Crítica: Tribulation "The Children Of The Night"

Poco queda ya del alocado thrash metal que hacían Hazard y aquellas demos "Aggression Within" del 2001 y "Agony Awaits" del 2004, tampoco del death metal que practicaban en "The Horror" (2009) o "The Formulas of Death" (2013) y quizá sea mejor así ahora que parece que el death metal ha llegado a un callejón sin salida y necesita algo de aire fresco y también, cómo no, por su propia supervivencia como banda. Pero, si poco queda de death metal en los suecos Tribulation -algo que no ha sido del todo bien visto por muchos de sus fans más reaccionarios- poco queda de black metal o cualquier género extremo y, sin embargo, su influencia empapa todo "Children Of The Night" por completo. Quizá, lo mejor para describir el álbum sería recurrir a adjetivos tan desgastados como oscuro o siniestro y también andaríamos algo desencaminados porque, a pesar de que las historias que aquí se cuenten sean más propia de los lunáticos -de esos cuyo hemisferio izquierdo es el que rige frente a los atributos apolíneos del derecho-, o a seres de piel cerúlea que disfrutan paseando a medianoche por camposantos, deslizando sus alargados y esqueléticos dedos por el tacto frío de las lápidas,  por esos que comen helados y odian el mar con casi cincuenta años pero escriben sobre el terror cósmico o se zambullen en los clásicos de la Hammer y leen las ediciones de Valdemar, lo cierto es que en "Children Of The Night" poco hay de siniestro y sí de mágico o misterioso. Mucho de Mercyful Fate, Ghost o incluso The Doors y poco o nada que recuerde al famosísimo metal sueco. ¿Miraron con cierta envidia Tribulation a otras bandas vecinas como Watain, At The Gates, In Flames o las huestes del Papa Emeritus para entender que debían y podían reclamar lo que también era suyo? El cambio experimentado en su tercer álbum va mucho más allá de una mera transición estética, parecen haber alcanzado una nueva filosofía que tizna sus guitarras y, para llegar al meollo del álbum, no hay que mirar demasiado a sus contemporáneos sino bucear un poco en el pasado del rock como gran género y no del metal.

El ominoso teclado con el que se abre "Strange Gateways Beckon" ya nos hace presagiar que el álbum que tenemos entre las manos no es normal, hay algo en esa introducción y el medio tiempo pesado en el que se convierte que nos hace sentir que estamos ante algo diferente. Las guitarras de Zaars y Hultén son magníficas y tienen más que ver con el hard que con el metal, Andersson ladra; "Beckoning The children of the Night, the spirits of the undead, and the lesser lights" y toda la canción parece cobrar vida propia con el pulso nervioso de las seis cuerdas y cómo Hultén entra y sale de la melodía para ceder paso a Zaars. "Melancholia" es una mezcla entre power, death y ese toque neoclásico en los riffs mezclado con el ritmo atropellado del black o el punk y el tono cabalgante del hard más clásico, una maravilla en la que también nos damos cuenta de la importancia y el peso de las letras para conformar toda la imaginería de Tribulation; "Hierophany, a temple from below. It's the magic that I know, eucharist and rebirth. A blessing from the goddess herself, awakening the shadows of my self"

"In The Dreams Of The Dead" y ese extraño regusto a Immortal -que, todo hay que decirlo, pronto desaparecerá en favor de la melodía- no es la más inspirada pero sí es suficientemente atractiva para sumergirnos en "The Children Of The Night", como "Winds" y su ritmo machacón que pronto se teñirá de cierto heroísmo y en la que el único punto flaco es Andersson. Pero la gran sorpresa de "The Children Of The Night" es, sin duda, "Själaflykt", pieza instrumental de casi seis minutos y cuyo comienzo ligeramente doom por la pesadez de las guitarras y gótico gracias al teclado pronto se verá refrenado por ese regusto sesentero, entre surf y ocultista, con el que la saben rematar.

"The Motherhood Of God" debe su atmósfera a The Sisters Of Mercyy es uno de los puntos álgidos del álbum, quizá sea así también tras la atmósfera hipnótica a la que nos ha llevado el final de "Själaflykt" pero la verdad es que se agradece una canción que sirva como contrapunto. La más tradicional y en la que podremos encontrar no sólo la influencia de los de Leeds sino también de Maiden gracias al magnífico entrelazado de las guitarras que, sin embargo, nunca llegan a doblar. "Strains Of Horror" sirve como pequeño ejercicio a Andersson para salirse del encorsetamiento sometido por sí mismo e intentar hacer algo diferente, como el crescendo de "Holy Libations" en el que parece más suelto y se permite el lujo de cambiar el tempo mientras Hultén y Zaars rematan, de nuevo, de manera gloriosa la canción.

"Cauda Pavonis", ambiental y lúgubre, con cierto sabor a Danny Elfman, es la outro antes de la jugada final que es "Music From The Other", cuyas coordenadas musicales no están tan lejos de la propuesta de "The Formulas of Death" y sirve de puente entre lo que fueron y lo que son porque en ella no se olvidan de su pasado más rotundo pero tampoco de ese tono epopéyico a las seis cuerdas.

Un álbum cuyo único lastre podría ser la voz de Johannes Andersson, quizá muy limitada pero en todo momento correcta, cuyo registro es demasiado plano y no hace más que resaltar la magnífica labor de Adam Zaars y Jonathan Hultén en auténtico estado de gracia. Pero hay más, algo más, porque "Children Of The Night" no es un álbum que pueda ser medido con la misma vara que el resto y es que exuda algo tan romántico como los textos que publicaba August Derleth o las interpretaciones de Vincent Price y la apabullante mezcla de géneros que sus canciones derrochan. Quizá ahí resida el secreto del álbum; grandes canciones compuestas con dos guitarras que dejan pequeño el concepto de épico.

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