Crítica: The National “I'm Easy To Find"

Hay discos que son como habitaciones, como espaciosos apartamentos de veraneo, en los que uno pasa un tiempo y cura sus heridas, alejado del mundanal ruido, sumergiéndose en otras vidas e historias con las que tomar perspectiva, aprender o morir en ellas. Eso fue lo que significó para mí la carrera de The National entre “Boxer” (2007), “High Violet” (2010) y, en especial, “Trouble Will Find Me” (2013). Tres discos que, sería muy arrogante por mi parte asegurar que forman una mal denominada trilogía, pero con los que conecto a un nivel tan profundo que soy plenamente capaz y consciente de establecer relaciones y configurar toda una simbología entre la vida del hombre moderno y sus preocupaciones, en mi propio día a día. Ello no quiere decir que “Alligator”, (2005), “Sad Songs for Dirty Lovers” (2003) o el propio “The National” (2001) sean malos títulos, todo lo contrario, la carrera de The National ha de concebirse como un todo en el que “son todos los que están y están todos los que son” porque todos, al fin y al cabo, forman parte del mismo mural.

Pero, no soy el único que lo siente, también la propia banda, “Trouble Will Find Me” supuso un pequeño punto de inflexión, quizá porque la gira duró más de lo previsto, quizá porque supuso uno de sus picos creativos más altos y la crítica, los seguidores y ellos mismos lo sabían, quizá porque supieron sortear el precipicio bajo sus pies de un álbum tan enorme como “High Violet”, que muchos críticos especializados titularon ridículamente como “El guardián entre el centeno de la música” en un absurdo ejercicio de crítica que dice más del que escribe que del artista. Pero, indefectiblemente, la comparación con la obra de Salinger no era tan gratuita como parece a primer golpe de vista cuando, de manera tangencial, todos llegamos a sentirnos representados o identificados en los pequeños dramas cotidianos que The National supieron relatar entre “High Violet” y “Trouble Will Find Me”. No hay mayores monstruos o miedos que los que nos rodean en nuestro día a día y creamos nosotros mimos, ellos lo sabían, los señalaron y cantaron a las relaciones de pareja insatisfactorias, las pasionales, las tóxicas, los amores a la luz de la luna pero también los dramas existenciales de cada uno; las fobias, los miedos, las penas que había que ahogar y las arañas que matar, el miedo a los extraños, a que a tus hijos les pase algo, al frío, a que la vida te devore y te escupa, a un público sediento de comprensión, no tan joven como para saberlo todo pero sí tan incipientemente adulto como para empezar a temerle a todo.

Tras aquel álbum, tocaba romperlo todo en pedazos y vaya si lo hicieron en forma de colaboraciones, tanto los hermanos Dessner, los Devendorf y el propio Matt Berninger, algunas con más acierto que otras, como Elvy y, por fin, “Sleep Well Beast” (2017), un disco notable -porque con The National no puede ser de otra manera- pero que muestra la incertidumbre propia de una banda que duda entre el art-rock y la experimentación, entre el rock clásico para adultos y el indie, configurando un repertorio a veces genial, otras veces previsible, unas inspirado, otras autoparódico cuando, como los U2 de los ochenta, The National se toman tan en serio a sí mismos que cualquier acto cotidiano se reviste con el boato de una comunión o, mucho peor, un funeral; para que se entienda, cuando al pop lo dotas de una seriedad y un rictus que etimológicamente no le pertenece y nunca lo hará.

Y en esa senda continúa “I Am Easy to Find” (2019) cuando, en lugar de componer canciones que trasciendan, quieres que tu álbum sea el que lo haga, como una unidad y, en lugar de grabar y devenir en arte, pretendes grabar arte. De la unión con el director Mike Mills (‘Beginners’ o ‘20Th Century Women’) y la mutua admiración entre él y Berninger, surge la idea de un corto con Alicia Vikander como protagonista en el que la propia banda corre presta a aclarar que la relación entre ambos productos es innegable pero no dependiente; “el disco no es la banda sonora del corto, pero este tampoco es el video que representa a las canciones” y es de ahí, de esas arenas movedizas que Berninger compara con dos hermanos que se llevan mal pero entre los que hay una relación: que el disco de The National posee momentos de innegable belleza y grandes aciertos, pero también momentos de pérdida argumental cuando el oyente casual, ajeno a lo que pretende la banda alternando las voces femeninas de colaboradoras como Sharon Van Etten, Mina Tindle, Lisa Hannigan o Kate Stables, pierde como referencia la voz de barítono de Matt Berninger y se encuentra navegando entre canciones con diferentes voces, pelajes y arreglos electrónicos.

Las canciones de “I Am Easy to Find” son como las aguas de un río, comienzas a meterte en ellas, “You Had Your Soul With You”, son tan tibias como familiares, el zigzagueante comienzo evoca a “Sleep Well Beast”, la electrónica permanece contenida en forma de loop, Berninger, Dessner y Devendorf en su sitio, nada parece cambiar hasta la presencia de Gail Ann Dorsey en las voces, pero el experimento funciona porque su voz se mezcla con la de Berninger. Algo parecido a lo ocurrido en el single “Quiet Light” que podían haber grabado en el anterior álbum; siendo vertebrada por el piano y la voz de Berninger en el relato de una pareja que se ama pero cuyos protagonistas habitan galaxias distantes. Nada parece haber cambiado y, más o menos inspiradas, las canciones nos muestran la naturaleza del álbum hasta la quietud de “Roman Holiday” y de nuevo las dobles voces con Berninger como maestro de ceremonias, cubriendo el registro más grave, llevando de la mano al oyente a través de las colaboraciones; esas que, poco a poco, terminarán por fagocitar la identidad del álbum. “Oblivions” posee una bonita melodía y una introducción sencillamente preciosa, el in crescendo entre el pulso y el piano, su intensidad y el drama, sitúan a la canción como una de las pequeñas cimas de “I Am Easy to Find” que, por desgracia, comparte espacio con momentos interesantes (“The Pull Of You” y su narración) y momentos prescindibles como “Hey Rosey” (a pesar de sus arreglos) o, por desgracia, aquella que da título al álbum.

Un interludio como “Her Father In The Pool” que es tan prescindible, estéticamente hablando, como necesario si entendemos que es una visagra a lo que está por venir y es la verdaderamente innecesaria deconstrucción de la imagen The National con la repetitiva “Where Is Her Head” o el lado femenino de la banda, de la historia que quieren contar y que nos lleva a “So Far So Fast” y la coral “Dust Swirls In Strange Light”, capaz de descolocar a cualquiera de sus seguidores. Es por eso que quizá “Hairpin Turns” sea tan agradecida tras una parte central como es la de “I Am Easy to Find”, porque la canción nos recuerda de lo que son capaces The National. Algo similar ocurre con “Ryland”, otra de esas bonitas melodías que son capaces de facturar y bajo la que subyace la paternidad y los hijos, tema tratado de una manera magistral, todo hay que decirlo. “Underwaters” pretende ser una coda, una despedida cálida que, sin embargo, nos regala un último coletazo, la bonita “Light Years” en la que, a pesar de la emoción en la metáfora de los años luz y la distancia insalvable entre dos personas, se torna en contención cuando, muy al contrario de cómo resolvían otras canciones en el pasado (“Slipped” o “Fireproof”, por ejemplo) la canción no termina de hacernos sangrar o llorar.

Primer disco de The National en diecioho años (sí, has leído bien) con el que no termino de conectar a un nivel más profundo, al que me cuesta entrar y del que salgo sin la necesidad de volver a escuchar una u otra canción porque, por primera vez, tengo la sensación de que todos los colores que necesitaban para pintar ese mural que mencionaba al principio, ya los han usado con anterioridad. Una buena amiga mía asegura que “I Am Easy to Find” es “la necesaria feminización de una banda que era inminentemente masculina” y a mí todo eso me suena tan hueco como siempre, cuando además no hay canciones que lo sustenten y un recorte de minutaje le habría sentado maravillosamente bien. Como diría otro buen amigo mío y que esta vez sí lo hago mío; “me encanta Lou Reed pero cuando se pone petardo no lo soporto…”, me está pasando igual con The National, para mi desgracia…


© 2019 Jesús Cano