Crónica: Nine Inch Иails (Madrid) 11.07.2025

SETLIST: The Beginning of the End/ Wish/ March of the Pigs/ Piggy/ The Frail/ The Wretched/ Heresy/ Less Than/ Echoplex/ Find My Way/ Closer/ Copy of A/ 1,000,000/ The Good Soldier/ Every Day Is Exactly the Same/ Burn/ The Perfect Drug/ The Hand That Feeds/ Head Like a Hole/ Hurt/

Tengo una relación de amor-odio con semejante festival; no empatizo con su filosofía, su público objetivo y mucho menos con sus carteles pedorros, pero he de reconocer que el concierto de Nine Inch Nails de hace siete años fue una auténtica locura y no me parece muy desencaminado aquello que muchos claman cuando aseguran que aquel fue el mejor de todas las ediciones de este festival; por lo imprevisible, la sensación de agresión calculada y la genialidad de Reznor que, una vez más, hizo vibrar al público de Madrid gracias a una experiencia sonora y visual que quedará grabada en la memoria de quienes llenaron el recinto de Iberdrola Music para presenciar a Nine Inch Nails en el marco de su "Peel It Back World Tour". La noche, cargada de una electricidad casi tangible, reunió a miles de seguidores ansiosos por sumergirse en el visceral universo Reznor. Desde el momento en que las luces se apagaron, sonó la introducción en claro homenaje a Lynch y los primeros acordes resonaron, el público supo que estaba a punto de vivir algo más que un concierto: una especie catarsis colectiva orquestada con precisión quirúrgica, gracias a una atmósfera, densa y expectante, que se transformó en un torbellino de energía cuando Reznor, acompañado de Atticus Ross, Robin Finck, Alessandro Cortini e Ilan Rubin, tomaron el escenario con una presencia imponente, sin adornos y en blanco y negro. El sonido, una mezcla de crudeza industrial, texturas electrónicas y una producción impecable, envolvió el lugar como una fuerza viva, demostrando por qué Nine Inch Nails siguen siendo un referente indiscutible del rock alternativo y la música experimental. Cada nota, cada grito, cada silencio estaba calculado al milímetro para golpear con la intensidad de un martillo, pero también con la sutileza de un artista que comprende el poder de la narrativa sonora.

El repertorio, un recorrido valiente y audaz por la discografía de la banda, comenzó con la hipnótica "The Beginning of the End", que estableció el tono de la noche con su pulsión oscura y su crescendo emocional. Le siguió la explosiva "Wish", donde la guitarra afilada de Finck cortó el aire como un cuchillo, mientras Rubin marcaba el ritmo con una batería feroz que resonaba en el pecho de los asistentes. La elección de "March of the Pigs" desató una euforia colectiva, con el público coreando cada palabra mientras Reznor, con su característica intensidad, parecía canalizar una furia primordial, hasta la transición a "Piggy", que mostró la versatilidad de la banda y las intenciones de no guardar ningún as para el final, con Atticus Ross tejiendo capas electrónicas que añadían una dimensión casi cinematográfica. La crudeza de "The Wretched" y la provocadora "Heresy" recordaron los días de "The Downward Spiral" (1994), uno de los discos de mi vida, con un sonido tan crudo como refinado, mientras que "Less Than" trajo un aire moderno, como la sorpresa de "Echoplex", demostrando que Nine Inch Nails siguen sonando relevantes tres décadas después, hasta ese clímax con "Closer", con Cortini aportando texturas electrónicas que elevaron la canción a nuevas alturas en directo. La intensidad no decayó con "1,000,000", donde la energía de Reznor parecía inagotable y culminó con "Head Like a Hole", un cierre apoteósico que dejó al público exhausto pero extasiado, no sin antes jodernos el corazón con “Hurt” y un abrupto y crudísimo fin de concierto en el que cada canción fue ejecutada con una precisión brutal y un sonido impecable que equilibraba la agresividad del industrial con la sofisticación de la producción en vivo. La valentía del repertorio radicaba en su negativa a complacer solo con los éxitos; Reznor apostó por un equilibrio entre clásicos y temas menos obvios, demostrando su confianza en la inteligencia de su audiencia y su compromiso con la evolución artística.

La experiencia en Iberdrola Music fue, sin duda, memorable, y no solo por la música, sino por la entrega absoluta de una banda que no se conforma con ser un acto nostálgico, como sí ocurrió horas antes con Alanis Morrissette, por ejemplo. Reznor demostró una vez más por qué es una figura pivotal en la música contemporánea. Su voz, cargada de rabia, vulnerabilidad y control, guió a la audiencia a través de un viaje emocional que osciló entre la catarsis y la introspección. La química entre los músicos —Finck con su guitarra incendiaria, Ross con su maestría en atmósferas, Cortini con su precisión electrónica y Rubin con su ritmo demoledor— creó un espectáculo que trascendió lo meramente musical para convertirse en una experiencia sensorial abrumadora. El público, entregado desde el primer segundo, respondió con una pasión que alimentó aún más la intensidad de la banda; uno de esos momentos en los que la retroalimentación de la pista consigue elevar aún más a los músicos sobre las tablas, creando un diálogo tácito entre escenario y gradas. La producción visual, con una cámara en directo, grabando en blanco y negro parecía latir al ritmo de la música, añadiendo otra capa de inmersión, haciendo que cada momento se sintiera como una obra de arte en movimiento. Una gira que está siendo un auténtico hito y el testimonio de la capacidad de Reznor para reinventarse y desafiar expectativas, dejando una huella imborrable en Madrid. Para quienes estuvimos allí, la noche del 11 de julio de 2025 será recordada como un encuentro con el poder transformador de la música, liderado por una banda que no solo toca, sino que vive y respira su arte con una pasión inquebrantable y en la que el único punto negativo fue no poder presenciar la producción al completo, en un recinto más apropiado y no un festival al aire libre.

texto y foto © 2025 Jota
video © 2025 Jesús Alberto