Crónica: Hellfest (Clisson, Nantes) 23.06.2018

Segundo día en el mejor festival europeo del momento y quizá el que más sorpresas nos depararía. Nuestra jornada comenzaba con Oranssi Pazuzu, es verdad que los finlandeses nos engancharon desde “Kosmonument” (2011) pero, en cambio, “Värähtelijä” (2016), a pesar de ser un gran álbum, nos sigue pareciendo que su principal defecto es su horrenda producción y el terrible rango dinámico, algo impensable en una banda que necesita precisamente de ella para que su propuesta sea mínimamente entendible. Jun-His, Ikon, Ontto, Evil y Korjak, tomaron el escenario con su habitual sobriedad y abrieron con “Uraanisula” a una hora en la que la luz del día y el público no es el más adecuado para casi ninguna banda, ambas canciones sonaron con rabia y su ya habitual mística pero no fue hasta “Saturaatio” que la banda no pareció entrar en calor, quizá fue su crescendo o la respuesta del público, pero sonó masiva, impresionante, quizá como debería haber sonado “Värähtelijä”. Ante la crudeza del directo, la figura de Evil en los teclados es necesaria para que Oranssi Pazuzu gocen de ese puntito psicodélico pero también es verdad que Ikon y Onttó estuvieron soberbios, como Jun-His a las voces, “Lahja” o “Ympyra on viiva tomussa” nos llevaron a “Vasemman käden hierarkia” con la que cerraron su actuación, dejándonos un gran sabor de boca.

La gran sorpresa del día fue el encontronazo con Jonathan Davis de KORN en la zona de prensa y, sorprendentemente, se acordaba de mí tras el momento de Madrid y la edición anterior del mismo festival, un ligero abrazo (¡increíble!) tras la atenta vigilancia de su enorme guardaespaldas de mirada nublada y mi sonrisa bobalicona ante uno de los artistas más carismáticos de los noventa, denotando horas y horas de escucha en mi adolescencia. Es verdad que “Black Labyrinth” (2018) ha supuesto una pequeña decepción, no es el álbum en solitario que esperábamos; hay grandes ideas, pero la sensación, en general, es de poca dirección... Sin embargo, hay que tener muchos cojones para saltar al escenario principal del Hellfest y centrar tu repertorio en ese álbum precisamente, desatendiendo cualquier petición de Korn; “Underneath My Skin” fue la introducción perfecta para “Everyone”, en la que Davis hizo subir la temperatura, la canción suena mucho mejor y más contundente en directo que en estudio, lo que corrobora todas mis dudas acerca del disco y su acabado o elaboración a retales. Muchos esperaban alguna canción de Korn y Davis les decepcionó con “Basic Needs” o “Walk On By”, defendiendo su álbum, como cierto es que cuando interpretó su single “What It Is” (y a pesar de todo el azúcar) a pocos les importó que no hubiese sonado nada de “Life Is Peachy” (1996) o “Follow the Leader” (1998), quizá no son las canciones, pero él es grande y las salva, lo quieran muchos o no.


Si queríamos rock, Orange Goblin serían los encargados de darnos nuestra dosis, “Sons Of Salem” y a volar gracias a “The Wolf Bites Back” (2018), un disco en el que, a las habituales señas de identidad y humor de la banda, hay que sumar el arrojo de Motörhead. ¿Exagero? Para nada. Abrasivos y desbocados con “The Devil's Whip” o “Saruman's Wish” hasta la homónima ”The Wolf Bites Back”, sabiendo capturar la esencia del disco en directo, además de su pegadizo estribillo. Es verdad que la actuación se nos pasó volando y se hizo breve, pero ver a Ward, Hoare, Millard y Turner disfrutar sobre el escenario interpretando “Red Tide Rising”, no tiene precio. Un gigante Ward que, por cierto, se paseó sin complejos, alejado de cualquier afectación, por el festival con sus amigos y bebió cerveza mientras veía a otras bandas entre el público, disfrutando de Neurosis o Dimmu Borgir en directo.

Enslaved era otro de los platos fuertes del sábado, no sólo porque “E” (2017) sea uno de los grandes álbumes del año pasado, además de su talento y fiabilidad sobre el escenario, sino porque son una banda seminal del género, necesaria para entender lo ocurrido en Noruega y la madurez para crecer lejos de los férreos y, a veces infantiles, postulados de un subgénero que se les quedó pequeño. “Frost” (1994), “Eld” (1997), “Blodhemn” (1998), “Monumension” (2001) y, en menor medida, “Vertebrae” (2008) o “Axioma Ethica Odini” (2010) son discos necesarios en cualquier colección de todo aquel que se considere amante de la música, lejos de las etiquetas. 

Grutle Kjellson (que todavía conserva su característica voz de cuchilla) e Ivar Bjørnson siguen siendo aquellos que llevan todo el peso de la banda, los pilares de Enslaved junto a Isdal, mientras que los recientes Vinje o Sandøy cumplen con solvencia. Presentaban “E” pero sorprendentemente iniciaron su actuación con la frenética “Roots of the Mountain” de “RIITIIR” (2012), de un álbum que todavía sigue siendo motivo de disputa entre muchos de sus seguidores, “Runn”, esta última a modo de amable puente hasta “Storm Son” (“E”) y la más agresiva “One Thousand Years of Rain” (In Times) en las que, todo hay que decirlo, parecían sentirse mucho más cómodos que con cualquiera de un pasado que debe parecerles tan remoto como a nosotros y del que sólo quisieron recuperar de Bjørnson, "Allfǫðr Oðinn" ("All-Father Odin") de “Hordanes Land” (1993) y de vuelta al reciente y más contenido “Isa”, del álbum del mismo nombre. Una gran actuación la de Enslaved y la clara constatación de que envejecer en el mundo del black metal puede ser algo tan digno como talento y apertura de miras tenga el músico. Un placer reencontrarse con Enslaved en directo.

Segunda vez que disfrutábamos de Deftones en la gira de “Gore” (2016), ese disco que, pese a no convencernos en su momento, en directo adquiere todo su sentido. Cierto es que Deftones salpican su actuación con el resto de su material y disparan a la primera esos ases que son “My Own Summer (Shove It)” o “Around the Fur” (iniciaron la actuación con “Headup”), pero lo que parecía una escapada hacia adelante, se tornó en una broma en el Hellfest; “Swerve City” de “Koi No Yokan” (2012) o “Knife Prty” y “Digital Bath” de “White Pony” (2000), con Chino Moreno saltando por los aires mientras Stephen Carpenter sonreía con su guitarra y ni jodido rastro de ningún tema de “Gore” . “Diamond Eyes” y “You've Seen the Butcher” de su trabajo del 2010 y se confirma con “Teething” que Moreno, Carpenter, Delgado, Vega y Cunningham han obviado su último disco en lo que todavía debería ser su gira. Una auténtica pena porque, aunque escuchar cualquier canción de “Gore” como “Prayers/ Triangles” o “Doomed User” nunca será ni la mitad de excitante que alguna de las mencionadas, me parece una huida muy cobarde de una banda que siempre se ha caracterizado por su valentía.

Otra de las sorpresas del festival fue Dead Cross. Quizá fueron las expectativas depositadas en Patton y Lombardo las que hicieron que su debut, “Dead Cross” (2017), me decepcionase, tampoco sé muy bien por qué; por todos es sabido que Mike Patton es un genio desbocado que no siempre atiende a lo que uno espera de él. Pero lo cierto es que la actuación de Dead Cross en el Hellfest fue una auténtica maravilla, impredecible e inclasificable, pero de matrícula, una de las mejores de todo el fin de semana. Sonaron “Seizure and Desist”, “Idiopathic” y “Obedience School” (interpretaron íntegramente su único álbum y en orden, salvo por la inclusión de “Skin of a Redneck”) y todo cobró sentido en el escenario. Es verdad que ver a Patton es siempre un lujo y todavía conserva la energía, la entrega y el arte de sus mejores años en Faith No More, pero pude ver muy cerquita a Dave Lombardo y, acostumbrado como estoy a haberle visto siempre con Slayer o Suicidal Tendencies, lo de Dead Cross fue un auténtico festín. Lombardo es un jodido genio tras los parches y lo demostró, no solamente con su pegada, sino con su maestría, pasando de un estilo a otro, salpicando cada momento e improvisando. Me sentí verdaderamente afortunado de estar frente a Patton y Lombardo que, acompañados por Crain y Pearson, interpretaron el clásico “Bela Lugosi's Dead”, además de “Grave Slave”, “The Future Has Been Cancelled”, “My Perfect Prisoner” o la locura que es “Gag Reflex”, puro Patton en estado puro, gracias, Lombardo…

Pero fue el encontronazo con Watain quizá el más surrealista de todo el festival. Los suecos llegaban con “Trident Wolf Eclipse” aún caliente en el horno y la polémica acerca de la expulsión de Set Teitan, su guitarrista de apoyo en directo y miembro también de los míticos Dissection, por culpa de su ideología y su polémica manifestación en unas fotografías. Pero, como el mismo Erik señala, lo importante es la música y de ella debemos hablar, en ella debemos centrarnos y no recomiendo a nadie que le tenga de frente, preguntarle siquiera sobre el hecho al mismísimo Erik si lo que uno no quiere es recibir su heladora mirada.  Watain es una banda polémica que causa sentimientos de lo más polarizados; unos la aman hasta creerla religión, otros la odian y menosprecian, de cualquier forma, Erik Danielsson -junto a Nergal- es uno de los artistas más carismáticos de la escena, inteligente y cortante como una cuchilla, pero también amable y cercano con sus seguidores. Del encuentro que tuvimos con él, horas antes de su actuación en la zona de prensa, y su idea de pringarme con sangre, diré poco (aunque fue uno de los más especiales y extraños que guardaré en el recuerdo, además de todos aquellos blogofenios con los que lo compartí). A Danielsson le acompañaban Pelle Forsberg, Alvaro Lillo (amabilísimo con todos aquellos que nos acercábamos a hablar con él en nuestra lengua) y Håkan Jonsson.

El arranque fue fulgurante con “Stellarvore” y la recuperación de “Devil’s Blood” en homenaje a Selim Lemouchi. Fuego, sangre y un auténtico ritual, el violento single que es “Nuclear Alchemy” nos abrasó a todos hasta la fría y plácida oscuridad de “Malfeitor”, de esa maravilla llamada “Lawless Darkness”. Danielsson vive su papel con autenticidad, no hay ni un solo rastro de sobreactuación; lo que ves, es lo que es y sentir esa honestidad resulta muy estimulante. “Malfeitor” nos hizo cabalgar a lomos de un corcel negro y Jonsson celebró el fin del mundo a golpe de pedal. “Furor Diabolicus” y la descoyuntada “Outlaw” de “The Wild Hunt”, resonaron fieras. Pero no fue nada comparado con lo que vendría después; “Sacred Damnation”, “Towards the Sanctuary”, “On Horns Impaled” y la dramática “The Serpent's Chalice” de “Sworn to the Dark” (2007), nos agotaron por completo cuando aún quedaban muchas horas por delante. Qué cierto es aquello que siempre hemos dicho en esta web; de las cenizas de Dissection, nació Watain. Vaya si es cierto…

Llegaba el momento de ver a Neurosis y ser parte de la leyenda. Un repertorio diferente con la monolítica “Given to the Rising” fue la bienvenida de Scott Kelly. Arremetieron con la lentísima “End Of The Harvest” de “Times of Grace” (1999) y se confirmaron mis sospechas acerca de lo peculiar de las canciones escogidas para la ocasión. El calor junto a la angustiosa sensación de una carpa a rebosar, como es la de The Altar, hicieron el resto. El bajo de Edwardson sonaba farragoso, mientras que Roeder golpeaba con profundidad los parches, la sensación de agobio se intensificó con “A Shadow Memory” o “Reach” (ambas de “Fires Within Fires”) y “Through Silver in Blood”. Cualquiera que conozca a Neurosis sabrá de lo particular de semejante elección para un festival como el Hellfest, no me sentí defraudado en ningún momento porque sonaron magníficos y las armonías de Kelly y Edwardson eran bellísimas, además de transmitir todo el dolor y la angustia, pero la atmósfera y la lentitud afectaron mi estado de ánimo, de alguna manera. Por suerte, Nile nos llevaría al antiguo Egipto…

Nile es una banda digna de admiración, es verdad que no es tal sino el proyecto de Karl Sanders y no quiero menospreciar a ninguno de los músicos de su actual formación o los que han pasado por ella, siendo George Kollias el que más ha durado en sus filas tras catorce años de militancia y la dolorosa partida de Dallas Toler-Wade. La incorporación de Brad Parris (hace dos años) y la más reciente de Brian Kingsland (supliendo la parte de Dallas) suman, claro que sí, pero que nadie se olvide de que el cerebro es Sanders, un músico mítico y de una pericia instrumental fuera de toda duda, amante de la cultura egipcia, y lo suficientemente versátil como para publicar discos en solitario muy alejados de los estándares death y más cercanos a la acústica y la música étnica. Por suerte, pudimos ver a Nile hace unos meses en su gira española, junto a Terrorizer, y tampoco nos decepcionaron, además pudimos conocer a Sanders quien también nos atendió amablemente en el Hellfest y es que da la sensación de que este, además de amar la música, sigue disfrutando del contacto con sus seguidores. Así nos respondió a todas nuestras preguntas y nos confirmó que, además de estar trabajando en el nuevo trabajo de Nile, también está componiendo para el que podría ser su nuevo álbum en solitario. Sonrió cuando le pedí, por favor, que me firmase mis discos de Nile y se despidió con un simpático “hasta luego”, chocando mi mano (es verdad que conocer a tus ídolos siempre es arriesgado por la decepción que, en muchos casos, podría suponer, pero Karl Sanders, Erik Danielsson, Enslaved o Dimmu Borgir nos mostraron su cara más afable y cercana. Un verdadero lujo…).

El repertorio de esa noche no trajo grandes sorpresas, tampoco las necesitábamos, “Ramses Bringer of War” y la brutalísima “Sacrifice Unto Sebek” nos dieron la bienvenida de manera gruesa y “The Black Flame”, con su lento comienzo (logrando una gran atmósfera) antes del caos, confirmó que “Black Seeds of Vengeance” no ha perdido vigencia. “Kafir!”, como siempre, revolucionó los ánimos en una noche en la que no nos dieron tregua alguna… Mientras “Call to Destruction” o “Sarcophagus” fueron el broche antes del adiós con “Black Seeds of Vengeance”. Parris se mantuvo en segundo plano, mientras Brian defendió con dignidad y soltura la ausencia de Dallas y Kollias fue una verdadera apisonadora, uno de los mejores baterías del mundo volvió a demostrar el porqué de su prestigio; una auténtica máquina de precisión. Nos dejó sin palabras, como siempre…

Una de las bandas que más ganas teníamos de ver (como si hubiera pocas en el Helflest) eran los noruegos Dimmu Borgir, presentando “Eonian”, horas antes habíamos tenido la inmensa suerte de conocer a Shagrath, Silenoz y Galder e intercambiar unas pocas palabras y ello no había hecho más que acrecentar nuestro deseo de escuchar las nuevas canciones en directo. Máxima expectación en The Altar y, tras una espera que se hizo eterna, saltaron a escena Shagrath, Silenoz, Falder, Daray, Victor Brandt y Gerlioz on “The Unveiling”, su tono industrial sonó reforzado gracias a un sonido aplastante, creo que fue la actuación que he presenciado con más volumen de los últimos años, no solamente de esta edición, lo sorprendente fue el excepcional trabajo para que aquel muro de sonido no sonase mal en ningún momento, la actuación de Dimmu Borgir, además de hacer retumbar el pecho de todos los asistentes, sonó cristalina. El single “Interdimensional Summit” (ese que a muchos no nos convencía al principio, ese que muchos criticaban por su empacho sinfónico) sonó impresionante con Galder magnífico y Silenoz dándole respaldo, Daray es un monstruo tras los parches y Gerlioz, el amable Gerlioz, fue vital para reproducir todo lo que escuchamos en sus discos. Respecto a Shagrath (que impresiona mucho más en persona que maquillado y vestido para la ocasión, todo hay que decirlo) cumple su papel y ni su voz, ni su presencia decepcionan en directo. “The Chosen Legacy” o la épica “The Serpentine Offering” sonaron mágicas, es verdad, pero con “Gateways” todos nos dejamos la voz con la sobresaliente interpretación de la banda. ¡Espectacular!

“Dimmu Borgir”, la canción, funciona a la perfección en directo (¡qué duda cabe!), sin embargo, “Council of Wolves and Snakes”, aún con la emoción de estar a escasos metros suya, no termina de convencerme y más después de escuchar “Puritania”. Para rematar la jugada, Shagrath y compañía decidieron acabar con “Progenies of the Great Apocalypse” y la mítica “Mourning Palace”, caras de satisfacción en el escenario, se apagan las luces; desaparece Shagrath en la oscuridad y despeja cualquier duda tras la peregrinación por el desierto que para muchos seguidores nos ha supuesto el largo camino de ocho años, desde “Abrahadabra” (2010). Desconozco qué pasará con Dimmu Borgir; si nos harán esperar casi otra década para escuchar sus nuevas canciones, pero verles en directo sigue siendo el innecesario aval que muchos parecían necesitar para justificar a la banda de black metal que fue y es capaz de colar sus canciones en las listas y vender millones junto a otras estrellas de rock o pop. Abandonábamos el Hellfest, completamente exhaustos y, al llegar al coche, nos pusimos a mirar algunos de nuestros discos firmados, “Puritanical Euphoric Misanthropia”, “Abrahadabra”, “In Their Darkened Shrines”, “Frost”, “E”, “Lawless Darkness” o “Trident Wolf Eclipse”, pequeños grandes tesoros de momentos fugaces con músicos que admiramos y que nos regalaron un día que nos costará olvidar...
© 2018 Jesús Cano/ Albert Gràcia