Crítica: Baroness “Gold & Grey"

Hay una terrible confusión entre amar a una banda (aunque, pongámonos metafísicos y apliquémoslo a todo en la vida) y llevarse la contraria a uno mismo, cuando el corazón pide una cosa, pero la cabeza sabe que no. Así me encuentro con “Gold & Grey" de Baroness, un álbum que tenía muchísimas ganas de escuchar y, tras haberlo hecho largo y tendido durante el último mes (seguramente leas esto tras la publicación, pero fuimos supuestamente honrados con el promo), mi corazón me pide que lo ame, pero mi cabeza me pide que no lo escuche nunca más. Las cartas sobre la mesa, todo prometía en el mundo de los de Savannah (Georgia) para que este nuevo álbum fuese la auténtica cuadratura del círculo en su carrera, tras una larga gira como fue la de “Purple” (en la que los pude ver, ¿cuatro veces?), el anuncio de que seguían trabajando con Dave Fridmann y la filtración de su exuberante portada (que la banda convenientemente censuró y reclamó derechos de autor a través de nuestro humilde Facebook, cuando la compartimos), ¿qué podía salir mal? Baroness son una banda que, hasta la fecha, no había errado en su tiro, publicando joyas del calibre de "Red" (2007), "Blue" (2009) o el citado "Purple" (2015), sin olvidarme de "Yellow And Green" (2012) pero el adelanto de “Borderlines” me descolocó del todo, no se trataba de la canción (que tampoco era, ni es una maravilla) sino de un sonido que no me terminaba de convencer…

Veréis, uno yo es perro viejo y no va a caer en la trampa; a veces los singles suelen ser sorprendentes, a veces son representativos de los discos que anteceden y otras nada de nada; por lo que no hay que prestar demasiada atención a los adelantos, más que lo justo para hacer boca. Pero las sorpresas no vinieron solas y la mía fue mayúscula al recibir el álbum. “Gold & Grey", pese al trabajo de Fridmann y la ejecución de Baroness, suena fatal, da igual dónde lo escuches; a través del ordenador, en tu coche, en tu mejor reproductor, en vinilo, en compacto, es un álbum que suena horriblemente mal, que satura y convierte el rango dinámico en un muro infranqueable en el que no se te ocurra, por nada del mundo, subir mínimamente el volumen porque no lo escucharás mejor, todo lo contrario. No solamente se trata del masterizado, el mezclado es igual de horrendo y las guitarras pierden cuerpo, se vuelven débiles para que los platillazos de Thomson las devoren y el sintetizador de Jost corrompa el resultado final. Llegados a este punto, en el cual es francamente difícil apreciar las canciones en su justa medida, ¿por qué echarle la culpa al productor cuando seguramente tenga más que ver la decisión de Baizley? Amigo mío, la portada la has vuelto a clavar, el sonido de tu banda te lo has cargado tu solito cuando afirmabas que querías ser valiente y grabar algo que sonase diferente, con sonar bien en cualquier reproductor habríamos tenido más que suficiente.

Por otra parte, las canciones que componen el álbum no son las más inspiradas del grupo; diecisiete piezas en tan sólo una hora y cantidad de relleno, ¿qué les ha pasado? "Front Toward Enemy" comienza con un buen riff, aunque impropio de ellos, y la ya clásica voz de Baizley nos hace presagiar un buen álbum, pero el sonido, siempre el maldito sonido, es el que hace que nada termine de sonar como debiera y cuando canta; “We're headed for disaster… Disaster!” no podría haber mejor augurio. La incorporación de Gina Gleason suma, no disimularé; echo de menos a Peter Adams, pero le tengo en Valkyrie, todo correcto. Gleason suma porque es fiel al sonido de la banda y aporta su propio estilo con frescura, por lo menos, en directo.

Los ochenta resuenan con fuerza, así dan muestra de ello en "I'm Already Gone" que, aunque pueda sonar a pleno tópico, podría haber sido destilada por Depeche Mode, y me molesta profundamente que una de las mejores canciones del álbum no termine de sonar como debería, como tampoco me gusta el trabajo de Thomson en “Seasons”, cercano al trip-hop, o la manía de incluir piezas musicales que hacen perder dirección al álbum; “Seven”, “Anchor's Lament" (coral), el ruidismo del comienzo de "Blankets of Ash" y su absurdo desarrollo que concluye en "Emmett~Radiating Light" (en la que nos recordarán al Beck más acústico), la etérea “Crooked Mile" que parece más una improvisación en el estudio, exactamente igual que "Can Oscura" y su parodia de Radiohead, o el clímax de la soberbia estupidez con "Assault on East Falls". Cualquier seguidor de Baroness que haya escuchado sus anteriores discos, se rascará la cabeza y pensará; ¿qué clase de broma es esta? Diecisiete canciones de las cuales, al menos, siete son una pequeña tomadura de pelo y el resto zozobran entre buenas ideas, mejores introducciones y desiguales o peores resultados bajo un envoltorio indigno. Me gusta “Tourniquet”, su comienzo es mccartiano (también la guitarra por “Dear Prudence” en "Cold-Blooded Angels") y me parece brillante el cambio al pulso electrónico más propio de Gore en los mejores Mode (influencia que confirma la más que evidente "I'd Do Anything"), como también me gusta el riff de "Throw Me an Anchor", aunque tampoco termine de sonar, y en “Broken Halo” surquen las peligrosas pero ahora rentables aguas del autoplagio, para despedirse con el single que es “Borderlines” que, a la postre, por desgracia, sí que era quizá la más accesible de todo el conjunto y ahora así se entienda, tras meterse uno el álbum entre pecho y espalda. Despedirse porque tras la supina memez de "Assault on East Falls", llega la también horrenda “Pale Sun”. ¿Qué os ha pasado, chicos?

Siempre surgirán aquellos que se sientan atacados en lo más profundo y pretendan defender este último álbum de Baroness, esos mismos que comprarán cualquier cosa que Baizley publiqué porque la banda hace ya tiempo que dio el salto y me alegro por ellos. Aquellos que, en lugar de defender las canciones o escucharlas, se ensañen con esta crítica que el tiempo no hará más que ratificar porque, como reza el dicho; cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo. A todos esos tan sólo les deseo una digestión de mil años en el interior de Sarlacc, escuchando en bucle “Assault on East Falls" o, mucho peor, disfrutar de Volbeat en la gira anunciada con Baroness, todo para ellos, que lo disfruten.

© 2019 James Tonic