Crítica: Lacuna Coil "Black Anima"

Hace exactamente tres años escribí sobre “Delirium”, decepcionado por “Shallow Life” (2009) y levemente aliviado con "Dark Adrenaline" (2012) y "Broken Crown Halo" (2014), pero no del todo, por lo que nunca había sentido ganas de escribir sobre Lacuna Coil. Pero creí ver en “Delirium” un álbum de transición en el que se apuntaban buenas ideas y había ganas por parte de Scabbia, Ferro y Zelati y el olfato no me falló; el tiempo me ha dado la razón y aquel ha resultado un álbum correcto, muy en la línea de los anteriores, en el que los italianos demostraban seguir buscando pese a las pérdidas y seguir conservando parte de su esencia pero uno de transición, al fin y al cabo. Es por eso que “Black Anima” debía ser el que nos mostrase la nueva evolución de la banda, ese camino al que se dirigían en “Delirium” junto a Cavalotti y Folden pero no; el batería anunciaba vía Instagram que abandonaba Lacuna Coil y estos corrían prestos a anunciar a Richard Meiz pero no pasaba nada, el casco de la nave (ese formado por el tándem creativo de Scabbia, Ferro y Zelati) permanecía intacto. Producido por el propio Zelati, Ferro no mentía cuando aseguraba que “Black Anima” es su disco más variado -en él hay un poco de todo- pero quizá olvidaba acentuar que quizá también sea el más pesado, el más contundente, de toda su discografía y el tremendo papel de Cristina Scabbia; está realmente espectacular, su voz brilla con luz propia, versátil e impresionante, cambiando de registro a placer y en un estado magnífico, potencia y sensibilidad a la altura de las circunstancias.

Pero algo falla en “Black Anima” y no es el binomio Ferro o Zelati, como tampoco Cavalotti y Meiz, pero sí las canciones; “Anima Nera” es chocante pero es una introducción y hay que tomarla como tal, la banda se aleja de sus coordenadas pero está bien, Scabbia está magnífica aunque roce el extremo entre lo que es aceptable y lo que no, bordeando ese pequeño terreno entre metal, hard y el irritante tono de Die Antwoord en la segunda mitad, justo cuando repite de manera obsesiva el título de la canción, pero consigue romper justo para “Sword Of Anger” y el rugido de Andrea, mientras Cristina hace el contrapunto, y los riffs se entrecortan hasta lograr ese toque djent hasta la liberación en la garganta de Scabbia, conformando quizá una de las mejores canciones de “Black Anima” junto al estribillo de “Reckless” por Kate Bush (resumiéndose lo mejor de “Black Anima” con “Under The Surface”) pero las cosas comienzan a torcerse pronto; el aroma a nu-metal de “Layers Of Time” y la introducción de “Apocalypse” no nos las merecemos ni nosotros, ni la propia banda, y tendrá que ser de nuevo Scabbia la que nos saque de ese hoyo tan profundo.

Ese mismo tan autocomplaciente como es el de “Now Or Never” o “Save Me”, canciones que parecen compuestas siguiendo una receta con esmero, carentes de riesgo o novedad, perfectamente orquestadas en esa suerte de metal gótico con voz femenina en el que, si uno no tiene demasiado cuidado, puede ser comparado con Evanescence y caer en el ridículo (“Save Me” es una vergüenza, de principio a fin, la letra es un verdadero horror), más aún cuando hay trabajo bien hecho en los surcos de “Black Anima”, como el caso de “Veneficium” y sus cuidados arreglos o la lírica de la voz, ese constante duelo tan propio de los noventa entre “bella y bestia” (siento la metáfora, pero así es) entre armoniosas y delicadas melodías femeninas y varoniles “growls” de pelo en pecho y otros momentos, de menos calado y facilones, como “The Ends Is All I Can See”.

Sigo pensando que “Delirium” era un álbum de transición sólo que todavía es imposible ver el lugar al que nos llevaba y este “Black Anima” parece incapaz del todo, como si hubiesen querido mezclar demasiados ingredientes y uno no supiese muy bien a qué sabe el disco; de nuevo vuelve a haber buenas ideas y la habitual calidad de Lacuna Coil (los solos de Cavalotti están estupendamente trabajados) pero los esporádicos aciertos son tan elevados como profundas las mediocridades y del todo impensables para unos veteranos como Scabbia, Ferro y Zelati. Esta transición se está haciendo eterna…


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