Experiencias Sonisféricas

Aprovechamos nuestra creciente popularidad para comentar esas pequeñas incongruencias que, año tras año, nos siguen sorprendiendo en los festivales en nuestro país. Está claro que todos, en mayor o menor medida, podemos hacer el pequeño gran esfuerzo de pagarnos una entrada, soportar altas o bajas temperaturas, dejarnos hacinar como ganado frente a unas vallas, comer –por un día- un bocadillo frío al lado de un contenedor, hermanarnos con aquel que nos acaba de tirar un mini de cerveza o ron por encima de la cabeza, sonreír y relativizar porque por un día todo vale y merece la pena aguantar casi cualquier cosa por ver a nuestros artistas favoritos, somos gente joven y se nos presupone un conformismo y un "buenrollismo" de serie en el que no cabe la queja fuera de una red social.

Pero, a pocos días del Sonisphere en nuestro país (y ya en frío), se nos plantean una serie de dudas al respecto de la organización en las que mucha gente no habrá reparado, que otros pensarán que exageramos pero la pregunta es ¿por qué no? ¿por qué no hablarlo entre nosotros? Desde Blogofenia estamos seguros de que los organizadores del Sonisphere agradecerán este artículo tanto o más que los futuros asistentes a sus eventos.

Está claro que Sonisphere es una marca, una franquicia que cada promotor compra y gestiona en su país tirando de paquetes de artistas y recursos propios pero cómo cada cual los administre ya es cosa suya. Y es que, a estas alturas, resulta inconcebible que, cuando la gran mayoría de grandes festivales europeos habían anunciado su cartel, aquí en España todavía estuviésemos esperando no sólo conocer los primeros artistas contratados sino si iba a tener lugar o no el festival, la ubicación, los días o las ciudades. Entendemos que es un problema de infraestructuras, de subvenciones, de análisis de gastos pero, mientras otros festivales informaban puntualmente de cualquier cambio, aquí en España  -y más en concreto con el Sonisphere- creo que fuimos los últimos en saber qué estaba ocurriendo. Cuando su página oficial ya anunciaba que habría una nueva edición, la web de éste no era capaz de concretar fechas, ciudades y si sería un día o dos.

La gran sorpresa llegó cuando supimos que habría dos jornadas y dos ciudades pero no todos los artistas. Un jueves determinado se nos informaría de los primeros anuncios y el precio de las entradas. Los precios llegaron pero el line up completo de artistas fue una constante incógnita por lo que los asistentes deberíamos comprar entradas casi a ciegas. ¿No es cierto? Obviamente sabíamos quién sería el cabeza de cartel pero, a excepción de los grupos menos agraciados, el resto de bandas seguían siendo una incógnita aún cuando alguna lo había actualizado en su propia web o confirmado por su cuenta en una entrevista como el propio Dave Mustaine. Durante todo ese tiempo, la organización nunca confirmó ni desmintió hasta la anécdota de la caída del cartel de Danzig, el cual anunció en su Facebook que no estaría presente en nuestra edición mientras el festival lo mantuvo durante semanas en plantilla para, poco después, excusarse con un problema de entendimiento sobre los requerimientos de Danzig respecto a su presencia y su posicionamiento en el cartel. Hasta ese momento, el hermetismo era tal que fue imposible saber de manera oficial si Danzig tocaría o no en España como tampoco la confirmación de Megadeth o el anuncio de Anthrax.

Las redes sociales hervían pero por el público que asistía incrédulo a la desinformación más absoluta de un festival que no sólo no confirmaba todos sus artistas aún llevando ya tiempo las entradas a la venta sino que no generaba noticias, no interactuaba e incluso confundía canciones y videos de los artistas que promocionaba. El festival pasó de celebrarse en pleno verano para hacerse en primavera, dadas las altas temperaturas que se alcanzaban en el mes de Julio, pero no sólo por ello sino por la incapacidad de la organización para acondicionar el emplazamiento en el que se celebró por dos años consecutivos siendo ahora en Mayo y en el Auditorio Miguel Ríos de Rivas.

Y llegó el día del concierto. La nota media es de aprobado pero no como para que nos callemos. Resulta curioso que a la entrada te cacheen (como en todos los conciertos), te hagan tirar cualquier botella de plástico y dentro, cuando pidas agua, te quiten el tapón (no se te vaya a ocurrir rellenarla de nuevo para beber o arrojarla al escenario y desgraciar a algún músico) para luego llegar al festival y encontrarse uno con un suelo sin acondicionar, lleno de piedras como bolas de billar. Como irónico resulta que vendan entradas supuestamente preferentes “Black Circle” y cuando la actuación ha comenzado dejen entrar a todo aquel que ronde los accesos con la excusa de llenarlo (como dijo uno de los de seguridad, “hasta completar aforo” y, francamente, me parece bien que dejen entrar a cualquiera pero si no cobrasen al resto, en toda Europa –y sé de lo que hablo porque lo he disfrutado-, la zona que aquí denominamos “Black Circle” es, por lo general, de acceso gratuito, a los primeros afortunados que llegan) o que hayan elegido un auditorio en el cual el sonido rebota como una pelota de pin pong, el ruido de los amplificadores sea insoportable (estoy seguro de que se podía escuchar onda media a través de ellos cuando el grupo no tocaba y, si no, que se lo digan a Ghost) o llegue la actuación de Maiden y Megadeth y suene tan rematadamente baja y sin matices. Pero la noche nos aguardaba más sorpresas, escasa iluminación entre actuación y actuación, pocos aseos alrededor del escenario, los puestos de venta de comida estaban en la otra punta y los precios, sin ser desorbitados, eran altos para la poca calidad que ofrecían (cinco euros un bocadillo de tortilla congelada y servida con guantes de látex creo que es demasiado).

¿Se nos caen los anillos por todo ello? Por supuesto que no pero seguro que a la organización tampoco por pensar un poco más en nosotros. Este año, por lo menos, no han puesto una serpentín de agua y un ventilador para sesenta mil personas para evitar los golpes de calor, como sí ocurrió en la segunda edición, y pudimos respirar sin mascarillas para evitar la polvareda, algo es algo.

© 2013 Jack Ermeister