Crítica: Sting “57TH & 9TH”

El título del nuevo álbum de Sting, “57TH & 9TH”, hace referencia al cruce que el músico atraviesa de camino al estudio y no podría ser más esclarecedor de lo que vamos a encontrarnos en sus surcos; un disco sencillo, corriente y moliente, impropio de un artista de su calado porque, para aquellos que no sepan quién es Gordon Matthew Thomas Sumner, más alla de The Police y algunos incontestables sencillos en solitario, es uno de los músicos más inteligentes y dotados de su generación; con una sensibilidad pop fuera de lo común, un amor desproporcionado por el jazz, un conocimiento vasto de la música sin que las diferentes culturas hayan sido nunca un obstáculo y un bajista intuitivo y certero en directo pero que también parece perdido desde “Mercury Falling” (1996) o “Brand New Day” (1999) y, si nos ponemos exigentes, desde el magnífico “Ten Summoner’s Tales” (1993). ¡Bendita época aquella cuando en menos de diez años grabó un debut como “The Dream Of The Blue Turtles” (1985) asaltando las listas con estilo, “…Nothing Like The Sun” (1987) o el brillante “The Soul Cages” (1991) a pesar de la pérdida de su padre. Pero con “Brand New Day”, a pesar de que el experimento le salió medianamente bien, mostró síntomas de agotamiento con un aburridísimo “Sacred Love” (2003) el no apto para todos los públicos “Songs From The Labyrinth” (2006), “If On A Winter’s Night” (2009) y el absurdo “Symphonicities” (2010) en unos años en los que a varios artistas de su tierra les dio por mezclar la música sinfónica y el pop con resultados insospechados y harto irregulares. Pero si en estudio y otras disciplinas se mostraba errático (algo que confirmó con el fracaso del proyecto de “The Last Ship”) en directo seguía siendo un artista brillante; nos brindó la posibilidad de cumplir nuestro sueño y vimos a The Police en dos ocasiones (en las dos ‘mangas’ europeas de su enorme gira, 2007 y 2008) en las que Sting, Copeland y Summers estaban pletóricos y también le volví a disfrutar en solitario en la dichosa gira de “Symphonicities” (2010) en la cual se mostró con tanta clase como experimental reencarnado en Nosferatu durante “Moon Over Bourbon Street”, Sting podía ser un bocazas y renegar de grabar discos de rock con nuevas canciones pero sobre un escenario seguía siendo genial.

Pero, contra todo pronóstico (aunque ya se barruntaba debido a las fotos de su actividad en el estudio), me encuentro con este “57TH & 9TH” como material promocional, ¿de verdad que es necesaria una crítica más para el nuevo disco de Sting? No somos Rolling Stone o NME, ni siquiera The Quietus, nuestras lecturas son más modestas y seguramente a nuestro público no le interese leer sobre el inglés pero, tras escucharlo sin parar, sí que siento que debo escribir ante tanta noticia sobre el supuesto regreso rockero de Sting y es que nos engañan como quieren; basta una buena tipografía, un color, una chupa de cuero o unas botas para hacernos creer que el autor regresa, por todo lo alto, con su disco más arriesgado y fresco en años cuando no es así o no del todo...

Las fotos promocionales me gustaban, mostraban a Gordon Summer, un tipo de sesenta y cinco años en buenísima forma que sigue desafiando al tiempo y del que espero tenga un retrato suyo completamente decrépito en el altillo de alguna de sus muchas mansiones pero, lamentablemente, escuchar “57TH & 9TH” es algo muy diferente a una buena sesión de fotos, escucharlo es aceptar que Sting ha perdido su inconfundible, alto pero aterciopelado y levemente ronco tono que tantos suspiros arrancó en el pasado, su voz está más templada; grave y menos dada a las inflexiones tan imitadas pero pocas veces logradas aunque siga conservando su carisma. Escucharlo es aceptar que las canciones de “57TH & 9TH” no estén a la altura y luzcan demasiado poco; tan grises en un formato tan básico y el envoltorio de Martin Kierszenbaum les haga un flaco a favor a pesar de lograr su objetivo y sí sonar más inmediatas que en anteriores discos. Una banda de auténtico lujo con Vinnie Colaiuta tras los parches pero también Josh Freese, Zach Jones y los percusionistas Salm Al Hassan, Rhani Krija y Accad Al Saed, tres coristas, un cantante de apoyo, una sección de viento y Lyle Workman y Dominic Miller a las guitarras. ¿Es esto lo que entendemos por una formación básica de rock? ¿Veintiún músicos para grabar un disco supuestamente fresco y directo?

Pero no, el problema no es que se nos venda lo que podría ser una Big Band multirracial con aires de humildad sonora sino que las canciones están literalmente muertas y haría falta un desfibrilador para devolver a este mundo a cualquier incauto que se atreva a pinchar el disco esperando una descarga de energía. Tras la inicial “I Can't Stop Thinking About You”, quizá la más accesible de toda la colección (aunque no por ello posea la calidad y sea tan atrevida como el propio arrojo de Sting saqueando su propio catálogo para regurgitar una canción elaborada con las sobras de otras), nos encontramos ‘ese himno de estadio’ por el que suspira toda la crítica internacional que es una revisión ralentizada del riff principal de “I Will Follow” de U2 pero sin las ganas y efervescencia postpunk de aquellos cuatro tipos de Dublín que en 1979/ 1980 literalmente hervían por dejar Mount Temple muy atrás; como “50,000” es tan previsible y autocomplaciente que carece de toda chispa que nos prenda.

El tono intimista y blando de “Down, Down, Down” nos prepara sin piedad para otro bostezo como es el de “One Fine Day” (quizá una de las melodías más trabajadas y agraciadas del disco a pesar de parecer que vamos a ralentí) o el medio tiempo de “Pretty Young Soldier”. Que la más arriesgada sea “Petrol Head” (a pesar de sus arreglos) es significativo del disco que ha facturado Sting y que terminará por dejarnos caer con “Heading South On The Great North Road” que habría funcionado mejor en “Songs From The Labyrinth” como esa dramática intensidad que no llega a cuajar en “If You Can't Love Me” o los sabores orientales mezclados con jazz de “Inshallah” y un “Empty Chair” que, como “Heading South On The Great North Road”, habría encontrado mayor eco en el invernal “If On A Winter’s Night”. Diez canciones flojitas, traicioneras y que no hacen ruido alguno…

Entiendo a esos artistas cuyos discos son meras excusas para lanzarse a la carretera pero Sting nunca lo ha necesitado y, a pesar de no tener a las musas de su lado desde hace muchos años, siempre nos ha regalado algún momento que bien justificaba su traspiés, no es el caso de “57TH & 9TH”. Estupendo si le sirve como motivo para girar, pasárselo bien y permitirnos ser testigos de ello; aburridísimo, poco inspirado y plano si pretende vendérnoslo como la última reencarnación vital de un músico en el otoño o invierno de su carrera. Pena que Sting no sepa llevar al terreno musical todo su conocimiento tántrico y “57TH & 9TH” sea otro gatillazo en toda regla a pesar de la Telecaster y el sabor de The Police de su primer y seguramente único single.


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