Crítica: Rory Gallagher "Irish Tour"

Si te gusta la música debes haber escuchado este disco por lo menos una docena de veces antes de creer que sabes de esto. No hace falta que te guste el blues pero con este disco lo amarás, tampoco es un disco de rock al uso pero tiene tanto músculo y entrega que será difícil que escuches un directo más rockero que éste, tampoco es metal pero tiene tanto de rock duro que su influencia es innegable en el género incluso décadas después. Rory Gallagher fue uno de los más grandes, un elegido por los dioses, dotado de tanta humanidad y sencillez como de pasión, mentar a Rory no sólo significa amar la música sino sentirse desbordado por un músico que, quizá nunca tuvo el reconocimiento que debía pero que eso no fue óbice para que siguiera pateándose los escenarios de cada bar, club y estadio de medio mundo.

Por desgracia, hace ya muchos años que le perdimos y con él la oportunidad de disfrutar de sus directos y esos proyectos que nunca verán la luz pero siempre nos quedará su música (y esos jodidamente magníficos dvd del Rockpalast) pero si nunca lo has escuchado estás de suerte porque daría media vida por volver a sentir lo mismo que aquellos que le descubren por primera vez. Basta escuchar "Cradle Rock" para darse cuenta que esa mítica strato del 61 suena encabronada desde el primer riff, se encabrita y da coces a la batería de Rod y los teclados de Martin mientras el bajo de McAvoy retumba intentando seguirle el ritmo. Todavía, en todos los años que llevo escuchando música, no he podido escuchar un mejor comienzo que éste en un disco en directo, captura la esencia de como deberían ser todas las actuaciones. Sudor, pasión, entrega, fuerza, energía, virtuosismo (pero olvidándose de la frialdad) y feeling, mucho feeling. ¿Es el Irish Tour el directo más salvaje de la historia? Sí, sin duda, la música se apodera de los músicos y corre libre, desbocada, como caballos salvajes. 

Pero si "Cradle Rock" les deja al borde del colapso, la fuerza se mantiene con "I Wonder Who" y Muddy Waters juguetea entre los trastes y el alma del propio Rory para alcanzar el clímax bluesero del disco. Sólo los grandes son capaces de convertir cualquier escenario en un club, sólo los más grandes son capaces de sudar en un blues como éste y mantener a la audiencia en vilo durante más de siete minutos. "Tattoo'd Lady" cede aún más protagonismo a su guitarra (sin olvidarnos de la gran labor de Martin) pero es que es una canción perfecta para el lucimiento de los solos de Rory. ¡Qué gran momento creativo atravesaba!

"Too Much Alcohol", sí, ése mismo que se llevó poco a poco la vida del guitarrista irlandés, emborracha al público mientras su strato habla y se ayuda de un slide que estira las notas como un chicle. Folk y blues, Rory ataca "As the Crow Flies" y nos hace sentir en la frontera con una armónica que parece poseída por los pulmones del guitarrista para llegar a una de mis preferidas, "A Million Miles Away", nueve minutos y medio que para muchos otros artistas significarían el culmen de sus carreras. Épica, emocional y tan intensa que asusta, sólo Rory sabe sacarle ese sonido a su guitarra en el que parece que las notas duelen en el diapasón. Pero los caballos vuelven al galope en "Walk on Hot Coals" con tantos cambios y fraseos que es imposible no pensar que estamos ante el auténtico punto de inflexión de un directo en el que los músicos se dejan llevar y hacen correr su imaginación. ¡Y de qué manera!

El vacilón ritmo de "Who's That Coming?" le sirve para jugar con su slide y volver a los más de diez minutos de duración. ¡Impresionante! Y para acabar "Back on My Stompin' Ground (After Hours)" en donde nos demuestra que también se pueden hacer riffs con el slide. ¿Para acabar? No, todavía queda "Maritime", apenas treinta segundos de aroma a mar y final titubeante en honor del club en el que empezó a labrarse su reputación y que te dejará con ganas de más. "Irish Tour" no es simplemente un directo más, es la cumbre del rock en las manos de un artista que nunca debería haberse ido. ¡Por siempre, Rory!

© 2011 Seymour Glass