Crítica: Black Sabbath "Vol.4"

Quizá este disco sea mi favorito de Black Sabbath. ¿Por qué? Porque, a mi entender, reúne lo mejor de cada uno de los anteriores y mezcla sus ingredientes con grandes dosis de experiencia y fatiga que, muy lejos de estropear el resultado final, le confieren a este "Vol4" una atmósfera aún más enrarecida, misteriosa y mágica. Grabado en los estudios Record Plant en pleno verano del 72 y después de haber estado constantemente de gira y haber grabado el inmortal "Masters Of Reality" (1971), el nuevo álbum de los Sabbath estuvo a punto de llamarse "Snowblind", como el sexto corte del álbum en el que Ozzy gritaba "cocaína" después de cada estrofa (dedicado al uso y abuso de esta droga), cosa que la discográfica remedió utilizando el aséptico nombre de "Vol4", como si en algún momento hubiesen grabado algún otro disco llamado "Vol", pero ésta no fue la única sustancia que corrió por la grabación del álbum en el que Ozzy, Iommi, Buttler y Ward tuvieron más tiempo para probar todo tipo de arreglos e instrumentaciones, dividieron los temas en varias partes y, aún así, consiguió ser disco de oro.

El comienzo con la hipnótica y bluesera "Wheels Of Confusion" es magnífico pero el influjo bluesy de Iommi pronto dará paso a un riff machacón sobre el que Ozzy verterá sus palabras hasta que en el minuto 2:30 todo cambia y el trabajo de Ward luce por sí solo en un tema que tiene tanto de metal como de blues, rock clásico, progresivo y algo de psicodelia. Cuando quedan poco menos de cuatro minutos Iommi arranca de nuevo el riff inicial para terminar entre redobles y el éxtasis de "The Straightener" que, gracias de nuevo a Ward, suena setentera y cobija el agudo solo de Iommi. "Tomorrow's Dream" es lo más parecido a un single que podremos encontrar en este disco y así fue publicado, el primer single de Black Sabbath desde "Paranoid", sobran las comparaciones, sin llegar a desmerecer a este tema con un riff juguetón que termina solapándose con una guitarra que, encarando la recta final, parece despegar hacia el cielo. 

El piano de "Changes" es una gran sorpresa junto con el melotrón que abriga a la voz de Ozzy, intensamente dramático, mientras canta sobre la pérdida de un ser querido; "I'm going through changes...". Emotiva, directa y sorprendente para un grupo como Sabbath, un cambio de registro que se agradece entre todos los grandes riffs que conforman el disco. Y llega "FX", la "marcianada" instrumental que todo disco de los setenta, en el que las sustancias más adictivas hayan tenido que ver en el proceso de grabación o composición, debe incluir. En "Supernaut" Ward calienta el ambiente con su charles e Iommi se arranca con un riff metálico marca de la casa en el que uno se da cuenta de lo actual que siguen sonando estos Black Sabbath y la cantidad de artistas a los que han influido. El solo de Iommi es tan musculoso y tan cargado de mala leche que da gusto escucharlo una y otra vez. Pero no podríamos pasar por alto el excelente trabajo de Ward, no sólo al final de esta canción en la que nos da toda una lección tras los parches, sino durante todo el disco. Es verdaderamente apabullante como llega a sonar durante cada segundo del álbum.

"Snowblind" y Ozzy se nos presenta "ciego de nieve" en la que, en vez de advertirnos o instruirnos, prefiere relatarnos cómo vive los efectos de la cocaína. Resulta chocante que bajo un fondo tan deprimente la armonía vocal de Ozzy suene tan cantarina y festiva incluso cuando cambian de tercio y se aceleran estrepitosamente para volver al riff inicial pero esta vez con nuevo arreglos, acaba Iommi como sólo él sabe acabar un tema de Sabbath.

La groovie y pesadísima "Cornucopia" (aquella que pasará a la historia por ser la cual en la que Ward estuve a puntito de ser despedido harto de repetirla una y otra vez) que se despereza lenta y pesada como un gigante al que acabamos de despertar para intentar avanzar con cierta rapidez y abandonar ese denso groove con el que se ha iniciado, escuchando la labor de Ward y la variedad de patrones rítmicos de los que hace gala a uno no le extraña en absoluto que el pobre de Bill terminase harto de ensayarla una y otra vez.

"Laguna Sunrise" es un instrumental acústica, bella e idílica, como un oasis tras la sombría y monolítica "Conucopia", un pequeño remanso de paz antes de la eléctrica "St. Vitus Dance" con una distorsión rugosa en la guitarra de Iommi que toca un par de riffs que va alternando como si fuesen el cambio anímico y mental de un enfermo. Y el viaje llega a su fin con "Under The Sun", con un sonido inconfundible propio del cuarteto de Birmingham que nos lleva de vuelta a su primer disco. Después de un acelerón, un gong ancestral, cambio de tercio y acaba "Everyday Comes & Goes" con Iommi como auténtico protagonista en un éxtasis metálico y progresivo. ¡Ya no se hacen discos como los de antes!

© 2011 Jim Tonic