Crítica: Bob Dylan "Time Out Of Mind"

Que nadie se lleve a engaños, Bob Dylan publicó “Time Out Of Mind” (1997) no porque su posición fuese la de un gigante de la música que puede hacer y hace lo que le venga en gana. Bob Dylan venía de una década ingrata para él, como fue la de los ochenta. Sí, porque después de “Slow Train Coming” del 79 (con el que inauguraba su denominada “trilogía cristiana”) vinieron “Saved” (1980) y “Shot Of Love” (1981) que fueron vapuleados por la crítica (sobre todo éste último). Salvó el tipo con “Infidels” (1983) pero volvió a errar en el blanco con “Empire Burlesque” (1985) y quizá uno de los peores discos de toda su discografía, ignorado por muchos de sus seguidores, “Knocked Out Loaded” (1986), “Under The Red Sky” (1990) fue recibido con tibiedad, como mal el tradicional “Good As I Been To You” (1992) y el genial pero incomprendido “World Gone Wrong” (1993) que no ayudaron a que los críticos tuvieran un buen concepto de un Dylan al que dieron por muerto antes de tiempo, tanto ellos como su discográfica (la verdad es que creo que nunca llegaron a entender estos dos/tres discos y situarlos en su contexto).

“Time Out Of Mind” fue escrito con tiempo de sobra y grabado con Lanois (aquel que produjo el último gran disco del de Minessotta hasta aquel momento, “Oh Mercy”, siete años antes) como intento desesperado para resucitar su carrera y despertar el interés de un nuevo público que veía a Dylan como a una leyenda del pasado. Y poco después de completar la grabación Dylan cayó enfermo de histoplasmosis, una infección fúngica o micosis sistémica causada por el hongo “Histoplasma capsulatum” que le obligó a guardar reposo y cancelar sus compromisos durante el resto del año: “Fue algo llamado histoplasmosis que vino de inhalar un montón de cosas que estaba en uno de los ríos cerca de donde vivo. Dos o tres veces al año, los bancos del río se ensucian, el viento sopla y se queda polvo en el aire, supongo que respiré algo de eso y por eso caí enfermo. Llegó al corazón”. Por tanto, no son ciertas las supuestas interpretaciones de las canciones que “Time Out Of Mind” contiene, esas en las que los críticos ven a un Dylan sombrío temiendo por su salud y llamando a las puertas del cielo por adelantado fuesen a causa de su enfermedad, porque durante las sesiones de grabación su salud no se encontraba en situación crítica, faltaban meses para ello.

Pero, sin embargo, “Time Out Of Mind” se masticó como su supuesto último disco debido a esa enfermedad que casi acaba con su vida y la discográfica lo vio tan claro como para publicar, sin su permiso, un recopilatorio más (para colmo, dividido en dos volúmenes), pero es que bien era cierto que desde su accidente de motocicleta, Dylan nunca había estado tan cerca de la muerte y eso se palpaba en el ambiente.

Ahora que han pasado los años, es curioso ver cómo ha evolucionado la relación entre Daniel Lanois y Bob Dylan. Recuerdo que en 1997, Dylan alababa el trabajo del productor. La orgánica, oscura y ambiental producción del productor, llena de ruido y grano, fue del gusto de Dylan y de la mayoría de la crítica que ensalzó el disco y lo recibió como el gran retorno de un Dylan que había salido del dique seco en el que había entrado en los últimos años. Además de ser uno de los grandes ganadores de los Grammy (con tres premios y protagonizando una sonada actuación en la ceremonia con la irrupción en escena de un artista llamado Michael Portnoy que se quitó la camiseta llevando escrito en su pecho la inscripción “Soy Bomb” y bailando ante un Dylan que aguantó con estoicidad hasta el final de la canción. Posteriormente, Mr. E escribiría una canción titulada "Whatever Happened to Soy Bomb" en su álbum “Blinking Lights and Other Revelations” del 2005), pero el público también se volcó (lo que se tradujo en grandes ventas; Oro en varios países y Platino en Estados Unidos –el primero en su carrera desde “Slow Train Coming” precisamente) y es que en 1998 todos nos temíamos lo peor y por eso, cuando se confirmó su recuperación y anunció gira no pudimos hacer otra cosa que acudir a verle una vez más y, al mismo tiempo, aliviados al saber que su vida no corría peligro.

Además, “Time Out Of Mind”, a mí gusto, fue el último disco del Dylan al que todos conocíamos ya que después llegarían “Love And Theft” (2001), “Modern Times” (2006), “Together Through Life” (2009) y Tempest” (2012) y su gusto por abandonar el Rock/Folk y sumergirse en un eterno revival “rootsy” blues electrificado de los cincuenta, atrincherado tras su teclado y engalanado con su sombrero. Parece que Dylan, en su constante reinvención de sí mismo y sus canciones, pretendiese abandonar al personaje creado (ese de guitarra en ristre y armónica en los labios) por la de un artista tradicional, oculto tras su piano (en un lateral del escenario para darle todo el protagonismo a su música), paseándose de ciudad en ciudad hasta que la muerte se lo lleve por delante y entonces sí, tan sólo nos queden sus canciones como él mismo nos dijo cuando insistía en que lo que importaba no era el cartero sino lo que llevaba en el saco.

Dylan, tras la mencionada década de búsqueda que para el supuso la de los ochenta, comenzó con una etapa de sequía creativa. Como él mismo confirmaba: “Hubo un tiempo en el que podía componer tres o cuatro canciones al mismo tiempo, pero eso ya es cosa del pasado. De vez en cuando me viene a la cabeza algún boceto de una canción antigua, como un perro sentado a la puerta de mi jardín, pidiéndome que la escriba pero la mayoría son rechazadas y las saco fuera de mi mente. Intento preguntarme si de verdad alguien necesita oírla. Quizás una persona llegue al punto en el que ha escrito demasiadas canciones, dejemos que otros las escriban”

Comenzó a componer durante el invierno de 1996 en su granja familiar de Minnesota, escribiendo hasta altas horas de la madrugada, acabó en Enero del 97 después de una y otra modificación reescribiendo alguna de ellas e hizo algo que no suele hacer y es leerlas a un tercero, en este caso a Lanois que inmediatamente se dio cuenta de que quería grabarlas, capturarlas: “Estábamos en Nueva York cuando me leyó las letras del disco. Las palabras eran duras, profundas y sonaban desesperadas, era justo el disco que yo quería hacer”. “Time Out Of Mind” se grabó en los Criteria Recording Studios de Miami (Florida) durante los dos primeros meses de 1997 y contó con su banda habitual, aquella que le acompaña en la perenne gira de nunca acabar que es el famoso “Never Ending Tour”, en el que lleva embarcado más de una y dos décadas, además de a Jim Keltner (batería con quien tocó entre 1979 y 1981), Bob Britt (guitarrista) y a los instrumentistas Augie Meyers (órgano Hammond B3 y acordeón) y Jim Dickinson (Wurlitzer) y Lanois, por su parte, llevó al guitarrista Cindy Cashdollar y al batería Brian Blade. Con más de doce músicos tocando en el mismo estudio y el ego (y excéntrico compartamiento de Dylan según Lanois) no es de extrañar que el proyecto se convirtiese en poco menos que un infierno, formándose dos bandos (los músicos de Dylan y los de Lanois, ambos productores del disco) y así opinaron todos aquellos técnicos que formaron parte de la grabación cuando asistieron al espectáculo de ver a dos baterías, dos músicos tocando el pedal steel o dos, tres y cuatro guitarras al mismo tiempo en una canción. Como comentaba Jim Dickinson; “No puedo decirte lo que estaba sucediendo, se pasaban el día escuchando una y otra vez las mismas partes pero no sé si estaban mezclándolas o no. Media docena de músicos tocando en directo, nunca antes había escuchado dos pedal steel o tres baterías al mismo tiempo, era increíble pero también el caos más absoluto durante hora y media, y luego –cuando escuchábamos lo grabado- ocho minutos de música bella”

Pero es que si repasamos la nómina de músicos, tan sólo para hacernos una idea de la locura que supusó la grabación de “Time Out Of Mind”, no porque aporte a la crítica del mismo sino sólo como curiosidad enciclopédica, nos encontramos a Bucky Baxter (guitarras, pedal steel), Brian Blade, Jim Keltner, Winston Watson y David Kemper (¡cuatro baterías!) además del percusionista Tony Mangurian, Robert Britt (guitarras), Cindy Cashdollar (slides), Jim Dickinson y Augie Meyers, el simpático Tony Garnier y Duke Robillard, además de los propios Bob Dylan (voz, armónicas y guitarras) y Lanois (guitarra y mandolina). Puede que otro tipo de discos funcionen con semejante elenco pero hablamos de un disco de Rock con raíces americanas (que no debería ser mucho más que guitarras, bajo, batería, un Hammond y, como mucho, un Steel), un productor como Lanois y un artista como Dylan.

Durante los ensayos, Dylan probó las canciones y le enseñó a Lanois los bocetos, experimentó y experimentaron, sin prisas y de manera relajada pero esa distensión que parecía propia de un ensayo, pronto Lanois se percató de que inundaría las grabaciones convirtiéndolas en anárquicas, sin ninguna disciplina y sería injusto mencionar únicamente a Dylan como al excéntrico y huraño que todos conocemos (ése que prefiere almorzar con el electricista o el portero de los estudios al catering de lujo con los músicos) ya que Lanois tampoco se queda corto y lo que a la larga se ha convertido en una amistad truncada (intuyo que por las declaraciones del productor acerca de la actitud de Dylan, como si él fuese el único culpable de la desorganización en las sesiones) cuando uno rastrea las sesiones y escucha a las dos partes rápidamente cae en la cuenta de que tanto Lanois como Dylan fueron los únicos responsables y a partes iguales.

Ambos solían salir del estudio y pasar horas debatiendo sobre cómo debería sonar el disco, se sentaban en el parking para hablar sobre las canciones, lejos de los músicos. A Dylan le gustaban los viejos discos de los años cincuenta (de ahí, quizá, que todas sus grabaciones posteriores hayan sido producidas por él mismo bajo el pseudónimo de Jack Frost e intente emular ese sonido) ya que, según él, tenían una profundidad natural que no era el resultado de ninguna técnica de mezcla. Quizá por eso Lanois, en su “deformación técnica”, intentó recrearla experimentando en la colocación y ubicación de los micrófonos en el estudio (además del uso de un micrófono como el Sony C37A y, aunque parezca un dato irrelevante, logró con todo ello -y sin saberlo o pretenderlo- ese ambiente oscuro que predomina en las canciones y dotan de identidad al álbum).

Pero esa misma característica distintiva del disco no gustó a todos los críticos, las canciones eran amargas y dolorosas y Lanois las vestía con una atmósfera sobrecargada que entraba en conflicto con las actuaciones de Dylan en directo, mucho más crudas. Criticaban que Lanois había conseguido enterrar la voz de Dylan que, si bien nunca ha destacado por ser portentosa, a finales de los noventa había perdido presencia pero, sin embargo, había ganado en matices y gracias a esa susurrada nasalidad (tamizada y más triste) las nuevas canciones de “Time Out Of Mind” ganaban intensidad en la desolación de los temas (algo en lo que no estoy de acuerdo ya que, en ocasiones y para bien, la voz de Dylan literalmente “raspa” afilando los oídos del oyente). Pero, Michael Gray insiste: “El sonido del disco no funciona. En algunos temas su voz está sepultada en el eco y resulta imposible escuchar todos los detalles en su forma de cantar, eso que una vez fue lo más representativo de su genio”

La grabación del álbum para Dylan, sin embargo, fue una experiencia mística casi proustiana; “Cuando tenía dieciséis o diecisiete años fui a ver a Buddy Holly tocar en la armería de la Guardia Nacional de Duluth. Estaba a un metro de distancia de él y me miró, no sé por qué durante la grabación de “Time Out Of Mind” tenía la sensación de que él estaba con nosotros durante todo el tiempo, como si nos acompañase en el camino” (de ahí que, posiblemente, todas sus grabaciones posteriores hayan sido producidas por él mismo bajo el pseudónimo de Jack Frost e intente emular ese sonido cincuentero) ya que, en su opinión, aquellos discos tenían una profundidad natural que no era el resultado de ninguna técnica especial en la mezcla.

Quizá por eso Lanois, en su “deformación técnica”, sí que intentó recrearla experimentando en la colocación y ubicación de los micrófonos en el estudio (como usando el Sony C37A y, aunque parezca un dato irrelevante, logró con todo ello y sin saberlo ese ambiente oscuro que predomina en las canciones y dotan de identidad al álbum que para muchos resulta el más artificial del cantautor), esfuerzo que terminó reconociendo Dylan cuando comparaba su nuevo disco con clásicos como “Highway 61 Revisited”, “Blood on the Tracks” o “Infidels”: “Aquellos discos se hicieron hace mucho tiempo y, ya sabes, eran todos buenos en esa época, todos tenían algo mágico porque la tecnología no estaba detrás de lo que el artista estaba haciendo, era mucho más fácil conseguir algo excelente en aquellos días. Ahora la prioridad principal es la tecnología, no es el artista. El sonido es determinante en “Time Out of Mind”, si se hubiese grabado más al azar, no habría sonado de la misma manera. No habría tenido el impacto que tuvo, no hubo ningún esfuerzo en vano en la grabación del álbum…”

Y se pasaban las horas debatiendo acerca del sonido, como ocurrió con “Standing In The Doorway”, Dylan quería que Lanois robase el sentimiento de una canción como “Sad Eyed Lady Of The Lowlands” y el productor no estaba seguro de aquello pudiese llegar a funcionar, las grabaciones continuaban y Dylan se desesperaba, según Lanois para Bob una vez que había terminado de componerlas consideraba finalizado el disco “lo importante es que estén escritas” mientras que para el productor no era así y defendía ante el músico “Sabes que cualquier cosa que hagamos con esto, lo es todo”

Aún así, Dylan hizo acto de humildad y reconoció sus dificultades durante las sesiones de grabación en una entrevista: “Pierdo mi inspiración en el estudio con mucha facilidad, me resulta muy difícil pensar que voy a eclipsar cualquier cosa que hice antes. Me aburro fácilmente y mi visión del disco se llega a a distorsionar tras unas pocas tomas fallidas”

El disco se abre con un rumor y una guitarra cortante pero aún más afilada es la voz de Dylan que parece gruñir: “Estoy cansado del amor, ojalá nunca te hubiese conocido” y, poco a poco, se llena de reproches pero no sólo es amarga la letra sino también la música: sombría y distante. “Love Sick” fue single de “Time Out Of Mind”, pude escucharla en directo en un par de ocasiones y en directo no defraudaba, sonando igual de desoladora que en estudio. Lógicamente, sin la atmosférica producción de Lanois pero igual de cruda (contaba el productor que para lograr ese efecto en la voz, ya de por sí desgastada, utilizó un pequeño amplificador de guitarra de los que se usan para grabar las armónicas. En vivo, Dylan lucía dos micrófonos (uno para captar la armónica colgada a su soporte del cuello) y otro para la voz, en “Love Sick” cantaba por el del instrumento, por lo menos en 1998. La polémica vino servida cuando, muchos años después, Dylan la cedió amablemente para un anuncio de lencería femenina de Victoria´s Secret en el que no sólo aparecían un par de compases de la canción sino también el propio Dylan, algo inaudito en su carrera.

No sé cuántas veces habré tocado “Dirt Road Blues” con mi guitarra y la de veces que la habré escuchado en “Time Out Of Mind”, muchos la criticaron en su momento que su posición en el álbum destruía el amargo clímax que habíamos alcanzado en “Love Sick”, creo que precisamente ése es el efecto que quieren Dylan y Lanois: romper. Surge como de la nada, como si alguien hubiese dejado caer la aguja sobre el vinilo, suena espuma, un ambiente sucio y las guitarras se desbocan más cercanas al Rockabilly que al Blues, aunque contenga los acordes y la estructura básica de éste. Es tan corta que deja con ganas de más, refrescante y desenfrenada.

"Standing On The Doorway" logra captar la emoción inicial de "Sad Eyed Of The Low Land" en la instrumentación pero no alcanza la cima de aquella oda a Sara pero logra acentuar el dramatismo ahondando en el abandono, en la soledad que corona magnificamente con una garganta que parece una cuchilla cuando dice aquello de: "You left me standing in the doorway, cryin'I got nothin' to go back to now" y nos hace un nudo en la garganta para no deshacerlo en "Million Miles" con Mangurian de nuevo haciendo de las suyas en el acompañamiento, la canción suena a Waits por los cuatro costados, suena nocturna, a madrugada, cigarrillos y desesperación. Y digo que no deshace el nudo por versos como "You took the silver, you took the gold, you left me standin' out in the coldPeople ask about you, I didn't tell them everything I knewWell, I've tried to get closer but I'm still a million miles from you" en los que el protagonista de la canción ha sido abandonado en "Standing On The Doorway" y sigue sin asumir la distancia en "Million Miles" anque aquí parece importarle lo que opinen los demás, a esos a los que no sabe qué decirles de ti excepto que está a un millón de millas de ella, demoledora y jazzy.

Pero si a estas alturas Dylan acariciaba el notable alto, es con "Tryin' To Get To Heaven" donde llega al sobresaliente con esas imágenes dramáticas, su voz resonando clara y nítida y, por fin, su característica armónica (ausente hasta el momento en "Time Out Of Mind"). "'Till I Fell In Love With You" vuelve a la madrugada sofocante calurosa de "Million Miles". Originalmente llamada "Marching To The City", tiene un acompañamiento vibrante, una guitarra ahogándose en su propio trémolo y vuelta de nuevo a la ruleta del amor tortuoso, del abandono y el deseo porque "Time Out Of Mind" parece que profundiza en once relaciones, once abandonos, once formas de echar de menos, de añorar, de querer y de sufrir pero siempre enamorado.

El otro single, aparte de "Love Sick" fue "Not Dark Yet", quizá la más famosa de todo el disco (en parte también por su insistente difusión e inclusión en el célebre anuncio de un coche, esta vez sin la aparición de Dylan, todo hay que decirlo), según Lanois en los ensayos era más rápida pero la versión que finalmente se incluyó en el disco tiene un tono elegiaco, majestuoso en su cadencia y soberbio en el desenlace del estribillo, ese brillante: "No ha oscurecido pero lo hará". Y es en esta canción cuando Dylan vuelve a dar muestras de todo aquello que está en su cabeza y él toma prestado; Christopher Ricks (profesor de humanidades en la universidad de Boston) en su libro "Dylan's Visions Of Sin" establece similitudes entre "Not Dark Yet" y el poema de Keats "Oda a un ruiseñor". La canción sirve de fondo a una letra preciosa y emotiva como pocas: "Caen las sombras y llevo aquí todo el día, hace demasiado calor para dormir y el tiempo se escapa. Siento como si mi alma se hubiese vuelto de acero, aún tengo las cicatrices que el sol no sanó. Ni siquiera hay habitación suficiente como para estar quieto en ningún lado. Aún no ha oscurecido, pero no va a tardar. Mi sentido de la humanidad se ha ido por el desagüe, detrás de cada belleza ha habido siempre algún dolor, ella me escribió una carta amablemente, puso todo lo que se le pasó por la cabeza, no acabo de ver por qué me habría de molestar. Aún no ha oscurecido, pero no va a tardar"

Puedo asegurar que "Cold Irons Bound" en directo era puro Rock N' Roll, una bomba de relojería, vibrante y escandalosa, muy lejos de la grabada en "Time Out Of Mind" que, aunque lógicamente tiene más profundidad, pierde contundencia. Ganadora del Grammy del 98 a la "mejor interpretación vocal de rock masculino", es pura tensión gracias al bajo, el ritmo rockabilly y las vocales abiertas y alargadas de un Dylan que pasa de relatar a susurrar o aullar y sigue a miles de millas de ella. La más ruidosa de todo el disco.

"Make You Feel My Love" fue grabada anteriormente por Billy Joel y pierde cierto fuelle, tanto instrumental como en cuanto a la letra, dentro del conjunto "Time Out Of Mind" pero es el teclado el que la convierte en un lamento y en una canción tierna de iglesia al mismo tiempo, en una plegaria con Dylan como total protagonista en la mezcla. "Can't Wait" suena como una improvisación, como la hermana pequeña de "Million Miles" y no sólo por el relax que transmite la música o las volutas de humo que parecen dibujar las guitarras y el Hammond sino por frases como: "I'm your man, I'm trying to recover the sweet love that we knew, you understand.That my heart can't go on beating without you" en la que parece aceptar que está a un millón de millas y ya le da igual dar o no explicaciones a los demás, ahora no puede esperar a recuperar a su amor y hará lo que sea para ello.

Y el disco se cierra con "Highlands", la canción más larga de toda su discografía, más de dieciséis minutos y célebre por la anécdota que protagonizó el mismo Dylan cuando le preguntaron si habría una versión reducida tras presenciar los dieciséis minutos de interpretación en el estudio, respondió: "sí, es ésta, la acabamos de tocar" Tomando seguramente la inspiración de un poema de Robert Burns, la canción narra su relación con una camarera en la ciudad de Boston con un ritmo lento, como si nos hubiésemos metido en la cabeza de Dylan y escuchásemos sus pensamiento, un cruce entre "Sad Eyed Lady Of The Lowlands" y "Desolation Row".

Si hay algo que inquieta a los dylanitas (sector fundamentalista de seguidores de Dylan) son su extraño criterio a la hora de incluir algunas de las mejores canciones de las sesiones de grabación en los álbumes. Por todos es sabido que algunas de sus mejores composiciones en las últimas décadas (y sobre todo en los ochenta) han sido inicialmente descartadas para finalmente ver la luz en recopilatorios (sus famosos Bootleg oficiales) y demostrarnos que algunos discos habrían ganado enteros de haber sido incluidas pero, sobre todo, descifrar por qué Dylan no las ha tenido en cuenta a tenor de su calidad. Pero es que si esto es algo que siempre ha sorprendido a su fiel base de seguidores, en “Time Out Of Mind” inquietaría a sus músicos como ocurriría con Jim Dickinson cuando afirmaba que “Girl From The Red River Shore” era la mejor canción de las sesiones de “Time Out Of Mind”.

Célebre fue su declaración de los Grammy cuando, al recoger uno de los premios, dio las gracias a Don Ienner, ejecutivo de Columbia, con las siguientes palabras: “Darle las gracias a Don Ienner, quien me convenció de que debía publicar este álbum a pesar de que su canción preferida no la hayamos incluido” y risas y aplausos del respetable, ¿pero qué ocurrió? De las quince canciones inicialmente grabadas para “Time Out Of Mind” (sin contar con las diferentes versiones como las tres de “Highlands”) sólo once fueron publicadas.

La magnífica “Dreamin’ Of You”, publicada más tarde en “The Bootleg Series Vol. 8: Tell Tale Signs, Rare And Unreleased 1989-2006” (2008) contenía algunas estrofas de “Standing In The Doorway” pero, aunque intensa, no comparte el sentimiento de abandono de ésta y se torno oscura y siniestra (de nuevo gracias también al acompañamiento y arreglos, no sólo a la letra). Fue publicada como single para promocionar el lanzamiento del disco con “Ring Them Bells” (de “Oh, Mercy”) como cara B y se grabó hasta un videoclip a manos de Harry Dean Stanton. ¿Por qué Dylan no la incluyó en “Time Out Of Mind” ni en ninguno de sus discos posteriores? “Dreamin’ Of You” comparte la temática y emocionalidad del álbum del 97, además de dar otra vuelta de tuerca más al deseo, ése tan presente en todo el disco. Otra descartada fue “Mississippi” (que después regrabaría para “Love And Theft”) aquí el culpable fue Lanois quien, después de no verla con buenos ojos, la cambio de ritmo hasta perder el norte y abandonarla “por no encajar en el sentimiento general del disco”. Dylan, muy aficionado a regalar canciones (por favor, que estamos hablando de alguien que ha regalado joyas como “Seven Days”), se la cedió a Sheryl Crow que la grabó para su “The Globe Sessions” antes de que el propio Dylan la regrabase para su “Love And Theft” pero, no obstante, podemos disfrutar de algunas versiones más en el bootleg oficial que abarca el período de 1989 al 2006, “Tell Tale Signs” como también ocurre con, la anteriormente mencionada, “Marching To The City” (que ya hemos dicho que evolucionó hasta “’Til I Fell In Love WIth You”) y “Girl From The Red River Shore” (en la que tenemos que darle la razón en parte a Dickinson porque, sin ser la mejor de las sesiones, sí que habría sido todo un acierto incluirla finalmente en el disco).

“Time Out Of Mind” quizá esté, como muchos dicen, entre los mejores quinientos discos de todos los tiempos, es verdad que fue todo un éxito de ventas y protagonizó todo tipo de debates que dieron paso a infinidad de historias repletas de mitología y rumorología acerca de sus protagonistas pero lo que nadie puede dudar es que contiene algunas de las mejores canciones de los últimos veinte años y durante la gira de presentación pudimos disfrutar de un artista que se reencontraba con un público con ganas, sedientos de Dylan como estábamos. Se convirtió en mi disco de cabecera durante años y al que, a día de hoy, vuelvo asiduamente porque no hay mayor verdad que, como canta en la bonita “It’s Not Dark Yet”, aún no ha oscurecido pero no va a tardar…

© 2014 J.Cano