Crónica: Iron Maiden (Madrid) 05.07.2025

La noche de ayer, el Estadio Riyadh Air Metropolitano de Madrid se convirtió en el epicentro del heavy metal (con permiso de lo ocurrido en Birmingham) con la única actuación en España de Iron Maiden, como parte de su gira mundial “Run for Your Lives Tour”, que conmemora los cincuenta años de la banda fundada por Steve Harris. Miles de seguidores, ataviados con camisetas negras y banderas, terminaron de abarrotar el estadio tras la actuación de los teloneros, la banda sueca Avatar, creando una atmósfera cargada de expectación. La noche, cálida y despejada, parecía ideal para un espectáculo que, según Bruce Dickinson, prometía ser “una experiencia irrepetible en directo”. Sin embargo, el concierto estuvo lastrado por un sonido deficiente que persistió durante toda la noche, con problemas que afectaron especialmente a la voz de Dickinson y los matices de las guitarras, dando más protagonismo a los graves que a los agudos, sin importar dónde te situases; pista o grada, frontal o lateral, el sonido era plano, embarullado. La banda, formada por Dickinson, Harris, Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers, mostró su profesionalismo, pero la experiencia, aunque notable, no alcanzó el brillo de sus presentaciones más memorables (sin ir más lejos, su último concierto en la capital), dejando la sensación de que el potencial de la noche no terminó de explotar del todo y en la que la ausencia de Nicko se sintió demasiado, cuando situaron el raquítico set de batería de Simon Dawson y faltó el carisma y simpatía tras los parches.

El repertorio, centrado en los nueve primeros álbumes de Iron Maiden, desde “Iron Maiden” (1980) hasta “Fear of the Dark” (1992), ofrecía un repaso nostálgico, pero la selección de temas, aunque perlada de clásicos, no siempre mantuvo un ritmo fluido, lo que afectó la dinámica del concierto. La noche arrancó con la clásica introducción de “Doctor Doctor” seguida de “The Ides of March”, tras la que el riff de Murray intentó imponerse, aunque el sonido saturado dificultó apreciar su precisión en “Murders in the Rue Morgue”, “Wrathchild” levantó al público con Janick Gers destacando gracias a sus acrobacias, pero la voz de Bruce quedó opacada por el horrible sonido con el que arrancó el concierto. “The Number of the Beast”, lógicamente, fue un momento álgido, con el estadio coreándola al unísono, aunque el sonido turbio restó impacto a la interpretación, evidenciando que cinco canciones con mal sonido de diecisiete son demasiadas. “The Clairvoyant” y “Powerslave” permitieron a Adrian Smith lucirse a las seis cuerdas, pero la batería de Dawson sonaba excesivamente prominente, desequilibrando la mezcla. “Rime of the Ancient Mariner”, con su narrativa épica, fue un punto fuerte, pero su larga duración, combinada con el sonido deficiente, hizo que el ritmo del concierto decayera para algunos; adoro la canción, pero tras “2 Minutes to Midnight” es un auténtico interruptus (nada más que había que contemplar la pista), que solucionaron con la urgente “Run to the Hills”, cerrando el cuerpo principal del concierto con energía. Tras la consabida “The Trooper” y los inexplicables abucheos a la bandera española que Dickinson lució y rápidamente desestimó para volver a la Cruz de San Jorge, “Hallowed Be Thy Name” y “Iron Maiden”, sin un Eddie “de carne y hueso” pero sí en la pantalla principal, concluyeron la noche, no sin antes descerrajar tres bises como son "Aces High", "Fear of The Dark" y "Wasted Years" como auténtico final de fiesta.

La actuación de Maiden en Madrid fue un testimonio de su legado como gigantes del heavy metal, pero los problemas técnicos, un repertorio que, aunque lleno de clásicos, no mantuvo un ritmo consistente, y la ausencia de Nicko (que sí, que ya lo sabíamos desde hace meses, pero que se siente muchísimo en el escenario) me dejaron una impresión agridulce. La banda ejecutó cada tema con la profesionalidad esperada, y momentos como “The Number of the Beast” o “Rime of the Ancient Mariner” recordaron por qué siguen siendo una referencia, pero el sonido impidió que la experiencia alcanzara su máximo potencial. La interacción de Bruce Dickinson con el público fue cálida, aunque limitada, y la química entre los músicos, con Harris y Murray como pilares, sigue intacta. Sin embargo, la falta de espontaneidad y la sensación de un espectáculo demasiado calculado, sumado a un repertorio que no siempre mantuvo el ímpetu, hicieron que el concierto no lograra el resultado prometido por Bruce. Para aquellos más fieles, la velada fue una celebración de cincuenta años de Maiden, pero para quienes esperaban una experiencia redonda, el concierto resulto ser correcto pero no inolvidable, haciéndome desear una noche que hubiera capturado mejor la magia de la doncella de hierro.

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