Crítica: Depissed Icon "Beast"

Incluso si lo tuyo no es el deathcore, deberías prestar atención al nuevo álbum de Despised Icon porque, por fin, han grabado su gran disco y no deja de ser irónico que haya ocurrido seis años después de su separación; no digo que sea su obra maestra porque espero más de ellos en el futuro pero sí que “Beast” es, por el momento, la cima de su carrera. Claro que si le das una oportunidad escucharás los ingredientes más clásicos del género; desde los famosos ‘breakdowns’ (inspiradísimos, por cierto) hasta esa, a veces irritante, voz de cerdo chirriante (‘pig squeal’) pero hay algo en “Beast” que lo hace trascender más allá del deathcore y sitúa a Despised Icon en una posición aventajada respecto al resto y es que han sabido ir más allá de la propia etiqueta y en “Beast” encontrarás un poquito de cada uno de los subgéneros; hay mucho groove pero también death, grind, hardcore y hasta thrash. He de reconocer que su reunión hace un par de años no me produjo ninguna ilusión, quizá por aquel “Day of Mourning” (2009), quizá porque nunca he sido un gran fanático del dichoso deathcore, quizá porque ya estoy harto de reuniones en las que el único interés es pura y llanamente el dinero y eso se percibe (no en el caso de Despised Icon, por supuesto) o quizá porque pensé que aquello quedaría en algo nostálgico con una obsolescenia programada pero tras escucharles me di cuenta de que los canadienses no habían perdido ni un ápice de su fuerza y fue a primeros de este año, cuando anunciaron que firmaban con Nuclear Blast y publicarían nuevo álbum, que sí llegué a entusiasmarme, aunque con reservas; ¿serían capaces de capturar toda la fuerza de sus directos en un nuevo disco de estudio? ¿Habría química? “Day Of The Mourning” (2009), sin llegar a ser un disco mediocre, sí que bajaba considerablemente el nivel respecto a sus dos entregas anteriores, ¿qué podíamos esperar de una banda que ha estado casi cuatro años en estado de hibernación, sin tocar juntos? Lo cierto es que la génesis de “Beast” comienza en 2015, supongo que tras aquella gira celebrando el décimo aniversario de “The Healing Process” (2005).

Tan sólo hay que echar un vistazo a la portada (diseñada por Alexandre Goulet) y el nombre del álbum para entender que lo que vamos a encontrar en él es a una banda dándolo todo en su disco de regreso pero si comprobamos los créditos del disco también nos daremos cuenta de que, sobre el papel, han apostado por la producción propia con Yannick St-Amand (BENEATH THE MASSACRE, NEURAXIS) y nada más y nada menos que con Andy Sneap en las mezclas. Y, para sorpresa mía, a pesar de la ya esperada compresión de nuestros días, sin embargo, ésta no consigue arruinarnos la experiencia de escuchar un disco tan potente en el que deberemos tener en cuenta que hay siete músicos; dos vocalistas, tres guitarras, bajo y batería (supongo que esto es debido al magnífico trabajo de Sneap)

Y así comienza “The Aftermath”, de manera potente, con Steve Marois y Alex Erian en primer plano mientras las sucísimas guitarras de St-Amand, Jarrin y Landreville tejen ‘breakdowns’ entre gruesas rítmicas y Alex Pelletier se deja las manos en la batería con un trabajo brutal junto a Sebastien Piché en el bajo. “Inner Demons” se adentra mucho más en el death metal que en cualquier otro género y en ella podremos disfrutar con claridad del trabajo de Piché, en su puente con un toque más groove, mientras Marois y Erian dialogan y toda la canción parece querer recordarnos a Suffocation más que a cualquier otra banda de deathcore; enorme. Como ocurre en “Drapeau Noir” y Alex Pelletier que parece convertirse en una auténtica máquina y nos dejará maravillados con su increíble labor tras los parches intentando cubrir el mar de riffs del trío formado por St-Amand, Jarrin y Landreville.

No será hasta la rapidísima “Bad Vibes”, más cercana al thrash, que no escucharemos los famosos chillidos ‘pig squeals’ de Steve Marois y es que, para todos aquellos que no estén familiarizados; Alex Erian se ocupará de las voces rasgadas y guturales medios mientras Steve se dedicará a profundizar en su garganta con las voces más graves y sus célebres chillidos. Sorprendente es “Dedicated To Extinction” y su situación en el disco, esos arreglos más propios de una banda sonora y que suelen usarse para introducciones y aquí Despised Icon sitúan en quinta posición antes de entrar en la segunda mitad de “Beast” con la brutísima “Grind Forever” en la que, como su propio indica, la mezcla de grind y hardcore nos trae un sucísimo tema de tres minutos (de nuevo Pelletier está magnífico) en el que sólo encontraremos algo de descanso en su último minuto, mucho más rítmico, con Erian y Marois alternándose.

Pero si lo que queremos es aún más rapidez, “Time Bomb” nos dejará del todo satisfechos subiendo las revoluciones de ese agreste grind que practican los de Quebec, como en “One Last Martini” en la que consiguen crear el caos más absoluto y, a pesar de ello, sonar contundentes y definidos o un último directo a la mandíbula con “Beast” (tras la introducción que es “Doomed”), sonando mucho más death y de nuevo recordándonos al combo de Frank Mullen, con Marois y sus desquiciados chillidos para cerrar un flamante álbum de regreso tras siete años de silencio discográfico en el que no creo que ninguno de sus fans pueda pensar que hayan perdido fuerza o merecido la pena todo este tiempo de espera. Olvídate de cualquier prejuicio acerca del deathcore, esto es metal y punto.

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