra estrangulando las cuerdas como si fuese el relincho de un caballo (en los directos de la época se puede apreciar que aumentaban la velocidad hasta convertirla en toda una máquina de Thrash de alta velocidad). Ocho minutos que pasan en un santiamén y se cierran con risas desquiciadas, todo un himno, histórica.

Poca gente sabe de la especial importancia de Cliff en este tema, no sólo su bajo es una auténtica maravilla por sus líneas y la energía en su forma de tocar, sino también su aportación vocal y es que la garganta del bajista se acoplaba perfectamente a la de James que encontraba su contrapunto en él:


En "The Thing That Should Not Be" bajan las revoluciones pero no la contundencia, si antes nos han descerrajado un tiro con "Battery" y nos han rematado con "Master Of Puppets", en "The Thing That Should Not Be" son los cambios de ritmo y la fuerza de su sección rítmica la que hacen explorar nuevos caminos al grupo. Cliff era un fanático de Lovecraft y utilizó como inspiración su libro "La sombra sobre Innsmouth" (aunque a lo largo de la letra saque a escena otros elementos del panteón mitológico del escritor y de obras como "El Caos Reptante" -"Crawling Chaos, underground cult has summoned, twisted sound"- o "En las montañas de la locura") además de contener uno de sus versos más famosos: "That is not dead which can eternal lie. And with strange aeons even death may die" ("No está muerto lo que puede yacer eternamente. Y con los extraños eones, incluso la muerte puede morir")

De Lovecraft a Ken Kesey y su libro "Alguien voló sobre el nido del cuco" (pero esta vez parece que Metallica se basó en la película de Milos Forman y no en el libro de Kesey) para narrar la locura y desesperación de aquellos que son internados y, si prestamos atención a la evolución de la pieza, podremos apreciar que, desde su introducción (de nuevo una guitarra preciosa -melancólica- pero, esta vez, más cercana al Hard Rock o AOR que a la clásica) hasta su desenlace, toda la canción se va -poco a poco- desquiciando. Desde la calma de su comienzo y la voz de James ("Bienvenido a donde el tiempo se detiene, nadie se va y nadie se irá. La Luna llena parece que nunca cambia, etiquetados como desequilibrados mentales, cada noche sueño lo mismo; la libertad a nuestro alcance, sin puertas cerradas ni ventanas con rejas, ni nada que me haga asustar") hasta que todos los músicos, sin excepción, se van "encrespando" según aumenta la tensión por salir y escapar del lugar. También es la segunda canción en la que se menciona el efecto de la luna llena, ésa que -según teorías del siglo XIX- domina el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro (de ahí la expresión para tildar a los locos como "lunáticos"), también denominado dionisíaco, frente a la racionalidad del hemisferio derecho y su carácter apolíneo, dios del sol o la luz también).

"Disposable Heroes" ("Héroes desechables") analiza la guerra como fenómeno pero narrándola desde dentro, desde la perspectiva del joven soldado que es arrancado de la vida familiar y es puesto en el frente con todo su caos y horror en el campo de batalla ("Los cuerpos cubren los campos que diviso, es el final de los héroes hambrientos."). El niño, ahora convertido en supuesto hombre como soldado, pronto se percata que su única misión es matar y fallecer en el campo de batalla ("Veintiún años, hijo único pero sirvió bien") mientras que sus superiores (terceras voces en los coros y en otro tono) le espetan: "De vuelta al frente, harás lo que yo diga y cuando yo lo diga. De vuelta al frente, morirás cuando yo diga que debes morir. De vuelta al frente, eres un cobarde. Servidor. Ciego"  Musicalmente, "Disposable Heroes" tiene tres tempos: uno, cuando la voz principal narra, dos; cuando el soldado deja de narrar y vuelve a la realidad de la guerra y se encuentra de bruces en el campo de batalla (lógicamente y pensada de manera inteligente, la más rápida) y tres; cuando los coros del estribillo representan a los superiores que le ordenan volver al frente y hacer, obedecer ("obey!"). Como ocurre con el solo de Kirk que atraviesa varias escalas y tonos, del comienzo más bluesy, al Hard Rock pasando por el Thrash y rozando con los dedos el Metal más clásico e incluso el NWOBHM.

Pero, si hablamos de servidumbre, no podría obviarse la crítica a las religiones y ésta encuentra su lugar en "Leper Messiah" cuando James berrea: "Envíame dinero, envíame billetes y el cielo encontrarás, haz una contribución y obtendrás el mejor asiento". Las guitarras rugen, la batería marca un ritmo marcial y los coros se acercan al punk hasta que sucede el cambio de ritmo que la adentra de nuevo en los terrenos del Metal y la acelera a ritmo de doble bombo pero manteniendo el mismo compás para, después del solo de Kirk, cambiar de nuevo de tercio y terminarla con un riff diferente a modo de "outro".

Y llega"Orion" (uno de mis temas favoritos por todo lo que llega a transmitir), la tercera canción más larga del disco, instrumental y toda una declaración de intenciones que separa a Metallica del resto de thrashers del momento. Titulada como la constelación por su comienzo siniestro y de tintes "espaciales" (debido a la distorsión), al bajo se le suman la batería y la guitarra hasta evolucionar a un primer cambio en el que el riff de la guitarra toma el protagonismo siguiendo las líneas de Cliff. En el minuto cuatro parece que la canción concluye pero es de nuevo el bajo el que, de manera cristalina, vuelve a arrancarla arpegiando y Kirk se le une soleando para dejarle espacio en el solo. Vuelve la guitarra a cobrar importancia para endurecer el riff principal y acabar la canción como empezó mientras la mezcla se desvanece en "fade out", muy propio de las producciones de la época. Es considerada todo un himno de culto entre los seguidores ya que, como antes señalaba, sonó en el funeral del propio Cliff.

"Damage, Inc." cierra el disco a ritmo vertiginoso, la más rápida de todo "Master Of Puppets" con un comienzo melodioso en el la guitarra juega con textura más propias de un octavador polifónico que de la distorsión del Thrash y será el bajo de Cliff de nuevo el que la haga parar como si diese paso a la batería de Lars. Kirk se arranca con uno de sus riff más rabiosos y James escupe: "Negociando la agonía interior, cobrando caro y nadie se va a entregar, viviendo de rodillas, conformidad, o muriendo de pie por la honestidad" en un canto a la destrucción por la destrucción, el placer de hacer daño por el mero gusto de hacerlo; "La sangre seguirá la sangreLa hora de morir está aquí. Daño, Sociedad Anónima"

La gira de presentación de “Master Of Puppets” empezó en Marzo (con la ayuda de John Marshall a la guitarra rítmica ya que Hetfield se había roto la muñeca patinando) siendo teloneros de Ozzy Osbourne en Estados Unidos lo que les ayudó para darse a conocer en aquellas ciudades en las que el grupo todavía no era tan conocido. Metallica tocaban poco menos de una hora pero a un ritmo frenético y, en palabras de Lars, podía ser que no les conocieran en muchos lugares pero cuando se bajaban del escenario sentían que habían ganado la batalla y muchos de aquellos que habían acudido a ver a Ozzy, volvían a sus casas amando a Metallica. Con James recuperado, tras dos meses sin tocar la guitarra, afrontaron la gira europea llegando el 26 de Septiembre a Estocolmo. Según las crónicas, fue un gran concierto con James totalmente entregado y Cliff emulando a Jimi Hendrix con su “Star Spangled Banner” en el solo de bajo y acabando la actuación con “Fight Fire With Fire” (aunque muchos atestigüen que lo hicieron con la versión de “Blitzkrieg” ) y la promesa de James de volver muy pronto a Estocolmo. A aquel concierto le sucedió una noche de pesadilla; el accidente saldado con la muerte del jovencísimo Cliff, James enfurecido cargando contra el conductor del autobús (demostrándose finalmente que no había rastro de alcohol en sangre, ni tampoco se quedó dormido) y buscando desesperadamente las famosas placas de hielo culpables del desastre. “Orion” sonando en el funeral y Jason calzándose las botas de Cliff ante los nuevos millones de seguidores que nunca terminaron de verle con buenos ojos (quizá como sus propios compañeros; Lars, James y Kirk). A Metallica le quedarían todavía muchos retos y también logros, publicaron el enorme “…And Justice For All” (rindieron homenaje a Cliff) y vendieron su alma al diablo con el famosísimo “Black Album” (1991) pero nunca, ni dos décadas después, llegarían a superar la pérdida de su amigo, ni tampoco igualar los cuatro primeros discos en los que, incluso en su ausencia, su sombra es tan alargada como las cuerdas de su bajo o los hilos del maestro en la portada.

© 2014  Sr. Lemoore