Crítica: Ghost “Impera”

Si lo pienso bien, con un disco o dos no se puede apreciar más que un fragmento del cuadro que puede ser la carrera de un artista, siendo necesario más referencias para valorar su totalidad y cinco discos y doce años (además de una decena de conciertos suyos desde el primer disco, hasta el último) parecen más que suficientes para entender que Ghost firmaron su mejor disco con "Opus Eponymous" (2010), aprovecharon el tirón con "Infestissumam" (2013) y llegaron adonde querían con “Meliora” (2015), aquel que compite con "Opus Eponymous" como mejor disco de Forge y no por sus composiciones sino porque lograron la mezcla perfecta entre pop y rock, olvidando sus comienzos más doomy, sustituyendo en directo una obra maestra como "Con clavi con Dio" por “Square Hammer” con más pegada y brillante apertura pero menos encanto e iconicidad. Es por tanto que tras aquella gira corrieron prestos a repetir la jugada con el consecuente EP, "Popestar" (2016) que incluía dicho single y, saliéndole bien, aprovecharon las sobras de aquella época para “Prequelle” (2018) un disco que me gusta escuchar por canciones como "Helvetesfönster" o "Miasma" que son pasos adelante pero que posee singles sin testosterona como “Rats” o "Dance Macabre" y ridiculeces como “Pro Memoria” o “See the Light” y quizá el estribillo más ridículo y púber de la banda ("Every day that you feed me with hate I grow stronger") o la repetición como forma de paliar la escasez de ideas (“Life Eternal”). Con todo, les funcionó y ampliaron su público (ese no tan fiel como el que puebla los festivales de metal), aunque aquellos que disfrutaban del encanto tenebroso de épocas anteriores entendieron que a Tobias Forge y sus coqueteos con la FM y sus ansias por llenar recintos de mayor capacidad había ganado el pulso a los Ghouls y la madre que los parió a todos.

Así, escribir sobre Ghost o Tobias Forge se ha convertido en auténtico placer cuando la banda, ya plenamente convertida en meme, es capaz de levantar los mismos sarpullidos entre aquellos que los aman y esos que los odian. Un placer porque siempre levanta ampollas y uno siente un gusto malsano por todos esos veinteañeros que creen haber dejado el acné tan atrás como para renegar de una banda a la que son incapaces de no acudir a ver en directo o por esos otros que son incapaces de admitir sus logros. El meme del caballo rampante (la estética de Ghost) y el unicornio rosa (como suenan) es tan significativo para unos y otros, para esos que los critican, pero acuden religiosamente a un concierto de King Diamond o Kiss con la máxima seriedad del mundo o para esos otros que los aman, pero se sienten defraudados ante canciones como “Kaisarion” o “Spillways”, no pudiendo sentir menos condescendencia por unos y otros. Mostrar cinismo y veneno contra “Twenties” después de profundos tactos rectales como “Rats” o “Dance Macabre” no es únicamente carecer de gusto sino ir cuesta abajo y sin freno hacia los primeros síntomas de un Alzheimer precoz. No es porque el último single de Ghost, hasta el momento, sea la cuadratura del círculo (ni mucho menos), sino porque Forge lleva firmando canciones sonrojantes y repletas de confeti desde "Infestissumam" (2013). 

Con la ayuda de Klas Åhlund (con ellos desde “Meliora”) y un genio llamado Andy Wallace (del que no hay necesidad de explicar quién es si creciste en los noventa y sabes que se especializa en crear artefactos sónicos que propulsionan el sonido de las bandas a la estratosfera), Forge ha aprovechado la pandemia y el descanso para grabar un disco que podemos considerar como el más flojo de su carrera o, por lo menos, al mismo nivel que “Prequelle” pero sin la valentía de aquel (en algunas de las canciones mencionadas, no te compliques) y singles de pegada, aunque dudosa calidad y menos credibilidad. ¿Podríamos hablar de cierto descenso? Desde luego que sí, pero no por prescindir de los Ghouls originales (meros mercenarios que reconocieron no haber aportado ni una sola nota o palabra a trabajos pretéritos) sino por las ansias de Forge de llegar a más y más público, una curva de agotamiento y éxito tan antigua como cualquiera de las bandas que el propio Tobias disfruta en su intimidad.

Tras la bonita “Imperium” (quizá demasiado, creándonos ilusiones de que lo que sigue va a ser muy diferente) llega “Kaisarion”, canción que podría ser el tema principal de cualquier serie de Anime; hay partes instrumentales brillantes, por supuesto, pero la sensación general es de absoluta y petarda vacuidad. Como, estaremos todos de acuerdo, en que el piano de “Spillways” parece estar robado a David Bryan, aunque el verdadero saqueo sea a “Tell Me Lies” de Fleetwood Mac. Nada que objetar cuando Tobias y todos sus discos beben de los setenta y ochenta, todos “robamos” aquello que amamos, de una u otra manera, lo que critico es el burdo saqueo por el que “Call me Little Sunshine” es tan noventera y contiene ese “downtempo” en las estrofas tan propio de las baladas de los ochenta de Coverdale; con todo, una de las más logradas y redondas de un disco con rellenos como “Hunter’s Moon” (procedente de "Halloween Kills", aunque funcione perfectamente), dos interludios (“Bite Of Passage” y “Dominion”, a sumar a “Imperium”) o la larga y aburridísima final “Respite On The Spitalfields”, logrando que “Twenties” y su encanto steampunk logre agradar más de lo que debería en lo que Forge describe como un cruce entre Slayer y Missy Elliott (nada que objetar, las guitarras son magníficas, así como la voz) o "Darkness at the Heart of My Love" parezca mucho mejor de lo que es con uno de los estribillos con más emoción de todo “Impera”, demostrando buena pluma y mejores intenciones. Así, Tobias Forge puede presumir de haber sintetizado en poco más de diez años lo que a otras bandas les cuesta hasta tres décadas; grabar su mejor disco, aprovechar y repetir jugada con “Meliora”, firmando dos discos menores como “Prequelle” o “Impera” (doce canciones, tres instrumentales y un refrito).

Con todo, tampoco hay margen para llorar demasiado, aquellos que disfrutaron de discos anteriores de Ghost no se han perdido tampoco nada cuando Tobias Forge conserva intacta su habilidad para componer canciones pegadizas (es buen compositor, te guste o no), de esas que crecen con cada escucha y es capaz de firmar "Darkness at the Heart of My Love" o la criticada “Twenties” que, por mucho que algunos se empeñen, no es tan mala ni vergonzosa como nos quieren hacer ver. Es verdad que "Impera" deja tibio, pero tampoco es el ultraje que claman aquellos que disfrutaron de "Rats" en directo y ahora se empeñan en hacernos creer que aquello lo había firmado Kim Bendix Petersen, mientras que "Impera" es toda una deshonra, ni entonces, ni ahora; esto es Ghost, queridos.

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