Crítica: Watain "The Wild Hunt"

¿Es “The Wild Hunt” el mejor disco de Watain y toda una obra maestra del género o es el comienzo del fin para los suecos? No soy de esos que piensan que cuando los grupos obtienen algo de reconocimiento y acceden a un público más mayoritario pierdan su esencia pero hay algo de verdad en tal afirmación ya que, cuando eso ocurre, pocos son los que se mantienen fieles a su estilo, vendiendo –literalmente- sus almas al diablo por un buen puñado de billetes. Que grupos, más o menos “underground”, fichen por grandes sellos es algo habitual desde hace décadas pero siempre ha habido un sector que, a pesar de haber sido los que les han colocado en esa posición, les ha acusado de traidores. ¿Es moral que un grupo de Black Metal fiche por un sello como Century Media (o una subsidiaria propia de éstos) y produzca un disco como “The Wild Hunt”? A tal pregunta se puede responder con un ¿por qué no?

Danielsson es un tipo trabajador, inteligente y lleno de ilusión, ¿acaso está reñido con su talento el que quiera que su música llegue a cuanta más gente mejor? ¿No era “Lawless Darkness” (2010) un gran disco que ya apuntaba maneras? ¿Cuál tendría que haber sido la continuación a un álbum así? Para muchos será totalmente incoherente el que un grupo de Black Metal fiche por un gran sello, que promocione su disco como lo está haciendo apareciendo en todas las revistas del género, que graben videos, hagan promos e incluso saquen diversas ediciones (incluyendo una edición especial de lujo con vinilos, un póster, un pin, un tapete con el logo del grupo -ideal para colocar en el altar de cualquier casa y hacer algún que otro sacrificio- o una postal firmada por todos los miembros (¡contradiciendo uno de los grandes preceptos del Black Metal!) pero, ¿a quién le importa la opinión de cuatro mentecatos? ¿dónde estarán todos ellos dentro de veinte años? A buen seguro que, sin tener la responsabilidad estética y ética de un artista como Danielsson, no habrán sido capaces de no defraudar a un entorno mucho más pequeño y familiar que los de Uppsala.

Porque, olvidándonos de tales debates (que, al final, lo único que hacen es alejarnos de lo que de verdad realmente importa; la música), “The Wild Hunt” ya puede ser tildado como “disco del año” dentro del panorama metálico. Siempre he dicho que el Black Metal era el estilo “más bastardo” porque, a pesar de sus aparentes férreos mandamientos musicales y su sólida ideología esteta, es el subgénero que más coquetea con otros estilos sin ningún tipo de pudor, siendo capaz de entremezclarse con elementos industriales y electrónicos, con el Jazz,  Folk, Thrash y hasta el Pop en sus estructuras y formas. Así, no es de extrañar que el disco que nos ocupa comience con una canción como “Night Vision”, esté plagado de medios tiempos y tenga hasta una balada acústica como “They Rode On” porque parece que a Watain se les quedó pequeña la etiqueta “blacker” hace mucho.

A nuestra redacción llegaba un enorme paquete desde Suecia, envuelto como si de un tesoro se tratase, tras mucho forcejear con el embalaje, se descubrió ante nosotros una enorme caja rojo carmesí con el logo del grupo en dorado. Si “The Wild Hunt” va a ser el álbum de la discordia que, por lo menos, haya motivos para ello -pensaría Erik cuando lo componía. Abrimos el cofre y cuidadosamente dispuestos están los vinilos (el álbum en un doble vinilo de 180 gramos de color rojo y dos EP desiete pulgadas), el póster, las postales y el famoso tapete. Es verdad que todo esto es “postizo”, que no tiene mayor importancia que la música, que si hablásemos de un disco mediocre se podría malinterpretar todo este “envoltorio” y terminar viéndose como accesorio todo lo que rodee al álbum, pero éste no es el caso y si “The Wild Hunt”, después de más de una veintena de escuchas, se perfila como algo grande, su presentación no es precisamente “accesoria” sino que profundiza en el impacto de la obra potenciando las sensaciones y, sobre todo, confirmando que Erik se esmera y dedica tiempo a pensar en todos los aspectos de sus obras.

“Night Vision” abre “The Wild Hunt” con una guitarra lúgubre, nocturna y oscura, el acompañamiento es sobresaliente ya que en el rectar de ésta aparece una acordeón en su camino. ¿Una acordeón? Y, aunque pueda parecer forzada, encaja a la perfección creando atmósfera hasta que la composición eclosiona. Apenas dos minutos de Metal con tintes nostálgicos que comienzan con un "crescendo" maravilloso, una introducción magnífica para "The Wild Hunt", "De Profundis", sin embargo, no concede tregua alguna y desde el eructo de Erik hasta sus lúgubres salmos, la canción es dominada por el caos y la guitarras afiladas, más y más voces dobladas hasta que el ritmo parece ralentizarse justo antes de la catarsis que da paso a "Black Flames March", otra pequeña gran joya de más de seis minutos en la que el cambio de ritmo es tan brutal como adictivo, convirtiéndola en un medio tiempo dominado por el doble bombo en el que tan sólo encontraremos cierta calma en, precisamente, la marcha central que es sesgada en dos por la guitarra.

"All That May Bleed" fue lo primero que escuchamos de "The Wild Hunt" y navega entre el Black, el Groove y el sonido Industrial, una maravilla con tintes incluso de Thrash (sí, amigos, habéis leído bien) con un Erik magnífico que culmina el estribillo con una letanía como es "Of beast, of woman, of God,Of all that lives and may bleed!" y un solo brutal, de sonido "redondo" -más cercano al Hard Rock que a cualquier género extremo- que hace que sea perfecta. A pesar de ser el adelanto y haber sido la más escuchada, sigue siendo una gran canción, un medio tiempo sólido que basa toda su fuerza en la agresividad de la guitarra (el comienzo bebe, sí o sí, directamente del Rock Industrial de los noventa) para irse acelerando, poco a poco, en el recitado del estribillo. Quizá sea la más representativa del cambio sufrido en este “The Wild Hunt”, se aleja del estilo habitual de los suecos pero con gracia y soltura gracias a las texturas que logran. Si en este álbum no hay canciones tan rápidas como en ”Lawless Darkness”, “Sworn To The Dark” o “Rabid Death's Curse” logran dejar huella en los más extremos gracias a la contundencia del ritmo y la agresividad en la forma de cantar de Erik, las guitarras de Forsberg y la pegada de Håkan Jonsson.

"The Child Must Die", sin embargo, suena clásica pero también a "clásico instantáneo" (valga la ironía), con unas guitarras espléndidas y un ritmo ligeramente más acelerado hasta que el riff principal y la voz de Erik rompen en dos la composición. Y llegamos a "They Rode On", la más polémica de todo el álbum, acústica pero con algunos arreglos exquisitos y la voz muy alejada de las coordenadas habituales del grupo, con un Danielsson sonando más calmado pero transmitiendo igualmente y con un toque sombrío magnífico. “They Rode On” divide el disco en dos; cinco canciones antes y después la sitúan en la difícil tarea de cerrar la primera cara. ¿Qué mejor forma de hacerlo que rompiéndonos los esquemas? La balada acústica del grupo supone un viaje melódico entre tanta negrura y la voz de Danielsson deja atrás toda la agresividad. Es cierto que la mayor crítica que podríamos hacerle a un tema así es su duración pero realmente logra su propósito que es conectar dos caras de un gran álbum, romper las barreras del género que encarcelaba al espíritu de Watain y llegar a un público diferente además de condimentar el disco y aligerar su carga dotándolo de más matices. Puede sonar manido pero, a pesar de que Erik no posee una garganta prodigiosa para las voces más melódicas, “They Rode On” posee magia y destila un misticismo poco habitual en el Metal.

"Sleepless Evil" nos hace descender por el pozo del Black Metal, recuperando a los Watain más oscuros y macabros, mientras que "The WIld Hunt" es lo más parecido a la segunda parte de "They Rode On", como una "coda" triunfal para coronar la anterior y celebrar el nuevo álbum . Para los más extremos, todavía queda "Outlaw", pura electricidad llena de agresividad y con mucha pegada. "Ignem Veni Mittere", sin embargo, es toda una "opereta" en sí misma, fusionando estilos pero destilando buen gusto y saber hacer en cada uno de sus segundos, con unas guitarras cuidadísimas y unos cambios de ritmo verdaderamente asombrosos. "Holocaust Dawn" nos devuelve al universo de Erik, ese tenebroso y retorcido que tanto nos gusta (¡atención a los arreglos de cuerda del puente central!)

Como extra (y por si fuese poco lo que ofrece la edición especial de "The Wild Hunt"), "When Stars No More Shine", la primera canción que grabó Watain en dos tomas (una del 98 y otra más actual, del 2013), la primera más cruda y cercana a los principios del Black, y la segunda -igual de trepidante- pero sonando con más calidad y recordándonos que quien tuvo, retuvo, con su acelerado ritmo y rabia desbordante a pesar de los años.

“The Wild Hunt” podrá decepcionar a muchos (a todos aquellos que esperan continuos “blast beats”) y seguramente signifique el comienzo del fin para otros cuando en realidad puede ser el comienzo de todo, Watain han apostado y se han arriesgado. Escuchamos continuamente aquello de “el Rock está muerto”, pues bien -en el caso de que eso fuese verdad- Erik Danielsson con Watain está resucitándolo a ritmo de Metal en una misa negra y, por extraño que suene, sólo podemos gritar; ¡Amén!

© 2013 Jim Tonic