TRIUMPH OF DEATH y TOM WARRIOR, HELLHAMMER reanimados

“Resurrection Of The Flesh Live” de TRIUMPH OF DEATH, o la auténtica celebración de un legado histórico.

El talento de Mr.Wilson

Steven Wilson firma el notable "The Harmony Codex", uno de los discos más especiales de su carrera, uno que hay que escuchar con tiempo y con las mismas ganas que ha invertido su creador en sus canciones.

A través de eones con ASTRALBORNE

Más intenso y épico aún, puro death metal melódico desde Ohio.

La versión del "Morbid Visions" de CAVALERA

A falta de la rabia de la juventud de SEPULTURA, los hermanos lo suplen con la potencia de la madurez.

Crítica: Pearl Jam “Dark Matter”

Odio tener razón porque hace que me sienta mayor, además de quitarle toda la diversión a escuchar nueva música. Pero no se trata de mi percepción, de que crea estar en lo cierto y, por ello, esté siempre equivocado, no funciona así. Es algo que, seguramente, también te pase a ti. Y es que, si escuchas a una banda durante treinta y dos años (con todo lo que ello conlleva y es que llevas más tiempo en su compañía que años de vida sin escuchar sus canciones), si hay discos suyos que forman parte de tu ADN, como es el caso de “Ten” (1991), “Vs.” (1993) o “Vitalogy” (1994) y sabes que no sólo definen una época sino tu propia vida, que te traen recuerdos y, de una forma u otra y junto a otras obras, han creado el adulto en el que te has convertido, es muy difícil que, a estas alturas, no entiendas en qué punto vital se encuentra ese artista; son como esos viejos amigos que ya no hace falta que te cuenten nada, miras a sus ojos y, simplemente, sabes. Y ese es el punto en el que me encuentro con Pearl Jam, como otros muchos artistas que ahora millones de personas consideran dinosaurios y validarán cualquier nimiedad que graben, pero que una vez tú pudiste disfrutar en sala, estrechar su mano, llorar con sus canciones o celebrar junto a ellos. Es tu vida, amigo mío y la banda sonora es la que pones tú. 

Y así me encontraba en plena pandemia, como tú, aislado en mi casa, con mis dudas y mis sueños esperando fuera de la puerta, y así también recibí un disco como “Gigaton” (2020) con la esperanza de que salvase esos meses, de encontrar respuesta, para decepcionarme y escuchar un disco hecho de descartes. Lo escuché y así lo escribí, mucha gente me dijo que no tenía ni idea (esto sí que ya es un clásico), que era el “disco de la pandemia”, aquel que daba respuesta a todo, que el mundo era mejor; igual que nosotros, que íbamos a salir reforzados de aquella situación como seres humanos por compartir una bolsa de patatas fritas a través del balcón o salir a aplaudir, y una mierda, también lo sabes. “Gigaton” (2020) es un disco horrendo, en el que lo único que se salva son unas pocas canciones y la voz de Vedder, como siempre, pero un auténtico horror que nadie quiso admitir para, ahora que Pearl Jam publican “Dark Matter” (2024) y lo acompañan de la promesa de haber grabado un disco más duro o pesado, todos aquellos seguidores sin criterio y esos otros para los que Pearl Jam es una banda más, aseguren que es su mejor álbum desde aquel otro que hace años que ni siquiera escuchan, la vuelta a sus raíces. ¿A qué raíces, si “Gigaton” era tan maravilloso? Tú en directo quieres que suene “State Of Love And Trust” o “Jeremy”, no “Take The Long Way”.

Mira, entre nosotros, a “Dark Matter” (2024) lo hace bueno la comparación con “Gigaton” (2020) y punto. Este disco que nos ocupa está en el mismo deshonroso lugar que la producción de la banda a primeros de los dos mil. Te resumo, para que me entiendas; “Vitalogy” (1994), el último gran disco, “Mirror Ball” (1995) de Neil Young aquel que logró que no se separasen (quizá, lo mejor que podría haber ocurrido a nivel creativo), “No Code” (1996) el clásico ‘disco pivote’ que toda banda posee en su discografía, “Yield” (1998) fue el comienzo de los nuevos Pearl Jam y, a partir de ahí, discos como “Binaural” (2000) o “Riot Act” (2002), que podemos situar a la misma altura que este “Dark Matter” (2024), con el que comparten horrible ‘artwork’, un disco como “Pearl Jam” (2006), que también se nos pretendió vender como un resurgir (nada que objetar cuando en directo estaban en un gran momento), su complaciente continuación con “Backspacer” (2009) y un criticado “Lightning Bolt” (2013) que en comparación con lo que venía después, ha demostrado que no era tan malísimo como muchos creían, esos mismos que ahora se deshacen con “Dark Matter” (2024). Ironías de la vida.

Y, ahora, vamos al grano. “Dark Matter” (2024) no suena bien, no entiendo la negativa a trabajar con Brendan O’Brien, cuando una banda con un sonido tan definido como Pearl Jam ha podido comprobar que el experimento con Josh Evans no funcionó y, ahora, con Andrew Watt las cosas no van a mejor. ¿Por qué este disco no suena bien? Vamos, a ver, céntrate, mal no te va a sonar, pero si te gusta Pearl Jam, no quieres escuchar la voz de Eddie Vedder con tanta reverberación, con tanto eco en algunas canciones, no quieres escucharla en segundo plano sino en primero. El sonido en muchas canciones es ese estándar americano propio de Nickleback o Dave Matthews Band, ese sonido de la FM por el que un tipo de veinte años no creerá descubrir la fórmula de la Coca Cola y uno de cuarenta o cincuenta podrá ponerlo en el coche de fondo, sin herir la sensibilidad de nadie. ¿Te imaginas si en ese coche pusieses “Animal”, “Blood” o “Spin The Black Circle” al mismo volumen? A eso me refiero, puedes escuchar “Wreckage” y que tu mujer piense que son Counting Crows o escuchar “Running” y creer que son los Bad Religion de “The New America” (2000), ya sabes, ese puntito por el que un tipo de mediana edad pensará que sigue siendo subversivo y joven mientras conduce su SUV de camino al trabajo. Nada en contra, pero esto no es lo que busco en Pearl Jam. 

Suena mal, porque no soporto a Matt Cameron y el batería en el que se ha convertido. Vi a Soundgarden en los noventa, aquello era otra cosa, pero el Matt Cameron de los discos de Pearl Jam es tan excitante como ver una película de Adam Sandler. Los únicos dos baterías que valen en el mundo de Pearl Jam son; Dave Abbruzzese (largado por la puerta de atrás, gracias a su mala relación con Vedder y problemas de adicción), paradójicamente el único batería que además de escribir sus partes de manera independiente, también componía junto con Mike y Stone, si los riffs de “Vs.” (1993) tienen esa fuerza es gracias a su batería. Y, además de Abbruzzese, mi querido Jack Irons que aportó su inconfundible mano en “Vitalogy” (1994), lo de Irons es de otro mundo, no era un monstruo de la naturaleza como Abbruzzese, pero añadió ese ingrediente tribal a la banda, ese puntito orgánico e imprevisible, esas hechuras a medio camino entre el jazz y el rock, simplemente maravilloso ese 1/1 en “Last Exist” o su toque en “Tremor Christ” y “Satan’s Bed”. Mientras que Matt Cameron es, simplemente un acompañamiento, si lees en redes sociales a alguien que dice que es magistral, huye como de la peste porque no sabe de lo que habla; escucha “Dark Matter” (2023) y dime qué hay de magistral cuando es un peón al servicio más sumiso de la canción, no aporta absolutamente nada y, para colmo, la mezcla de Andrew Watt logra que el charles de Cameron se meta en la mezcla constantemente, sonando como una pandereta en todas las canciones, en las estrofas suena tanto que, una vez que reparas en él, es imposible librarse de su insoportable sonido “chsss, chsss, chsss, chsss”. Si quieres escuchar a Matt Cameron, debes hacerlo en su casa, en los Soundgarden de los noventa, con sus propias canciones, no en esta versión domesticada de Pearl Jam.

Si vamos a las canciones, hay tanta cal como arena; las letras de Vedder vuelven bajo mínimos, los ripios manidos o los caminos comunes abundan, ¿qué son esos caminos comunes? Olvídate de las narraciones de “Ten” (1991), de los retratos que tan sabiamente sabía pintar y de la crítica llena de rabia en “Vs.” (1993), olvídate de los mejores momentos por los que se llevó el calificativo de “master of words” en los noventa, el Eddie Vedder de 2024 recae en los tópicos; “los días oscurecidos, los ríos que corren, las semanas también son oscuras, el ganador también pierde, el perdedor a veces gana, la necesidad de luz, ahogar los días, eres como el sol que se esconde”, imágenes ya usadas hasta la extenuación en el rock, metáforas de segunda regional, incomprensibles en un compositor de su altura. “Scared Of Fear”, quizá uno de los títulos más tontorrones que se le pueda dar a una canción, comienza de manera fresca, las guitarras dobladas, Ament sólido, la voz de Vedder bien pero sin fuerza y un estribillo que no es una gran cosa (de nuevo, la letra es horrible, hay que admitirlo), pero que sirve de calentamiento para la repetitiva “React, Respond”, que podría haber formado parte de “Yield” y cuya melodía de Eddie Vedder en las estrofas es igual al fraseo de “…Ready For It?” de Taylor Swift, cuando esta pretendía parecer mala rapeando y Eddie aquí se atropella en el puente, escucha la estrofa de una y otra, ríete, no pasa nada. Otra cosa que tampoco me gusta de “Dark Matter” es la manía de Mike y Stone por evitar los licks de sus guitarras y limitarse a jugar con riffs entrecortados, el uso abusivo de efectos mientras Eddie canta en lugar de jugar con sus clásicos diálogos, no soporto escuchar la guitarra de Stone entrecortada en mil efectos. “React, Respond” funciona por pegadiza, pero a las primeras escuchas es irritante.

“Wreckage” es bonita, no hay que negarlo, claro que sí, es emocional, Pearl Jam son grandes músicos y cuentan con la baza de tener la voz de Eddie, que podría cantarte la carta de un restaurante chino y conmoverte con su tono, pero al igual que te digo que me gusta, también me disgusta el teclado (leo en los créditos del disco que está Josh Klinghoffer, pero no puedo jurar que ese piano pertenezca a él, aunque lo errático me recuerde), tampoco me gustan las dobles voces en los coros, manías que tiene uno. Por lo demás, la canción ocupa el tercer lugar del disco, reservada a las baladas acústicas, al clásico bajón tras dos aperturas con energía. El disco de Pearl Jam es de todo menos sorprendente, se han ceñido al guión, como si dijeran; “¿no les gustó “Gigaton?, vayamos a lo seguro”. La letra de Vedder vuelve a ser uno de los puntos más bajos del disco, aburrida y con momentos sonrojonates como ese supuestamente transgresor; “Oh, visited by thoughts and not just in the night. That I no longer give a fuck who is wrong and who's right” y, claro, el día es oscuro, la semana también…

El primer single, “Dark Matter”, más que a su mejor época sonaba a New Age que espantaba, ¿qué vamos a hacerle? Las guitarras de Mike y Stone, otra vez más están teñidas por mil efectos, la referencia a King Diamond resulta incomprensible, supongo que a Vedder le parecerá el epítome de lo oscuro, pero lo peor es su estribillo: “It's strange these days when everybody else pays for someone else's mistake”, en fin, si hubo a gente que le recordó a “Vs.” (1993), como aseguraban los prematuros comentarios en Youtube, es que, amigo Watson, esa gente no escuchó bien aquel disco. Pero, quizá lo peor está por llegar con “Won’t Tell” que podría haber firmado Coldplay, ese riff es puro azúcar, como su estribillo, el sin sentido más absoluto en la introducción de “Upper Hand”, a medio camino entre The Who y U2, pero sin terminar de eclosionar en lo que promete su crescendo, cuando este debería volarnos la cabeza en el minuto 1:37, al igual que la hermana pequeña, la cara B de “In Hiding” que es “Waiting For Stevie” o, como explicaba más arriba, cuando quieren sonar como los Bad Religion de primeros de hace dos décadas en “Running”, para terminar desdibujándose por completo en “Something Special”, la tediosa “Got To Give” y el clásico fin de disco de Pearl Jam, “Setting Sun”, como un “Around The Bend” sin magia. ¿Quieres que te mienta? ¿Te imaginas a los Pearl Jam actuales descolgarse con algo como “Red Mosquito”? En aquella época era una canción menor, ahora todo el mundo diría que es épica y, aún así, tiene más riesgo que todo "Dark Matter" junto, impensable a estas alturas.

No es un mal disco, simplemente correctito, tan bueno como “Gigaton” (2020) le permite, a la altura de los citados, nada nuevo bajo el sol. Si la gente parece enloquecer con este disco de Pearl Jam, dice más de ellos que del álbum, así de sencillo.

© 2023 Jota 
Pics by © 2023 Danny Clinch

Crítica: Exist "Hijacking the Zeitgeist"

Recuerdo cuando hace diez años el progresivo estaba de moda. Eso es lo que me decían; los medios de tres al cuarto (como este, pero de menor pelaje, aunque parezca imposible), los festivales que se empeñaban en presentar carteles de lo más proggie, aquellos seguidores que no tenían ni puta idea de música y, de la noche a la mañana, te hablaban de polimetrías, polirritmias, te decían que no les gustaba un “pasaje” de una canción porque esperaban un compás 11/16 y no el 7/4 y se descojonaban desde sus altares de bandas como Dream Theater, mientras lloraban porque Tool tardaba dieciséis años en publicar un nuevo álbum cuando ni siquiera se habían destetado con el anterior, soñaban con ver a Rush en directo, pero no habían escuchado ni uno solo de sus discos, y creían que Leprous o Steven Wilson eran lo más. ¿Por qué digo todo esto? Obviamente, para descojonarme de todos aquellos que he descrito y porque en los últimos años, muchas bandas han comenzado a despegarse de esa etiqueta, a conservar lo justito del prog y a potenciar el resto de elementos de su música. Tal es el caso que nos ocupa, Exist, de los que nadie puede dudar que hay elementos que justifiquen la etiqueta de progresivos, pero que desde "Egoiista" (2020), su disco más redondo para mi gusto, algo ha cambiado en el seno de la banda. Y es que, aunque sigan existiendo esos momentos en los que son capaces de hacerte soñar, lo cierto es que lo que prima en "Hijacking the Zeitgeist" (2024) es un death metal que, por momentos, suena tan robusto y sincopado que hasta recuerda a unos Meshuggah con menos cuerpo, pero con ese puntito de sal por el que Max Phelps (Cynic en directo, pero también Death To All), puede encabronarse y sonar puramente death, para tejer armonías más melódicas. En definitiva, una maravilla de disco, a la altura de los anteriores, el mencionado “Egoiista” (2020) y, claro, “So True, So Bound" (2017), y no, no menciono el primero.

Inevitable que recuerden al grupo de Tomas Haake, cuando comienzan las primeras notas bombásticas de “Blue Light Infinite”, pero quizá la sorpresa es ese estribillo que también recuerda a Mastodon, ¿qué es lo que estamos escuchando? Tengo que reconocer que este "Hijacking the Zeitgeist" (2024) me sorprendió desde la primera canción, por no hablar del puente, justo a mitad de la canción, en el que parecemos llegar a la pura psicodelia y de regreso al death para despedir la canción. “Thief Of Joy”, sin embargo, es Exist al 100%, no hay duda de que la agresividad es la marca de la casa y es donde se crecen, donde su propuesta fluye gracias a un Phelps que parece capaz de todo, del gruñido a las notas más altas o el falsete, mientras que “Hijacking the Zeitgeist" recupera aún más la mala leche de los de Washington y parecen convertirse en esas voces de ultratumba que parecen absorbernos a través de la pantalla del móvil de la genial portada, pero la mayor sorpresa, de nuevo, es su magnífico puente y cómo recuperan la tensión. “Funeral Toll” es la que menos me agrada de todo el álbum puede que su sinuosa melodía, su forma de insinuar, pero no llegar a sacar los dientes y la calma no sean lo que necesita el álbum en este punto, a pesar del magnífico bajo de Alex Weber, recordándonos al clásico sonido fretless de Obscura. Suerte que “Path to Nowhere” y “One Degree Removed from Human” vuelven a electrificarnos, a potenciar esa tensión con la que Exist saben jugar, para rematar con un temazo como es “Window to the All”, tan particular en las voces, como sólo Exist son capaces.

No puedo afirmar que sea su mejor álbum, porque “Egoiista” (2020) me robó el corazón hace cuatro años, pero qué siete canciones tan magníficas, poco más de media hora y un auténtico festín para cualquier melómano que se precie. Da igual si es death, progresivo, rock, escuchar "Hijacking the Zeitgeist" (2024) es un placer que espero poder disfrutar en directo. Casi sobresaliente.

© 2024 Lord Of Metal

Crítica: Ingested “The Tide of Death and Fractured Dreams”

He tenido sentimientos encontrados con este “The Tide Of Death And Fractured Dreams” (2024) porque, por un lado, deseaba que me gustase tanto como entregas anteriores, pero, aunque me he forzado a ello, en cada escucha me he encontrado enumerando los motivos por los cuales este disco no es lo que otros medios pretenden vendernos. Ingested no son unos advenedizos, su carrera y calidad está más que probada, no necesitan demostrarle nada a nadie y poseen obras de la talla de “Surpassing the Boundaries of Human Suffering” (2009) o “Where Only Gods May Tread” (2020) en catorce años de carrera en los cuales sólo puedo contar “The Surreption” (2011) como único paso en falso que, todo hay que decirlo, intentaron solucionarlo en los últimos años. Y es que los discos de Ingested merecen la pena por la satisfacción que producen las guitarras de Sean Hynes, la fortísima pegada de Lyn Jeffs y las voces de Jason Evans en la constante sensación de estar en mosh-pit permanente cuando Lyn nos ametralla y Sean nos rompe las cervicales con semejantes breakdowns. Además, por qué no, Ingested merecen más relevancia en la escena cuando ha quedado más que demostrada su eficacia, su talento y una violencia que, aunque fácil de digerir, compite de tú a tú con otros pesos pesados del death.

Pero esperaba mucho más de “The Tide of Death and Fractured Dreams” (2024), “Ashes Lie Still” (2022) mostraba un cambio en el sonido de Ingested, el sudor y los riffs como bloques de hormigón habían dado paso a una línea melódica mucho más melancólica, que mostraba una lógica evolución en una carrera que, si tienes que fiarte de sus seguidores, se muestra sólida, aferrada a los principios de la banda desde hace más de una década pero, les guste o no, “Ashes Lie Still” (2022) mostraba ansias de cambio, una pequeña brecha en el muro por la que parecían filtrarse aguas aún más accesibles. ¿Es malo potenciar tu lado más melódico? ¿Es algo negativo pasar del sudor y el músculo a canciones más melancólicas con mayor presencia de atmósferas? Por supuesto que no, prefiero que mis artistas favoritos experimenten y busquen nuevas fórmulas, sin perder su identidad, y “Ashes Lie Still” (2022) me gustó, formando una triada verdaderamente sólida como “The Surreption II (Redux)” (2021), “Where Only Gods May Tread” (2020) pero “The Tide Of Death And Fractured Dreams” (2024) no funciona tan bien y logra que le veamos las costuras del disco. Producido por Nico Beninato, con una magnífica ilustración de David Seidman, el álbum suena potente, con la brutalidad habitual y la prueba de ello es “Paragon Of Purity” y su continuación, “Endless Machine”, en la que Lyn parece un ordenador escupiendo semejante dosis de doble bombo, pero será en “Where No Light Shines” o “Starve the Fire” en las que Ingested descubren sus cartas cuando juegan con otras atmósferas y bajan la velocidad, pero no la intensidad, recordándonos a lo que actualmente hacen Gojira o los difuntos Chimaira. Es por eso que no es una casualidad que Mark Hunter colabore en “In Nothingness” o en la misma línea de composición, en “Expect To Fail” con la ayuda de Josh Middleton (Sylosis, Architects, por cierto, ¿alguien recuerda el disco de la banda de Sam Carter? Suenan risas de fondo...).

No digo que sean malas canciones, pero jamás esperaría algo como “Numinous” de Ingested (a pesar de agradecer el respiro tras el martillo hidráulico al que he sido sometido) algo a lo que regresarán con la brutal “Pantheon” y el intento de recuperar el encanto de sus primeros años con “Kingdoms of Sand” pero la confirmación definitiva de que Ingested están mirando a otras bandas como Lorna Shore es cuando, por ejemplo, Evans juega con su voz limpia, melódica, para desgañitarse y recuperar algo de cuerpo en el último tercio de la canción que cierra un disco que no me disgusta, pero en el que no hay composiciones que justifiquen una nota mayor. De nuevo, sentimientos encontrados, cuando tras su escucha entiendo que quieren cambiar de dirección y alejarse de su sonido, pero este puede espantar a sus seguidores más veteranos, como también es cierto que aferrarse a él puede desgastar el impacto de Ingested como banda, cuando hay otras muchas que ofrecen esta misma propuesta con más gracia.

© 2024 Lord Of Metal

Crítica: Necrophobic "In The Twilight Grey"

Siempre he creído que Necrophobic son los mejores herederos de ese black metal melódico que tan bien supieron pergeñar Dissection en sus dos primeros discos. No estoy diciendo que “ReinkaΩs” (2006) no esté a la altura, jamás podría afirmar semejante tontería cuando el último álbum de la banda es uno de mis discos de cabecera, pero aquello ya no era el black melódico de “The Somberlain” (1993) o “Storm of the Light's Bane” (1995) y, sin embargo, Necrophobic es como si hubiesen continuado el legado de ambos discos, nada muy extraño -aunque sí veo cejas levantadas cuando lo cuento en persona- si tenemos en cuenta que ambos comenzaron su carrera en 1993 y tras “Storm of the Light's Bane” (1995), llegó la publicación del mejor disco de la banda “Darkside” en 1997, justo cuando Jon entraba en la cárcel. Desde entonces, creo que Necrophobic no han fallado ni una sola vez el tiro, quizá “Womb of Lilithu” (2013) no esté a la altura, más aún si tenemos en cuenta que el regreso con “Mark of the Necrogram” (2018) fue un auténtico golpe sobre la mesa, al que siguió “Dawn of the Damned” (2020) y otro notable alto que se apuntaban. También he de ser sincero, “In the Twilight Grey” (2024), aunque es un auténtico misil, es quizá el menos brutal de los tres, y no es porque este no suene inspirado pero, por momentos, he tenido la sensación de no estar escuchando ese black forjado en el infierno para ser testigo de un disco de unos Tribulation más aguerridos, por lo excesivamente accesible y melódico de algunos momentos. No puede ser culpa de Fredrik Folkare, porque comenzó a trabajar con ellos en “Hrimthursum” (2006), con lo que descarto que sea la dirección que el productor les ha hecho tomar y sí la banda, cuando hay canciones como “As Stars Collide” que contrastan con momentos de más pedigrí como “Stormcrow”.

“Grace Of The Past” puede parecer el torbellino habitual de los suecos, pero si prestas atención hay nuevas atmósferas, nuevas formas de atacar la canción que no siempre con su vibrante y pérfido tremolo, es verdad que Joakim parece espolear un caballo y Sebastian y Johan suenan tan afilados como siempre, pero la canción suena más actual que todo lo grabado Necrophobic en los últimos diez años, lo que me parece auténticamente sobresaliente si tenemos en cuenta que siguen sonando como sólo ellos mismos saben. Así como “Clavis Inferni” es puro thrash (pero ennegrecido en el norte de Europa) o “Cast In Stone” es ese death mezclado con black que tan bien sabían parir Behemoth antes de alcanzar las cotas actuales de popularidad. Y llegamos a la mencionada “As Stars Collide” en la que hay dos puntos a destacar; el primero, ese toque pagano, a medio cocer entre lo tradicional y la parodia (en la que Necrophobic no caen, pero por poco) y, segundo, esa accesibilidad que se traduce en una versión simplificada de lo que suelen hacer los suecos, no suena mal, pero no es lo que espero de ellos, más aún cuando “Stormcrow” parece borrarla de un plumazo con un Sebastian tocado por los dioses nórdicos y Anders más agresivo que nunca, algo similar a lo que ocurre en “Shadows of the Brightest Night”, en la que hay que destacar el trabajo de Joakim, en una canción que a muchos les recordará a Watain.

“Mirrors of a Thousand Lakes” no es de las mejores del disco y uno tiene la sensación de que es por eso que “Nordanvind” parece venir al rescate, recordándonos tiempos mejores, como la larga “In the Twilight Grey”, en la que Necrophobic salen airosos de sus ocho minutos gracias a su talento y contiene algunas de las guitarras más épicas del conjunto, siendo la mejor manera de concluirlo, ya que "Ascension (Episode Four)" es tan sólo un outro. Quizá no sea tan impactante como los anteriores y cueste un poco más hacerse con él, pero “In the Twilight Grey” (2024) sigue asfaltando el camino de una banda brillante y magistral, como siempre.

© 2024 Lord Of Metal

Crónica: Meshuggah/ The Halo Effect/ Mantar (Madrid) 24.03.2024

SETLIST: Pest Crusade/ Spit/ Age of the Absurd/ Egoisto/ Hang 'Em Low (So the Rats Can Get 'Em)/ The Knowing/ Oz/ Era Borealis/ White Nights/

Cualquiera que siga esta web desde hace tiempo, en concreto más de diez años, sabrá de nuestro cariño por los alemanes, siete conciertos atestiguan nuestra querencia, además de haberlos conocido (son así de sencillos y accesibles) y entrevistado, pero es que desde la publicación de “Death By Burning” (2014) supimos ver en ellos algo que parece haber cristalizado en los últimos años y es que su propuesta, aunque personal, ha calado entre el público a base de mucho esfuerzo. Hanno y Erinc subieron al escenario, como de costumbre, y ofrecieron su mezcla de sludge y black, mezclado con rock ‘n’ roll, desde la electrizante “Pest Crusade” y la ya clásica “Spit”, canciones que beben de la urgencia del punk, pero toman la pesadez y el sudor del sludge, en una propuesta casi garajera, en la que no hay rival para Hanno y Erinc; no hay pregrabados, ni dos guitarras, tampoco hay bajo, sólo rock, aunque beba de los subgéneros más extremos. “Age of the Absurd” y “Egoisto” nos hicieron entrar en un concierto cuyo punto de ebullición había sido logrado en tan sólo dos canciones, de su álbum de 2022 también rescataron “Hang 'Em Low (So the Rats Can Get 'Em)”, mientras que de “The Modern Art of Seeting Ablaze” (2018), además de “Age Of Absurd”, trajeron con éxito “The Knowing”, para cerrar con “Oz” y la coreadísima “Era Borealis” de “Ode to the Flame” (2016) y el final con la impresionante “White Nights” que captura en directo toda la magia a oscuras del estudio. Como ya es habitual, Hanno y Erinc recogieron todo su equipo y no dudaron en pararse con todo aquel que pidiese una fotografía o un autógrafo, siempre grandes, desde la humildad y el trabajo duro.

SETLIST:
Days of the Lost/ The Needless End/ Feel What I Believe/ Become Surrender/ Conditional/ Last of Our Kind/ Gateways/ Shadowminds/

The Halo Effect no solo son queridos por ser una suerte de In Flames 2.0. sino que han sabido capturar su propia esencia y las canciones de “Days Of The Lost” (2022) parecen ya viejas conocidas entre el público, también es cierto que ayuda que su gira haya pasado ya en dos ocasiones por nuestro país, pero he de admitir que resulta ligeramente frustrante que la formación haya sufrido las bajas de Daniel Svensson y Jesper Strömblad. Que nadie me malinterprete, amo a Dark Tranquility e In Flames, tampoco tengo nada en contra de Anton y Patrik, además ver a Mikael en directo, para mí, es lo que más importa y, más aún, si está acompañado por Niclas Engelin y Peter Iwers, pero empiezo a entender a Anders y Björn, porque, independientemente de su carácter y la dirección que In Flames haya tomado en uno u otro disco, entre los problemas de salud (que nadie los elige), los familiares (que tampoco) y la lucha de egos (que ya es cosa nuestra), debía de ser un auténtico dolor de muelas mantener con vida la formación que tantas alegrías nos dio en In Flames, desde “Colony” (1999) hasta “Sounds of a Playground Fading” (2011). Por lo demás, The Halo Effect, plenamente rodados, sonando infinitamente mejor que su anterior visita -pero luchando con el sonido, a veces embarullado, propio de la sala, en un bolo cuyo artista principal dista tantísimo del death metal más melódico- arrancaron fulgurantemente con “Days Of The Lost” y “The Needless End”, ante un público que corearon “Feel What I Believe” o, sorprendentemente, la reciente “Become Surrender”, mientras Mikael cantaba las letras con su carisma habitual y Peter y Niclas repartían buen saber hacer y simpatía entre las primeras filas. Sonó una de mis favoritas, “Conditional”, y cerraron, como no podía ser de otra manera, con “Gateways” y “Shadowminds”, dejando un excelente sabor de boca. Tan sólo espero que Jesper algún día se recupere lo suficiente como para poder volver a girar y lo veamos de nuevo sobre un escenario o, por lo menos, a Daniel.

SETLIST: Broken Cog / Rational Gaze/ Perpetual Black Second / Kaleidoscope / God He Sees in Mirrors/ Born in Dissonance/ In Death - Is Life/ In Death - Is Death/ Humiliative/ Future Breed Machine/ Bleed/ Demiurge/

Sin embargo, la noche pertenecía a Meshuggah, queríamos caldo y nos tomamos dos tazas del metal más poderoso de los suecos. En mi opinión, lo que han logrado Meshuggah debería ser estudiado por muchas bandas noveles, y es que recuerdo una época en la que eran casi unos desconocidos, tocando a horas intempestivas y atrayendo las miradas únicamente de aquellos que sabían lo que estaban cocinando la banda de Umeå y, según han ido logrando hacerse un nombre, en lugar de ceder y grabar material más fácil o accesible con tal de acercarse a un mayor público, han logrado lo contrario; seguir fieles a su estilo, a su virtuosismo y con ellos, además de generosas dosis de genialidad, atraerlos a su mundo sin que la banda se haya movido ni un ápice. “Immutable” (2022) no está a la altura de “Koloss” (2012) u “obZen” (2008), por supuesto, tampoco de “Nothing” (2006), el que considero su obra maestra por el momento, pero tanto “The Violent Sleep of Reason” (2016), como este último nos traen a unos Meshuggah en plena forma, tan violentos como siempre. Tomaron el escenario y, desde la primera nota de “Broken Cog” pusieron las cosas en su sitio, y la primera mirada a “Nothing” (2006) con “Rational Gaze” y “Perpetual Black Second”. Ver a Tomas Haake es un espectáculo, de no ser porque tienes a Fredrik repartiendo junto a Mårten y Dick al bajo, como el monstruo en el que se convierte Jens cuando se sube a un escenario y parece capaz de devorar galaxias. “Immutable” (2022) hacía acto de presencia, por última vez, con “Kaleidoscope” y “God He Sees in Mirrors”, como rescataban “Born in Dissonance” de su anterior trabajo, la brutalísima dupla de “In Death - Is Life” e “In Death - Is Death” de “Catch Thirtythree” (2005) y la sequísima “Humiliative” de su EP, “None” (1994), con un Jens que sonó más bronco que nunca, para cerrar con “Future Breed Machine” y las evidentes pero nunca de más, “Bleed” con toda la pista convulsionando y “Demiurge”, luces encendidas y la sensación de estar viendo a una banda que se ha ganado a pulso el sitio en el que esta, pero se merecería aún mucho más. Sonaron perfectos y se volvieron a coronar, como siempre.

Texto © 2024 Blogofenia
Tour crew pic by Linda Florin
Mantar © 2024 pics by Mantar
Meshuggah © 2024 pics by Erika Siren
Halo Effect © 2024 pics by Linda Florin

Crónica: Decapitated/ Incantation (Madrid) 26.03.2024

SETLIST:
Carrion Prophecy/ Shadows of the Ancient Empire/ Concordat (The Pact) I/ Vanquish in Vengeance/ Fury's Manifesto/ Blasphemous Cremation/ Blissful Bloodshower/ Invocation (Chthonic Merge) X/ The Ibex Moon/ Impending Diabolical Conquest/

Ver a Incantation en directo es un auténtico lujo, la banda de McEntee vino hace un año y medio, también en otra gira conjunta, y si el sabor que nos dejaron fue dulce, esta vez lo ha sido aún más. “Unholy Deification” (2023) es un álbum notable que he disfrutado y la banda está atravesando un gran momento, que se traduce a sus directos. John, Kyle, Chuck y Luke suenan brutales como demostraron con semejante arranque, “Carrion Prophecy” de su álbum “Dirges Of Elysium” (2014) y “Shadows Of The Ancient Empire” de “Diabolical Contest” (1998), un primer guiño a su pasado, que el público de Madrid agradeció en una banda que no se ha dormido en sus laureles y sazona sus conciertos con canciones más actuales, como “Concordat (The Pact) I” de su última entrega, al igual que “Invocation (Chthonic Merge) X”. 

Mientras John se dejaba la garganta y Chuck y Kyle hacían vibrar la estructura de la sala, la pantalla tras ellos repetía una vez más imágenes de la banda, alternando su mítico logo con fragmentos del que fue el single de “Unholy Deification” (2023) y que ayudaron a transportarnos a su mundo. “Fury's Manifesto” fue la única rescatada de “Sect of Vile Divinities” (2017), un álbum que defendí en su momento y me sigue gustando, aunque considero que “Unholy Deification” (2023) le gana la partida, para encarar una recta final tan contundente como para que “Blasphemous Cremation” y la anunciada por John, “Blissful Bloodshower”, pasasen en un santiamén y cerrar con “The Ibex Moon” e “Impending Diabolical Conquest”, de un repertorio sin sorpresas, cuando en esta gira lo repiten noche tras noche, pero que evidencia que si las cosas funcionan no hay por qué cambiarlas. Como siempre, Incantation se mezclaron entre el público y, de nuevo, John se mostró tan accesible como siempre. Tal y como indicaba al comienzo de esta humilde reseña, un auténtico lujo de noche que abrieron Kassogtha y mis queridas Nervosa, por desgracia, llegué a mitad del repertorio de las brasileñas y por respeto a ellas y a los lectores, a diferencia de otros medios (tú sabes que hay muchos que sí…), no escribiré de lo que no he podido ser testigo al cien por cien.

SETLIST: Perfect Dehumanisation (The Answer?)/ Eternity Too Short/ Mother War/ Nihility (Anti-Human Manifesto)/ Names/ Spheres of Madness/ Babylon's Pride/ Symmetry of Zero/ Suffer the Children (Napalm Death cover)/ Cancer Culture/ Just a Cigarette/ Earth Scar/ Never/ Iconoclast/ Last Supper/

Pero si Incantation se han convertido en una de mis bandas favoritas, de Decapitated quería escribiros. Por todos es sabido lo ocurrido con los polacos y cómo fueron declarados inocentes, pese a ello la banda sufrió cambios y la gira del criticado “Anticult” (2017) fue cancelada, tras aquello, llegó la pandemia y Vogg, temporalmente, pasó a ser parte de Machine Head. Pero si podemos obviar este episodio, lo que es imposible dejar de escribir es de la pérdida de Vitek y la penosa situación que sufre Covan, un pasado dramático que persigue a Decapitated y que parece más presente que nunca cuando, precisamente vienen presentando mi disco favorito de ellos, el ya clásico “Nihility” (2002). Pero, ¿por qué quería hablar de ellos? Muy sencillo, a pesar de que la gira de “Anticult” (2017) se canceló, como indicaba anteriormente, tuve la suerte de ver una de sus primeras fechas y sentí que algo había cambiado en la banda, aquel disco sonaba death, muy potente, pero con tanto músculo que parecía groove metal por momentos, las voces habían cambiado, las melodías también, la estructura de las canciones y sus riffs. Las críticas no se hicieron esperar y así, Decapitated parecieron tomar nota con “Cancer Culture” (2022) que, sin dar un paso atrás en su evolución, conservaba más sus señas de identidad. 

Es por eso que tenía muchas ganas de presenciar este “Nihility” Tour y ser testigo de semejante noche y no puedo quejarme, claro que no, “Nihility” (2002) sonó (sin Martin, sin Vitek y tampoco Sauron, claro está, aunque más de uno nos acordásemos), cayeron “Perfect Dehumanisation (The Answer?)” y “Eternity Too Short”, pero aquello no sonó ni remotamente parecido a “Nihility” (2002). Me explico, eran las canciones, pero no la banda, el sonido no era ese death técnico con toque underground de un álbum de hace más de veinte años, eran los Decapitated de “Anticult” (2017) interpretando su clásico. ¿Sonó mal? En absoluto, pero Rasta es un vocalista más bronco, con más cuerpo y la base rítmica de Stewart y Pasek sonaba demasiado grave, demasiado contundente, había una presencia de graves tan brutal que se deslucía el trabajo de Vogg. Me da igual que un lector me indique lo contrario, vi el set a pocos metros del escenario y, posteriormente, equilibrado en el centro de la sala, cerca de la mesa, la sensación era la misma, faltaba definición, esa misma de la que sí hicieron gala Incantation, por ejemplo. Por supuesto que disfruté de “Mother War”, “Nihility (Anti-Human Manifesto)” fue celebrada y la reacción de la pista fue salvaje, como ese chaparrón que es “Symmetry of Zero” o la acertadísima versión de Napalm Death con la que cerraban semejante clásico, “Suffer The Children”. 

Pero la constatación más clara fue cuando comenzaron a sonar canciones más recientes, como “Cancer Culture” o “Just a Cigarette”, y lo hicieron de manera fantástica, por lo que entendí lo que sospechaba anteriormente, los Decapitated actuales no tienen nada que ver con aquellos que grabaron “Nihility” (2002), y me da igual que hagan otra gira interpretando “Winds Of Creation” (2000), a la que también asistiría con gusto, pero si uno quiere disfrutar de sus canciones lo mejor que puede hacer es volver a pinchar aquellos discos, Rasta es un gran vocalista y Vogg me parece un auténtico genio, pero están en otra historia, “Earth Scar” y “Last Supper” lo confirmaron, mientras que me sobró “Iconoclast” y me faltó la pegadiza “Deathvaluation”. Un ligero sabor agridulce que para nada empaña una gran noche de death.

© 2024 Lord of Metal
Incantation Tour Pic by © 2024 VareszFoto
Decapitated pic by © 2024 jn_lightning

Crónica: Depeche Mode (Madrid) 14.03.2024

SETLIST:
My Cosmos Is Mine/ Wagging Tongue/ Walking in My Shoes/ It's No Good/ Policy of Truth/ In Your Room/ Everything Counts/ Precious/ My Favourite Stranger/ Strangelove/ Heaven/ Ghosts Agai/ I Feel You/ A Pain That I'm Used To/ Behind the Wheel/ Black Celebration/ Stripped/ Enjoy the Silence/ Waiting for the Night/ Just Can't Get Enough/ Never Let Me Down Again/ Personal Jesus/

No disfruté especialmente de la gira anterior de Depeche, Global Spirit Tour me traía a tres de mis músicos favoritos, pero no sentía la misma excitación por su disco “Spirit” (2017) y sus canciones, que por “Delta Machine” (2013) o “Playing The Angel” (2005). Algo parecido me ocurría con “Sounds of the Universe” (2009) o “Exciter” (2001), discos correctos, con grandes momentos pero que, en mi opinión, fallaban en su conjunto. Sintiendo que, en los últimos tiempos, Depeche Mode graba un disco notable para, al siguiente, bajar estrepitosamente el nivel. Así, disfruté muchísimo con las giras The Singles Tour 86>98, Touring the Angel y The Delta Machine Tour, pero dudaba de lo que me deparaba el futuro. “Memento Mori” (2023) es un buen disco, no solamente por lo que significa para nosotros, sus seguidores, por la pérdida de Fletcher sino porque muchas de sus canciones se sienten inspiradas y poseen el sello de la banda, hay espacio para la experimentación, pero las señas de identidad están presentes. Quizá es por eso que tenía tantas ganas de reencontrarme con ellos, de volver a escuchar las voces de Dave y Martin, de echar de menos a Fletcher pero, qué demonios, celebrar una vez más la vida a su lado.

Con un WiZink Center lleno hasta la bandera los dos días, el sobrio pero efectista escenario de esta gira muestra una pantalla que vomita las habituales grabaciones artísticas de la banda, además de contar de nuevo con Christian Eigner y Peter Gordeno, evidenciar el hueco de Fletcher pero sin caer en lo gratuito cuando el mejor homenaje es seguir vivo y recordarlo a través de sus canciones, evitar la pornografía sentimental de aquel sobrio músico al que siempre le atribuí la titánica capacidad de ser el pegamento de dos auténticos genios como Martin y Dave en los años más turbulentos de ambos. 

El comienzo con “My Cosmos Is Mine” es más que suficiente para entender que Depeche han vuelto, que “Memento Mori” (2023) funciona como un reloj suizo y sirve de excusa perfecta para traerlos de nuevo a nuestra ciudad, Dave parece más en forma que nunca y la voz resuena por todo el pabellón, mientras la fortísima percusión electrónica de “My Cosmos Is Mine” remueve los cimientos hasta “Wagging Tongue” y el primer suspiro de la noche con “Walking In My Shoes”. La versión de esta gira no es la mejor que he escuchado en directo, pero el estribillo, los teclados y la voz hacen el resto, es imposible no negarse a semejante canción, como “It's No Good” de mi queridísimo “Ultra” (1997), un álbum que envejece maravillosamente bien. Y de ahí, desde “Walking In My Shoes” hasta el final del concierto, Depeche jugaron con nuestras emociones, con un repertorio de infarto, repleto de canciones que pertenecen ya al imaginario colectivo de nuestra cultura, “Policy of Truth” nos hizo viajar al pasado sin necesidad de un DeLorean, el intimismo de “In Your Room” tiñó las gradas, mientras “Everything Counts” o “Precious” levantaron los móviles de nuevo, hasta “My Favourite Stranger” -de su último álbum- se sintió plena, quizá porque la canción se sostiene perfectamente entre sus compañeras inmortales, quizá por Dave o porque el público estaba ya plenamente rendido.

No contentos con eso, llegó el momento de Martin y sentí verdadera emoción con “Strangelove” o esa maravillosa versión casi a capella de “Heaven”, más cercana a una oración y al góspel en su estribillo que de una canción pop; sigue siendo curioso que uno de los mejores momentos de los conciertos de Depeche sea cuando Martin se enfrenta a un escenario desnudo y demuestra que tras las baterías electrónicas, los sintetizadores o los flamantes riffs que toca, siempre hay una composición de auténtica calidad que los sostiene, por la que se entiende de verdad el éxito de Depeche. “Ghosts Again” al principio no me convencía, pero es un single estupendo para el directo, sobre todo cuando despega en el puente. Me encantó la versión de “A Pain That I'm Used To”, aunque eché de menos "John The Relevator" pero es que la recta final del concierto fue de auténtica precisión con esa barbaridad en directo que sigue siendo “I Feel You”, “Behind the Wheel” dedicada a Fletcher, “Black Celebration”, “Stripped”, “Enjoy The Silence”, el pop ochentero de “Just Can't Get Enough”, el auténtico clímax con “Never Let Me Down Again” y la locura final con “Personal Jesus”, firmando un espectacular concierto en el que Martin y Dave siguen teniendo la misma magia de hace veinte años y se les siente sumar años de manera natural, como compañeros de viaje, con la capacidad todavía intacta para escribir grandes canciones, relevantes y creíbles, con un directo repleto de músculo y sudor. Un concierto en el que no tuvo precio ver a Martin sonreír a Dave y que este, en plena canción, se la devolviese en varias ocasiones, fue realmente mágico.

© 2024 Jota Jiménez
Tour pics by © 2024 Anton Corbijn

Crítica: The Black Crowes "Happiness Bastards"

Cuanta más música escucho, menos disfruto de hablar con otros seguidores de una u otra banda y artista. He conocido a tanto imbécil que se cree más importante que los músicos, que cree saber más que ellos mismos, que me dan ganas de vomitar. Hace un año y medio, nos visitaban los hermanos Robinson en esta última encarnación de The Black Crowes y muchos seguidores prefirieron quedarse en casa y escuchar “Shake Your Money Maker” (1990), mientras lloraban en la intimidad y se duchaban frotándose con su jabón corporal de canela y regaliz, en lugar de disfrutar de las canciones en directo. El motivo era claro, faltaban Johnny Colt, Jeff Cease y, claro, Steve Gorman, los Robinson estaban equivocados, los seguidores no, su fundamentalismo les hacía encerrarse en su cuarto y aquellos que asistieron fue para peor, no veían con buenos ojos nada, no se emocionaron con ninguna canción, allí faltaban Colt, Cease y Gorman, pero, entre otros, también nuestro querido Marc Ford (responsable del sonido de “The Southern Harmony and Musical Companion”, mi favorito “Amorica” y, claro, “Three Snakes and One Charm”). Aquellos que se creen más negros que los propios cuervos, no disfrutaron del concierto, lo siento por ellos. ¿Fue perfecto? No, en absoluto, eché de menos a Gorman o Ford, claro que sí, pero nada de eso impidió que disfrutase de una noche en la que lo único que falló fue la compañía (pero de eso no tienen la culpa ni Chris o Rich). El caso es que me resulta imposible pensar que los Robinson estén en mi ciudad y no asistir, por lo mismo que muchos ahora se arrepienten de no haber asistido a ver a Robert Plant y Jimmy Page en aquella reunión de los noventa, porque faltaban John Paul Jones o Bonham, o no quieren ver a Dylan porque no toca “Mr. Tambourine Man” y a mí me está pasando lo contrario, la vida es demasiado corta como para ser tan idiota, quiero disfrutar sin complejos y rehúyo de los seguidores fundamentalistas como de la peste, esos que han visto a Pearl Jam en cuarenta y tres ocasiones o creen tocar mejor el slide que Rich Robinson sobran en mi dieta.

Y así me encuentro ante este “Happiness Bastards” (2024) que he disfrutado mucho muchísimo, siendo su primer álbum de estudio desde “Before the Frost...Until the Freeze” (2009), producido por Jay Joyce y que, aunque no es perfecto, roza con los dedos el sobresaliente más absoluto. El sonido es el habitual, el equilibrio perfecto entre rock clásico, blues, un poquito de sureño y esa sensación -todavía intacta- por la cual los Crowes parece que se van a encender en cualquier momento y alargan las canciones para alcanzar ese clímax, muchas veces prendido por los flamantes coros, o su sabrosísimo slide. No hay experimentos, no es un disco doble, tan sólo diez canciones que atestiguan esa química innegable entre Chris y Rich, por la que en solitario son grandes músicos, pero cuando se juntan, surge esa chispa que todavía los hace únicos. “Bedside Manners” entra a bocajarro, suena fresca y su piano repleto de boogie es perfecto para el machacón ritmo de batería y la guitarra de Rich, como la voz de Chris sigue conservando todo su encanto. Me encantan canciones como “Rats and Clowns”, por su sensación de urgencia, o el medio tiempo de “Wanting and Waiting” por esa mezcla de hard y glam, o esos coros liberadores apoyando a Chris, como “Cross Your Fingers” se convierte en el clímax de la primera cara con su maravilloso mestizaje entre los Allman Brothers, Zeppelin y el fraseo rap del estribillo, pero quizá lo mejor de esta primera mitad sea, como siempre, esa melodía acústica que es “Wilted Rose” con Lainey Wilson, en la que Chris demuestra, una vez más, por qué se coronó como uno de los mejores vocalistas de los noventa, oro puro.

La segunda cara abre con la funky, “Dirty Cold Sun” y Rich sazonando la mezcla con ese puntito de fuzz, de nuevo el coro sacando lo mejor de las composiciones de los Crowes, hasta el country blues de “Bleed It Dry”, un plato cocinado con ingredientes de Dylan y los Stones, slide y harmónica, ¿qué más queremos? “Flesh Wound” retoma la herencia de Cheap Trick, antes de echar la persiana con “Follow The Moon” y la emotiva “Kindred Friend” para concluir de bellísima manera. Por supuesto, no es su mejor disco, podría situarlo entre “Lions” (2001) y “Warpaint” (2008), pero es que el nivel es tan jodidamente alto en la discografía de los Black Crowes, que un álbum así sería el sobresaliente de cualquier otra banda. Si “Happiness Bastards” (2024) resulta es por el increíble talento de los Robinson, no se trata de revivir el pasado, es simplemente juntar las piezas para entender que los ingredientes los llevan en sus venas. Notable muy alto, para disfrutar durante los próximos meses, para recuperar toda su discografía y pegarse un atracón. Me repito, lo he disfrutado muchísimo, que le den al resto.

© 2024 Jota Jiménez