Crítica: Powerwolf “The Sacrament Of Sin”

A pesar de ser una de las mayores y crecientes fuerzas alemanas dentro del metal, siempre ha habido algo que me ha mantenido alejado de Powerwolf. Y es irónico porque eso mismo lo degusto con fruición en otras bandas y me refiero a la estética; a la ridiculez de algunos de los títulos de sus canciones, la repetición de estribillos y arreglos bombásticos con acento europeo no angloparlante. Decenas de bandas utilizan el famoso, y a veces denostado, corpse-paint (es verdad que este no es propio de este subgénero y choca), mientras otras muchas recurren al coro con acento sueco, fines o alemán y no sentía lo mismo que por los de Attila Dorn, por no hablar de sus vestuarios y peculiar puesta en escena. Resulta especialmente significativo para mí ser capaz de ver en directo a bandas y artistas como Batushka, Kiss, Lordi, King Diamond, Alice Cooper, Sunn O))), Portal, los mismos Ghost o la pléyade de bandas de black metal underground (de Carpathian Forest a 1349) y entender que en ellas está bien, pero haberme repelido Powerwolf. Como también sería injusto reducir la propuesta de los alemanes al envoltorio o sus guiños más infantiles cuando, musicalmente hablando, quizá sean una de las propuestas más sólidas del metal actual.

“Lupus Dei” (2007) y “Bible of the Beast” (2009) me siguen pareciendo sus mejores trabajos, seguidos muy de cerca por “Blood of the Saints” (2011) y, aunque “Preachers of the Night” (2013) o “Blessed And Possessed” (2015) me parecen notables, es con “The Sacrament of Sin” (2018) con el que me tengo que rendir a la evidencia de que Powerwolf parecen incapaces de publicar un mal álbum a pesar de retar las musas o el agotamiento tras las giras y cumplir religiosamente con su cita cada dos años. Producido por el famoso Jens Bogren en los ya también míticos estudios suecos de Fascination Street. “The Sacrament of Sin” peca, nunca mejor dicho, precisamente de todo lo descrito anteriormente; exageración en sus arreglos, la operística voz de Attila Dorn, el exagerado y fantasmagórico órgano de Falk Maria Schlegel y las sólidas guitarras de los Greywolf, con un acabado a manos de Bogren (que también se ha encargado de las mezclas) exagerado y reluciente, impresionante en su despliegue de recursos pero también preciosista, todo ello adornado por la también espectacular ilustración de Zsofia Dankova. Y sí, si alguno dudaba de lo escrito anteriormente, sigue conteniendo pueriles estrofas y vergonzantemente ridículos estribillos ("Nightside of Siberia", "Venom of Venus"), coros por los que defenestraríamos a otras bandas (como en la canción que da nombre al álbum) o títulos como "Demons Are a Girl's Best Friend" (por favor...), pero ni siquiera eso me mantiene al margen de disfrutar de “The Sacrament of Sin” o menospreciar el último esfuerzo de los de Dorn, ya que es uno de los grandes discos de metal del año, un producto diseñado con milimétrica precisión para ser un éxito, como de hecho ya lo es…

Todo lo que puedes esperar de Powerwolf se condensa en la apertura que es "Fire And Forgive", rimbombantes coros (pero también lúgubres) y rapidez en una composición accesible en la que todo parece encajar como un puzle (como el solo de Matthew Greywolf), y es que escuchándola serás capaz de sentir las mismísimas llamaradas del escenario. No mentiré, "Demons Are a Girl's Best Friend" es la pieza que le habría faltado al mismísimo Cardinal Copia en el último álbum de Ghost, “Prequelle”, no cuesta nada en absoluto imaginarla en su nasal voz y acabado pop. La naturaleza de Powerwolf, sin embargo, es muy diferente a la de los suecos y la llevan a su terreno, robusteciendo las guitarras. Otro de los puntos álgidos del álbum es "Killers with the Cross", como si hiciese falta; los teclados de Schlegel y las voces son necesarias para elevar la canción y vaya si lo consiguen, es sencillamente perfecta, power de calidad.

Es la dupla con "Incense and Iron", lo que hace que “The Sacrament of Sin” no pierda cuerpo, con otro estribillo memorable y nos acerquemos a la tan temible zona central con la balada "Where the Wild Wolves Have Gone" (necesaria para crear el estado de ánimo necesario y que baje la adrenalina) la voz de Dorn se apoya sobre el manto de guitarras de los Greywolf y, sobre todo, en el piano de Schlegel. El contrapunto perfecto al momento más calmado llega con "Stossgebet" y su crescendo hasta "Nightside of Siberia", recordándonos a su material más temprano y, por qué no, al entrecortado riff de “Pursuit Of Vikings” de Amon Amarth, mezclado con el subidón de testosterona en las voces de Sabaton (como en "Venom of Venus"), algo similar siento con “Fist by Fist (Sacralize or Strike)” que podría haber formado parte de “Blessed And Possessed” (por cierto, espectacular el trabajo de los Greywolf), hasta el plato principal, la propia "The Sacrament of Sin", en la que parecemos galopar con la banda.

Un gran álbum que nos deja con ganas de volver a verles en directo, hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un disco, lo sé es power-pop metal; pero me gusta y estoy seguro de que la gira, como siempre, no nos defraudará. Hacen falta más bandas como Powerwolf, que traigan espectáculo al metal, cuyos estribillos resuenen una vez la canción ha concluido y sean capaces de hacer que nos olvidemos de nuestras preocupaciones mientras seamos capaces de cantarlos.


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